Ulises revisited

Decía Rafael Amor que desde Homero los poetas siguen con su propia odisea. Y como nos gustan los viajes y el riesgo esta semana dedicamos la sesión del taller de escritura creativa a la Odisea.
Tomamos como referencia la versión liberada de la editorial Blackie Books: Odisea. Una traducción de Miguel Temprano hecha a partir de la traducción en prosa que Samuel Bluter hizo al inglés y que fue destacada por Borges como la "más fiel de las versiones homéricas". Este espléndida edición está ilustrada por Calpurnio, el inventor de las tiras de Cuttlas.




Un buen resumen del regreso de Ulises a Ítaca lo hace Javier Krae en las canción "Como Ulises" cuya letra aparece en esta edición, junto a otros textos que dialogan, parodian o recrean a algún personaje de la Odisea o algunos de sus pasajes. Os ofrecemos aquí el texto de Augusto Monterroso titulado "La tela de Penélope o quién engaña a quién" incluída también en la Odisea de Blackie Books:

Hace muchos años vivía en Grecia un hombre llamado Ulises (quien a pesar de ser bastante sabio era muy astuto), casado con Penélope, mujer bella y singularmente dotada cuyo único defecto era su desmedida afición a tejer, costumbre gracias a la cual pudo pasar sola largas temporadas.

Dice la leyenda que en cada ocasión en que Ulises con su astucia observaba que a pesar de sus prohibiciones ella se disponía una vez más a iniciar uno de sus interminables tejidos, se le podía ver por las noches preparando a hurtadillas sus botas y una buena barca, hasta que sin decirle nada se iba a recorrer el mundo y a buscarse a sí mismo.

De esta manera ella conseguía mantenerlo alejado mientras coqueteaba con sus pretendientes, haciéndoles creer que tejía mientras Ulises viajaba y no que Ulises viajaba mientras ella tejía, como pudo haber imaginado Homero, que, como se sabe, a veces dormía y no se daba cuenta de nada

A continuación mostramos algunos microrrelatos inspirados en la Odisea firmados por Julio Torri (A Circe), Rafael Pérez Estrada (Sirena negra), por Javier Perucho (Penelopeana) y por Ana María Shúa (Como Ulises)


A Circe

¡Circe, diosa venerable! He seguido puntualmente tus avisos. Mas no me hice amarrar al mástil cuando divisamos la isla de las sirenas, porque iba resuelto a perderme. En medio del mar silencioso estaba la pradera fatal. Parecía un cargamento de violetas errante por las aguas.
¡Circe, noble diosa de los hermosos cabellos! Mi destino es cruel. Como iba resuelto a perderme, las sirenas no cantaron para mí.

Sirena negra
En las alcantarillas y cloacas de New York, entre caimanes y cocodrilos hechos a la noche perpetua de las humedades, vive, en peno siglo XX, la más hermosa de las sirenas. Nacida de una mitología en la que el poder, la acción y la aventura juegan un papel muy importante, la sirena negra profundiza el gran silencio de la ciudad. Sus ojos brillan blues y sus caderas balancean el calor de una caricia imposible. De igual manera que sus hermanas de la Grecia antigua, gozan de un canto sensual muy convincente que atrae a los solitarios a sus trampas cónicas como las de las hormigas leonas. Satisfecho el rito de la muerte, estos seres lanzan gritos de desesperación y locura, palabras en apariencia inconexas que, sin embargo, hablan de una luna que ellas nunca verán, de un planeta distante que orienta las horas del amor a quienes lo contemplan.

Penelopeana
Ese Ulises, ¿creía el inocente que cada vez que se embarcaba me iba a quedar así, sola y sin atrevimientos, sin nadie que pastara entre mis humedales? Si lo vi, cuántas veces, retozando con las nínfulas en las alcobas de palacio. ¿Habrá pensado que me quedaba en la baranda solicitando el ocaso mientras tejía? Naturalmente, a mí también me acompañaba en la mañana un mancebo de barba florida, quien durante las tardes ramoneaba el tiempo entre el vértice de mis muslos y por las noches sin luna fisgoneando por mis oquedades. Ay, Ulises, yo también penelopeaba mientras plañía tu ausencia.

Como Ulises
Como Ulises, un hombre vuelve de la guerra, o de la cárcel, o del destierro. Han pasado veinte años. Sus ojos son distintos. Un golpe le ha quebrado la nariz. Ahora se parece un poco a Kirk Douglas, aunque su pelo es ralo y casi blanco y los harapos cuelgan de su cuerpo sin ninguna gracia. Todos lo reconocen perfectamente pero disimulan, menos el tonto de su perro, que vuelve a recibir una de aquellas épicas patadas.


La versión liberada de la Odisea de Blackie Books incluye también parte del libro "Penélope y las doce criadas" de Margaret Atwood. Aquí lo podéis escuchar:


Y aquí dejamos un fragmento del primer capítulo, titulado "Un arte menor" en el que Atwood presta su voz a Penélope y deja clara su intención de hacerse oír:

“Ahora que estoy muerte lo sé todo”, esperaba poder decir, pero como tanto otros de mis deseos, este no se hizo realidad. Solo sé unas cuantas patrañas que antes no sabía. Huelga decir que la muerte es un precio demasiado alto para la satisfacción de la curiosidad.
Desde que estoy muerta –desde que alcancé ese estado en que no existen huesos, labios, pechos-, me he enterado de algunas cosas que preferiría no saber, como ocurre cuando escuchas pegado a una ventana o cuando abres una carta dirigida a otra persona. ¿Creéis que os gustaría poder leerle el pensamiento a la gente? Pensadlo dos veces.
Aquí abajo todo el mundo llega con un saco (odre), como los que se usan para guardar los vientos, pero cada uno de esos sacos está lleno de palabras: palabras que has dicho, palabras que has oído, palabras que se han dicho sobre ti. Algunos sacos son muy pequeños, y otros son enormes; el mío es de tamaño mediano, aunque muchas de las palabras que contiene se refieren a mi ilustre esposo. Cómo me engañó, dicen algunos. Esa era una de sus especialidades: engañar a la gente. Siempre se salía con la suya. Otra de sus especialidades era escabullirse.
Era sumamente convincente. Muchos han creído que detenerse a contar con rigor el número de asesinatos, de seductoras beldades, de monstruos de un solo ojo. Hasta yo le creía, a veces. Sabía que mi esposo era astuto y mentiroso, pero no pensaba que me hiciera trampas ni que me contara mentiras a mí. ¿Acaso no había sido yo fiel?¿No había esperado y seguido esperando pese a la tentación –casi la obligación- de hacer lo contrario? Y ¿en qué me convertí cuando ganó terreno la versión oficial? En una leyenda edificante. En un palo que se usaba para pegar a las mujeres. ¿Por qué no podían ellas ser tan consideradas, tan dignas de confianza, tan sacrificadas como yo? Esa fue la interpretación que eligieron los rapsodos, los recitadores de historias. “No sigáis mi ejemplo”, me gustaría gritaros al oído. ¡Sí, a vosotras! Pero cuando intento gritar, parezco una lechuza. […]

Y os dejamos, por último con una parodia de los Simpson sobre la Odisea:



Propuesta de escritura

La propuesta de escritura fue doble. Durante el taller jugamos a escribir todo tipo de historias a partir de los titulares del "Odisea Times"

Telémaco abre una empresa de patés de cisne

Nausícaa, princesa feacia, nueva Miss Universo

Polifemo visita al oftalmólogo

Marisquería Poseidón. Especialidad “Coca de raya”

Circe abre una charcutería

El ordenador de Ulises se llena de troyanos

Aquiles cobra un talón bancario.

