II Certamen de Escritura Creativa "Casa de las Conchas"

Finalizado el plazo de admisión de textos en el II Certamen de Escritura Creativa del “Taller de la Casa de las Conchas”recordamos que desde el martes 28 de enero hasta el sábado 1 de febrero a las 20.00 h, los participantes del taller podréis leer las obras y votar las tres que a vuestro juicio son mejores, con tres, dos y un punto. Esa votación se enviará a Raúl Vacas mediante un mail. Indica el número de texto y el título, por favor. Y en el asunto del email especifica que se trata de la votación.
El lunes 3 de febrero, Raúl hará públicos los tres textos con mayor puntuación.

¿Se puede no participar y votar? Sí
¿Se puede participar y no votar? Sí
¿Puedo votarme a mí mismo? No


Texto 1: Frío

El silencio era ensordecedor, desesperante. El silencio lo envolvía todo con tanta autoridad que Eneas Kait creía que iba a perder la razón, la poca razón que todavía debía quedarle. Cada día lo mismo, exactamente el mismo silencio que le atormentaba. Nadie respondía a su llamada de auxilio y a ese silencio atronador se unía un creciente miedo a la soledad y una inconmensurable desesperación al saber que casi no había posibilidad de retorno. Pero lo que estaba a punto de acabar con su efímera esperanza, con el hilo delgado que le unía a la cordura, fue el frío. Un frío mordaz que le hacía tiritar como si tuviese espasmos. Un frío gélido que inundaba su habitáculo, ahora que veía el lejano amanecer del sol sobre el horizonte terrestre desde su cápsula espacial.

Jaume Castejón
Grupo B


Texto 2: “1942”

Aquel invierno una epidemia de tifus había acabado con cientos de compañeros. Veíamos sus cuerpos hacinados en fosas comunes que nosotros mismos habíamos cavado. Montañas de huesos congelados que sentíamos que nos miraban mientras pasábamos a su lado cargando traviesas sobre las vías heladas. Sus cuerpos estaban roídos por el frío y el virus. Si algún resquicio de fe quedaba vivo por entonces, se desmoronaba al ver aquella escena. Nosotros hablábamos con naturalidad de la muerte, quizá por eso no teníamos miedo. Todos, en el fondo, sabíamos que tarde o temprano descansaríamos allí, junto a aquellos huesos.
A pesar de eso, yo jamás perdí la esperanza de seguir vivo. Cuando el frío atroz de diciembre me congelaba los párpados produciéndome un dolor de cabeza insoportable, quizá a consecuencia del nervio trigémino, me aferraba con naturalidad a la vida y apretaba los dientes con fuerza. Tiritaba porque sabía que el traqueteo de los músculos de la mandíbula mejoraba la circulación de la sangre. Aún no ha llegado el momento, solía decirme a mí mismo y recordaba las clases de neurología, en la Facultad de Medicina de Varsovia, en las que el Profesor Wasilewski nos explicaba que el hipotálamo era la glándula que mantenía calientes los órganos vitales del cuerpo, sacrificando las extremidades si era necesario. Recuerdo que las llagas agrietaban como un mapa de ríos mis manos y que no sentía mis pies. No había restos de sangre en las heridas de mi cuerpo porque el tejido de mi piel estaba congelado.
Mientras volvíamos al barracón del lager, en silencio, como una piara de cerdos, bajo la atenta mirada del Kapo, escuchábamos a algunos compañeros delirar por las altas fiebres, pero nosotros solo pensábamos en el plato de sopa y el trozo de pan que con un poco de suerte nos esperaría.
Por la noche, antes de dejar caer mi esqueleto en el catre, repetía tres veces en silencio, a modo de ritual, las últimas palabras que me había dicho mi hija antes de llegar al campo de concentración de Sachsenhausen:

Papá, te encontraré.

