El nadador

Esta semana nos pusimos el bañador, o el bikini, y nos zambullimos entre las calles de esta gran piscina en la que muchos nadamos y que se llama escritura.
La literatura es un deporte de fondo que nos ayuda a profundizar en la vida y en la muerte. Al igual que el nadador, o el buzo, el escritor se adentra en el agua poco a poco, o de cabeza, hasta no hacer pie. Al principio el braceo es torpe y desacompasado pero a medida en que ganamos en seguridad y técnica vamos perfeccionando el estilo.
Para entender el vínculo que existe entre la natación y la escritura resultan de interés los artículos "Nadar es escribir y viceversa" de Julio Trujillo y "Nadar se escribe con el cuerpo" de la periodista María Jesús Espinosa de los Monteros. En él sobresale por su manera de transitar entre piscinas el personaje de Nedy Merril, tal vez el más logrado de cuántos forman parte del imaginario de John Cheever. Su relato "El nadador" fue llevado al cine por Frank Perry y el encargado de protagonizar a Merril fue Burt Lancaster. Puedes leer aquí dicho texto.




Si nos asomamos a la poesía del 27 encontraremos numerosos textos dedicados a la natación, y mucho más en concreto a las nadadoras: "Nadadora de noche" de Pedro Salinas, "Nadadora" de Rafael Alberti, "Nadadoras" de Jorge Guillén o "Nadadora sumergida" de Federico García Lorca. A Gerardo Diego le gustaba nadar a su aire y en ocasiones a contracorriente. Su poema "El salto" es un espléndido ejemplo de cómo el amor y la natación aúnan parábola y pulmón. Miguel Hernández, hombre de secano pero gran amante del agua, no quiso descolgarse del grupo y escribió "Bella y marítima". Puedes leer estos y otros poemas en la biblioteca virtual de Prensa Histórica que dedicó un monográfico al agua.

En nuestra ficha semanal de trabajo incluimos, entre otros, textos de Eugenio Mandrini, Virgilio Piñera, Óscar Esquivias y Juan Antonio González iglesias quién, al estilo de Píndaro, dedicó su "Olímpica Primera" a Martín López-Zubero y la "Olímpica Tercera" a David Cal. Puedes leerlos en esta antología publicada por la Fundación Juan March-

Prueba de vuelo

Si evaporada el agua, el nadador todavía se sostiene, no cabe duda, es un ángel.

Eugenio Mandrini


Natación

He aprendido a nadar en seco. Resulta más ventajoso que hacerlo en el agua. No hay el temor a hundirse pues uno ya está en el fondo, y por la misma razón se está ahogado de antemano. También se evita que tengan que pescarnos a la luz de un farol o en la claridad deslumbrante de un hermoso día. Por último, la ausencia de agua evitará que nos hinchemos.
No voy a negar que nadar en seco tiene algo de agónico. A primera vista se pensaría en los estertores de la muerte. Sin embargo, eso tiene de distinto con ella: que al par que se agoniza uno está bien vivo, bien alerta, escuchando la música que entra por la ventana y mirando el gusano que se arrastra por el suelo.
Al principio mis amigos censuraron esta decisión. Se hurtaban a mis miradas y sollozaban en los rincones. Felizmente, ya pasó la crisis. Ahora saben que me siento cómodo nadando en seco. De vez en cuando hundo mis manos en las losas de mármol y les entrego un pececillo que atrapo en las profundidades submarinas.


Virgilio Piñera


Curso de natación

Aprendí a nadar el verano que mis padres se separaron. Aquel año no fuimos de vacaciones a San Vincenzo (donde vivían mis cuatro abuelos) y permanecimos en Florencia. Mamá nos apuntó a mi hermana Stefania y a mí a un curso de natación en la piscina Le Pavoniere, que está en una suntuosa villa del Parco delle Cascine, escondida entre enormes árboles, en el lugar más umbroso y frío de la ciudad. Nuestro monitor se llamaba Davide y trabajaba de socorrista. Mi hermana decidió ya el primer día que era el hombre más guapo del mundo y que debíamos casarle con mamá.
Stefania tenía catorce años. Yo, doce.
Las clases de natación empezaban a las nueve de la mañana, cuando la piscina todavía no estaba abierta al público. Antes de zambullirnos en el agua, hacíamos unas tablas de gimnasia en el césped. Los niños formábamos un corro y Davide se colocaba en el centro para explicarnos los ejercicios. El monitor iba en traje de baño, llevaba el torso cubierto por una camiseta del restaurante La Magnificenza y nunca se quitaba las gafas de sol, aunque el día estuviera nublado. Tenía unas piernas morenas, densamente cubiertas de vello. También el ombligo, que descubría cuando levantaba los brazos y la camiseta se elevaba como un telón.
–Es perfecto para mamá –aseguraba Stefania.
Después nos metíamos en el agua y cuando avanzaba pataleando entre las corcheras agarrado a la tabla, sólo alcanzaba a ver las piernas de Davide. Siempre estaban allí, al borde de la piscina, como dos columnas. El monitor palmeaba para animarnos, nos gritaba órdenes, corregía nuestras posturas, nos reñía si nos deteníamos y nos agarrábamos al brocal. Yo trataba de imaginar cómo sonarían con su voz las frases «Levantaos, hay que ir al colegio», «Comed todo lo que hay en el plato» o «Un beso y a la cama».
No sé por qué (quizá me convenció de esto Stefania), pensaba que si hacía bien los ejercicios todas esas fantasías se cumplirían: Davide se enamoraría de mamá, luego se casarían y viviríamos todos juntos en casa. Así que me esmeraba en batir las piernas con ritmo, en aguantar la respiración y soportar el cansancio.
Nunca me he esforzado tanto, jamás he puesto mayor empeño en ninguna otra cosa.
Cuando acababa la clase, salía del agua temblando, con la piel azul del frío, feliz y desazonado.
A mediados de agosto, papá volvió a casa.