Penélope pierde su bolso de piel marrón

“Liquidación final”, Penélope cierra su boutique de sudarios

La Odisea sin hecatombes (para veganos y animalistas)

Penélope chatea con sus criadas.

El Orfeón de Ítaca contrata a diez sirenas

Tiresias es despedido de la ONCE

Jóvenes feacios intentan ligar en Tinder

Huelga en los astilleros de Ítaca

Ulises vence a Guillermo Tell en la final de los Juegos. Robin Hood medalla de bronce.

Pillan a Ulises con LSD en la discoteca “Lotófagos”

Ulises pasa junto a un incendio y se queda extasiado ante las sirenas de los bomberos

Nadie conoce a Nadie

CALIPSO, VENDEDORA DE SUEÑOS; jarabe de inmortalidad, elixir de la nueva juventud. 687965234


Y para casa propusimos escribir sobre una odisea actual (y si además implica un viaje mejor)

Estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:


TROYA

Yo. El cielo, la tierra, el mar, el aire, el fuego, yo. Yo soy. Y el rojo, el azul, el amarillo, el verde, y mi color. Yo estoy. Y el águila, el león, el elefante, la ballena, el canguro. Yo hago. Subir, bajar, ir, venir, saltar, respirar. Yo tengo. Mi lápiz, mi ropa, mi reloj, mi anillo, mis gafas. Yo siento. Amor, alegría, odio, tristeza, envidia, expectación, conmoción, ardor, angustia, anhelo, ansia. Yo deseo. Tranquilidad, paz, sosiego, emoción, guerra. ¡Guerra! Yo, yo soy, estoy, tengo, siento, ¡deseo la guerra! ¡Aquí está mi guerra, aquí! Aquí estoy yo solo, enhiesto sobre la superficie de este papel, bajo un sol artificial que proyecta mi sombra sobre los renglones escritos mientras contemplo con estupor las inexpugnables murallas de mi particular Troya: cada obra que me apresto a crear y que nunca sé por dónde empezar a atacar. Yo pienso. Y busco un caballo en forma de idea con el que engañar a mi impotencia. ¡Una palabra! ¡Mi reino por una palabra! ¿Dónde estás musa? ¿Por qué me has abandonado? Yo vacilo. Y flirteo con la tentación de rehuir la lucha. ¡Escribe sobre otra cosa, la que tú quieras, elige! ¿Por qué una Odisea y no otra cosa? Pero ahí está: Troya. Y sin embargo, se me resbala el valor entre patéticos resoplidos y me zafo por momentos del destino que me está llamando, sumergido en entretenimientos mentales vacuos, que voy consumiendo, uno detrás de otro, como quien ingiere un bote de pastillas… hasta que se acaban, y entonces ahí están otra vez: las murallas de Troya. Y yo, solo otra vez. Miro a la izquierda del folio, y ahora a la derecha. No hay caballo, no hay palabra, no hay idea. Hay Troya. Troya y yo. Pero aprieto el puño y aprieto el bolígrafo y me lanzo con todo contra Troya porque…, porque…, porque no soy un cobarde, porque la gloria está allí, precisamente allí, y solo allí, al abrigo de aquellas magníficas murallas, porque no soportaría la frustración de la derrota, porque la mediocridad es mala pero la nada es peor, porque la musa acude en tu ayuda cuando estás en marcha, porque el vértigo de los latigazos creativos sorprende escalando las torres más altas, porque el reposo después de la victoria es redondo y completo, porque esa misma victoria insufla confianza para aspirar a metas más altas, porque grito, y lloro, y suspiro, y rechino los dientes, y se me seca la lengua, y me río, y me explota la cabeza, y me enardezco, porque armado con mi bolígrafo soy yo y solo yo…, porque yo también soy Ulises.

Óscar Martín
Grupo A


La Odisea de la Renta

Penélope tiene ochenta años. Nunca ha hecho la Renta porque sus ingresos no superan los mínimos establecidos por el gobierno. Recientemente solicitó la apertura de un expediente de reconocimiento de dependencia para proteger su ancianidad y, mira por dónde, le reclamaron los resultados de las declaraciones anteriores para proseguir con la tramitación.

Incapaz de meterse en internet, un mundo cibernético en el que no sólo está perdida, sino muerta antes de tiempo, me pidió ayuda para subsanar esa carencia. A ella lo que le gusta es hacer punto y algún que otro dulce, pero nada que tenga que ver con ordenadores, teléfonos o tabletas. Yo, como Ulises, me negué en un principio a acudir en su auxilio porque intuía que la campaña me iba a salir cara, no en dinero, pero sí en esfuerzo, como así ha sido. Pero, finalmente me compadecí de su indefensión, cedí al chantaje emocional y me embarqué rumbo a la batalla.

Nada más abrir la página de la Agencia Tributaria caigo en la caverna de Polifemo, donde el ojo que todo lo ve, pero aparenta que no ve nada, me pone la primera prueba:

–¿tiene clave permanente, pin o certificado digital?

– Pues no, no lo tiene.

–¿Cómo hago para obtener esa herramienta para una persona que no soy yo? –, pregunto.

La respuesta es muy clara: – No, señor, no puede. Estas contraseñas son personales e intransferibles.

Entonces, iluso de mí, se me ocurre que tal vez ellos, es decir los funcionarios de la Agencia la van a ayudar en su cometido. ¡Pues no! Cicones, lotófagos y cíclopes se alían contra mí. No me queda más remedio que suplantar la personalidad de mi amiga y solicitar la acreditación correspondiente.

Días más tarde Correos, cual si fuese Eolo, envía la documentación que me abrirá las puertas de la aplicación estatal. Tras no pocos intentos de volcar los datos en el borrador de la Renta, la web se queda colgada como si hubiese sucumbido a la hechicera Circe. Y a partir de ese momento desciendo al Inframundo. No obstante, la Agencia Tributaria emite un recibo que se corresponde con los resultados del borrador interruptus, que fue abonado religiosamente, pensando que el fallo informático se había subsanado. ¡Craso error!, puesto que al solicitar una copia de esa declaración el gran Polifemo niega que obre en su poder. Intento desoír los cantos enloquecedores de tales sirenas, pero Zeus siempre gana y tuve que hacer una reclamación oficial para que se reconocieran tales circunstancias. Sin éxito alguno.

