Fábulas domésticas. Aníbal Núñez

La sesión de ayer fue de fábula y tuvo un carácter muy doméstico. En ella analizamos uno de los libros esenciales de Aníbal Núñez, las Fábulas domésticas, un libro irónico y mordaz en el que el autor señala bajo la apariencia de una falsa fábula (en las suyas no hay moraleja y son de uso personal) su visión crítica sobre la sociedad desarrollista del tardofranquismo, instalada en un "bienestar general" y desatenta a la realidad social del momento
Reproducimos a continuación la nota que antecede al prólogo de dicho libro, así como las palabras de apertura que firma su paisano y también poeta José Miguel Ullán:

Cinco Fábulas domésticas fue, entre diciembre de 1967 y enero de 1968, el título que Aníbal Núñez dio a la serie de poemas `”Bella en el secador”; “Desertor del arado los domingos”; “Tu represión de niña emancipada”, más tarde retitulado “Fumando espero al hombre que yo quiero”; “Fábula del tigre que fue rebelde” y “Fábula del perro policía”] preparados para la colección malagueña de poesía Cuadernos de María José

GALEATO

El compromiso retórico ayer en boga ha engendrado una antítesis complementaria –la parásita asepsia, el purismo ultraestético, la siniestra algarada manierista. Hopkins allá en sus años mozos, ya advertía: “Toda época tiene sus falsas alarmas”. De hecho, este pendular permanente margina a una porción de juventud en pugna abierta contra el esquematismo y la pedantería. Lo real es desacralizado. El lenguaje adquiere su fecundo carácter revulsivo. Caiga quien caiga. A fin de cuentas, la creación poética sigue siendo una esfera (esencial) de lo humano. Y el hombre es, todavía, la única posibilidad posible. Tan sólo en esta lucha cabe el canto, la cernudiana fusión de la palabra, el sentido y el ritmo. Reivindicando el don del sacrilegio, la ilusión del estallido, la alarma redentora…
De pronto, en tal rechazo y dirección avanzan nuevos hombres. Con juvenil audacia y madurez hostil. Es un viento sacrílego y purificador, aconfesional, historicista y necesario. (No adjetivizo: se denomina un vendaval en ciernes). Aunque albergue la magia y la ironía. Aunqu4e nazca en un rincón ocioso de Castilla, donde vates oscuros alamean, se masturban con rosa o entonan elegías arcangélicas. Hasta que, ¡y va de veras!, un día asome el lobo.
Esto esbozan y enmarcan las fábulas feroces del bardo salmantino Aníbal Núñez. Un poeta nacido en 1945*, que hoy toca la guitarra en parques públicos, pinta en la victoriana imprenta paternal y hace atletismo por si acaso.
Toda época tiene sus falsas alarmas. Aníbal Núñez, sin embargo, es una alarma verdadera. Pasen y lean…

*Aníbal Núñez y alguno de sus íntimos amigos mantuvieron la ficción de este 1945 (y no 1944) como falsa data apocalíptica– de nacimiento. Véase este mismo juego, autorizado por el autor, en la contraportada de Alzado de la ruina (Hiperión, 1983)


La obra de Aníbal Núñez está recogida en dos volúmenes publicados por la editorial Hiperión, gracias al trabajo de Fernando Rodríguez de la Flor y Esteban Pujals Gesalí. En ella se recogen sus libros de poemas pero también sus traducciones y ensayos. Una antología imprescindible:



En los últimos años se han publicado otra serie de trabajos en torno a la obra de Núñez. Destacamos también esta antología poética de Vivente Vives publicada en el editorial Cátedra:



Aníbal Núñez reconoció que escribió estas fábulas influído por el poeta Ángel González quien publicó en 1962 la obra Grado elemental donde se incluía el poema "Prólogo a las fábulas para animales": 