Alfredo PérezGrupo B

Texto 3: Nochebuena

Noche gélida como vienen siendo las de los últimos días; incluso el aceite se ha helado en la despensa. Invierno duro como no recuerdan los más viejos del pueblo. Pero la Nochebuena siempre llenó de felicidad la casa de Alvarito, y si vas a ver, abrigados como están todos, el frío es llevadero.
Siete años Alvarito ya, uso de razón. Rosauri, de solo cuatro, se ha dormido en la camilla y mama (en aquellos tiempos se decía mama, no mamá) le tiene echada por encima la pelliza de papa, la de cuello de piel de lobo. Y queda Toñito, cinco meses, pero ese sí que no pasa frío, metido en la cuna.
La cena va terminando. Hasta un poco de turrón ha salido a la mesa este año.
—La mama, hijo —dice sentencioso el padre— sabe estirar el dinero como nadie. Ya lo has visto, alubias de color sin llorarle la grasa, lo mejor para el frío; y pan lo bastante, y turrón de postre. Aguarda, verás...
Sale a la puerta, y alcanza del tejado un chupitel de hielo. Parece cristal de transparente, se lo da y continúa diciendo:
—Lo que hace mama son verdaderos milagros, Alvarito, porque turrón en casa de pobre...
Papa es de aleluyas, se dice el niño. Una suerte, porque aprendes mucho; aunque a papa no siempre le entiendes.
—¡Hala, mis hombres! —dispone mama cuando vuelve de la cocina—, daos prisita que se acaba la lumbre y las horas que son no es para gastar más leña en la chimenea. Ni aceite del candil.
—Bueno, pero antes de irnos a la cama —opone papa—, quiero que veáis una cosa.
Lo trae a la mesa. Lo que sea, viene envuelto en papel de periódico.
—Tengo yo aquí... fíjate, Alvarito. Ahora como no hay trabajo en el campo con las heladas, se me ocurrió un día...
Un aparato redondo. De chapa, lleno de agujeros por arriba, qué cosa más rara. Y le cuelga como una cuerda con dos puntas.
—Esto es un estilo al brasero de cisco. ¿Sabes cómo te digo, hijo?
Alvarito lo sabe. Rosauri hubiera dicho que también; la señora Basilisa, la vecina, saca un brasero a encender todas las mañanas a la calle. «Yo no podría sin este calorcito por la noche».
—Pues brasero lo llamo yo lo mismo —dice papa—. Ya veréis qué bien cuando se invente la electricidad.

Pascual Martín
Grupo B


Texto 4: Frío en las entrañas

Siete de la mañana. Levanto la persiana. Me dejo abrazar por el paisaje aletargado y me envuelvo de nostalgia.
Me siento vulnerable estos días. Todo lo que acontece encaja en la desnudez que me rodea, como si se tratase de una prolongación de mí ser. El invierno elimina todo lo superfluo y deja vía libre a la verdadera esencia.
Un frío poderoso inunda mis entrañas, recorre mis venas y todo mi cuerpo se estremece. Siento el tiritar del corazón. Mi alma es gélida, igual que la naturaleza que me rodea, jugando las dos entre la realidad y el ensueño.

Pilar Sánchez
Grupo B


Texto 5: ¡Qué frío!

20 de enero. ¡Qué frío! Esta noche la nieve ha caído sobre Salamanca, poquita, pero suficiente para hacer que los cuerpos se estremezcan. El mío no notará mucho la diferencia porque el frío nunca me abandona. Se instaló en mí aquel 29 de septiembre en que lucía el sol y aún permanecía la temperatura veraniega, pero mi cuerpo recibió en su interior ese aire gélido infinito, que siempre me acompaña. La calidez de los muchos sentimientos con los que convivo no alcanza a contrarrestarlo y, a veces, me paraliza. Sí, me detiene en el tiempo, en aquella losa fría, en aquel plástico cubierto de sangre, en tu cuerpo helado, en tu rostro de niño sin vida.

Maxi Moreno
Grupo B


Texto 6: Reproches

Él

Furioso. ¿En qué tablas de la ley figuran esas que infrinjo continuamente? ¿Por qué cambian tan rápido que nunca alcanzo a redimir mis pecados? ¿Qué severo tribunal presides en el que invariablemente resulto penado?
¡Así no me encontrarás! Frío, frío.

Resentido. ¿Qué hace de mi familia una conjura de radicales? ¿Por qué sus opiniones son siempre desafortunadas o absurdas? ¿Qué dios concedió a tu madre el don de la infalibilidad?
Frío, frío.

Ignorado. ¿Por qué ha de tener todo su momento y ser inescrutable para mí? ¿Por qué siempre llego tarde, demasiado pronto o, cuando acierto, rompo, con algún gesto inocente, la atmósfera propicia? ¿Por qué casi nunca llego al instante adecuado para el sexo?
Frío, frío.

Ofendido. ¿Qué volcán expulsa sus fétidos vapores por nuestro inodoro y se calma con solo bajar la tapa? ¿Qué carísimas esencias se escapan de un tubo de pasta dentífrica que yace, casi exhausto, con el tapón abierto? ¿Qué geometría se desgarra si un pobre calcetín descansa exangüe en la alfombra del dormitorio?
Frío, muy, muy frío.


Ella

Frío. Perdiste la alegría, la que nos hacía reír con cualquier tontería. Descuidaste apoyar mis proyectos, compartir mis sueños como cuando eran de ambos. Ya no recuerdas que el sexo es algo más que una descarga. Se te extravió la ternura.
¡Así no aciertas! Frío, frío.