De nuevo en ruta me presento con la interesada en la sede de la delegación con toda la documentación posible para demostrar la buena fe y el buen hacer. Yo pensaba que con el pantallazo del borrador y el recibo bancario se probaría claramente el buen obrar de la contribuyente. Pero no. Tampoco así era posible. Visiblemente irritado pregunto por qué no han dado respuesta a mi reclamación y, para mi sorpresa, me advierten de que tengo una notificación pendiente de recoger. ¿Cómo es posible?, me pregunto. Pues porque el certificado ha llegado a un domicilio fiscal distinto al actual.

Y así me encuentro en la isla de la ninfa Calipso, de ventanilla en ventanilla pidiendo el cambio de domicilio fiscal, la entrega de las notificaciones pendientes, el registro de la aceptación del recargo por demora y las instrucciones para hacer de nuevo la declaración ya presentada, pero no recibida. Eso sí, con muy buenos modos y una sonrisa en la cara, por si acaso.

Inicio el viaje de regreso con la seguridad de que no será rápido ni placentero. Debo repetir todo el camino anterior con la incertidumbre de si esta vez tendré la suerte de que la nave llegue a buen puerto. Y en este punto, no estoy tan de acuerdo con Kavafis cuando pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias. En esta ocasión, y sin que sirva de precedente, deseo llegar a Ítaca lo antes posible y, a poder ser, ileso.

No sé si Penélope seguirá esperando mi llegada con un cafetito y un bizcocho. A lo mejor también me ha hecho una puntilla de ganchillo, pero me da igual. De lo que estoy seguro es que la renta del próximo año se la hará un lestrigón, un gestor, o el mismísimo Telémaco, que sabrá más que yo de informática y de computadoras.

M. Maximina Moreno
Grupo B


“Nadie conoce a Nadie”

Ulises vuelve a Ítaca surcando los mares y arrostrando grandes peligros. En medio del océano descubre, viniendo hacia su barco, una especie de cetáceo enorme con brillos metálicos, que le recuerda su reciente aventura con el gigante Polifemo. Cuando se dan alcance un extraño hombre surge del ojo del cíclope de acero.

- ¿Cuál es tu nombre?, pregunta a Ulises. A lo que nuestro héroe responde: -Nadie, mi nombre es Nadie. Eso cuando voy de incógnito; mi nombre artístico, el que corre de boca en boca en la gran Epopeya de la Odisea es Ulises.

-Ah, pues a ti te quería yo ver, tocayo. Mi nombre es Nemo, capitán Nemo. Y traigo algo para ti.

Se abre una compuerta del leviatán marino y Ulises puede ver el viejo telar de su amada Penélope.

-Me dijo tu señora que te lo entregara, caso de encontrarte por esos mares de Zeus. Que se ha cansado de esperar tu amor y se ha pasado al polidesamor con todos sus pretendientes al completo. Menuda bacanal tienen preparada, Ulises, y ya te digo que sin organización ninguna. Hasta el joven Telémaco está metido en el follón. Acepta mi consejo, Uli, o Nadie, como prefieras, no vuelvas porque sería una hecatombe.

Ulises, que estaba en el puente de mando acompañado de su perrita faldera Circe -se les había unido al pasar por la isla de las sirenas porque no podía aguantar aquella murga- y ya era conocido por su conciencia ecológica, que le llevaba a matar bueyes a diestro y siniestro por sus emisiones de metano tan dañinas para el calentamiento global y el cambio climático (aparte de que a la brasa daban unos solomillos imbatibles al punto, aunque sobre esto último hay bastante polémica) contestó:

-Volveré, capitán Nemo, porque he de ser fiel al destino que ha dispuesto mi creador, Homero el hijoputa, que así le llamo por los apuros que me ha hecho pasar. Me ha hecho sudar tinta, y lo que aún me queda hasta que inventen el libro electrónico. Pero volveré, amigo Nemo, llegaré de incógnito cuando estén más descuidados preparando la fiesta, y una cosa te puedo asegurar sin temor a equivocarme: Nadie participará en la orgía.
 
Ignacio Aparicio Pérez-Lucas
Grupo A


PENÉLOPE PIERDE SU BOLSO DE PIEL MARRÓN

La reina Penélope presentó ayer en comisaría una denuncia por la desaparición de su bolso de piel marrón. En la declaración aseguró haberlo echado en falta durante la recepción al príncipe de Troya, después de saludar a Helena, la acompañante del mandatario.
Telémaco, jefe de la Casa del Rey, asegura que los agentes han recibido toda la información disponible sobre el acto, tanto del protocolo como de los invitados, así como una grabación con todo lo ocurrido en el cóctel. En dicha cinta se distingue claramente cómo una mujer sin identificar lo deja caer en la piscina y que las sirenas se lo pasan de mano en mano hasta entregárselo a la ninfa Calipso.
La policía, por su parte, ha emitido un comunicado en el que insiste en la enorme dificultad para conseguir manifestaciones de los testigos, la mayoría de los cuales goza de inmunidad diplomática. El texto aclara también que las imágenes de video no prueban fehacientemente quién o quiénes son los autores, y que aún queda por descubrir el móvil del delito.
Fuentes de Palacio aseguran que en la sala del trono aparecieron un gallo y una tortuga, Nadie ha podido saber cómo han llegado hasta allí. Este hallazgo es un claro indicio de hacia qué rumbo se dirigen las pesquisas.
El bolso de piel marrón es un Kelly, una obra del fabricante de artículos de lujo y alta costura, Hermés, quien le dio a esta pieza el nombre de la actriz estadounidense y princesa monegasca Grace Kelly. Se da la circunstancia que Hermés, conocido como el Dios ladrón en la mitología griega tiene como símbolos representativos el gallo y la tortuga.
La reina Penélope, ofrece una recompensa a quien devuelva tan preciado objeto. En su interior se guardan las agujas con las que Su Majestad teje cada día las prendas de punto de su amado Ulises.

M. Maximina Moreno
Grupo B


PENÉLOPE PIERDE SU BOLSO DE PIEL MARRÓN

Tarde de noviembre. Las horas se hacen largas y los días del mes trascienden sin ninguna novedad que pueda hacer creer en el posible regreso de Ulises. Penélope camina entre los árboles aún vestidos con los colores de la estación y se sienta, durante un corto espacio de tiempo sobre las hojas que se desprenden y caen, momento en el que se queda dormida. Sueña con bosques de hayas en la lejana Iberia y ese sueño le permite oler el perfume de aquel imaginado lugar. Despierta en el instante en que las gotas de la inesperada lluvia serpentean sobre sus ropas y su cara.