Óscar Esquivias


Antes de salir del agua y entrar al vestuario a cambiarnos le dedicamos nuestra atención a David Hockney y su afición a pintar piscinas. Un claro ejemplo es "A bigger splash" (El gran chapuzón)


En el transcurso del taller propusimos dos tareas, a elegir:

1. Todos conocemos la expresión "Nadar y guardar la ropa" que nos insta a ser prudentes. En principio ambas opciones parecen antagónicas pero, ¿es posible dar la vuelta a la expresión y hacer que ambas acciones convivan en un texto?
2. Completa el espacio en blanco y prosigue este inicio: Se lanzó de cabeza __________________ y comenzó a nadar en un mar de letras. 


Estos son algunos de los trabajos hechos a partir de estas propuestas:


Se lanzó de cabeza sobre la máquina de escribir y comenzó a nadar en un mar de letras. Sus torpes dedos braceaban titubeantes pues nunca aprendió mecanografía. A pesar de todo, las palabras fueron alineándose sobre el papel como la estela de un nadador sobre un mar de aguas mansas. Cada vez que se veía cerca de la extenuación se permitía un descanso aferrándose a la barra espaciadora. Casi exhausto, a punto ya de desfallecer, vio como tres teclas saltaban en su auxilio. Gracias a la f, la i y la n alcanzó la orilla al fin.

Pepe Lorenzo
Grupo B


Se lanzó de cabeza a la poesía, comenzando a nadar en un mar de letras inconexas. Soltó lastre a las palabras impacientes de oleajes bravos, sin rumbo, a la deriva...Y enredadas entre suspiros, algas y nostalgia, me dejaron estos versos empapados, en mi orilla, de su ausencia.

Carmen Pedrero
Grupo A


“Principios”
Se lanzó de cabeza a la escritura y comenzó a nadar en un mar de letras. Con ellas, empezó a formar palabras. La ene con la o, NO, y tragó un poco de líquido. La eme, la e, a ver, sí, aquí, ME. Se tapó la nariz y volvió a tragar, a veces sentía que se ahogaba. La g, la u, la ese, la te y la a, GUSTA. Ahí tuvo que rebuscar un poco más, aunque había letras para todos los gustos (pero ninguna para el suyo, todas se le atragantaban). La ele, la a otra vez (por suerte había muchas), LA. Nauseas. Ya queda menos, ahora la ese, la o, la p, otra a, SOPA. Arcadas.
- ¡Que te tomes la sopa de una vez, niño, o te la pongo cada día para comer y para cenar! -me dijo mi mamá, una mujer de palabra-. Y mi papá, cuando volvía a casa, me leía la cartilla.
Así me inicié yo -Ignacio, esto no es ningún microcuento- en la Literatura.

Ignacio Aparicio Pérez-Lucas
Grupo A


De cabeza
Se lanzó de cabeza al poema y comenzó a nadar en un mar de letras. El umbral es el folio, y a veces el verso ahoga tanto que no sabe si se sumerge o sale a la superficie.
¿Qué pasaría si coges aire y estás en las profundidades? ¿Y si estás fuera y no respiras?
El folio sentencia de que lado está tu salvación y uno a cada verso, simplemente, se juega la vida nadando en un mar de letras.

Edwing Domínguez
Grupo A


Nadar
Fue una historia perversa, tan estéril y ardua como la cuadratura del círculo y la precisión del huevo o la gallina.
Algo le impulsó a nadar y guardar la ropa y lo hizo.
Tres días después, era izado a una barca con tan solo una mochila impermeable a sus espaldas.
Dentro de ella, su ropa, completamente mojada.