Durante muchos siglos
la costumbre fue ésta:
aleccionar al hombre con historias
a cargo de animales de voz docta,
de solemne ademán o astutas tretas,
tercos en la maldad y en la codicia
o necios como el ser al que glosaban.
La humanidad les debe
parte de su virtud y su sapiencia
a asnos y leones, ratas, cuervos,
zorros, osos, cigarras y otros bichos
que sirvieron de ejemplo y moraleja,
de estímulo también y de escarmiento
en las ajenas testas animales,
al imaginativo y sutil griego,
al severo romano, al refinado
europeo,
al hombre occidental, sin ir más lejos.
Hoy quiero —y perdonad la petulancia—
compensar tantos bienes recibidos
del gremio irracional
describiendo algún hecho sintomático,
algún matiz de la conducta humana
que acaso pueda ser educativo
para las aves y para los peces,
para los celentéreos y mamíferos,
dirigido lo mismo a las amebas
más simples
como a cualquier especie vertebrada.
Ya nuestra sociedad está madura,
ya el hombre dejó atrás la adolescencia
y en su vejez occidental bien puede
servir de ejemplo al perro
para que el perro sea
más perro,
y el zorro más traidor,
y el león más feroz y sanguinario,
y el asno como dicen que es el asno,
y el buey más inhibido y menos toro.
A toda bestia que pretenda
perfeccionarse como tal
—ya sea
con fines belicistas o pacíficos,
con miras financieras o teológicas,
o por amor al arte simplemente—
no cesaré de darle este consejo:
que observe al homo sapiens, y que aprenda


El propio Aníbal Núñez señaló que "las fábulas nacieron de una necesidad, que en mi menda medraba de totemizar las voces de las sirenas publicitarias, de domar (no sin ser domado al tiempo) una fauna, una flora y una mitología que mis ojos han visto corporeizarse y hacerse omnipresentes". 

Nuñez fue un gran conocedor de los clásicos y supo acercarlos al siglo XX para dialogar con ellos en otro contexto muy diferente. Usó la fábula para burlarse de ella, con una clara intención irónica y también fue un gran desmitificador de mitos.

Dejamos por aquí un par de poemas, a modo de ejemplo, de ese gran libro:


FÁBULA DEL TIGRE QUE FUE REBELDE
(para uso personal)

Un tigre de escayola todo un símbolo
de tu paralizada
trayectoria oportuna
puesta a punto
a punto caramelo tu adolescencia agria
al pasar por el aro como era
de esperar del respetable público
–ya es hora de dejar
de hacer (aplausos) tonterías–

[del temible zarpazo que inquietaba
el bungalow paterno
a este paso de baile con las uñas pulidas]

toda ha sido cuestión de abrir los ojos
y descubrir ¡pues claro! no el incómodo
rastreo en la maleza
y si ¡naturalmente el confortable
redil
–veinte siglos no es paja
de civilización occidental–

todo te va mejor; a cambio
del cepillado lustre que ahora luces
qué menos que guardar
sur lo console
–tu mirada impertérrita–
la suave
cristalería sutil de los a (ca) paradores


FÁBULA DEL ESPECTADOR

Sin coñac y tapabocas futbolístico
andarías desvalido
pero vas bien surtido (que no falte)
de la rumia caliente de noticias
últimas y exclusivas
del héroe que mantienes
–lleno hasta la bandera–
con tu aliento
así reconfortado ante el invierno
laboral de ocho horas
con remesas –no sólo
vive de pan el hombre–
de polémico pasto
de donde surja luz
que desvele el pronóstico
de la jornada próxima
de liga el presupuesto
aproximado del tesoro
que encontrará en la arena
el uno del cartel prendido en la muleta
bajo el aplauso de los graderíos
con tu consenso al cabo
a toda plana al tanto del minuto preciso
del gol de la victoria y otros piensos
de lunes que te engordan
oh cordero pascual para la mesa
de los omnipotentes empresarios.

Propuesta de escritura

Escribe una fábula al uso (como las de Samaniego, Esopo o La Fontaine) en el que uno o varios animales reflexionen sobre alguno de los temas actuales importantes y nos ofrezcan su moraleja. O si quieres ser rebelde, como Aníbal, escribe una no fábula y muestra tu ironía sirviéndote de los mismos recursos estilísticos y de la misma forma que empleó el poeta en su libro.



Estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:




Llamada a desertores

(Este poema está inspirado en las reflexiones que hace el filósofo francés Fabrice Hadjadj en su ensayo “¿Cómo hablar de Dios hoy?, concretamente las contenidas en el capítulo titulado “El dichoso hoy”).

I

¡Maldito el grandullón que te robó
el tebeo de la infancia
y te dejó resquebrajada la inocencia!
Por allí, por allí se coló el agua putrefacta
que volvió desengaños todos tus sueños.
Y creciste resabiado, nihilista,
despechado que busca donde asirse
en el mar de los absurdos.
Te eriges sobre tus propias palabras,
rastrojos de soberbia y vanidad,
y te hundes, embriagado luego,
dando por bueno el acre de tus labios;
cínica pose, qué bien lo sabes.
Juegas con la nada como gato
con ovillo de lana.
Y nada esperas
en la lacerante desesperación
de sentirte igual de intrascendente
que ese gato.

Pero hueles el Misterio…
y rechinan tus dientes.

