Estar en las nubes

Ya ha llovido un poco desde la última sesión, la del lunes pasado. Se ve que hablar de las nubes e invocarlas ha dado resultado. Y como estuvimos un buen rato en las nubes nos dio tiempo para acariciarlas y hacerles cosquillas.
Hablamos del libro "El pastor de nubes" de Pedro Villar Sánchez, publicado por la editorial Kalandraka. También mostramos el maravilloso libro "A cloud" de Katsumi Komagata. Y el pequeño álbum "La fábrica de nubes" de Arianne Faber.


Nubes. Rafael Baraja


Mostramos un buen repertorio de textos finalistas en la Primera Edición Internacional de Microrrelatos de Prisa Radio (2013). De todos ellos destacamos los titulados "Salida de emergencia", "Certeza fatal" y "Yo no voy"

Habían atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión. Tenía las manos húmedas y el aire artificial le irritaba la garganta. Consultó el reloj. Disponía aún de cincuenta minutos para disfrutar de su soledad portátil en aquel paréntesis a ocho mil metros de altura. Abajo aguardaba el pasado recalcitrante que volvería a pegarse a su piel e impregnar la ropa con el rancio hedor gris de la rutina usada, adueñándose de nuevo de todos los rincones de su espíritu. Por la ventanilla se divisaba el mar azul que brillaba hasta el infinito. Se desabrochó el cinturón, salió al pasillo y comenzó a gritar.

José Ignacio Cebeiro. España

Habían atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión; como de costumbre, Fred dormía en su asiento. Por su trabajo viajaba frecuentemente; sin embargo, quería cambiar de oficio porque tenía un sueño repetitivo: el aeroplano se estrellaba contra un promontorio. Aunque él miraba el accidente desde lejos, siempre despertaba bañado en sudor. Aquel día, en algún instante, a pesar del profundo sueño, Fred creyó oír la voz del piloto pidiendo calma a los pasajeros, ordenándoles ajustarse los cinturones y tomar la posición de choque. Entonces abrió los pesados párpados y sonrió. Recordaba que en el sueño repetitivo salía vivo del percance; por eso cerró sus ojos para continuar durmiendo.

Víctor Manuel Arguedas Ramírez. Costa Rica

Habían atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión. Los soldados se amontonaban, sentados sobre los bolsos y con los fusiles apretados entre las piernas. Sus conversaciones eran apenas un murmullo ahogado, acallado por las voces enérgicas de los suboficiales. De pronto sentí un clic, una mano se apoyó suavemente en mi hombro y me obligó a mirar hacia atrás: le vi la cara transpirada, los ojos húmedos, sangrientos y la pistola negra y brillosa con el martillo del percutor listo para disparar, apoyada en la sien. "Yo no voy, me dijo". Y disparó".

Gabriel Sagastume. Argentina


Dejamos aquí un cortometraje titulado "A Cloudy lesson", que recoge muy bien el espíritu de la sesión:



Y para dejar un buen sabor de boca en el cielo del paladar sembramos por aquí dos poemas, uno de José Emilio Pacheco titulado "Nubes" y otro de José Hierro titulado "Las nubes"

En un mundo erizado de prisiones
Sólo las nubes arden siempre libres.
No tienen amo, no obedecen órdenes,
Inventan formas, las asumen todas.
Nadie sabe si vuelan o navegan,
Si ante su luz el aire es mar o llama.
Tejidas de alas son flores del agua,
Arrecifes de instantes, red de espuma.
Islas de niebla, flotan, se deslíen
Y nos dejan hundidos en la Tierra.
Como son inmortales nunca oponen
Fuerza o fijeza al vendaval del tiempo.
Las nubes duran porque se deshacen.
Su materia es la ausencia y dan la vida.

José Emilio Pacheco

Inútilmente interrogas. 
Tus ojos miran al cielo. 
Buscas detrás de las nubes, 
huellas que se llevó el viento.
Buscas las manos calientes, 
los rostros de los que fueron, 
el círculo donde yerran 
tocando sus instrumentos.
Nubes que eran ritmo, canto 
sin final y sin comienzo, 
campanas de espumas pálidas 
volteando su secreto,
palmas de mármol, criaturas 
girando al compás del tiempo, 
imitándole la vida 
su perpetuo movimiento.
Inútilmente interrogas 
desde tus párpados ciegos. 
¿Qué haces mirando a las nubes, 
José Hierro?

José Hierro


Propuestas de escritura

1. Escribe un texto a partir de la expresión “Estar en las nubes”. Puedes darle el matiz que te parezca oportuno.
2. Escribe un texto a partir de la frase: Habían atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión...


Y estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:


La isla más remota del mundo

Después de 32 horas interminables de vuelo, siempre por encima de las nubes, paradas en aeropuertos y cambio de aviones: !Por fin había llegado Luis a la Isla de Pascua!. La idea de conocer el lugar más remoto del mundo, era un sueño conseguido, programado y pensado desde hace tiempo. Al bajar del avión le colocaron el collar típico de flores de la isla. Se instalo en una cabaña al lado del mar, alquiló una bicicleta para recorrer la isla, ver los volcanes, sus playas paradisiacas, se fotografió con los moais, conoció los bailes ancestrales de los nativos, le pintaron la cara con los colores típicos en la cena de gala de bienvenida, todo fue como un sueño. Las fotografías maravillosas y la experiencia vivida, inolvidable.