La casa es el refugio de su soledad aletargada frente a la chimenea, donde, una noche más, deshará todo lo que tejió durante la mañana y la tarde de ese día con ayuda de una lente que acerca a sus ojos. Cuarenta y tres estaciones como ésta sobre su piel, la vista cansada mucho más aún que su cuerpo, es motivo suficiente por el que aceptó hace ya un tiempo, el pequeño artilugio que un conocido le regaló y con el que quiso conquistarla, sin mucho éxito. En aquel momento, recordó el lugar donde crecían las hayas, allá en la imaginada y lejana Iberia, y un escalofrío recorrió todo su cuerpo al saber que tal vez Ulises pudiera estar allí, sin saber encontrar el camino de regreso a Ítaca. Buscó su bolso de piel confeccionado con aquella particular piel marrón de cabra vieja que consiguió Telémaco para ella. Dentro iba su lente y, aquella larga tarde de otoño en la que todo pareció haberse detenido, se desvaneció frente a la chimenea como el ascua que se extingue dejando el rastro de un leve haz de luz, un brote de humo, una ceniza que permite recordar aquello que estuvo y ya no existe. Penélope durmió intentando recordar dónde había dejado olvidado su bolso para enviar a Telémaco a por él con la primera luz. Una vez recuperado con todo su contenido, se sentía con ganas de comenzar a tejer la que sería la alfombra de color de otoño que cubriría su pensamiento, su casa, su jardín, el camino hacia el acantilado…,...,...,...,...,...,...

Naila


Odisea 2021

Un discreto gorjeo en su móvil avisa a Uli de la entrada de un tuit. Se deja enredar en un hilo de mensajes hasta que alguien lo incita a entrar en Metaverso. Levanta la mirada y comprueba que Pen, sentada frente a él, está absorta en la pantalla de su teléfono tecleando a toda velocidad. Él se decide entonces a crear un avatar que llama Ulixes. Pocos segundos después recibe una invitación a abordar un barco. Cierra un momento los ojos para disfrutar de la brisa en su mejilla y cuando los abre se encuentra junto a él a una rubia de sinuosas curvas. Se presenta como Circe y no le cuesta arrastrarlo hacia la proa de la nave. La mujer se coloca frente al mar y deja que su pelo ondee al viento. Él acerca sus dedos a la sedosa cabellera y en el momento en que va a tocarlos siente una poderosa mano atenazando su muñeca.

­–¿Otro cerdo? –­pregunta el enorme mastuerzo que ha aparecido junto a él.

–¡Así es, Polifemo! –responde indolente la otra apuntando su dedo hacia el mar.

Sin tiempo de reaccionar Ulixes se ve izado en alto y lanzado al océano.

Cuando bajo las aguas se frena su caída aparece ante él una sirena.

–Soy Caribis –le anuncia y, sin más, le arrastra a las profundidades.

Guiado por la ninfa recorre abismos, arenales, cuevas y arrecifes de corales. Allí se topa con otros personajes que le someten a pruebas crueles. Pelea con lestrigones y cíclopes, recibe las maldiciones de Tiresias y sufre la furia de Poseidón. Escapa de todos ellos haciendo uso de su astucia, aunque vuelve a caer en las redes de otra mujer, Calipso. Y esta vez, cansado de tantos peligros, encuentra entre sus brazos la paz y la dicha. Siente el deseo de quedarse para siempre junto a ella, pero entonces su cuerpo comienza a revolverse y agitarse violentamente.

–¡Uli! ¡Uli! ¡Vuelve! –Es Pen la que está sacudiéndole–. Te sumerges en tu móvil y no te enteras si han pasado veinte minutos o veinte años.

–¡Ah!... Ya… –articula aún confuso–. ¿Qué hacías tú?

–Navegando por Tinder. Las brujas de mis amigas me han abierto un perfil sin yo saberlo.

–¿Tinder?

–Sí, Una web de contactos. Mira –dice mostrándole su aparato­–, me hago llamar Penélope y ya tengo siete pretendientes.

–¿Siete? ¿Y los has aceptado?

–Bueno… como estabas tan abstraído los he estado entreteniendo tejiendo y destejiendo embustes.

–Pues a pesar de tus enredos veo que siguen insistiendo.

–No te preocupes, que tú eres mi arquero preferido –le susurra melosa acariciándole la cicatriz–. Ahora mismo los borro del mapa.

Pepe Lorenzo
Grupo B


Una odisea en Alemania

Camino de Berlín por una de esas autopistas maravillosas alemanas sin límite de velocidad, decidí adelantar a un camión, un "vehículo Longo", uno de esos que nunca terminas de sobrepasar. Cuando iba por la mitad, cuando me quedaba casi medio camión por pasar, vi que se nos venía encima, mi compañero del asiento delantero lo vio venir como yo, y de forma instintiva hizo un gesto de protección con los brazos, yo vi que nos aplastaba, y en un acto reflejo apreté a fondo el acelerador, consiguiendo adelantarlo justo antes de que ocupase totalmente el lado izquierdo de la carretera. Nos hubiese aplastado. Mirando por el retrovisor, comprobé que antes de llegar a los quitamiedos de la mediana, consiguió enderezar el rumbo y volvió a su derecha. El corazón casi se nos sale por la boca. Cuando los latidos cardiacos se fueron normalizando, pensamos que se habría quedado dormido unos segundos, y después se despertó y enderezo el rumbo. Nosotros creímos que habíamos vuelto a nacer.

Al día siguiente intentamos utilizar el metro. Una vez en la estación nos enfrentamos con gran valor a una máquina expendedora de billetes, cuyas instrucciones estaban solamente en alemán. Al cabo de unos minutos y justo cuando íbamos a desistir, una joven que nos escuchó hablar, pues era paisana, tuvo la amabilidad de sacarnos los cuatro billetes que necesitábamos.

Decidimos hacer un viaje en tren por la orilla del Rin y nos acercamos a la estación del tren. Una vez en la taquilla y delante del que despachaba, fuimos absolutamente incapaces de sacar los billetes de tren que precisábamos, a pesar de que María se explicaba con claridad, vocalizando, palabra por palabra, pero nada, que el individuo de la ventanilla no entendía el castellano. Unos españolitos que estaban también en la cola nos recomendaron que fuésemos en coche, y así lo hicimos.