II

No tienes más biblia que un prospecto,
ni más oración, tecnófilo ultrasónico,
que el manual de instrucciones
del último modelo de ipad.
No atisba tu cordura más allá
del fondo del escaparate de MediaMarkt:
Tus ojos se integran en las pantallas
que te observan, a ti,
obsoleto ya,
en un mundo soñado por los cyborgs.
Desdeñas la palabra de tus padres,
vocales y consonantes carnales,
y abrazas la fibra, la red, la multibanda,
anheloso de fundirte
en la perenne luz de led,
cifrando tu ontología
en salir y volver a entrar,
apagar y reiniciar.

Pero sabes cierta tu desconexión…
y tiemblas.

III

Reniegas de ti mismo, ecologista,
abrasado de rabia
entre las arbóreas llamas
de tu odiosa innaturaleza.
En estado de guerra permanente,
le buscas el alma
a la hamburguesa y al periquito,
y hallas la paz cuando la encuentras,
aun a costa de la tuya.
Armado caballero vegano
enristras la lanza y espoleas tu carne,
no osarás mancillar la de un caballo,
para arrojarte, aullando, ladrando, rugiendo,
cualquier cosa menos hablando,
sobre una humanidad de molinos
al son de neomúsicas celestiales:
“…y ballenas desapareciendo
por falta de escrúpulos comerciales,
yo quisiera ser civilizado
como los animales”.

Pero escarbas la Gaia buscando
energías positivas, y sospechas…

IV

Has hecho a Dios, fundamentalista,
a tu imagen y semejanza,
que tomas a su vez del reflejo
de la dura portada del Libro en el espejo.
Nada frágil, nada incierto,
nada humano,
nada más allá de una totalitaria
trascendencia infinita.
Y tú, hormiga de hierro,
eslabón de tétrico escuadrón,
bien ceñido el explosivo
al ya balbuceante
amasijo de carne,
apresuras la huida,
con ánimo enderezador
de los renglones torcidos
del Supremo Hacedor.

Y cómo te delatan las prisas
en medio de tu traca fin de fiesta.

V

Aunque ruge el mar del mundo,
levantando como nunca antes
gigantescas olas que hielan la sangre,
mi arca no naufraga.
Aunque la tormenta no amaina,
y el aquilón barre la cubierta
exhalando el más infernal de los alientos,
mi arca no naufraga.
Aunque gimen las cuadernas,
tiritando del frío que hace fuera,
y parece que ya se va a ir a pique,
mi arca no naufraga.
Acurrucados todos los payasos,
al fondo de la bodega de mi arca,
se nos escapa la sonrisa esperanzada,
mientras releemos, dichosos,
nuestro nombre
en el billete escrito
con sangre redentora.
Y aún hay sitio y billetes
para quienes quieran viajar
del polvo a la eternidad.

Óscar Martín
Grupo A


La Osa y el madroño

Querido arbolito: Mientras disfruto del dulzor de tus frutos-- dijo la osa golosa-- me puedes comentar todo lo que has observado últimamente desde tu altura.
Te cuento-- dijo el madroño-- últimamente veo grupos de jóvenes que no llego a distinguir unos de otros, todos llevan el mismo corte de pelo: rapado el cogote como cuando les cortaban el pelo a sus abuelos. Se acompañan de algún piercing, algún tatuaje, pantalones rotos estrechos y" de pesca", con zapatillas de deporte" de marca". Todos miran y toquitean el teléfono, apenas hablan; si lo hacen es para comentar algo que viene en el móvil. Las conversaciones son fáciles de recordar: ¡oye tío! y ¡mira mira! A veces incluso añaden un ¡joder, no jodas! Ríen, dan patadas en el suelo, y se golpean en la espalda o en el hombro.
Si algún extranjero lo escuchara-- dijo la Osa-- pensaría que nuestro idioma es fácil y simple, nada que ver con la realidad.
Te comento-- dijo el madroño-- la otra noche, estos mismos jóvenes salieron a la calle a las 12 de la noche, después de haberse anulado el estado de alarma. Se pusieron a saltar, a bailar, y a beber a mí alrededor; quitándose la mascarilla y abrazándose sin ningún pudor; a la par que gritaban ¡libertad, libertad!
Vaya vaya-- dijo la Osa-- cómo pueden gritar libertad estos individuos que ni siquiera deciden cómo vestir, cómo hablar, qué hacer, y en qué pensar.
La verdad-- dijo el madroño--
Sus abuelos a pesar de la represión que tuvieron que sufrir
Eran mucho más libres
Pues en su pensamiento
No se dejaron influir.