Me dice mi hijo: ¡Aún hoy ya de vuelta, estoy en las nubes!

Luis Iglesias
Grupo B


Siluetas de algodón

“Estar en las nubes”
para sentir su llanto
de lluvia en el cristal,
sus blancas siluetas,
viajeras del azul,
su rojo atardecer
en un cielo misterioso.
Vuelos de algodón
se tiñen de gris,
humedecen mi piel,
bañan mis sentimientos,
preñados de agua
en la nebulosa faz de la tierra.

Sofía Montero
Grupo B


Malos tiempos

Pabli regresa con las ovejas contento, feliz. Corren malos tiempos, miseria y privaciones, pero él hoy ha cumplido siete años; uso de razón, como dice don Agustín, el señor maestro. Además, vuelve con tres corderitos recién nacidos, y eso para casa de pobre representa mucho.

San Isidro —se dice—. Eso es cosa de San Isidro, seguro. San Isidro siempre miró mucho por los labradores, también por los pastores y zagales; lo dice mama. No se le ha ido de la cabeza la tarde aquella, jueves como hoy, pero de hace tres semanas; los jueves por la tarde no hay escuela y Pabli echa una mano a mama, por lo general con las ovejas. Aquella tarde mama le propuso que las llevara al Teso Marzán. Cuando llegó, navegaban el cielo nubes blancas de buen tiempo; no llovería, no, con lo que lo estaba necesitando el campo. Llamó su atención sin embargo una nube de las más pequeñas.

Había un cielo encalmado pero la nube, te fijabas y no paraba de cambiar en los bordes. Acabó cogiendo forma de oveja; de oveja, pero color blanco limpio, de cordero joven. Es entonces cuando se dio cuenta de que había estado pensando en ello antes de que la nube cambiase; o sea, lo había pensado él primero y luego sucedió. De modo que por sí o por no, probó a intentar bajarla al suelo. Y resultó, vaya si resultó. La nube-oveja se instaló entre las ovejas de verdad, entre la Paloma y la Veranda, y se movía con ellas.

Lo extraño es que llovía. Mejor dicho, no llovía, pero como si lloviera debajo de la nube. La nube se arrastraba entre las ovejas y tras ella iba dejando un rastro de tierra mojada. Le costó bien poco desgajar otros pedazos de las nubes que flotaban en el cielo y formar más nube-ovejas para bajarlas al rebaño.

Nadie alrededor, pero así y todo se llevó a los animales a la parte allá de la ermita no siendo que apareciese algún mayor; los mayores, cualquiera sabe en qué pueden dar cuando un niño hace algo que a ellos no les cuadra. Se asomó al ventanuco de la ermita formando pantalla en el cristal con las manos para quitar el reflejo, y allí estaba San Isidro, igual que siempre, de rodillas y rezando. Pero que él había metido mano, fijo.

Seis años entonces. Hoy, ya se dijo, siete; uso de razón. Pabli regresa con las ovejas bien comidas, al Teso Marzán le ha nacido hierba toda la que puedan apetecer. Hay que arrearlas incluso y que no paren; si no, se empanzonan. Llega al pueblo con el sol cayendo, aunque todavía queda luz en el cielo. Podrá salir a jugar un rato con los amigos hasta el toque de oración. Y mejor todavía, porque ve venir a mama al encuentro.

—Muy bien, Pabli, mi niño, tres corderines más, y mira qué guapos. Deja, que me llevo yo el ganado, tú quédate jugando. Qué hombre tengo yo en casa, siete años. Qué sería de mí sin tu ayuda, hijo; tú y tu hermanita sois los que me dais fuerza, que murió papa en la guerra y como quien dice se llevó la llave de la despensa.

Venían corriendo Manolo, y Lucas, y Josemi. Lucas traía bajo el brazo la pelota de goma de auto, la cuadrada. A veces botaba mal, pero eso qué importa.

Pascual Martín
Grupo B


Cuando despertó y miró alrededor, todo seguía igual. La habitación del hospital, con su techo y sus paredes blancas, parecía que hubiera estado allí desde que abrió los ojos por primera vez, y en una habitación casi idéntica a ésta, un grupo de personas con mascarillas, y tapadas de arriba a abajo con telas extrañas, la miraban fijamente.
Cuando hubo aprendido a comprender las palabras, le habían explicado que ella era una niña especial, que era tan dulce que no podía tocar ni ser tocada por los demás, porque se derretiría, y que por eso, de ahora en adelante, ella y la gente que tuviera a su alrededor tendrían que taparse la cara y las manos con mascarillas y guantes, así como sus cuerpos con batas.
También le habían dicho que debería estar
toda la vida en esas habitaciones, blancas, cerradas, que la gente mayor llamaba de hospital, estancas.
Únicamente, cuando se quedaba sola en la habitación, podía quitarse la mascarilla, los guantes y la bata en los sitios propios para ello, y estar a solas con su cuerpo y el camisón que usaba para dormir. Le gustaba palparse y besarse, porque el tacto era totalmente distinto al tacto del plástico que estaba obligada a llevar cuando estaba con los demás.
Otro pasatiempo que le gustaba era acercarse a la ventana, y observar el cielo plagado de nubes.Mirando de arriba a abajo, perpendiculares a esas nubes, había gente en la entrada del hospital.Gente que lloraba, reía y se abrazaba.Llegó a imaginar que eran el tacto, las lágrimas y el calor de esa gente lo que formaba las nubes.Las nubes estaban hechas de emociones y sensaciones, para poder ser vistas y disfrutadas por la gente que, como ella, no
podía sentir aquello por ella misma.
Una lágrima corrió por su mejilla y cayó al alféizar de la ventana.Esa lágrima nunca llegaría a formar parte de una nube.