Por la tarde fuimos a ver un museo del Holocausto. Después de ver aquellos horrores, volvimos en metro pues ya sabíamos cómo sacar los billetes. Al cabo de 5 estaciones, el metro se para, se escuchan voces por los altavoces, para nosotros absolutamente incomprensibles, y vemos que la gente sale corriendo del vagón. Nosotros permanecemos en nuestros asientos, pues todavía no habíamos llegado al destino. Al cabo de unos minutos estábamos los cuatro solos en el vagón, y entonces se acercan dos individuos de casi 2 metros de estatura con uniformes azules, gorras y botas militares, nos empiezan a dar voces " en alemán", a la par que gesticulan con brazos y cabeza. ¡Nos quedamos inmóviles, nos miramos y los cuatro pensamos lo mismo!: ya están aquí otra vez los nazis! Salimos corriendo sin saber dónde ir, bajamos unas escaleras hasta llegar a otro andén, y allí nos dimos cuenta que el único problema había sido que el tren que habíamos dejado era fin de trayecto, y debíamos hacer un trasbordo antes de llegar a nuestro destino.

¡Menuda odisea sufrimos en nuestro viaje por Alemania!

José Luis Fonseca
Grupo A


El viaje

Mi historia empezó ya hace años. Comenzó esperándole impaciente. ¿Llegaría a tiempo?, ¿nos uniríamos o se pasaría mi momento y ya no tendría vida?, ¿iniciaríamos juntos la gran aventura? Yo sabía que él tenía que hacer un recorrido, un viaje difícil, llevaba encima material de vital importancia para mí futuro, confiaba en él, en la fuerza de sus movimientos, en que el placer que nos hizo nacer fuera el motor que nos fundiera, ser dos en uno, dejar nuestra individualidad y, empezar nueva vida. Nos unimos y comencé a crecer y crecí y un día salí de mi lugar de confort, y salí produciendo dolor que rápidamente se transformó en alegría. Fue mi primera lección de vida, una paradoja: el dolor y la alegría tocándose. Acababa de nacer.

Y comencé mi camino, mi viaje, mi vida, he vivido, vivo mi odisea, y estoy orgullosa de ese recorrido, el material que recibí, que me configuró hizo un buen tándem con el mío, y he luchado, soñado, vivido, a veces, satisfecha de mi “tejer” y otras deshaciendo para volver a empezar, no he terminado la tarea, sigo con mi odisea, ya en la antesala del final, “La hoja roja” que diría Delibes, pero como Ulises sin darme por vencida.

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A


Kelly

Si tuviese que invocar a la Musa para que cuente lo sucedido, creo que no empezaría por el principio sino por el final. Aquí me tienen, fregona en mano. Unas manos ásperas y engarrotadas, piernas que siempre duelen pero no descansan recorriendo unas oficinas ya vacías a golpe de limpiador multiusos.
En los escasos ratos que paro a tomar un respiro y beber agua me distraigo leyendo esos cuadros tan estimulantes de las paredes. Apelan al orgullo, a la superación, a la lucha... pero solo en términos económicos. Eso me deja la boca con un sabor agrio, como agria es la derrota.
Yo no siempre vestí con esta realidad. Aquí nadie lo sabe, ni yo hago porque lo sepan, más bien lo contrario.
Pero fui lo que siempre quise ser, para acabar siendo quién recoge los escombros a quienes siempre evité parecerme.
Allá en mi país tuve la valentía de gritar NO con esa vitalidad tan propia de la mocedad, cargarme de idealismo y arriesgar porque este mundo fuera apto para todos y no solo para quienes dicen ser dueños de él.
Repito, lo arriesgamos todo. Perdimos camaradas, familiares, casas, cultivos, ganado. Nos quitaron hasta el último centavo y el derecho a vivir en libertad. Escuadrones de la muerte nos seguían sin descanso, algunos de nosotros simplemente desaparecían y jamás supimos donde ir a llorarles.
Así vivimos hasta que un segundo latido comenzó a retumbar en mi interior, ahí la valentía tornó temor. Y la vida de mi bebé fue más grande que cualquier causa.
Entre mis manos, una pesada maleta cargada de cansada esperanza. A mis espaldas: el caos; ante mí: la nada, como nada había en mis bolsillos.

Vengo de donde se alzó la guerra por dinero. Donde hoy limpio es una consultoría para hacer ganar a empresas ya ricas más dinero. Heme aquí, después de tanta odisea contratada por el Oh Dios Dinero por barata, por irregular, una kelly anónima sin identidad, que entregó su pasado a la Causa y renunció a su futuro por el de su hija.

"¡Ay! como culpan los mortales a los dioses! Pero también ellos por su estupidez soportan dolores más allá de lo que les corresponde.”

Edwing Domínguez
Grupo A


Marisquería Poseidón. Especialidad “Coca de raya”.

Poseidón y Hermanas Sirenas anuncian:
Que debido a los temporales provocados para ahuyentar depredadores del mar como Ulises, nos vemos obligados a rescatar a todos los seres marinos con cantos de Sirenas, pero acordaros: volverán a precios outlet , no válido para el viernes negro, no habrá más saldos.

Ana Isabel Diéguez
Grupo C


Tiresias

—Yo, Tiresias, hijo de Everes y Cariclo —le aclaro—, no nací ciego ni adivino, la desgracia y el don me vinieron de mis encuentros con los dioses. Y tengo que desmentir igualmente la pretendida ambigüedad sexual que algunos me adjudican. No haya equívocos, yo primero fui completamente hombre y luego completamente mujer; para volver por último a mi condición de hombre cabal.

—Pues hoy en día, siglo XXI ya sabe, hubiera gozado usted de la mejor consideración siendo café con leche. Pero en fin, continuamos si me permite, ¿usted se encontró más a gusto en su condición de hombre, o en la de mujer?

—Mejor en la de hombre, por favor, menos complicaciones, más nobles sentimientos…

—¿Y puedo ponerlo así? Ya le dije que esto es para la prensa.

—Yo me limito a contar de lo que sé. Atenea me privó de la vista solo por haberla sorprendido bañándose desnuda. Hera me condenó a ser mujer porque osé dar la razón a su marido en la discusión que mantenían; aunque ella lo disfrazó diciendo que por haber matado a una serpiente. Zeus en cambio, padre de los dioses y los hombres, se compadeció de mí. Él no podía contradecir a Hera, su esposa, pero me concedió el don de la adivinación, además de permitirme vivir a lo largo de siete generaciones. Así que juzgue usted cómo puedo ver yo a hombres y mujeres, al menos cuando hablamos de dioses.

—Pero insisto, ¿no sería imprudente publicarlo así, tal cual usted lo cuenta? Me refiero no a lo mitológico, sino a lo de mejores sentimientos en los hombres.