Recóndito. Se desvaneció tu gusto por la conversación, por la disputa amable, por la simple comunicación. Te encierras en un infranqueable silencio, huraño hasta la hostilidad, o las discusiones se transforman en refriegas con lluvia de proyectiles de rencor, granadas de mano enemiga e iracunda, bombas lapa de veladas amenazas y una apoteosis final de obuses de amargura.
Frío, frío.

Insano. Tu memoria ha entrado en declive. ¡No encontrarías unos calcetines sin mi guía! No recuerdas el nombre de algunas de mis amigas más íntimas, las que, según tú, me soliviantan. Olvidaste nuestro último aniversario. Podría perdonar tus despistes, aunque siempre se conviertan en desplantes cuando afectan a mi familia. Podría perdonar tus olvidos, pero…
Frío, frío.

Oscuro. Me preocupa tu selectiva ceguera. Ves polvo en mis zapatos, pero no que los estoy estrenando, o que llevo torcidas mis gafas y no que me corté la melena. No sé qué ruina nos acecha que te prohíbe halagarme con un obsequio, aunque sea insignificante. ¿Y las caricias? Triste ley que te impide prodigarlas como antes..
Frío, muy, muy frío.

Pepe Lorenzo
Grupo B


Texto 7: Frío industrial

Apenas siento mis latidos, la temperatura de mi cuerpo no llega a treinta grados, mis dedos están azules, en pocos minutos habré muerto.
Era mi primer destino, la culta y fría Salamanca, para un almeriense era un gran cambio. La ciudad se negaba a verme, llevaba tres días bajo una espesa niebla, no veía más allá del halo de las farolas.
Suena el teléfono, son las tres de la madrugada, mi primer caso, la niebla sigue mandando, hace un frío de muerte. Un cuerpo flotando en el pantano, cerca de Guijuelo. Bajo del coche, la forense espera, apenas puedo hablar, siete grados bajo cero. El fiambre era muy conocido, empresario del cerdo, 42 años, viuda y dos hijos. Primer análisis: pequeño corte en la yugular, hematomas en los tobillos, ni una gota de sangre queda en su cuerpo.
Primeros interrogatorios en una fría sala de la policía local, todo apunta a asunto de cuernos, la víctima era de bragueta fácil. El marido despechado de una búlgara impresionante, primer sospechoso. Esto está hecho. Pero, el sospechoso tiene buena coartada y respaldada por varios testigos.
En las oficinas de la fábrica del difunto interrogo a todos los empleados, los pies congelados, las orejas tiesas, el frío es mi compañero. Alguien miente. Islandia aparece en demasiados documentos. El capataz me confirma que están luchando por un contrato de exportación. ¿Qué se lo impide?, qué no, ¿quién? Otro empresario aspira al mismo contrato. Una joyita, extorsión, chantaje, violencia de género, drogas…Propietario de un matadero, una flota de camiones y una empresa de frío industrial.
Reúno pruebas, los dos empresarios cenaron juntos esa misma noche. No entro en calor. Me presento en las oficinas del sospechoso. El frío es mi único compañero. No está en las oficinas, me acompañan hasta el matadero. Cientos de canales de cerdos flanquean nuestro camino, me imagino a la víctima, colgada, desangrándose entre estos cadáveres de cerdos. Una luz ilumina una gran cámara frigorífica atestada de cerdos descuartizados, una pila de cabezas dirigen sus fríos ojos hacia mí. Un escalofrío recorre mí cuerpo. Siento un golpe en la nuca.
Apenas abro los ojos, las pestañas congeladas, una taquicardia, convulsiono, me agarro con fuerza a un jamón helado, una cabeza de cerdo rueda sobre mis piernas. Estoy encerrado, me muero de frío. Mi primer caso, mi último caso, el frío…
Paseo por la playa, el sol baña mi piel, estoy muerto.

Tomás García Merino
Grupo B


Texto 8: Frío interior

“ No se tiene frío en invierno, sino un día de verano junto al mar. 
¿Dónde fue? ¿Dónde sentiste más frío en tu vida?” 
Ingeborg Bachmann en Malina


Hay un frío que nada tiene que ver con la temperatura exterior, un frío que llega de repente y abarca todo el cuerpo, desde lo más profundo de un alma que se siente abandonada.

Este frío que sientes hago mío:
Poso mi mano
sobre tu mano helada.