Ricardo Paternina
Grupo A


La fábrica de nubes

"Desde niño, Juan Pastor había mostrado una natural predisposición por lo inútil, como llamaba su padre a todo aquello que no tuviera aplicación inmediata y práctica.

De naturaleza sensible y dado a la ensoñación, pasaba grandes ratos observando el ir y venir de las nubes bien tumbado en la hierba cuando iba al campo o bien, desde la ventana de su habitación o de su aula en el colegio. En cualquier momento, cualquier lugar se podía virtualmente convertir en su observatorio particular.

Ningún cirro, cúmulo, nimbo o estrato, ni ninguna de sus posibles combinaciones; escapaba al minucioso estudio y análisis de Juan. De tal suerte que podía predecir, casi con total seguridad, que tiempo iba a hacer en las horas próximas a su observación: si una nube se le antojaba con forma de globo, podía asegurar que haría viento o nevaría en breve; si la nube era baja y como humo, llovería sin duda; si el cielo aparecía nubosamente jaspeado, el viento que soplaría sería fresco…

Pero, sobre todo, ninguna de esas formaciones nubosas escapaba a su viva y despierta imaginación.

Y así, en función de su estado de ánimo, podía ver formas animales, formas vegetales o incluso minerales formas flotando vaporosas en el cielo. Tampoco se habían escapado a su imaginativa visión algunas naves espaciales ni algún alado y fantástico unicornio blanquiazul.

Había reparado también en cuán esquivas eran las nubes, pues cuando claramente era para él visible una imagen con una bien delimitada forma, ésta evolucionaba y pasaba a convertirse en otra. Este hecho le contrariaba profundamente a veces y le llevaba inevitablemente al secreto deseo de poder atraparlas y hacer que permanecieran a su antojo y por el tiempo que él quisiera, con la forma por él deseada.
De hecho, Juan Pastor quería ser “cazador de nubes”.

Un día, sumido en sus quiméricos pensamientos, recordó aquella vieja fábrica que había visto en una visita que hicieron con el profesor él y sus compañeros de clase. Y su imaginación comenzó a dispararse. De repente, se le ocurrió la disparatada idea de que si él era capaz de ver en las nubes formas de todo género, naturaleza y aspecto, quizá fuera porque esas nubes antes de llegar a serlo, habían sido otra cosa. Quizá antes habían sido pájaros, quizás peces, quizás aviones… cualquier cosa antes de ser vapor de agua al vuelo.
Tal vez para convertirse en esas formaciones capaces de volar o navegar por el cielo, esos animales o esos objetos que él veía allí arriba; habían sufrido un proceso de transformación en una fábrica para, posteriormente, ser arrojados en forma de vapor de agua por la chimenea hasta la atmósfera. ¿Por qué no? – Se decía.
De ese modo, pensó, cualquier animal o cosa susceptible de ser aprisionada, poseída o cazada en la tierra; una vez procesada, podría pasar a campar a sus anchas y moverse con entera libertad en el cielo.
Porque si algo daba Juan por cierto, era que sus amadas nubes eran libres… maravillosa y completamente libres. No podían ser atrapadas. Se movían. Se desvanecían. Iban… venían… reían o lloraban cuando querían…
Por tanto, habiendo comprobado tantas veces que, estando ellas arriba, nunca sería capaz de modelarlas o retenerlas como anhelaba, pensó que si su hipótesis fuera cierta, podría darles forma desde abajo.

Así, en su delirio, se decidió a probar suerte con una oveja y con ella, se dirigió a la vieja fábrica. ¡A la fábrica de nubes!

Entró con el animal e introdujo a la ovejita en la máquina (la máquina de hacer nubes) y acto seguido, salió y mirando al cielo esperó. Al cabo de pocos minutos, pudo comprobar maravillado, como salía por la chimenea un vaporoso y blanco cúmulo más grande pero casi idéntico en forma a la oveja con la que había entrado en la nave. Sin embargo, había en ella una diferencia que le inundó el corazón de alegría e hizo que sus ojos brillaran de una forma especial por la intensa emoción que le embargó en aquel mágico instante: la ovina nube le sonreía mientras se alejaba moviendo su pata anterior derecha a modo de saludo o de alegre despedida. ¡Su anodina oveja terrestre era allá en lo alto, una oveja feliz!

Ni corto, ni perezoso, decidió probar con otras cosas y con más animales.

A la oveja, le siguió una vaca que, en breves instantes la chimenea devolvió a Juan convertida en una increíble formación estratocumúlica en forma de vaca, a la que seguía retozando alegremente, una formación algo más pequeña pero de las mismas características, que le hizo exclamar exultante: ¡un ternero!. Recordó entonces, que le había parecido que la vaca estaba muy gorda cuando la dejó en la máquina de hacer nubes. Seguramente se le había desprendido allí la cría y ahora ambos, también felices, danzaban por el cielo mirándole desde allí y alejándose agradecidos.

