13 Rue del Percebe

En la sesión del lunes pasado tocamos a todas las puertas del edificio 13 Rue del Percebe para conocer a sus inquilinos, a los de antes (los primeros moradores de cada piso) y a los que la habitarían hoy día en ella. Alguno de los ocupantes fue invitado a abandonar la viñeta por culpa de la censura franquista.

En un artículo titulado "Así sería hoy la España de 13 Rue del Percebe" su autor, José María Robles, señala: En 1961 Francisco Ibáñez recibió un encargo de la editorial Bruguera. «Hay este espacio para llenar», fue todo lo que le dijeron al asignarle la contraportada del semanario Tío Vivo con motivo de su relanzamiento. Ibáñez, entonces un pipiolo de 25 años, ya había creado a Mortadelo y Filemón (y a la familia Trapisonda), así que pensó que aquella página tenía que ser otra cosa. Cuando nadie se planteaba rebasar límites en el género de las viñetas, él vio que allí había sitio no sólo para un personaje o dos, sino para una comunidad entera: la de 13, Rue del Percebe.


En ese mismo artículo el periodista y sociólogo analiza cómo eran los inquilinos de aquella viñeta de Ibañez, atendiendo a la realidad de la España desarrollista de los años 60 y 70 y cómo sería el perfil de los habitantes de esa casa a día de hoy, teniendo en cuenta los muchos cambios que ha experimentado nuestro país y nuestra sociedad en los últimos años. ¿O no? 

Si queréis conocer con detalle la historia de esa casa podéis consultar el artículo "13 Rue del Percebe: el absurdo de una comunidad de vecinos" escrito por Carlos Gregorio.

Ese edificio, el de la viñeta, se parecía mucho al de la sede de la editorial Bruguera. Mirad:



Javier Fesser realizó una serie de anuncios televisivos para la marca La Casera en los que homenajea a los personajes de 13 Rue del Percebe. Podéis verlos aquí.


Propuesta de escritura

Propusimos como tarea elegir a alguno de los personajes de la vivienda en sus inicios y propiciar un diálogo con los nuevos inquilinos, los que hoy ocuparían dicha vivienda.


Estos son algunos de los textos recibidos hasta ahora:



DODECASÍLABOS PERCEBIANOS
(Aunque esto es más bien la letra de una canción que se podría cantar con sones de rumba).

Trece, Rue del Percebe, maravilla
del excelso Paco Ibáñez, Humorista,
y aquí vemos a Manolo en la buhardilla
practicando el esquinazo al prestamista.

Ceferino le ha robado al oculista
el espejo del vestíbulo y la silla.
Ya podría mejorar algo la vista,
que en la silla hay un fulano de Sevilla.

Como loca anda por casa la tropilla
de chavales con instinto terrorista.
Se les oye dando gritos a una milla,
y su madre en actitud monje budista.

La ancianita del segundo, animalista,
ha adoptado últimamente una polilla,
le da lana de comer con jeringuilla
y le enseña a dibujar porque es muy lista.

El científico que vive al otro lado
se las da de Frankenstein taxidermista,
y ha logrado revivir a un madridista
que llevaba varios años enterrado.

Le han llevado un colibrí al veterinario
porque el pobre se ha cogido un resfriado,
y aunque nadie sabe cómo le ha tratado,
es el caso que ahora está con un sudario.

En la fonda del primero hay un armario
donde vive un inmigrante realquilado
que comparte estantería, atribulado,
con seis chinos, un ratón y un perdulario.

Don Senén ha convencido a un despistado
de que tiene un chicharrón extraordinario,
ya veremos lo que opina el malhadado
cuando salga en las esquelas del diario.

La portera ha rellenado un formulario
pa´pedir un cubo nuevo de fregado.
Por seis perras ¡ay! la que se ha preparado,
se le ha echado encima todo el vecindario.

Don Hurón se asoma por la alcantarilla,
como siempre tan feliz y alborotando,
y al compás de las pisadas va cantando
Trece, Rue del percebe, maravilla.

Trece, Rue del percebe, maravilla.
Trece, Rue del percebe…¡maravilla!