A veces llega el frío con aviso
y nos pilla vestidos, con tristeza
casi serena ya por esperada.
A veces llega el frío por sorpresa
y coincide con nubes de verano.
A veces llega el frío en pleno agosto
y nos pilla extrañando, junto al mar,
al Mar de los inviernos,
ese lugar y tiempo
en que todo el amor lo caldeaba.

Marian de Vicente
Grupo B


Texto 9: El regreso

Aquel otoño gélido y lluvioso,
sintió en su alma un frío de nostalgia,
necesitó volver, ver si la vida
le había traicionado los recuerdos,
y se subió en un auto…
quizá siguiera allí de profesor...

Y contempló ciudades
ceñidas de horizontes violeta,
fatalmente abrazadas por las nubes de siempre,
entre el sueño y la pobre tierra fría,
antaño otra mirada las hizo literarias.

La belleza en harapos de la ciudad romana
se hizo presente al fin,
era hermoso respirar frío anhelante,
los fantasmas prendidos de la ausencia.

Vagaba por la calle buscando viejas pistas,
discurrían las gentes con ateridas caras,
tras del escaparate de alguna librería,

Pessoa la miraba:

“No hay futuro, ni regreso ni mar donde morir”…
Lo descubrió de pronto, reclamo en la memoria,
brillaban los neones del hotel…

El no estaría allí…

Su pasión era un círculo muy frío,
un encrespado muro amable que albergaba
cierta complicidad..

Al fin compraron libros y manoplas de punto,
hablaron de cerámica y de literatura,
la soga estaba tensa,
tan próxima a soltarse pero no pudo ser.

De pronto sintió pánico
de subir la escalera de aquel hotel maldito,
llovía lento entre briznas de nieve,
y un velo indescriptible borraba los paisajes.

Emilia González
Grupo B


Texto 10: Tomada

Me duelen los dedos. Intento moverlos dentro de las botas. Primero encojo el meñique, después los demás, hasta llegar al gordito. Intento desentumecerlos. Me han dicho que lo haga a menudo, que además, me viene bien mantener la movilidad, sobre todo en las manos, que se volverán torpes.
Hoy tengo frío, más frío de lo normal, más que otras veces. Me duele la piel, me duele hasta el pelillo suave y tímido de mi piel, al erizarse, cualquier roce, cualquier caricia; quizás tenga fiebre ya que estamos a finales de agosto y aunque las noches se han vuelto frescas, no es para que me encuentre así, ni siquiera ahora, que siempre tengo frío.
Aunque sé que el jodido es el otro, el que me da miedo.
Me he ido acostumbrando a que los calcetines tupidos de lana nunca lleguen a calentarme del todo, a la doble capa de mantas al principio de la noche, hasta que por fin mi cuerpo entra en calor después de un día casi completo, con sus más de doce horas de frío; a los gorros, al forro polar en verano, a tocarme y helarme a mi misma con estos dedos de témpano.
De vez en cuando me acuerdo de Scott y su gente, en la antesala, en esa mierda de espera que nos es común a todos cuando lo vemos venir. En el frío polar, en el cero absoluto, en la ausencia.
Sé que el jodido es el otro, el que me da miedo.
A veces siento calor, a veces exudo calor pero sin embargo sigo teniendo frías las manos y los pies. Sé que si solo fuera eso... pero sin embargo, algo tan simple o tan tonto como sentir este frío, es lo que más me devuelve a la realidad, lo que me obliga a no perder de vista al lobo, lo que me recuerda que algo no va bien. La pelea perdida de antemano, entre prefijos y sufijos de origen latino que colman el espacio de mi mesilla de noche, allí, donde vuelve el otro frío.

Libertad Luengo
Grupo A


Texto 11: Ella

Camino solo unos pasos más,
la dolían los pies y tenia las piernas llenas de moratones.
Se adentró en lo profundo del bosque y recorrió unos cuantos kilómetros.
La ultima paliza la dejo estancada contra la esquina de la escalera que bajaba del salón al comedor.
Pero ya no soporto ninguna más, dejo de sufrir y de dar explicaciones a quien no entendía.
Dejo de llamar al Servicio Protector de la Mujer y de buscar respuestas a preguntas que no tenían explicación.
Dolorida busco un refugio para poder pasar la noche.
Empezaba a oscurecer y sintió frío de nuevo.
Se autoabrazó. Tres, dos uno, un coche de Policía Local.
Se introdujo y lo explico detalladamente: no volvería con ese hijo de puta.
Sería una superviviente que lo contaría y podría llevar una vida tranquila.