Corrió por más animales y así, entraba un león y salía un cumulonimbo con una gran melena al viento sonriendo orgulloso.

Entraba un elefante y aparecía un gris nimboestrato con forma elefantil que felizmente hacía caer desde su trompa, abundantes gotas de agua.

Luego, metió un cerdo “ibérico” y, curiosamente, mientras esperaba que saliera una nube de un color grisáceo más o menos intenso; apareció una de color de rosa, muy contenta, eso sí. Este hecho, le dejó perplejo. Sin embargo, como estaba tan emocionado con el experimento, decidió que ese fenómeno lo estudiaría al día siguiente con más calma. Y siguió afanosamente con su tarea.

Vió fascinado como cualquier pájaro, grande o pequeño, se convertía, tras su paso por la fábrica, en un ave majestuosa en el mundo de las nubes. Ya se transformara en cirro, cúmulo o estrato, era asombroso ver la evolución de su vuelo en el abierto y celeste espacio.

Fue más tarde cuando comenzó a llevar algunos de sus juguetes a la fábrica de nubes, viendo de este modo convertido su amado castillo de Playmobil, en un vaporoso y nacarado castillo blanco a través de cuyas ventanas salía de vez en cuando sonriendo algún fantasma mientras, moviéndose fantasmalmente por la bóveda celeste, soplaba y junto con las ráfagas de viento, soltaba agua a bocanadas.

Por último, en un alarde de aplomo, valentía y generosidad, decidió meter su tesoro más preciado en la máquina de hacer nubes. Nada más y nada menos, que su barquito, aquel que le habían dejado los Reyes Magos un año en la casa de su abuela. Ese barco con velitas blancas que a veces miraba embobado imaginándolo surcando los mares y en el que él partía hacia mundos desconocidos y lejanos.
¿Por qué no dar a su barquito la oportunidad de ser libre vuelto nube?

Con él y un cubo de agua, entró en la fábrica. Vertió el agua e introdujo el velero en la máquina de hacer nubes. Salió y esperó. Esperó más que otras veces y, cuando comenzaba a impacientarse, vio como el vapor comenzaba a salir por la chimenea...
No podía apartar los ojos de aquella maravilla ondulatoria que iba, poco a poco, formándose hasta convertirse en un auténtico mar de nubes que se movía, acompasadamente, como si del agua de un inmenso océano se tratara.

Atónito y maravillado sin conseguir apartar la vista de aquella increíble formación nubosa, vio como de pronto, emergía un gran velero blanco que parecía navegar triunfante contra viento y marea. Pero más tarde pudo ver como otras amenazantes formaciones más oscuras lo hacían desaparecer.
Horrorizado, corrió a buscar una linterna y entró rápido como un rayo para depositarla en la máquina.
Asombrosamente, al poco rato comenzó a ascender desde el tubo de la chimenea una forma también tubular y nubosa que semejaba un faro. En cuanto se hubo formado, sin que Juan comprendiera muy bien cómo, el sol se interpuso y arrojó una potente luz que hizo al barco perfectamente visible de nuevo. Y, perfectamente visibles, unas enormes franjas de colores que parecían confeccionadas con grandes hilos luminosos, formaron un espectacular arcoiris.

Fue tal el impacto que causó esa imagen en nuestro protagonista, que hizo que éste bruscamente volviera de su ensoñación y ya en la realidad, una idea se fijaba en su cabeza: No sería cazador sino "supervisor de nubes", el mejor de los oficios, como había oído decir a alguien en una ocasión.

Y no sería un supervisor cualquiera. Sería farero. De ese modo, podría guiar a los barcos perdidos en la noche a llegar a buen puerto. Y un faro sería un lugar privilegiado donde podría ser feliz mirando al cielo.

Cuentan que nunca hubo meteorólogo tan preciso en sus predicciones como Juan Pastor. Y que su amor por las nubes sirvió de inspiración a todos cuantos su historia conocieron."

Mercedes González
Grupo A


Quisiera estar en las nubes

Quisiera estar en las nubes para no saber que todavía se trafica con seres humanos.
Quisiera estar en las nubes para no enterarme de que las guerras matan a miles de inocentes.
Quisiera estar en las nubes para no oír los lamentos de los campos de refugiados en las noticias.
Quisiera estar en las nubes para no ver que el pantano de la almendra se está secando.
Quisiera estar en las nubes para no comprender por que mi madre pone su crema hidratante sobre el espejo.

Esther Yubero
Grupo A


¿Cuánto vale una nube?

Papá, papá ,gritaba el niño, mientras su padre ojeaba el periódico sin prestarle atención.
-Papa, hazme caso por favor.
-Dime, que ocurre ahora.
-Necesito cosas que ya no uses para montar un mercadillo.
-Y, ¿a quien se las vas a vender?
-Pues a los vecinos.
-Celia, grito el padre, ¿oyes lo que dice tu hijo?

La madre asomo la cabeza por la puerta de la cocina,¡a ver ¡ ¿Qué dice?