Carlos García Riesco
Grupo A


Mar de letras
Se lanzó de cabeza a la escritura y comenzó a nadar en un mar de letras, pero no fue capaz de acallar la sensación persistente de hacerlo en un mar de dudas.

Carlos García Riesco
Grupo A


El bolígrafo
Se lanzó de cabeza el bolígrafo y comenzó a nadar en un mar de letras. Se lanzó con estilo, bien ceñida la caperuza, la tinta a punto, resuelta la bola dorada a cumplir su rodante cometido. Se lanzó con la seguridad que le daba sentir el índice y el pulgar de su musa firmes y prietos sobre su cuello. Se lanzó al mar de la fría, blanca y suave cuartilla, de perfecta geometría, que lo tentaba como los ojos de una hermosa mujer que le estuviera diciendo: “escríbeme. Tatúa mi cuerpo con palabras y frases tuyas; todas tuyas y exclusivas para mí”. Se lanzó al mar el bolígrafo y fue convirtiendo las palabras que le susurraba su musa en brazadas que dejaban una estela de espuma azul tras de sí, en forma de renglones de escritura trémula. Y siguió nadando hasta alcanzar la orilla donde por fin pudo descansar, jadeante y satisfecho, de la prosa recién terminada.

Óscar Martín
Grupo A


Propuesta de escritura para casa

A continuación te mostramos cuatro imágenes, tres de ellas de Tatsuya Tanaka y la cuarta de Hockney. Elige la que te resulte más sugerente y escribe un texto a partir de ella. Si eliges alguna de las de Tanaka tienes que incluir en tu propuesta la palabra "mascarilla". Si eliges la de Hockney tienes libertad para escribirlo como te parezca, sin condición alguna.







Dejamos a continuación algunas de las tareas recibidas hasta ahora:


Periscopios

Mil veces lo hemos hecho. “Nadar y guardar la ropa”. Éramos jóvenes y nos dábamos buena maña: el sendero nos llevaba hasta la orilla sombría del río. El sol proyectaba sus rayos hacia la orilla opuesta, sobre el gran canchal. Nos quitábamos la ropa y haciendo un paquete compacto con ella, nadábamos de espaladas. Nos impulsábamos con las piernas y con la mano izquierda, la mano libre. Pasábamos la mañana como lagartos al sol y llegando la hora de comer regresábamos de la misma manera, como periscopios de submarinos espías.

Tomás García Merino
Grupo B


La piscina olímpica

Yo antes era nadadora. Hace más de tres años que no siento la libertad del agua acariciando mi cuerpo. Hace más de tres años que no siento nada. Mi vida pasa por delante de mis ojos, veo a través de una pequeña malla como se me escapa. Sobrevivo atrapada bajo una tela que cubre por completo todo mi cuerpo. Que ironías de la vida, hace unos años me pasaba el día en traje de baño y ahora intento no ahogarme bajo este manto oscuro. Nos han traído como al ganado, amontonadas en la caja de un camión, somos más de veinte mujeres bajo nuestras capas negras. He reconocido el lugar donde nos han obligado a descender. Es la piscina olímpica de la ciudad. La plataforma del trampolín de los 10 metros emerge sobre las copas de los árboles, hay alguien allí. Entramos en fila en el recinto, nos sentamos donde nos indican. Un muchacho con mascarilla vende pipas y agua entre el público. Me fijo en el logo de su mascarilla, es el escudo del fútbol club Barcelona. El público se pone en pie y comienza a gritar. Sobre la plataforma una mujer avanza temerosa. Tras ella, un talibán levanta al aire su kalashnikov arrancando los gritos y aplausos del público. Las gradas están llenas, la piscina está vacía. Un último empujón lanza a la condenada al vacío. El impacto retumbó en el recinto, el silencio duró solo unos segundos: los abucheos, los gritos, los aplausos ocuparon de nuevo las gradas. No pude mirar el cuerpo sobre el azul de los baldosines. Lloré de rabia. Nadie pudo ver mis lágrimas, nadie pudo ver mis ojos azules.