Iria Costa
Grupo B


Texto 12: Pérdida

Cuando entró a su casa después de ocho meses dormida entre las sábanas del hospital fue inevitable
que únicamente recordara, como una cicatriz, el olor de las amapolas de su jardín. Un perro
doméstico, casi famélico, lamió sus tacones color azul marino y se postró como un consuelo, quizás
el único, que pudiera esconder su soledad.
Lo abrazó con ternura, no por cariño, sino por incertidumbre, y cruzó con el chucho los cristales
rotos del pasillo. Lo primero en irse fueron los nombres de las cosas que tocaba, seguidos
obedientemente por los cuadros y los libros de las enredaderas. Los recuerdos se mudaban a una
aldea glaciar en el hemisferio sur del cerebro, de esas en las que no hay teléfonos.
No había nada de malo en avergonzarse, pero cayo enferma, desconocida entre las memorias, como
cayó su vida. En las mesillas había retratos de otros tiempos, con otros rostros extraños, pero
familiares. Algunos la retaban con la certeza de ganar, otros simplemente desaparecían entre la
maleza. Reconoció, entre los espejos, uno de ellos: una niña de posguerra y una anciana juntas en
su pueblo natal.
En las horas siguientes, se ha buscado en los armarios, se han recorrido todos los cajones, e incluso
se han desparramado los papeles, y desesperadamente se ha encontrado la miseria en una fotografía,
una de la niña de antes, pero ya no niña sino mujer, y en una de las habitaciones contiguas de ese
suelo que estaba pisando, con un bebé sonriendo entre sus brazos. Sea lo que sea lo recordado, ya
no estaba en la punta de la lengua.
Entró en la habitación de la fotografía, una oscura y vacía, con una cuna sin niño. Con juguetes
esparcidos por todo el suelo y una luz encendida en la mesilla, quizás, para ahuyentar a los
monstruos y las pesadillas. Se vuelven las nanas, se vuelven los cuentos para dormir, se vuelve la
ternura entre la cuna. Y todo ello se recuerda en un bebé sin nombre, pero con los mismos apellidos;
y la Luna en la ventana parece alzarse como un poema de amor que solía saberse, pero que ya se ha
olvidado.
No cayeron lágrimas esa noche, ni la noche siguiente ni la siguiente a esta, pero en lo más profundo
de su memoria aún tenía guardado el recuerdo eterno de esa fotografía. Y el perro volvió a chuparle
los tacones.

Alejandro López
Grupo B


Texto 13: Como Pez en el Agua

Aquella mañana de enero, Don Eloy Ache, se puso un jersey de algodón y salió del apartamento cerrando la puerta tras de sí. Al ir a coger el ascensor se encontró con su insufrible vecina que subía.

–Buenos días Don Eloy. ¿Qué, a dar su paseíto?
–Así es, Doña Julia. Y usted, ya veo, de pasear a su Beki.
–Sí, se pone insoportable si no sale. Debería usted abrigarse más. Hace un frío infernal.
–Sorprende que usted lo diga. Cuando lleva en ese abrigo un cementerio de animalitos sacrificados.
–Usted tan agrio como siempre. Tonta de mí que le tengo consideración –dijo la mujer irritada. Don Eloy entró en el ascensor murmurando jocoso “¡Que hace un frío del infierno, lo que hay que oír! Sabrá ella la climatología que habita el inframundo. Son ganas de desbarrar”.

Don Eloy Ache, congeniaba muy bien con el frío. Pero no con un frío cualquiera, tenía que ser un frio muy frío. Madera de mártir no tenía, pero sí razones que no voy a desvelar porque se acabaría el cuento. Hacía la friolera, y nunca mejor dicho, de sesenta años que se conocían y se encontraba muy cómodo en su compañía. No en vano había sido su compañero más cercano, el más entrañable y el más fiel de todos los fríos que había conocido en su vida. Tenían tanto en común... Don Eloy Ache sabía, que el frío y él, estaban hechos el uno para el otro; y en reconocimiento a su amistad, se sometía gustoso a sus rigores. En cambio el frío infernal de doña Julia, no era su infierno ni el de las personas que no eran Doña Julia. Por contra, maldecía los veranos. Conocía los estragos que había causado en aquellos afines a su delicada naturaleza y escapaba de él como de la peste. Ese sí, ese era el infierno de Don Eloy y de aquellos que no eran Doña Julia. Porque Doña Julia tenía los términos frío, calor, invertidos. El rey sol, no el francés, el astro incandescente del gran complejo universal que sobrepasaba los cuarenta grados, ese sí, ese era su pesadilla, tanto que tomaban el chocolate de espaldas. Claro que Don Eloy Ache, lo tomaba frío.

Fue pisar la calle y una piel de plátano se cruzó en su camino. Don Eloy, con su pie del cuarenta y seis, cayó como una apisonadora sobre el desperdicio. Don Eloy, salió disparado como una bala para ir a estrellarse contra el muro de hormigón de un convento. Un ruido de cristales rotos restalló en la calle. El pobre Don Eloy Ache, quedó hecho añicos de hielo sobre la helada acera.