-Que quiere montar un mercadillo para vender cosas viejas a los vecinos.
-Bueno, pues dejale, mejor eso a que se pase las horas muertas con el dichoso telefonito.
-Pero, ¿Quién le va a comprar nada, desde luego este hijo tuyo tiene la cabeza llena de nubes.
-Claro, eso es, pensó el muchacho,venderé nubes.

Subio a su habitación e hizo un cartel en el que se podía leer en grandes letras negras-SE VENDEN NUBES, LAS ENTREGAMOS A DOMICILIO.PEDIDOS AQUÍ.

Clavo el cartel a la puerta de casa y se sentó a esperar. La primera en pasar fué la vecina del tercero, una vieja refunfuñona que vivía con tres gatos.

-Señora, señora, le vendo una nube. Se la dejo bien barata.
-Para nubes estoy yo. Bastante tengo con las que hay en mi cabeza, de buena gana te las regalaba todas.
-Despues paso el cartero
-Señor, le interesaría comprar una nube.
-¿Una nube?, ven mira, dijo mostrándole la mochila. Todas estas nubes tengo que repartir hoy.

Siguió pasando gente durante toda la tarde, y cada cual se inventaba una excusa para no comprarle nada.

A punto estaba ya de subirse para casa, cuando se le acercó un mendigo.

-Dime chaval, ¿ a cuanto están las nubes?
-Pues eso depende.
-Y de que depende.
-Pues del tipo de nube que quiera comprar, aquella de allí con forma de autobús es mas cara que la pequeñita que hay al lado y que parece una pera.
-De acuerdo,pues entonces dime ¿Cuánto vale aquella de allí?, La que parece una cama.
-Esa vale dos euros.
-Vaya por Dios, tan solo me queda uno con cincuenta.¿ Te hace?
-De acuerdo y ¿Dónde la tendría que enviar?
-Mira, ves aquel puente al final de calle, pues allí duermo todos las noches.Pero la necesitaría para hoy mismo.
-De acuerdo la tendrá esta misma noche.

El niño se fue muy contento a la cama pensando en el buen negocio que había hecho e intento no quedarse dormido. Cuando vió que sus padres dormían, se levanto de la cama y descalzo , para no hacer ruido, salió a la calle. Notaba el frio suelo calando sus pies, pero eso no le impidió caminar hasta el puente donde dormia el mendigo. Encendió la linterna y alumbró su cara .El mendigo dormia plácidamente, con una enorme y apacible sonrisa.

Apagó su linterna y volvió caminando tranquilo hacia su casa, satisfecho de que su primer pedido hubiera llegado a tiempo a su destino.

Poli Rubia
Grupo A


La fábrica de nubes ESE ESE

Echaba de menos Berlín. Hacía ya seis meses que se trasladaron a vivir al campo y aún no era capaz de acostumbrarse a esa eterna sensación de soledad. Se sentía perdido dentro de esa enorme casa llena de largos pasillos y habitaciones inmensas. También echaba de menos las tardes de juego con los amigos. Lo más parecido a un amigo que tenia aquí era su perro Orson, un viejo San Bernardo que su padre le había regalado al cumplir seis años. Además de Orson estaban papá, mamá y Clara. Clara había sido maestra antes de ingresar en el partido y ahora se dedicaba en cuerpo y alma a taladrarle la cabeza todas las mañanas con aburridas lecciones de cálculo, geometría, ciencias naturales, geografía, literatura y ortografía. Pasaba las tardes mirando el enorme patio que se veía por la ventana del salón. Aplastaba su naricilla chata contra el cristal y dejaba volar su imaginación. De pronto le crecían alas y podía volar tan alto que la casa solo era un minúsculo punto sobre el suelo o se convertía en un experto capitán de barco o un intrépido explorador adentrándose en las selvas más inhóspitas. Pero el habitual sonido de disparos le devolvía de nuevo a la realidad, y la realidad no era otra que la triste y desvencijada ventana. Tras la ventana una valla de espinos, tras la valla cientos de seres famélicos ataviados con idénticos trajes a rayas, tras las rayas los guardias con sus perros, tras los guardias dos hileras de sucios barracones, tras los barracones una fabrica y tras la fabrica una enorme chimenea vomitando humo día y noche.

-Papá, preguntó un día el niño, ¿Por qué la chimenea nunca deja de echar humo?
-Verás, la fábrica tiene unas enormes calderas que tienen que estar encendidas las veinticuatro horas , nunca se pueden dejar apagar.
-Y en esa fábrica, ¿Qué fabricáis?

- El padre dudó un momento, la pregunta le había pillado desprevenido. Pues fabricamos nubes. Podemos elegir el tamaño, el color e incluso la forma. Supongamos que queremos tener una nube con forma, que se yo, de paraguas mismamente, pues los fabricantes de nubes que son esos hombres con trajes a rayas introducen un paraguas en la caldera, el paraguas se quema y se convierte en humo y ese humo sale por la chimenea siendo ya una nube con forma de paraguas.

-¿Y se pueden hacer nubes con forma de oveja?
-Pues claro que si, se pueden hacer nubes con la forma que tu desees. Dime ¿Qué forma te gustaría que tuviesen mañana las nubes.
-Pues me gustaría que tuviesen forma de elefante
-Vaya un elefante, veremos que se puede hacer.

Al día siguiente el padre hizo traer un elefante del zoológico mas cercano y ordeno a los prisioneros que lo pasearan por delante de la ventana por la que se asomaba el niño. Después lo introdujeron en los hornos y así el niño tuvo sus nubes con forma de elefante.