—¡Ah! ¿Y al revés sí se podría?, pues qué rarilla esta sociedad suya, perdone. Mire, disfrace la entrevista como le venga en gana, guárdese usted que es lo importante. Porque a mí como comprenderá, con los siglos que llevo muerto…

Pascual Martín
Grupo B


La Odisea del ser humano

Decía Homero: de todas las criaturas que respiran y se mueven sobre la Tierra, no hay nada que sea más agonizante que el hombre.
En el largo viaje de la evolución el ser humano ha caminado siempre hacia adelante. Con el paso de los siglos aprendimos a dominar la madre tierra, de ella dependíamos para alimentarnos. Al salir de las cavernas al igual que Ulises comenzamos a luchar con otras tribus, conquistamos otras tierras, en definitiva fuimos guerreros ,exploramos nuevos mundos por Océanos infinitos, sin saber si habría un regreso.
La astucia que demostró Odiseo parece heredada por nuestros ancestros. Fuimos grandes negociadores, mercaderes, aprendimos otras lenguas, saqueamos riquezas, compartimos culturas y así en este peregrinar de guerras y poderes, donde la palabra dada tenía valor, fuimos perdiendo la honestidad.
Crecer en tecnologías ha sido un gran reto pero estas nos poseen. Penélope supo tener paciencia, ser fiel a sus principios, por desgracia el ser humano deja ahora estos valores en manos de una máquina un ordenador un robot, nos atrapan en una cadena que no tiene ahora mismo fin, nos seduce con su lenguaje propio en solitario sin darnos cuenta que poco a poco van pudiendo esos principios con nuestro tiempo.
La civilización da pasos de gigante hacia otros universos .Pero esta madurez alcanzada queda relegada a una adolescencia. Telémaco fue avanzando hacía esa madurez en sus viajes en busca de su padre algo para él inalcanzable, progresó con pasos seguros, gracias al amor que procesaba hacia él.
Llegar hasta aquí no ha sido fácil. Las embarcaciones utilizadas hasta ahora ya no sirven se nos hunden en los mares de nuestros egoísmos y nosotros vamos dentro.

Ana Isabel Diéguez
Grupo C


Aquiles sobre un talón bancario

Aquiles era un trabajador autónomo que solía colaborar con una empresa constructora de barcos. En una ocasión, por los trabajos realizados, les envió una factura de 35.000 pesetas. La empresa, como en otras ocasiones, llamó a Aquiles a sus oficinas para firmar el finiquito y le remitió un talón de 35.000 pts. En el cheque figuraba en número la cantidad de 35.000 y, en letras grandes, TREINTA Y CINCO PESETAS. Cuando Aquiles fue al banco a cobrarlo descubrió el engaño al que había sido sometido y no pudo reclamar, ya que había estampado el visto bueno en el finiquito. Y de ahí, la expresión “Talón de Aquiles” como parte débil o vulnerable de una persona.

Luis Iglesias
Grupo B


Odiseas actuales

Son las que sufren todos los refugiados que buscan países que los acojan mientras huyen de la miseria, de las guerras internas, de la hambruna, de las desigualdades sociales. Odiseas de los trabajadores, que se ven abocados a desplazarse a otros países donde desconocen, en la mayoría de los casos, el idioma, las leyes, la fiscalidad..., y pasan por todo tipo de calamidades para alquilar viviendas, firmar contratos, exigir derechos. Odiseas, para toda la juventud altamente cualificada que tiene que emigrar para ejercer sus profesiones, donde serán valorados y remunerados por sus conocimientos, sí, pero a costa de pagar el peaje de vivir fuera de su entorno, de sus familias, de sus amistades, al que solo vuelven en vacaciones o en Navidad, como el turrón de El Almendro.

Luis Iglesias
Grupo B


OFERTA DE TRABAJO

El Orfeón de Ítaca, necesita diez nuevas voces de sirenas, para interpretar la obertura de la ópera “Penélope y las Tejedoras” que se estrenará, en el auditorio del Palacio, el día que Ulises regrese de la guerra de Troya. Se dará preferencia a las de aleta plateada, melena larga y rizada. 
Casting: lunes de 5 a 7 PM 
Abstenerse: ninfas, efebos, cotillas y curiosos.

Marian Pérez Benito
Grupo A


FANTASÍA

El abuelo Carlos al lado de la chimenea, en su silla baja de enea y conmigo en sus rodillas, comenzaba a contar la historia tantas veces repetida, de un fantástico viaje a un lugar donde casi nadie conseguía llegar pues los obstáculos eran muy difíciles de salvar y solo los más valientes lograban llegar y conocer ese lugar tan singular. Después de cruzar montañas, navegar por grandes ríos y atravesar valles y desiertos se llegaba a JACHAC. Un lugar diferente a todos los demás. 
Allí era todo especial porque las estrellas se ocultaban por la noche y brillaban por el día. La luna calentaba la tierra con sus rayos de plata. El sol daba sombra a los pájaros, árboles y plantas. El cisne contemplaba su belleza en el cristal de la ventana. El lobo y el cordero, eran grandes amigos. 
Había también una princesa fea y orgullosa. Una bruja hermosa con pócimas deliciosas y un príncipe bueno con vasallos tiranos. En ese lugar vivían, también hombres muy pobres que solo tenían dinero y hombres muy ricos porque solo tenían amigos. Todas estas cosas se podían encontrar en ese lugar que tan difícil era llegar. Pero el final de la odisea de ese largo viaje, terminaba con la voz de mi madre que desde la cocina nos decía: - Regresad de tan largo viaje. La cena está en la mesa y se enfriará.

Marian Pérez Benito
Grupo A


Polifemo visita al oftalmólogo

Eran las siete en punto. Ya se oía el destrozo por las escaleras. Galatea, la recepcionista que estaba en el recibidor con el pinganillo en el oído, gritó mientras se agarraba a la mesa y sostenía la lámpara carísima de estilo grecorromano. El revuelo en el descansillo era atronador. Gente que salía de la clínica con la anestesia aún vigente se topaba incrédula, con aquella bestia enorme que pasaba haciendo añicos la puerta de cristal de la entrada gritando a viva voz -¡Sacármelo!, ¡Sacármelo!- Alguno de esos clientes pidieron la devolución de su dinero de manera insistente en ese mismo momento. El doctor ordenó a su ayudante hacer pasar al cliente al despacho. En el mismo instante en que abrió la puerta, Argos, el viejo perro del oftalmólogo, saltó a la cara del paciente clavando los incisivos al palo que sobresalía de su único ojo. De un tirón se quedó con el premio. El cliente se niega a pagar a Nadie, ya que fue su mascota quien hizo todo el trabajo. La clínica cierra sus puertas de forma indefinida. El Doctor Nadie, que está en busca y captura por ejercer sin licencia, ha desaparecido. La última vez que fue visto, embarcaba en su yate el cual, logró desvanecerse en alta mar.

Mamen Somar
Grupo C


POLIFEMO VISITA AL OFTALMÓLOGO (ENIGMA)


Enf.- Doctor, tenemos una rara urgencia
Doc:- ¿Rara?
Enf.- En la sala de espera, hay un señor con una estaca clavada en
su único ojo.
¿?.- Curioso.
Doc-¿ Ha pasado ya por triage?
Enf.- Si y no se le detecta tensión ocular.
¿?.- Lógico.
Doc.- Preparen el quirófano por si acaso y hágalo pasar inmediatamente.