Pepita Sánchez
Grupo B


Texto14: Bajo un manto blanco

Las marcas de sus pesados pies quedaban impresas en la nieve a cada zancada que daba. No estaba acostumbrado a correr, al menos no en los últimos tiempos, desde aquel lejano día en que un granjero de la zona lo sorprendió intentando robar una oveja de su corral.
Jadeaba sin cesar y le dolía el costado, pero no podía aminorar la marcha sino quería acabar acribillado a balazos por aquel tipo de la escopeta que le acechaba desde hacía un par de horas. No tenía la menor idea de quien era, pero desde el primer momento en que cruzaron sus caminos se dio cuenta de sus macabras intenciones.
Se había criado en aquella inhóspita tierra, siempre flanqueado por enormes montañas de interminables cimas blancas, pero, por primera vez en su vida, sintió verdadero pánico. La ansiedad invadió su cuerpo, provocando que su sistema de orientación se colapsara por completo y obligándolo a correr a ciegas mientras rezaba por divisar algún lugar familiar que le permitiera reorganizar su huida. La brutal ventisca y el medio metro de nieve que cubría aquella zona tampoco ayudaban en la tarea.
Mientras corría, y a pesar de lo frenético de la situación, meditaba sobre su existencia. Los recuerdos se agolpaban furiosos en su cabeza, dibujando un amplio esbozo de su larga vida. Huérfano desde que tenía uso de razón, había pasado sus días deambulando de un lugar a otro, evitando molestar o ser molestado y sobreviviendo gracias a su inteligencia e instinto. Hacía ya tiempo que había desistido en la tarea de encontrar sus raíces, por mucho que a veces el deseo de saber quién era en realidad aguijoneara con fuerza su yo más profundo. La soledad había sido su única compañera, discreta e inspiradora, siempre dispuesta a confirmar la realidad de su existencia.
Fue el barranco el que por fin detuvo sus pasos. Y la bala que pasó rozando su cabeza la que le llevó a tomar la decisión. No sobreviviría para abrazar de nuevo a su amada soledad, pero, quizás sí lo hiciera en el recuerdo de aquellas pocas personas que se habían cruzado en su camino en los últimos siglos. Mientras se precipitaba en el abismo, el último Yeti vivo deseó que el manto blanco que le esperaba abajo fuera lo suficientemente grueso para que nadie jamás encontrara su cuerpo.

Jorge Martín
Grupo B


Texto 15: ¿Quién dijo frío?

Todas las rendijas sin excepción eran visitadas por el cortante y gélido frío de la mañana.
¡Sin paños calientes!
El frío le calaba y se le colaba a Vicky cual fina bruma en todos los espacios ‘interestelares’de su cuerpo diminuto.
Ateridos y tensados todos los músculos de la cara y el cuello ; ateridos y tensados todos los músculos de los brazos y manos; ateridos y tensados los músculos de … ¡todos !
¡Todos los músculos ateridos!
Procedía a saltar y correr para calentarse con la poca energía que tenía.
Corría.
Corría.
Saltaba.
En los semáforos se re-congelaba de nuevo.
En una espera y de manera casual apareció un perrito que vagabundeaba por allí.
Aterido de frío y con todos los músculos de su cuerpo tensos. ¡Todos!
Bueno, ya somos dos, se dijo Vicky con mucha guasa. Lo llamó suavemente y el se aceró de manera tímida y sumisa.
Lo abrazó. Y él se dejó querer.
Los fríos desaparecieron como si no existiera frío en el mundo.

Ismael Marcos
Grupo B


Texto 16: Haiku

Con los carámbanos
reflejando las estrellas
la nochevieja

Alfredo Domínguez
Grupo B


Texto 17: La trinchera

Ypres, frontera franco-belga. Enero de 1916.

Llevo más de un mes en esta trinchera. Con la llegada de las primeras heladas, el frio era otro compañero. Al principio era duro, pero llevadero. Las lluvias lo convirtieron en doloroso. La ropa mojada y casi congelada era un enemigo más. Aumentó el agua y la trinchera se llenó de barro, a día de hoy nos llega a las rodillas. La tristeza que me provocaba la muerte de algún compañero cercano, se ha tornado en alegría por poder quedarme con su par de calcetines secos. El frío que invade mi cuerpo ha llegado al corazón, ya no siento ni los pies ni las emociones, ya no siento. Mi cabeza sólo piensa en él y sueño con un lugar cálido y seco, aunque sea la muerte.