Durante los días siguientes desfilaron por la ventana leones, cuervos, loros, cerdos y toda clase de bicho viviente, que se trasformaban en nubes por arte de magia para disfrute y fascinación del niño. Era tal la afición del niño a observar las nubes que se levantaba todas las noches a mirar por la ventana y cuando los potentes focos iluminaban la chimenea podía ver un león devorando a un cerdo, un cuervo y un águila volando en el cielo o un paraguas rodando por el suelo bajo un aguacero infernal.

Pero un día el niño dejó de mirar por la ventana. El padre al verlo tan triste se preocupó muchísimo y pensando que estaba enfermo hizo venir inmediatamente a todos los médicos del campo, los cuales le examinaron concienzudamente y le hicieron toda clase de pruebas llegando a la conclusión de que no padecía ninguna enfermedad.

Pero pasaban los días y el niño no mejoraba. Ordenó el padre que trajeran a un famoso médico judío que se encontraba internado en el campo. Isaac, que así se llamaba el médico, paso un largo rato charlando con el niño.

-Y bien preguntó el padre: ¿Qué le pasa a mi hijo?
-Su hijo está enfermo de pena señor y además tiene un miedo terrorífico a mirar por la ventana y ver las nubes.
-Y eso, ¿por qué?

Pues parece ser que hay noches en las que ha visto salir por la chimenea cientos de nubes con forma de niños gritando.

Poli Rubia
Grupo A


Caminando de nube en nube

Me fui por las nubes a caminar, ante la falta demasiado larga, de nubes de algodón bajo el cielo azul. Cuál sería mi sorpresa que pronto me fui cruzando con la realidad que había dejado aparcada en tierra, por repetitiva, cansina. Puigdemont paseando por Bruselas, los concellers dispuestos a acatar el 155 con tal de salir de la cárcel, Trump lanzando su melena implantada hacia la chepa, PDFs de mis recibos bancarios, la terrible sequía unida a la contaminación, me impidieron disfrutar de un placentero viaje entre las nubes, desde un tiempo a esta parte convertidas en depósitos digitales.

De golpe, apareció una nube diminuta en el horizonte. Últimamente las únicas nubes que veo son las de Forges que diariamente intenta regar con ellas “el país” sediento. Fue tan grande la ilusión que me produjo, que pronto vi cómo se transformaba en pez, en león, águila, a medida que iba creciendo. Estaba tan entusiasmado ante la posibilidad de lluvia, cuando se coló El Tiempo de una cadena televisiva, bajándome bruscamente de las nubes.

Antonio Castaño Moreno
Grupo A


Estar en las nubes

Aquella muchacha se pasaba el día devanando nubes, como grandes madejas, blancas, grises o teñidas con los colores del atardecer.

Era despistada por naturaleza y solía olvidarse del objeto de las compras y muchas veces de mirar escaparates, actividad obligatoria en estos tiempos; vamos que era una chica rara.

También imaginaba a través de las nubes las formas de belleza que no existen en este mundo en que la gente suele mirar de tejas para abajo. Las nubes le servían de techo como paraguas de consuelo.

Un día me contó por qué las nubes eran su refugio y ,a la vez, sus colegas tan fieles como pasajeras.

Siendo niña se perdió en un campo de trigo y, en lugar de sentir miedo, miró hacia arriba y vio un trozo de cielo de azul resplandeciente y sintió que se diluía en una felicidad extática, su yo desapareció por momentos y, más tarde, sintió pavor bajo el cielo desnudo.

Emilia González
Grupo B


Mi hija,esta en edad de total adolescente.Todos los días he de rescatarla,para que tome tierra.Esta en otra galaxia,yo le digo que baje, estar en las nubes, hay momentos que viene muy bien,viajar y pasear por esa zona,pero de manera tan habitual,hay días que me desquicia,
Me dice, que yo no la entiendo,yo trato de hacerle entender, que no es cuestión de entendimiento.Lo que debe hacer es bajar y VIVIR el momento,x aquí, con los, terrícolas.Confio que sea una etapa corta, hay días que mantener una conversación con ella, es como hablar con una desconocida.

Pepa Agustín González
Grupo A


Lluvia

- Papá, ¿por qué llueve?
- A ver... ¿Cuáles son tus nubes favoritas?
- Las blancas, las que parecen conejitos blancos o algodones de azúcar.
- Pues eso mismo le pasa a mucha gente. ¿Ves aquel hombre de ahí delante que está limpiando la calle? Pues hay personas como él que cuando vienen los nubarrones, las nubes oscuras, se suben a unas escaleras gigantes que llegan hasta el cielo. Allí se ponen a limpiarlas usando mucho agua que luego cae hasta la tierra. Por eso llueve...
- Ah... Claro.

Sin tiempo para pensar más, la pequeña se alejó corriendo hacia el hombre.

- ¡Gracias por estar en las nubes!
- De nada... -sonrió confuso el barrendero.