José Luis Fonseca
Grupo A


Diálogo doméstico

Papá, ¿y tú en que trabajas,
en coger a los malos?
¿Y qué hacen los malos?, ¿y quiénes son los malos?
¿Y por qué se hacen malos?
¿Y esos malos luego se hacen buenos?
¿Son malos los que duermen en la calle,
los que hacen pintadas,
los que vemos los domingos gritando llevando pancartas?,
¿y los qué…y los qué…
Escucha hijo, yo no trabajo en coger a los malos,
Y esos que dices no todos son malos, a veces son las circunstancias.
¿Y sabes?, hay unas normas, hay unas leyes
y, aunque no nos gusten, debemos cumplirlas,
y ayudar a que se cumplan, con paz y con orden,
en eso trabajo.

Y dime papá, explícame bien lo de las pancartas.
Pues verás, esos están intentando ayudar a otra gente.
Hay barrios que no tienen agua, hay otros que piden que haya pavimento,
otros que no quieren que haya nucleares o no talen árboles…
Pero hay algunos un poco violentos.
¡Ah bueno papá! Así que tú eres bueno, tú no tienes que castigar a la gente, 
eso son los otros, eso son las leyes.

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A


TU TIGRE, ANÍBAL

Fue ver la flor de las acacias
y acordarme de ti, sin concesiones tigre,
como la acacia fuerte y delicado,
hondo y alado en tus asaltos,
desposeído de todo y con poder
de ocultarte en las selvas del misterio.
Yo es otro, nos lo dijo Rimbaud
y harto estabas de ella y de ti mismo,
amante de ciudad prostituida,
hoy además poblada de robots
abducidos por plasmas e internetes,
( tú ya lo presentías), infectados
por virus mil y cieno pegajoso,
tan sólo savia en los árboles sabios.
No nos tengas piedad, tu moraleja
sea oler el desastre,
barruntarnos que no está aquí la vida
y escapar como el tigre,
y dejarnos a los desesperados
el alzado de tus ruinas gloriosas,
en ese espacio que a nadie pertenece
pero tú, gran felino, descubriste.
“ Caza, caza un vilano,
agarra al vuelo un diente de león”,
escrito nos dejaste.

Emilia González
Grupo B


EN AQUEL TIEMPO…

todos nos quedamos en casa
felices, trabajando o sin trabajar
y con miedo a morir, pero algunos
en vista de que no moríamos
nos pareció injusto que se confinara
a tantos con vida, que apenas la comienzan
sin esperar que pudiera terminar
(como los ancianos) los jóvenes, los niños,
sin poder jugar, gritando tan cerca
tan adentro de la casa
y todos estábamos unidos
hasta que no quisimos vernos
ni oírnos, ni nada, y el móvil encendido
la tele, la serie, la película y el vídeo juego
no queríamos morir sino viajar
sino comprar sino comer y beber
y nos volvimos a reunir
para decir cuándo, cómo, nunca más,
la normalidad no existe, la nueva sí
la vieja se fue para siempre
y vimos el ciervo el oso, el zorro,
la lechuza, la foca, el pingüino,
la oveja y el león, todos juntos
y el agua limpia, y hasta el aire
entró en la casa como susurrando
“este espacio es mío”
y nos sentimos sin hogar
sin control (¿vulnerables?)
sin respuestas, sin un plan,
sin forma, enmudecidos
solos con nosotros mismos
con un extraño
y el hombre y la mujer
se volverán más reflexivos, dijeron,
otro nuevo ser humano volvimos a imaginar
pero no somos, y por todo lo que
seguimos siendo, hemos llorado
y hemos reído, hemos claudicado
y el aire se ha vuelto a enrarecer

Muchos han muerto (de algo habrá que morirse)
Muchos se han separado (tanta cercanía escuece)
Muchos se han enamorado (la vida continua)

Al final (¿cuál final?)solo exigimos lo mismo:
libertad, normalidad, seguridad y control.

Carmen Elena Ochoa
Grupo A


play-

...
imprudente
cuanto
a dónde vas con
tú puede

que nada se estropee
encajada al pié del andén

moviendo las piernas que trastabillan
qué buscan
el frío filo del metal
llaves y puños

sobre la barra de metro
sobre la nieve sobre el cemento en
cuajo

la estabilidad desencajada

del que renuncia a una pierna por
la moral del barro
por una mariposa en su boca

adormecida,
y un balonazo en medio del patio

(qué sabrás tú
de quien no acepta su destino
aún
cuando ya su lengua muerde
la tierra
y que por fin
y un grito ahogado se escabulle entre sus)-pause

Leyre León
Grupo B


El conejo y las partidas

Caminaba el conejo por el páramo buscando los brotes para alimentarse cuando vio al lobo y sus ayudantes. Temeroso de aquella cuadrilla, se refugió entre los espesos matorrales y permaneció atento a los que se aproximaban.