Beatriz Gorjón
Grupo A


Texto 18: Frío 

Frío el del recién nacido
al abandonar el cálido vientre de la madre
y enfrentarse a un mundo desconocido.

Frío el de los padres
al soltar la mano del hijo
al comenzar la etapa de estudiante primerizo.

Frío el del adolescente
que se siente solo
e incomprendido.

Frío el del hogar vacío
cuando los hijos
abandonan el nido.

Frío el de los esposos
que comparten un amor marchito.

Frío el del anciano
abandonado por quienes tanto ha querido.

Frío ante la intolerancia, la prepotencia y la soberbia.

Frío el de la noche
en una patera llena de gente
en medio del mar, huyendo de la guerra.

Frío al mirar el camino recorrido
y ver que está más cerca
el final que el principio.

Frío el beso de la madre
en su despedida al comenzar
su viaje de ida y nuca más, de vuelta.

Frío el vivir sin sueños que cumplir.

Frío cuando nadie recuerde que has vivido
y como tantos otros, pasaste inadvertido.   

Marian Pérez Benito
Grupo B                      


Texto 19: Frío

Dime ¿cómo podré combatir el frío de tu mirada?
¿Cómo podré calentar la losa, helada por tus desaires, que me aprisiona?
¿Cómo podré volar deshaciendo el gélido hálito que tejes sobre  mi con tu sonrisa fría?
¿Cómo podré  caminar bajo un tórrido sol con el alma helada? 
Dímelo. Tú lo sabes

Ramón Sánchez
Grupo B


Texto 20: Enero en Salamanca sin calefacción

Toc, toc, toc.
Voooy, voooy.
Tap, tap, tap.
Brrr, brrr, brrr.
Thh, thh, thh.
Queee quieeeres , brrr.
Aaaazucar, aaaceite, thh.
Tap, tap, tap. Brrr, thh.
Toooma.
Graaacias.
Brrr, brrr, brrr
¡Clac!
Tap, tap, tap.
Thh, thh, thh.
¡Joio tembleque!

José Luis Fonseca
Grupo A


Texto 21: Frío

Frio, mucho frio.
Y aquella noche llegó ese frío, ese que congeló su vida.
En una habitación de hospital, donde en una blanca cuna estaba aquella niña, había mucho amor, mucha ilusión esperando su llegada. Llegó acompañada de blancos e invisibles copos de nieve que danzaban, jugueteaban con ella, querían llevársela con ellos. ¡Era tan dulce, tan tierna aquella niña! La calidez que había en aquella habitación, manos expertas y ganas de vivir, les derritió, pero aquella niña estaba marcada. Ese frío la acompañó, se había encaprichado de ella, - muchos problemas de salud-, aprendió a luchar contra el frío, una lucha mansa, tranquila, refugiándose en todo lo bueno que había a su alrededor, sentirlo y aprovecharlo, vivir intensamente, dando mucho amor a cuantos la rodeaban, transmitir su paz y serenidad, dejar muy llenos de ella.
Y el frío llegó y, esa noche ella se acurrucó en él, ya no tuvo compasión de ella, y con él se fueron muchos sueños por cumplir. ¡Qué duro el frío de la muerte! ¡Cuánto frío dejó!

Inés Izquierdo
Grupo  A


Texto 22: El frío peor

Mi casa fría, la mañana helada, la pereza de salir de la tibia calidez de la cama junto con la pereza infumable de la ducha que adormece mis sentidos, consuelo de brasero, fuera, cristales helados, días de sabañones incipientes, día álgido y glacial, tintinear de dientes, insensible invierno crudo y mortal. Unas alas invisibles rozan mi cara y penetran en mis huesos cuando camino por la calle compañía.
Pero el más terrible frío invernal o las bajas temperaturas de la meseta castellana y la cencellada más cerrada y blanca no me asustan.
Existe un frío más veraz que el físico, la escarcha inflexible que se siente como nieve en las uñas ante arte la noticia inesperada de una desgracia, entonces es cuando el corazón se congela y se hace difícil respirar, tu alma se congela raudo como en un golpe seco de hielo, también duele en la medula el frío de la soledad, severo y personal entumecimiento que deja tu cuerpo en la agónica travesía del abandono del abuelo y el frío de la traición que dura mucho mas que una estación, o la ingratitud, aderezado con la soberbia vileza que te arrastra a la ira.
El frío del desamor, el de la soledad, el de una pérdida,
Sin duda ese frío es el más soberbio y riguroso, el que mas duele, el que más destempla, ese es el frío infinito, el frío de la bajeza humana, ese, es el frío de la muerte.