Enrique Rodríguez González
Grupo A


Las nubes

Te fuiste y te buscaba en las nubes,
y quería subir a las nubes,
estaba flotando, subía, subía
¡y llegué a las nubes!
Ya estaba más cerca de ti
y yo te miraba y tú sonreías
y ya cuando te iba a tocar, te desvanecías.
Y otra vez a subir, a soñar
que en las nubes a ti te veía,
que otra vez caprichosa una nube
con hilos de lágrimas a ti te tejía
yo miraba, miraba, miraba
y sí te veía, siempre sonreías,
y alguna vez allá entre las nubes,
un ¡mamá!, oía.

Inés Izquierdo
Grupo A


Nubarrones

Entre el “PIB per cápita” y el “efecto frontera”, la mañana se ha nublado. ¡Mi reino por un café! Me vuelvo a ir a las nubes, incapaz de sujetarme a esa pantalla que me interroga en silencio. Floto, soy un globo que se eleva sobre los yacimientos de empleo, la baja densidad de población y los entornos rurales. Oscuros nubarrones que exigen respuestas, pero ¿tiene que ser hoy? La verdad es que prefiero andar por las nubes, dejar vagar melancólica la mente, un paseo por el bosque otoñal, un vinito compartido, los amigos, el disfrute de tu piel, las cosas buenas de la vida. Suena el teléfono: “Dicen que si has mandado el orden del día de la reunión, que no les ha llegado”. La realidad manda. Fuera, las nubes grises amenazan lluvia.

Javier Portilla
Grupo A


Volviendo de las nubes

Siempre he pensado que estar en las nubes es estar ensimismado, dejándote llevar por la imaginación, que la mente divague a su aire saltando de un pensamiento a otro. En esos momentos si estas solo la cosa va bien, pero si estás acompañado, el resto de la gente se da cuenta que te has marchado, que ya no estás con ellos por la cara de bobalicón que pones, mirada perdida , rostro relajado y ajeno a lo que se cuece a tu alrededor.
En ese momento paro la imagen, me recreo en ella y empiezo a dar marcha atrás, voy volviendo fotograma a fotograma desde el momento en que estoy, hasta el momento en que desaparecí.
Estuve en las nubes y he vuelto.

José Luis Juan Fonseca
Grupo A


Placidez

De vez en cuando estoy en las nubes, en ese limbo onírico entre la vigilia y el sueño, ese estado de quietud creativa, esa pequeña muerte para renacer de nuevo; ingrávido, ligero, vaporoso como las nubes que pinté con esmero.

Celaje caminante,
místico y etéreo.
Terreno en la azotea
de formas caprichosas.
Espejo de colores,
que vibran en el cielo.

Luisa Sánchez Mayorga
Grupo A



Estar en las nubes

Buscando entre las nubes de amaneceres olvidados encontré:
certezas transitorias,
charcos secos de sueños,
títeres con nudos de conciencia,
escarcha de plastilina,
relámpagos de anhelos vetados,
palabras esculpidas en océanos
y pavesas de dudas estancadas.

Beatriz Gorjón Martín
Grupo A


Estar en las nubes siendo nube


Estoy en las nubes. Es hermoso estar aquí arriba. Grandioso. Creo estar en las nubes pero al sentirme tan enorme y mirarme, lo que veo es que soy una nube inmensa, gloriosa, sublime, esponjosa, húmeda y tibia. ¿Cómo me he formado? Todo lo que yo estaba siendo allí abajo como humana (carne, huesos, sentimientos y fatigas) ha ido perdiendo densidad y se ha establecido cierto desorden, las distintas fracciones entremezclándose: algunas moléculas procedentes del hígado se han juntado con el sentimiento de impotencia, y a este grupo se han unido partículas de artrosis rotuliana; el agradecimiento ha rodeado fragmentos de piel del abdomen; la culpabilidad se ha entrelazado con tejidos de mucosas y más tarde se ha adherido a células del ventrículo izquierdo.


La ascensión ha sido grata, sutil. Y darme cuenta de lo que soy aquí arriba, un despertar. Observo que todo es homogéneo ahora, no se distinguen tejidos ni estructuras ni sensaciones. Se ha amalgamado la masa con todos los ingredientes y ha crecido. La tarea está hecha y sólo queda estar aquí, observando inmensidades abajo y también arriba. Me he subido a las nubes. Soy nube y no alcanzo a apoyar mis plantas en el suelo.

Manuela Sánchez
Grupo B


Un paseo por las nubes

No sabría precisar cuanto tiempo duró su paseo por las nubes pero cuando volvió en si, le costó cinco segundos retomar la realidad. Quien sabe a dónde se habría marchado, qué lugar sería el explorado, si le habría aportado algo o perdería, si ahora sería alguien distinto, quien sabe. Es su espacio impenetrable, el que habita, en ocasiones, durante una franja atemporal en la que vaga sin saber por ni para qué, y no se da ni cuenta de que existe.
No se pierde o sí se pierde por que yo no le encuentro. Será que se marcha tras de una estela o, que las nubes de algodón amortiguan el golpe o quizás, que las distancias por el cielo son más cortas. Será eso.

Antonia Oliva
Grupo B


De viaje a Nubeland

Habían atravesado la capa de nubes y un sol radiante bañaba todo el interior del avión.
Din don.. el comandante les agradece la confianza depositada en su compañía aérea y les da la bienvenida a Nubeland. Una vez aplicado el aerosol antigravedad, la azafata les hará entrega del kit con las pinturas que han seleccionado. Comprueben que están correctamente identificadas con sus nombres.
Don din… aviso para los pasajeros que tengan conexiones con otros destinos, permanezcan sentados y con el cinturón abrochado.
Din don din …¡atención, preparados, listos….! en breves momentos cederá el bastidor del aparato y serán depositados en el kilómetro cero. No olviden encajarse las gafas de oxígeno y esperamos que disfruten del espectáculo interactivo. ¡Ya!