El hombre entra en la consulta con sonoras y evidentes muestras de dolor.
¿? lo observa. Doc, mira su historial y pregunta.---

Doc.- Señor Polifemo que le ha ocurrido,¿ como le ha sucedido esto?
Polf.- Nadie me ha hecho esto.
¿?.- Inaudito.
Doc.- ¿Podría ser más explícito?
Polf.- Me enrolló con el manejo de un kit anti vampiro
¿?:_¿ Podríamos hacer un aparte Doc?
Doc.- Dígame ¿? . ¿Qué opina?
¿?.-Un aprovechado el tal Nadie. Tampoco habría que descartar
la autolesión.
Doc.- ¿Me está sugiriendo que se trata de un problema mental,
amén de oftalmológico
¿?.- Elemental querido………

Con los datos aportados y teniendo en cuenta que la enfermera se llama Miss Helen y que conocemos el nombre del paciente:
1)¿Cómo se llaman el doctor y el misterioso personaje que estaba en la consulta
2)¿Cuál es el nombre auténtico del apodado “Nadie”, podemos inferir que es un seudónimo?

Habrá un sorteo ente los que no acierten.

Calgari
Grupo A


A Penélope le robaron el recuerdo

Penélope pierde su bolso de piel marrón, y con él la fotografía de Ulises. Al día siguiente puso la denuncia. Sin embargo, pasaron tantos días sin tener noticias que perdió la esperanza de recuperar la única foto que tenía de su marido, náufrago del tiempo.Cuando él se marchó a la guerra de Troya no habían teléfonos móviles, por tanto no tenía ninguna imagen, ni selfie, de su épico viaje.
Pasado un mes, cuatro semanas, un número cabalístico y de completud, decidió salir a comprar otro bolso. Lo necesitaba para ir a hacer el mercado. Había comenzado a tener más apetito. El aspecto famélico que tenía en su inacabable espera, ya la había abandonado. Sus curvas comenzaron a perturbar sus hormonas, y estas a su fantasía. Como había ahorrado mucho dinero en su abstinencia y soledad, hizo otras compras, no tan nerviosas, más bien placenteras. Renovó su vestuario. Y fue entonces cuando los pretendientes se instalaron en su patio.
Con el paso de los días fue olvidando quién había sido Ulises...Por cierto, alguien llamado Olvido cogió su bolso perdido y no quiso devolverlo.

Carmen Elena Ochoa
Grupo A


CORO DE SIRENAS

Cuando aquel loco intentó dar un concierto sinfónico dentro del agua, pensó que para la composión de la orquesta, bien vendía un coro. Al tener conocimiento de que las sirenas tenían un timbre de voz tan dulce que llegaba a seducir incluso hasta al mismísimo Ulises, no dudó en contratarlas. Todos los peces del mar asistieron al concierto y el éxito fue tan rotundo que por la intensidad de los aplausos y su duración (cuentan las crónicas que más de treinta minutos aplaudiendo) crearon una ola tan grande que los bañistas que estaban en la playa huyeron corriendo pensando que se trataba de un maremoto,

Ramón Sánchez Rodríguez
Grupo B


BOLSO DE PIEL MARRÓN PERDIDO

La anciana de la localidad Penélope Uliseo perdió ayer por la tarde su bolso de piel marrón. Siguió su rutina de todos los días desde hace veinte año, ir a la estación del tren con sus zapatos de tacón y su vestido de domingo a sentarse en su banco de pino verde, a esperar, a esperar… ya ni ella sabe qué espera pero va todos los días sin excepción. No sabe la hora en que perdió el bolso porque hace años un caminante que pasaba por la localidad paró su reloj una tarde de primavera. El bolso tiene un gran valor sentimental pues es el que ha usado estos últimos veinte años y dentro guardaba parte de la interminable bufanda que teje mientras espera la llegada de los trenes y que iba a presentar al Libro Guinness de los Récords.

Beatriz Gorjón
Grupo A


Odisea del hilo rojo

Era la decisión meditada y el sueño perseguido. Eran luchas de titanes, burocracias malditas y explicaciones inadecuadas. Hilo rojo perfecto, entre dos culturas, entre la espera y el regocijo.
Surcando aires, cabalgando nubes, entre tormentas y tempestades. Un único pensamiento de victoria, de duda y de miedo.
El destino fué libre para manejar marionetas de vidas, pero fuí libre para susurrarle en combate al Destino.
Aterrizaje perfecto, estómagos plegados, entre seres clarividentes, inicié, aproximación certero al objetivo.
Y allí estaba ella, con su mirada en reinos con castillos, y en caballos flotantes, tejiendo esperas, deshaciendo dichas, construyendo quimeras.
Final del trayecto, desembarco turbio, perfecta sonrisa y dolor en la mirada ausente.
Mi pequeña hija adormece, tierna, su ovillo de oro rojo.

Guadalupe Sanchón
Grupo C


Cuando ir al super se convirtió en una Odisea

Era el primer día en que salía de casa desde el confinamiento. El destino, el supermercado, no estaba muy lejos, apenas a 300 metros del portal. Anteriormente ya me había aventurado por la escalera para hacer algo de ejercicio pero hasta ese momento no había pisado la calle.
Antes de salir de expedición, preparé todos elementos de seguridad que tanto me habían costado conseguir: mascarilla FFP2, guantes desechables, gel hidroalcohólico y gafas de protección. Ya en la calle, pude comprobar que casi nadie se atrevía a salir de la seguridad de su casa. No encontre ni peatones ni coches hasta casi la calle del supermercado, una señora con su perro me miró con desconfianza y cambió de acera para no cruzarse conmigo.
En la entrada, un empleada, completamente protegida, daba instrucciones de como utilizar todos los aparatos que habían instalado, mientras otro, de la misma guisa, desinfectava concienzudamente los carritos. El aspecto no se parecía al de costumbre, todo el espacio estaba marcado con líneas para indicar la distancia de seguridad y donde no podíamos pisar.
Las cajeras vestían la misma indumentaria que sus compañeros de la puerta y se protegían detrás de una pantalla transparente. No dejaban de recordar que no debíamos hacer esto o lo otro.
Los estantes medio vacíos por la disminución de referencias ofrecidas, algunos productos, agotados y la imposibilidad de encontrar papel higiénico de ninguna clase, me hicieron temer que lo peor estaba por venir.
Rápidamente, tras pagar con tarjeta, mucho más segura que el efectivo, volví a casa.
En el camino no dejé de escuchar las sirenas de las ambulancias, me aferre al carrito de la compra para no sucumbir a la tentación.
Penélope me esperaba para continuar con las medidas higiénicas mientras yo echaba a lavar toda la ropa y el calzado contaminados, y desechaba los guantes de la forma adecuada, sin tocar el exterior con la mano.
Tras una ducha, ayudé a mi esposa a acabar de desinfectar con un paño mojado en agua con lejía todos los envases y las frutas antes de almacenarlos.
Misión cumplida. La odisea no había durado veinte años pero yo estaba exhauto.