Tomás García Merino
Grupo B


Zambullirse en una pintura

Contemplo el cuadro de David Hockney titulado "Un chapoteo más grande", y observo al fondo la fachada de lo que parece ser un chalecito moderno, una silla de playa plegable vacía, y según voy bajando la mirada, o acercándome si tengo en cuenta la perspectiva, veo el agua de una piscina con la imagen de un gran chapoteo. Si bajo más la mirada, o me acerco, veo un trampolín vacío. No veo a ninguna persona o animal que hayan podido provocar esa salpicadura en el agua.
Me pongo en la piel del pintor e imagino a uno de sus hijos tirarse del trampolín, caer "de barriga" y en ese momento sacar la foto en la que no se ve al muchacho por ninguna parte.
Puede ser que sea él el que se tire, dado el tamaño de la "ola" provocada, y el hijo el que haga la foto.
Podría haber sido un perro, pero un perro grande. Un gran danés si podía haber provocado semejante oleaje.
Lo mejor del cuadro, además de su calidad en la pincelada, su colorido, su sencillez en el desarrollo del contenido, es su significado. La posibilidad enorme de interpretación, lo bien que induce a imaginarse varias escenas posibles.

José Luis Fonseca
Grupo A


La competición
Sobre la imagen de TatsuyaTanaka, July 23 rd

Cuando se escucha el pitido largo de la bocina Alfa aferra los dedos de los pies al borde de la banqueta de salida. Es el ritual que sigue antes de cada prueba, pero es también una manera de darse más impulso y lo necesita. No ignora que sus marcas previas quedan muy por detrás de las de sus rivales.
Delta musita una oración aunque no sabe muy bien cuál es. Va seguramente dirigida al dios de los cuatro brazos, Visnu el protector. Es su manera de concentrarse. Se muestra calmado pues confía en su experiencia, ha competido por todo el mundo y, si bien, las victorias ya no menudean como solían, espera que su habilidad para deslizarse veloz cerca de los bordes de su calle sin dejarse entorpecer por las brazadas de sus oponentes le dé alguna opción de éxito.
A Iota le ha correspondido la calle exterior. Maldice de su colocación pero trata de no obsesionarse y evitar que ese contratiempo inesperado le distraiga de su objetivo. Sabe que en su América natal habrá millones de personas pendientes de la prueba y, muchos, al ver la posición que ocupa, duden de su compromiso con el logro de una medalla.
Beta se coloca el gorro por cuarta vez, trata de evitar que un mechón rebelde se escape y pueda hacerle perder alguna milésima en su último campeonato. Aún no lo ha hecho público pues tomó la decisión en el entrenamiento de la mañana. Se va encontrando torpe entre esa turba de nuevos nadadores que ahora salen de cualquier rincón del planeta. No se ve con fuerzas para disputarles el terreno por mucho tiempo más y piensa que es mejor dejarlo ahora que cuando se halle relegado a las últimas posiciones de los rankings. Por eso son tan importantes esos metros de agua que tiene por delante.
Ómicron se ha paseado petulante mostrando sus poderosas espaldas antes de subirse a la banqueta. Aún sobre ella ha estirado los brazos simulando calentar los músculos aunque lo que en realidad trataba era de amedrentar a sus contrincantes con su imponente envergadura. Se siente poderoso y sabedor de que los demás tienen pocas posibilidades de batirlo. Así lo proclaman las estadísticas de las últimas semanas, ha ganado competiciones en los cinco continentes.
Se escucha el grito de “preparados” y todos los virus se colocan en el borde de la mascarilla. El tiempo parece haberse detenido por un segundo y convertido a los atletas en estatuas de mármol. Suena la bocina al fin y comienza la carrera.

Pepe Lorenzo
Grupo B


Prudencio Sensátez

Prudencio Sensátez y su “ley de la compensación”. Él bien sabe que en esto de la pandemia juega un papel decisivo la estadística; es basándose en ella que las autoridades dictan para el pueblo llano las normas que han de observarse. Y, por cierto, ¡qué desastre, Señor! No se malinterprete, no estamos apuntando a los políticos, sino ala gente del común; quizá podía decirse los “politicados”,o sea, los obligados al cumplimiento de lo que dispone la clase política. Me parece que la RAE no contempla el término, el ordenata me lo subraya en rojo.
La referida “ley de la compensación” Prudencio Sensátez no la tiene aún descrita(en ello anda ahora que termina de jubilarse), pero nosotros estamos en condiciones de adelantar algo: establecerá una relación entre el grado de cumplimiento de la norma y el resultado final de la lucha que estamos librando contra el puñetero SARS-CoV-2 ese que llaman. Quiere decirse que terminaremos librando más mal o más bien dependiendo de lo respetuosos que seamos con lo que se nos pide.
Porque unos seremos cumplidores cien por cien, pero hay otros en cambio que cero por cien, con lo cual la media queda en un miserable cincuenta por ciento. Es por ello que Prudencio se marcó la obligación de cumplir él muy por encima del referido cien por cien para de ese modo mejorar el porcentaje. Aparte de que los políticos (eso le parece a él), a veces pecan de blandos.
Entonces, además de guardar la distancia, en lo concerniente a la mascarilla nuestro buen amigo ha desarrollado una técnica especial que a grandes rasgos consiste en lo siguiente: lavarse la cara metiendo la mano por debajo y sin descolgarla de las orejas; llevarla puesta día y noche (su santa esposa dice que es una exageración, pero las mujeres ya se sabe cómo son, particularmente las propias); enciende el cigarrillo y lo mete por debajo también, tratando de aspirar lo imprescindible; cuando habla lo hace bajo, que es como menos van y vienen los bichitos; no se afeita, se ha dejado una barba salvaje; y cambia de mascarilla cada dos por tres, en todo caso después de desayuno, comida y cena.
En eso de ingerir alimento sentado a la mesa es donde Prudencio Sensátez anda más perdido, no termina de dar con la tecla. Sabe, eso sí, que ha de ser sin retirar del todo la mascarilla, pero no acaba de apañárselas. El otro día tuvo que venir el médico de urgencias y darle un vomitivo. Era repugnante por más que el galeno lo llamara emético, lo mismo para despistar. Pero bien, bien, el prudente y sensato del que se cuenta, vomitó hasta las fabes de cuando la mili. Los cachitos azules que arrojó eran bastantes; dijo el facultativo que se trataba de trozos de mascarilla a medio digerir.