Óscar Martín
Grupo A


El caco Ceferino

Al intentar ponerme en el lugar del caco Ceferino de la 13 Rue del percebe, he recordado mis episodios de "Caco".
Recuerdo haber robado algún libro en "Cervantes" en mi época de estudiante.
Tenía que ser en invierno, pues el abrigo o la gabardina eran imprescindibles para ocultar el libro.
El libro tenía que ser de tamaño pequeño o mediano a lo sumo, para poder disimular el "bulto".
Había desarrollado una técnica depurada: me situaba en un lugar alejado del dependiente, cogía dos libros entre los cuales estaba el que me pensaba llevar, y hacía como que hojeaba con cierto interés. Tras asegurarme de que nadie me observaba, con un movimiento rápido, colocaba el libro bajo el sobaco izquierdo (pues soy diestro). Continuaba hojeando el otro ejemplar con disimulo, esperando a que los latidos cardíacos se enlenteciesen un poco. Cuando ya estaba relajado, devolvía el ejemplar sobrante a la estantería y salía de la tienda con cautela, apretando bien el sobaco izquierdo y abrochando la gabardina.
En ocasiones, si el libro era fino, lo conseguí a meter por dentro del pantalón, con lo que me aseguraba su sujeción; así salía mucho más cómodo y relajado, incluso braceando y sonriendo.
En algunas ocasiones, cuando mi instinto de ladronzuelo se exacerba, duplicaba el robo diciéndole a mi padre y me diese dinero para comprar el libro que había afanado.
Si la cosa salía bien, el resultado era espectacular:" Librito y vinito", dos por uno.

José Luis Fonseca
Grupo A


13 rue del Percebe, 3º derecha

En el 3º derecha del edificio 13 rue del Percebe suena el timbre de chicharra.

- ¿Es aquí donde se alquila un piso?
- Efectivamente.
- ¿Cuantos metros cuadrados útiles tiene?
- Sesenta y cinco metros y uno y medio de terraza al patio.
- Me parece un poco pequeño.
- Es lo que había en los años sesenta. Las familias aumentaban y los pisos disminuían.
- En el anuncio indican que tiene un laboratorio instalado y unas pequeñas utilidades.
- Sí, mucho material diverso en perfecto uso.
- ¿Lo alquilarían con el material?
- Sí, por supuesto.
- Me gustaría verlo y comprobar como se encuentra acondicionado.

El hombre de mediana edad, aspecto deportivo, ropa de marca y rostro bronceado, pasa al interior e inspecciona el piso, comprobando meticulosamente el estad del quirófano, los armarios de instrumental y la calidad del mismo, que se encuentran ubicados en un antiguo baño ampliado con la habitación contigua. Sigue observando el resto de estancias, entre las que hay un cuartito con un maniquí, una máquina de coser y restos de telas, así como algunas cajas con utensilios de costura.

- Me sorprende que coexistan un quirófano y utensilios de costura.
- Hombre… podía tener que ver. ¡Al fin y al cabo la cirugía tiene bastante de costura!
- Es cierto. Sí que tiene que ver… Es algo como lo que tengo planeado.
- La explicación es que el sastre estuvo de alquiler, pero antes lo ocupaba un científico loco, tío mío, que era el dueño del piso y al que acabaron enviando a prisión.
- ¿Cómo fue eso?.

- No está claro si tuvo que ver con una demanda por daños y perjuicios o estaba motivado por una polémica religiosa maquinada por el obispo. También parece que su hijo el grandullón, que vivía con él, hizo alguna fechoría.
- ¡Qué tiempos!. Yo entonces no había nacido y mis padres vivían en el extranjero.
- Yo también he vivido en el extranjero, allí aprendí mucho y después volví para ejercer como abogado. Por eso, después de echar al sastre que era un viejo carcamal que ya había dejado su oficio por falta de clientes, estoy intentando alquilar el piso en representación de todos los primos. Lo hubiéramos vendido, pero no hay forma de ponernos de acuerdo entre los ocho herederos.

- Pues entonces lo alquilo.
- Depende de lo que esté dispuesto a pagar.
- Eso no es problema. Yo pago al contado,… pero sin documentos. Creo que eso le convendrá a los ocho primos.
- Por lo menos a mí sí me conviene. Tiene bastante rapidez por alquilar el piso ¿es que va a ser algo ilegal?.
- No, no... ejem, será para hacer un “servicio social”.
- ¿De qué tipo? si puede saberse.
- En fin…. creo a usted se lo puedo comentar. Es para mejorar la imagen de la gente.
- ¿Qué imagen?.
- La imagen física. Parece que hay bastante gente con pocos medios dispuesta a mejorarla.
- Pues es perfecto. Mi tío también hacía mejoras de la gente. Hasta se rumorea que su hijo no era tal y que él lo había “mejorado”.
- ¡No me diga!.
- Sí, por eso el grandullón debió salir un poco rarito.
- Pues, por todo lo hablado, parece que nos entendemos.
- Sí, yo creo que sí. Además, como soy abogado especializado en casos en el límite de la legalidad, puede ser que tengamos alguna relación por trabajo. Aquí tiene mi tarjeta.
- Gracias… puede ser que me venga bien. En este sobre le entrego la señal. Los dos vamos a salir ganando.
- Eso espero.
- Adiós.
- Adiós.