Antonia Oliva
Grupo B


Estar en las nubes

Al bajar por las escaleras me dirijo al comedor para escribir. En ese mismo instante enciendo el ordenador, abro el archivo Word de Windows y no se me ocurre nada para escribir. Me levanto de la silla para ir hasta la ventana. Saco la mano para ver el tiempo que hace en la calle y me quedo mirando el cielo. Va a llover. Hay una gran borrasca. Cojo un papel para escribir un texto de las nubes, en ese mismo momento le doy vueltas a la cabeza. Estoy en las nubes, no consigo concentrarme para escribir en la hoja.

David Álvarez
Grupo B


Nubes

¡Lunares del cielo! ¡Burbujas entre burbujas! 
Composición compleja del aire
Un tejido denso del suspiro del viento
El aliento del tiempo
¡Que se derramen lágrimas desde los ojos del cielo!
¿Por qué habitas en el aire cuando tu hermana la niebla viven en el roció, alimenta los climas húmedos y fríos de las montañas?
¿Qué plantas riegas, que ciclo de la naturaleza mantienes? 
No veo a quienes debas bañar con tu soledad. ¡Etérea!
Por eso, cuando te sientes sola, te recoges a ver como las flores, los árboles, los sembrados y los prados abrazan a la niebla, y tú, queriendo que te quieran, derramas tu sangre hacia nosotros.
Pero, hay veces ha sido tanta tu búsqueda, tu soledad, que más que alimento, desatas una gran tempestad.
Ten presente agobiada nube, que al salir el sol, tu naturaleza se sublima. Pero tranquila, que el agua se evapora para formar un cendal de nube y retornarás de nuevo a conformar los cielos, flotando en el tapete del firmamento, añorando el día de volver a caer en búsqueda del abrazo tierno del verde suelo.
Niebla, aunque tu destino sea el mismo, desear algo y ver como se agota, estás simulando nuestra naturaleza humana. Comprenderás por fin, que los hombres somos como las nubes, tenemos que caer para poder elevarnos y que nuestra naturaleza es etérea como la vuestra, pero que al final vuestro espíritu se renueva en nuevas nubes y el nuestro quizás no. 

David Vélez
Grupo A


Una camilla en las nubes

Le gustaba visitarla. 
Los ratos que pasaba con aquélla mujer, tan mayor que rozaba el siglo de vida, disipaban todos los nubarrones que podían oscurecer la suya, recién estrenada. 
Cada vez que aporreaba la aldaba de su vetusta casa, una voz cantarina y luminosa le saludaba desde el fondo del largo y oscuro pasillo de su bajo interior izquierda. 
Envuelta en su bata azul, sentada en su escaño de espaldas a un ventanuco que sólo los días claros aseguraba algo de luz natural y tras una camilla floreada, estaba siempre ella: magnífica, recibiéndola con sus enormes ojos redondos, como llovidos del cielo. 
Allí a su vera, calor de hogar, vaciaba su alma entre la risa y el llanto, ante sus atentos ojos calmos. Todas las penas que arrastraba se desvanecían de un soplo, como las bocanadas del humo de su pipa. Y los grises y amenazantes cúmulos de sus experiencias amargas se tornaban en livianos cirros, blancos y transparentes, transportándola a paraísos lejanos en donde reinaba el sosiego. 


Le tranquilizaba estar en las nubes. 
Por eso necesitaba estar con ella. 
Medio siglo después, aún la extraña, entre las formas algodonosas que dibujaba el humo de su pipa.

Concha González
Grupo A


Entre Nubes

En el cielo hay una nube
En la nube una silueta
Si quien la mira es Violeta
Siempre ve una piruleta
Y si la mira Miguel
En sus formas ve un pastel
Más si quien mira es Carmelo
Lo que ve es un caramelo

En el cielo hay una nube
En la nube una silueta
Si quien la mira es Griego
Nunca verá un cocotero 
Si quien mira es Siberiano
Nunca jamás ve un castaño
Si del Quebec es quien mira
Lo que no ve es una encina

En el cielo hay una nube
En la nube una silueta
Si quien la mira es Gepetto
Ve de Pinocho el careto
Si es Caperucita quien mira 
Solo ve a su abuelita
Más si quien mira es Sherck
La ternura de una ogra
es lo único que ve

En el cielo hay una nube
En la nube una silueta
Si la mira el joven Rafa
Nunca ve a una jirafa
Y si la mira Enriqueta
Jamás ve a una mofeta
Más si quien mira es Samuel
Es el dragón con dos alas 
lo que nunca jamás ve

En el cielo hay una nube
En la nube una silueta
Yo la veo
Tu también 
Y ahora dime Mariposa
¿Cuándo miras
tu qué ves?

Ana Isabel Fariña
Grupo B

1 comentario:

  1. Me han gustado todos los escritos pero me ha encantado el de Concha González y, especialmente la composición poético-filosófica de David Vélez

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