Pascual Martín
Grupo B


Hecho polvo (de agua).
Imagen de David Hockney

¿Alguna vez han visto bailar al "polvo" de agua con la luz del sol? Es pura fantasía, se forma un precioso arcoíris que decora este mundo gris por unos escasos segundos. Yo fui el culpable de invocarlo aunque no me diese cuenta.
Esta bonita estampa que les relato se remonta a una calurosa tarde charra del pasado agosto en la finca de unos amigos. Sol y piscina, buen plan a priori, pero yo no atravesaba, en absoluto, un buen momento. Me sucedía tan a menudo que ya ni sabía identificar por qué. Simplemente estaba triste, aletargado, sin interés por nada ni por nadie, pero ahí estaba yo.
La maldita presión social y el chantaje de mi amigo Luis, que me soltó un "como no vengas no volveré a llamarte, ya estoy cansado de tirar de ti" ("quimi ni vinguis ni vilvirí i llimirti...", imagino así su voz con mueca burlona cada vez que reproduzco sus palabras, pero el cabrón tenía más razón que un Santo) me hicieron salir de mi ciénaga, y ahí estaba, rodeado de una piara de púberes que parloteaban como incómodas cotorras.
Insoportable.
La bulla golpeaba mis tímpanos, éstos a mi cerebro y mi cerebro me abroncaba con dedo acusador por seguir allí aguantando tal tortura. La espiral me ahogaba, el chirrido se acentuaba mientras yo, reo, miraba al suelo sabiéndome culpable de encontrarme allí. Me superó hasta el punto que sin darme cuenta, por culpa del shock, salí corriendo, resbalé en el trampolín y caí a la piscina de forma aparatosa.
Lo más irónico es que sin respirar bajo el agua encontré un respiro, mientras burbujas escapaban de mi boca como pidiendo auxilio. Pensé: ¿y si me quedo aquí?. Pero el maldito instinto de supervivencia me hizo salir a la superficie, y lo vi: ese precioso arcoíris esperándome, como tendiéndome la mano para salir de mi pozo personal. La catarsis se completó cuando, entre risas de todo el mundo, mi amigo Luis, ese cabrón de gran corazón, me dijo, mirándome alegre: "y al final del arcoíris hallarás un gran tesoro". Al fin yo también sonreí, y en ello sigo.
Siento decirles que no hay final feliz, ya que mis vaivenes me siguen atravesando y no siempre estoy apto para la vida, pero lucharé, por mí y por todos mis compañeros, pero por mí primero.

Edwing Domínguez
Grupo A


Oxígeno
Inspirada en la pintura de HOCKNEY

Y cuando se fueron todos, salí y respiré...
Firmado: La ballena invisible

Carmen Pedrero
Grupo A


TEMPUS FUGIT

La aguja del segundero,
trampolín color dorado,
lanzó el segundo postrero,
que, fugaz, se ha evaporado.

Segundo fue y tuvo vida,
dejó su impronta en la nuestra,
como muy bien lo demuestra
su efervescencia expandida.

Sobre un planeta de líneas
concisas y de exteriores
estructuras apolíneas
asperjó sus estertores.

Ya es pasado y no presente,
dio una voz y fue difunto,
pero aún flota en el ambiente
el fulgor que dejó al punto:

Una ebullición etérea,
traslúcida faz fragante,
que turba la paz aérea
siquiera por un instante.

Y advierte de que la suerte
de vivir en este mundo
se acaba cuando la muerte
te lleva en otro segundo.