- ¿Por qué te escondes de nosotros que venimos a informarte de nuestros propósitos?.
- No sé cuales son vuestros propósitos – respondió el conejo.
- Queremos mejorar la vida de los habitantes del páramo.
- ¿Cómo?.
- Pidiendo tu apoyo para la elección del jefe de los lobos como presidente del páramo.
- ¿Y qué ganamos los conejos?.
- Tendréis pastos abundantes, haremos una mejora de los recursos alimenticios, incrementaremos el caudal del arroyo y lo dotaremos de zonas de baño, sanearemos las infraestructuras disponiendo de zonas para depositar los excrementos, zonas para solearse, plantaremos árboles para disponer de sombra en verano y tendremos un sistema de apoyo para los animales enfermos, crearemos una parcela de plantas medicinales para atender a las necesidades específicas de cada especie.
- Suena muy bien – dijo el conejo.
- Pero eso no es todo. También pondremos cuadrillas de vigilancia lobuna para defender a los más débiles y necesitados de los habitantes del páramo, aumentando la seguridad y garantizando la libertad de todos – declaró ostentosamente el jefe lobo.
- ¡Qué bien! ¡Viva el jefe lobo! – exclamaron los conejos allí reunidos.

Los siguientes días también recorrieron el páramo los distintos jefes y sus cuadrillas. El jefe águila, majestuoso y señorial, prometiendo, además de las consignas habituales, clases de vuelo gratuitas para todos.

- Seréis libres y podréis viajar a donde os plazca. Conocéis la seriedad de nuestras propuestas – dijo el águila alzando la voz.
- ¡Viva el jefe águila! ¡Viva el jefe águila! – se oía en todo el páramo.

El jefe zorro recorrió el páramo en solitario, pero el conejo volvió a esconderse en el matorral más inaccesible.

-No huyas. No tienes nada que temer de mí – dijo el jefe zorro.
- No acabo de fiarme de los zorros. Tenéis fama de preocuparos solo de vosotros mismos y ser un peligro para los conejos – confesó el conejo.
- ¡Eso era en el pasado!. Ahora, los zorros somos una partida renovada, no tenemos nada que ver con la partida de los zorros de épocas anteriores. Los zorros somos más inteligentes y trabajadores que las demás partidas y los únicos capaces de traer prosperidad al páramo. ¡Tenéis que elegirme para presidir el páramo porque las demás partidas os quitarán lo vuestro!. ¡Son unos depredadores de los bienes de todos, son la casta dominante!.
- ¡Qué bien habla el jefe zorro! ¡Viva el jefe zorro! – exclamaron los conejos reunidos en los matorrales cercanos.

Finalmente apareció por el páramo la partida de los hurones. Formando un grupo estructurado, se dispusieron para que el jefe hurón transmitiera su mensaje.

- Los nuevos hurones estamos mejor preparados para traer el bienestar al páramo. Hemos estudiado y además no estamos corrompidos, ya que somos los más nuevos y no nos hemos aprovechado de vosotros con anterioridad.
- ¿Cómo vais a traer el bienestar al páramo? – preguntó el conejo.
- Combatiendo la usurpación de parcelas y el cambio irregular de terrenos, persiguiendo la malversación de los recursos alimenticios, colaborando con todos los grupos animales, erradicando el maltrato a los conejos y todo el racismo contra los animales diferentes – proclamó el jefe hurón con entonación didáctica.
- ¡Qué mensaje más atractivo! ¡Eso es lo que nos hace falta! – el clamor se extendió por el páramo desde los matorrales que constituían el refugio de los conejos.

Finalizado el invierno y entrada la primavera, ya habían pasado unos meses desde la elección del presidente del páramo. El conejo había estado al margen todo este tiempo, retirado en su madriguera mientras pasaba la época más dura del año. El conejo salió al páramo y pudo comprobar que los pastos estaban esquilmados, los matorrales quemados o arrancados, muchos árboles secos o cortados, el arroyo prácticamente seco, las flores casi desaparecidas y la población de conejos diezmada. El conejo no sabía quien había sido elegido presidente del páramo, pero tenía la certeza de que daba igual. Cualquiera de las partidas habría hecho lo mismo y los conejos siempre habrían salido perdiendo.

Manuel Medarde
Grupo A

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