El hombre bien vestido y abogado se despiden con un apretón de manos y quizá con un guiño de complicidad.

Manuel Medarde
Grupo A


A la atención de todos los españoles y sus gobernantes

Hago esta confesión poniendo en alto riesgo mi vida, pero sabiendo también que, si hubiera tenido los arrestos necesarios para hacerla bastantes años antes, muchas vidas inocentes se podrían haber salvado.
Cuando yo era niño, hace ya sesenta años, pensaba que la vida era una sucesión ininterrumpida de trastadas perpetradas con la colaboración de los que yo creía mis hermanos. Me costó más de diez años darme cuenta de que aquel alegre edificio de la Rue del Percebe no era el hogar de unos vecinos comunes y corrientes. ¡Ni mucho menos!
Bajo su apariencia de normalidad, la casa albergaba la sede central de la T.I.A., una organización secreta dedicada al espionaje y a las operaciones encubiertas. Era tan poderosa y temida como la C.I.A. o la K.G.B.
Cuando un visitante llegaba a sus puertas, la portera, que en realidad era un robot con tecnología para el reconocimiento de la identidad, decidía si le impedía o franqueaba el acceso. Si era un agente subía al Primero Derecha, la verdadera entrada a las oficinas, un espacio que siempre parecía estar atestado de gente. El laboratorio del doctor Bacterio ocupaba el Primero Izquierda y allí se realizaban los experimentos más atroces con todo tipo de animales. La encargada de la custodia de los pobres bichos, Ofelia, habitaba el Segundo Izquierda. Vecinos al animalario se encontraban los laboratorios de Q, así llamaban al científico que diseñaba y producía las armas más originales y letales. El Tercero Izquierda era conocido como “la sala de reciclaje” pues a él llegaban los cadáveres de los enemigos exterminados y sus pertenencias que, “convenientemente” manipulados se ponían a la venta en la tienda del bajo.
En el ático estaba la oficina del superintendente al que todos conocían por su nombre en clave: M-Solo. Ante él pasaban todos los espías a recibir las consignas para sus misiones. Algunos, los que se resistían a aceptar aquellos terribles encargos, protestaban y alborotaban hasta que los “convincentes y expeditivos” medios de persuasión del jefe hacían efecto. Salían cabizbajos y silenciosos a enfrentarse a las peligrosas tareas que se les hubieran encomendado.
He dejado para el final el Tercero Derecha donde Petra, la que yo tenía por mi madre, se dedicaba adiestrar a sus cuatro “hijos” y a potenciar en nosotros los aspectos más oscuros y crueles de la personalidad. Fuimos entrenados para ser temerarios y brutales, estábamos destinados a ser los “oficiales exterminadores”, aquellos que habrían de realizar los cometidos más arriesgados y destructivos. Tan peligrosos eran que soy el único de los cuatro que ha sobrevivido.
Cuando fui consciente de la naturaleza de la empresa a la que estaba adscrito me decidí a huir. Lo logré poniendo en gran riesgo mi vida y viéndome obligado a mantenerme escondido en este agujero inmundo durante más de treinta años. Si hoy me atrevo salir de él y a denunciar estos horribles secretos es porque se me ha dado garantía de que la T.I.A. ha sido desarticulada, sus mandos enviados a prisión y los detectives encomendados de mi localización y exterminio, los despiadados Mortadelo y Filemón, eliminados.
Sirva este testimonio para exponer a la luz los actos criminales dirigidos desde aquella terrorífica casa del 13 de la Rue del Percebe. Quedo a disposición de las autoridades competentes para ratificar mi declaración y detallar todos los crímenes de los que he tenido conocimiento.

Pepe Gotera, nombre en clave: “Anacleto”.
Frenopático de Móstoles
22 de mayo de 2021

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