Óscar Martín
Grupo A


Dolor

¿Y la niña? dile que se ponga, que me mande un beso.
Pero, ¿Dónde está la niña?
Y su corazón, corazón de madre, sintió una punzada y salió gritando
¡Mi niña, mi niña!
En aquella familia, después de tres chicos, nació la niña, fue la alegría de la casa, todos compartieron sus balbuceos, sus primeros pasos, su sonrisa, sus juegos. Y aquel día, la llamada del padre, unos instantes, un dejar de mirarla, transformó sus vidas. Ella pensó en su muñeca, su Pepita, que estaba en el agua, y tendría frio y estaba solita, los barrotes no pudieron con su deseo de jugar con ella, de nadar con ella y saltó a la piscina y, abrazada a ella se quedó flotando.
Yo hoy me sumerjo en este recuerdo que viví muy próximo, y me salen palabras que ahogaron los corazones: Dolor, angustia, desgarro, desconsuelo, tristeza.

Inés Izquierdo
Grupo A


Doble tirabuzón
Inspirada en la pintura de HOCKNEY

Delante de la sobria casa poliédrica de líneas rectas y bien definidas, estaba la gran piscina rectangular de agua quieta y cristalina que día y noche, reflejaba los enormes ventanales. Tenía un trampolín en uno de sus extremos que invitaba a subirse y lanzarse al agua para experimentar la increíble sensación de volar.
Muchos lo habían intentado, pero solo él conseguía emocionarla cuando le observaba -detrás de las ventanas- subir despacio los peldaños que conducían al trampolín y admiraba su cuerpo atlético casi perfecto una y otra vez, con los músculos en tensión preparándose para el salto que siempre adornaba con un doble tirabuzón.
Desde el interior de la casa, ella le miraba con infinito amor y él, sonriendo, saltó aquella radiante mañana; dibujando con su cuerpo en el agua un perfecto corazón de espuma blanca con el nombre de los dos.

Marian Pérez Benito
Grupo A


El gran salto
Inspirado en el cuadro de David Hockney

Al llegar las vacaciones pactaron un armisticio. Irían juntos a la costa...
"Con la condición, dijo ella, de ir a conocer la casa que acaba de comprar mi hermano"
Él aceptó.
Construcción moderna, líneas rectas desde todos los ángulos, grandes ventanales.
Pero lo más espectacular era una gran piscina rodeada de palmeras, a cuya sombra pensaba disfrutar.
La estancia allí sería breve. Además estarían solos la mayor parte del día, evitando así posibles conflictos varoniles.
El hermano/cuñado no podía disfrutar en esos días unas deseadas vacaciones.
Ella había decidido que, al regresar, ya no dormiría en casa.
Todo acabaría allí...
El sol, el agua, el entorno, lo hacía todo mucho más placentero.
Hasta decidió estrenar el bikini que se había comprado, la mañana siguiente de llegar, cosa rara en ella, que siempre se hacía la remolona. No le gustaba nadar... pero ahora le apetecía.
Él, sin embargo, nació y creció a escasos 200 metros de una preciosa playa. Le encantaba estar en el agua, donde se movía con más seguridad, si cabe, y mejor que fuera.
Se subió al trampolín pletórico, sólo en el mundo... y saltó sin mirar abajo.
No se percató de que al tirarse, ella, despacio, sin ruido, nadaba relajadamente... en la vertical del gran salto.

J. Haro
Grupo C


El secreto del agua

Ese verano me obstiné en aprender a saltar del trampolín.
De pequeño, sumergía la cabeza en el agua con los ojos abiertos y veía el movimiento que mi padre hacía al nadar. Poder flotar me parecía algo celestial. Pronto comprendí que todo era cuestión de ritmo. Canturreaba una canción mientras abría los brazos y los hundía con suavidad en aquel líquido que resplandecía bajo el sol de agosto. Las piernas entonces les seguían en una danza que sólo era para mí. Cuánta paz, cuánta armonía me ha dado siempre el agua.
Años después, al pasar por una casa de nueva construcción, mis ojos se clavaron en una piscina con el fondo de un azul eléctrico. En la parte más profunda, como una gran torre de un brillante color blanco, se elevaba el trampolín que terminaba en una tabla infinita. Nunca deseé algo tanto en mi vida. Firmé uno por uno, la infinidad de papeles que había en la mesa de la oficina del banco con tal de tenerla.
El verano que salté de aquel trampolín mi vida cambió. La suavidad del agua se volvió pared de cemento, llegar después a rozar el fondo desorientado, sin aire en los pulmones para encontrar la salida. La soledad, el pánico, las agujas en el pecho justo antes de emerger. Eché de menos a mi padre a mi yo de niño zambulléndome a su alrededor ajeno al dolor y al miedo. Salí de la piscina, tome aire tres veces. Me quedé unos segundos inmóvil tarareando mi canción y subí cada peldaño hasta llegar a la tabla. Cogí aire. La piel de mi torso se tensó hasta el dolor, extendí mis brazos al cielo y salté.