Esther Yubero
Grupo A


Texto 23: El frío

Los inviernos ahora nada tienen que ver con aquéllos de mi infancia en los que el frío era mucho más riguroso. Recuerdo , en alguna ocasión, haber visto la ropa congelada, muy tiesa, en el tendedero exterior de casa, lo que provocaba nuestras risas infantiles y otro recuerdo instalado en mi memoria, es el de haber caminado, anclada a la mano de mi padre, sobre el río ¨” candado” ( porque en Salamanca el río no se hiela, el río “se canda”), eso sí, con unas buenas botas katiuscas , un gorro de lana , tejido por mi madre , guantes que aliviaban apenas las manos entumecidas y una amplia bufanda, enroscada a mi cuello y que camuflaba mi rostro casi por completo. Y veíamos también carámbanos afilados, adornando algunas fachadas, lo que les daba un aspecto mágico..En aquéllas ocasiones, el frío era una fiesta .También las nevadas eran mucho más copiosas, podíamos hacer grandes muñecos de nieve en alguna de ellas y batirnos a “bolazos”entre risas y estruendo …
Ahora ya no hace frío, como el de antaño, el cambio climático es evidente, aunque algunos se empeñen en negarlo..pero del frío que apenas se habla es de otro, más íntimo y doloroso y que puede darse en cualquier estación del año: es el FRÏO que también se instala en el corazón, cuando la vida empieza a declinar, y notas el alma aterida y te das cuenta de que no existen guantes ni gorros que puedan devolverle el calor de antes. Sí, en el invierno del corazón hace mucho frío...¿será mi destino perecer en el hielo?

Rosa Celia González
Grupo B


Texto 24: Un frío despertar

A falta de una hora para amanecer, entre los pequeños agujeros de la persiana se perciben los rayos de la farola de enfrente. El silencio envuelve toda la habitación… “parece que hace frio”, piensa inconsciente desde lo más profundo de su ser, a la vez que un escalofrío le recorre el cuerpo. Involuntariamente la ropa de cama descendía con suavidad sobre el álgido suelo, seguramente debido a la patada que propino al hombre que le perseguía durante toda la noche. La verdad es que estaba resultando una emocionante aventura. Esta vez el frío comenzó a recorrer cada rincón de su cuerpo, como la corriente recorre el cableado por el que circula. Abrió los ojos y, como una centella, recogió las mantas y las colocó cuidadosamente sobre su cuerpo. En pocos segundos comenzó a sentir ese placer inexplicable que ofrece la calidez de su cama y continuó con su carrera. Estaba segura de acabar con el hombre malo.
A lo lejos, una dulce aunque latosa voz retumba en su cabeza.
¡Levanta!
¡Levanta ya o llegarás tarde al cole!
Desperezándose, asoma con temor entre las cálidas mantas. Primero sus ojos, luego su nariz. El frío le estaba dejando la punta de la nariz helada… pensó “¡pobre pinocho! ¡Lo duro que sería tener su nariz fría! y volvió a cubrir su cara con su placentera sabana. Otra vez esa voz:
¡Levanta. Es tarde!
Ya no sólo sus ojos y su nariz asoman asustados entre aquel amasijo de mantas. La boca hace su entrada, expulsando el aliento… una, dos y hasta tres veces el vaho que sale de sus entrañas, similar al humo de la chimenea del vecino. Vuelta atrás su cuerpo luchando por salir, pero su mente por quedar acomodada en su acogedora cama. El frío entumecerá su cuerpo a pasos agigantados. Se encuentra inerte, esta situación no se puede alargar. El tiempo pasa y hay que tomar una dura decisión, que afectará a su futuro porvenir. En ese mismo instante decidió que el cole ya no sería igual, necesitaría unos años para ir integrando su vida académica al gélido invierno…Y grita: ¡qué duro es el frío invierno!

Josefina Félix Iglesias
Grupo A


Texto 25: El frío

Escribir para un concurso, sobre el frío. Por fin pasaré toda la noche de fiesta. Estrenaré mi vestido de gala rojo y con un buen canalillo. La tarde se empeña en estropearme la ilusión. No lo va a conseguir. Cae el primer copo de nieve, le siguen más y más..., el frío es intenso, la nieve se hiela. Pero yo erre, que erre con mi vestido y mis zapatos de tacón. Riña con mi madre: -mamá que no hace frío, en la discoteca hace calor. -Pero hija esos tacones...)
Me fui con el enfado de mi madre, yo insistiendo que no hacía frío. Después de mucho tiempo puedo decirlo, ya lo creo que hacía frío. A mi madre le seguí insistiendo en que no pasé frío.

Josefa Redondo
Grupo A

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