Enrique Martínez
Grupo C


Polifemo visita al oftalmólogo
Acompañado por su perro-guía Argos, Polifemo está de visita en la Clínica Oftalmológica La Claridad.

Ulises, ese ingenioso héroe, donó su perro para que la Fundación ONCE lo entrenara como guía de Polifemo. Su intención era calmar la ira de Poseidón.
Acompañando a su hijo, la ninfa Toosa aprovechó las visitas a la Fundación para conocer las posibilidades que ésta podía ofrecerle. En un primer momento, le consiguió un quiosco de venta de cupones y, más tarde, que un equipo médico estudiara su caso.
Polifemo ha abandonado la bebida y su carácter es más ponderado. Dejar el trabajo de pastor lo ha hecho más sociable.
En este momento es muy querido en el barrio en el que vende el cupón y ha iniciado una relación con Tiqué, una cliente ludópata que va a comprar a su quiosco varias veces al día. Suele conseguir grandes premios por lo que desde la ONCE están intentando que Polifemo la convenza para seguir un tratamiento de deshabituación.

***

Después de una primera exploración, los oftalmólogos están sorprendidos, la segunda confirma el diagnóstico. El ojo de Polifemos está dañado sin remedio pero, como ocurre con los dientes de los niños, este caerá y saldrá un nuevo ojo definitivo. En cuestión de unos meses, el cíclope volverá a ver con normalidad.
En un principio la noticia produce un estado de euforia en el gigante pero, al considerar que ésta supone la perdida de su trabajo y que no recibirá tan a menudo las visitas de Tiqué, un estado de ansiedad se apodera de él. Piensa con tristeza en la posibilidad de tener que volver a su vida de pastor. Volver a estar solo en su isla.
Casi compulsivamente, coge el teléfono y llama a su padre para pedirle consejo y ayuda. Poseidón intenta quitárselo de encima:
-¡No te preocupes, todo irá bien! Llámame el lunes ahora no te puedo atender.
Cuando cuelga, dice a Ulises, con el que ahora tiene una buena amistad:
-Tienes razón, los hijos sólo se acuerdan de uno cuando tienen problemas.
La cóncava nave continúa su singladura hacia el país de los lotofagos, donde esperan llegar cuando aparezca la hija de la mañana, la Aurora de rosáceos dedos.

Enrique Martínez
Grupo C


Mi odisea particular se cruza con otras odiseas

Voy a relatar un viaje a Grecia, allá por el año 1976, cuando la moneda helena era el dracma y la española, la peseta. Cuando mi cabello no conocía peluquera, mis huesos iban de incógnito, mi pecho no necesitaba sostén y mi boca no había sido intimidada por los viles dentistas, esos dioses sedientos de euros
Todo empezó cuando recogimos a un chico a la salida de Burdeos llamado George Dimitriadis. Nosotros volvíamos a Valladolid, él iba al Canadá. Yo iba atrás, dolorida, porque me habían colocado un DIU. Acabábamos de presentarnos cuando aquel Renault 5 se paró. Nos bajamos los 4. España ni idea de que hacer, Grecia alzó el capó, pidió un hilo o cordón o similar lo ató en algún sitio del motor y el gran Álvaro se subió al carro, metió la llave, arrancó y llegamos a San Sebastián. Aquél griego, entendí era mecánico de aviones. Durante el viaje yo intenté hablar con él, pero el se manejaba en inglés y yo en francés. Así que nos dijimos lo que pudimos y nos escuchamos con mucha atención.
Entonces había que pasar la frontera. No debió suceder nada extraño porque sólo recuerdo el miedo que nos suscitaba pasar la aduana. El caso es que el tal George, un tipo guapo, sonriente, abierto al mundo, llegó a Pucela City y durmió en mi casa, puerto de variadas gentes, ya que no familiar. Compartía semejante remanso de libertad con Maravillas. Le ofrecimos cena, desayuno y catre, pero no yacimos juntos dado el dolor intenso que me atenazaba las entrañas.
Creo que se quedó 3 noches. No olvidemos que su objetivo era llegar a Canadá para lo cual se quería embarcar en Oporto o Lisboa. Así que las visitas turísticas se abreviaron.
Logró su objetivo. Se embarcó, no sé si en Oporto o en Lisboa, porque pasados unos meses recibí una carta suya desde Ontario, adjuntaba una foto de un paisaje nevado y helado. Le contesté y le conté mi voluntad: yo no quería ir a Canadá yo quería ir a Grecia. Y, él me respondió facilitándome sus señas familiares de Atenas y el nombre de su hermano, Agis. Y, a este le escribí para decirle que iba a Atenas. Fecha y hora.
Cuando yo bajé de aquel avión de la Espantax, con una curiosa decoración de brillitos en sus paredes y leí ΉΈΛΛΑΣ' me dieron ganas de volver al avión y pedir, rogar, llorar que me devolvieran a Madrid. Pero los dorios vencieron a los aqueos y hay que levantarse y luchar y benditas matemáticas y sus símbolos.
Allí estaba Agis, esperándome para llevarme al hotel que yo había reservado, cerca de la Plaza Sintagma, y después fuimos a dar una vuelta por Atenas. Lo demás corresponde a la intimidad y privacidad que me debo a mi misma. Pasó una semana brevísima. Pateé la ciudad, subí al Monasteraqui, viaje hasta Tripoli, fuí a Eguina, ( o ¿esto fue en el segundo viaje?) no me quería ir. La sensación de alegría y libertad que aún experimento al recordar, ayudada de Theodorakis o de Zorba El griego, del Ouzo (tengo) o de Kavafis cantado por Lluís Llach. En fin, volví unos meses más tarde y era tal la relación que mantenía que ya casi entendía el griego. Pero regresé a casa y aquello quedó como un buen sueño. Ninguna de las veces fui para quedarme pero se me antojó la idea de pasar mis últimos años en el estrecho de Delfos. Se perdió la idea.
En verano de 2015 llegué al Pireo en el vientre de un monstruo llamado Crucero. Me cogí un bús y me acerqué a Atenas. Fui hablando en inglés con una chiquita griega muy indignada con la venta de islas a extranjeros ricos. Itaca no la habían vendido. No me perdí en Atenas. La reconocí. Tomé un café “turqui” en una hermosa terraza. Cogí el metro en la Plaza Sintagma que me llevó de nuevo al Pireo. Me tomé una cerveza en un bar concurrido del puerto. Pagué todo en euros. Y en el piso 16 de aquel monstruo partimos hacia Olimpia.

Araceli Sebastián
Grupo C

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