Mamen Somar
Grupo C


La gran salpicadura

David Hockney contempla una piscina de superficie lisa, completamente lisa, azul, californiana, bañada en el sol del Pacífico, tersa. Adormilado bajo la luz de media tarde, con un vaso de ginebra a punto de caerse de su mano, con la mente en blanco por falta de inspiración después de unos años de trabajo febril, que le han llevado desde su Bradford natal hasta la fama mundial, percibe con ojos entrecerrados una figura que se adentra en el trampolín, salta y desaparece bajo la superficie dejando en la retina del artista una gran salpicadura. La impresión dispara la mente creadora que bosqueja repetidamente la imagen del arte en el bloc de dibujo que siempre le acompaña, mientras espera que emerja la persona causante de la misma. Los segundos de espera se convierten en minutos, pero la musa de David sigue sin salir a la superficie, él sigue plasmando en bocetos la imagen vislumbrada fugazmente y los minutos acaban transformados en horas. Volviendo a la realidad, el pintor alarmado se acerca al borde de la piscina, buscando al causante de la imagen que pasará a la historia del arte. No ve a nadie, no hay nadie en el fondo, no hay nadie en el agua, no hay nadie en todo el recinto. David sigue viendo la superficie lisa, completamente lisa, azul, californiana, bañada en el sol del Pacífico, tersa. ¿Quién produjo la gran salpicadura? ¿Sería un fantasma o sería una musa juguetona dispuesta a despertar al artista dormido?.

Manuel Medarde
Grupo A


Buzos

Tengo la mascarilla completamente empañada y no consigo restablecer el flujo de oxígeno.
Noto el aumento del constante latido de mis sienes y trato de aplicar el protocolo al efecto, a la vez que hago un ingente esfuerzo para no entrar en pánico.
Siento los primeros síntomas de la asfixia y estoy a punto de perder el control... cuando una mano aprieta mi hombro.
Inmediatamente, me quita mi boquilla e inserta la suya en mi boca.
Aspiro hondo, con el ansia que da la insuficiencia, hasta que el oxígeno me invade.
Hurtándonos de la catástrofe y cogidos de la mano, iniciamos una especie de danza ingrávida con la que lentamente emprendemos el ascenso hacia la superficie…hacia la luz

Calgari
Grupo A


Libertad

Infinito cielo, línea fina sin fin,
cuando el calor aprieta,
¿Por qué me sumerjo en ti?
Acaso es tu frescura ,
o tu color azulado.
No sé si será un sueño o será así,
creo que es más bien un regalo
que no se puede medir.
Noches de batallas, sudores en sueños,
de sábanas mojadas,
siento la dulce mano de tus azules aguas.
Pasa el tiempo y despierto en la realidad,
horas de encierros,
de no saber qué hacer
sólo puedo caminar.
Siempre acompañado ,
de la que tapa el rostro,
y no lo deja expresar.
Mascarilla lo llaman,
más bien parece bozal,
creo que estos nuevos inquilinos,
de ella no pueden escapar.
Y mientras tanto sigo soñando
con mis baños en libertad.
Mi cuerpo pide volver a la vida,
vida con ríos mares, piscinas,
que más da.
Despierto, todo a terminado ya,
sentado en la orilla contemplo
las olas, la espuma, su olor a sal.
Pienso en los privilegios,
que el vivir nos da,
Seguir flotando en las aguas
mientras algún día me llegue
la merecida eternidad.

Ana Isabel Diéguez
Grupo C


Los tres surfistas

Un día soleado, con buen viento para formar olas sobre las que volar. Los tres hemos llegado temprano y estamos solos en la playa de las mascarillas, antes tenía otro nombre que nadie recuerda.
La primera en entrar es Gloria, intuye que hay algo entre Luisa y yo. No sabe que aquello terminó hace unas semanas y que en este momento, aunque somos buenos amigos, esta cercanía con nuestros cuerpos casi desnudos nos resulta incómoda.
Voy tras Gloria en busca de la mejor ola que este mar azul quirófano me pueda dar.

Enrique Martínez
Grupo C


Pincelada escrita
Mi poema frente a la imagen de Hockney

Me asomo a tu dicha,
navego entre pinceladas,
descubro movimiento
de artista en calma,
líneas,
de suave trazo,
impactan luz,
limpio horizonte,
de historias paralelas,
serena quietud.
Creador efímero,
Ser frente a Ser,
Trazo inconcreto
en tu embeleso de artista,
soledad frente al lienzo.
Olvidaste el salto,
tu zambullido imperfecto.
No existió,
lo real no vive,
sobra lo que no fue.
La estela,
pudo haber sido.

Guadalupe Sanchón
Grupo C


De cabeza a la piscina

Elijo el cuadro de David Hockney de una piscina en medio de la nada, un tanto onírica, dónde si no fuera por esa mancha blanca no podríamos imaginar el agua quieta y contenida que rompe alguien al tirarse desde un trampolín. No sabemos si el que se tira ha ocupado la única silla que hay delante de la casa que, por lo demás, parece deshabitada y en cuyos cristales se reflejan algunas palmeras que no nos dejan ver si en su interior se vive. Lo contemplo y me transmite soledad y silencio. Creo que ha sido un hombre él que se ha levantado, rodeado la piscina hasta llegar al trampolín y luego ha saltado de cabeza para romper de una vez ese silencio y esa mansedumbre acuática. Quizás busque llegar buceando a dónde está la silla solitaria. Sentarse de nuevo y contemplar el horizonte.
Observo el cuadro y leo en el periódico regional un artículo sobre un Foro de la Cultura que tratará este año sobre la brecha intergeneracional. 60 participantes. Leo la ficha de todos los ponentes y me paro en la de Enhamed Enhamed: “exnadador y medallista paraolímpico, psicólogo y orador profesional”. Busco en internet: tiene 34 años y nació en Las Palmas de Gran Canaria. Abro un vídeo donde Enhamed, acompañado de su perro guía, habla, sentado, frente a un grupo de gente, mayormente joven y les cuenta como se quedo ciego a los 8 años. Un hombre le pregunta qué hay que decir a los chavales para que consigan sus sueños.
Y, él contesta yo no tengo sueños, tengo planes. Y así desgrana las diferencias entre sueño y plan y que, a veces, se le pasan cosas por la cabeza como: “Algún día me gustaría estar sentado en una playa de arena blanca con una casa que flipas sin dar un palo al agua, ese es un sueño, no tiene fecha ni nada..”
El puñetero cuadro se me cayó encima.

Araceli Sebastián
Grupo C


NADADOR
Tarea (Tatsuya Tanaka Imagen 3)

Nadó y se alejó de mí, como tantas veces lo había hecho. Yo siempre permanecí en la orilla, esperándolo,y luego regresábamos al punto de partida. Veía cómo ejecutaba sus brazadas con rapidez, con la fuerza de un náufrago que anhela llegar desenfrenadamente a tierra firme. No le tenía miedo ni a la oscuridad del fondo ni a la fauna marina. No veía hacia los lados. Quería demostrarse y mostrar que era arriesgado y ducho. Ese día el mar estaba picado, en el oleaje se dibujaban triángulos que se deshacían con violencia, miríadas de olas, apuntaladas y espumosas cuya aparición y hundimiento no tenía fin. El gorro verde fluorescente se perdió en el horizonte. Su luz refractante fue siempre como una luciérnaga que se apagaba y se encendía de acuerdo al oleaje, y que me indicaba su posición, su retorno. Ese día se apagó esa señal, sin explicación. Todos los demás nadadores llegaron a la playa, todos besaron a quienes los estaban esperando. Estuve allí un tiempo más, nada ocurrió.
Regresé sola a casa. Me subí al autobús desconcertada. Nunca supe porqué desapareció de mi vista.
-¡Súbase la mascarilla por favor! - dijo el chófer. Me la había bajado para poder respirar profundo varias veces.

Carmen Elena Ochoa
Grupo A


El gran chapuzón

Oigo un chapoteo en la piscina, vuelvo la cabeza y solo veo agua salpicando, ya se está dando un baño la sirena.

Beatriz Gorjón
Grupo A


Salto mortal
Sobre la imagen de Hockney

Me lanzo a la piscina de mis recuerdos, a zambullirme en los días en que Héctor aún estaba vivo, recuerdo cada día con él como si fuera ayer mismo. He tocado fondo y no sé si voy a ser capaz de salir a flote, su presencia en mi memoria me asfixia y me falta el aire al recordarlo. Quiero salir y no puedo, doy torpes brazadas intentando alcanzar algún lugar en el que me sienta a salvo, pero su recuerdo viene a mí con tanta fuerza, que lo abrazo aún a sabiendas de que eso me hará daño, para disfrutar de él durante más tiempo, para sentirlo aún vivo.
Paseo con él por la Alhambra riéndonos sin soltarnos de la mano, luego la cachimba en la noche, sus ojos en blanco, las sirenas de la ambulancia…
…El mundo se deshace frente a mis ojos, me sumerjo en el mar del dolor infinito, oscuro y frío, en las profundidades del océano de la desesperación, la rabia y el llanto.

Api Moreno
Grupo C

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