Escribir en voz baja

Escribir en voz baja, así definía Wislawa Szymborska su manera intimista de escribir. Y ese título es el que eligió Oriol Prat, escritor y profesor en la Facultad de Filología de Salamanca, para las sesiones del taller de escritura de la semana pasada.

Oriol trabajó con una selección de poemas de diferentes autores. Entre ellos un poema de William Carlos Williams titulado "Solo para decirte"  y con "La mujer de Lot" de Wislawa Szymborska. Estos textos sirvieron de inspiración  para las dos tareas planteadas, una durante la sesión y la otra para casa. Reproducimos aquí ambos textos:



Wislawa Szymborska. © Kim-Manresa


Solo para decirte

Me he comido 
las ciruelas
que había
en la nevera
y que
probablemente
guardabas
para el desayuno
Perdóname
estaban deliciosas
tan dulces
y tan frías.


La mujer de Lot
(Versión de Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia)

Tal vez miré hacia atrás por curiosidad.
Pero además de curiosidad pude tener otras razones.
Miré hacia atrás porque me dio tristeza la escudilla de plata.
Por distracción: amarrándome el cordón de la sandalia.
Para no mirar más la nuca justa
de mi marido, Lot.
Por la seguridad repentina de que si yo muriera,
él no se detendría.
Por la desobediencia natural de los humildes.
Escuchando cómo nos perseguían.
Conmovida por el silencio, pensando que Dios cambiaría de idea.
Nuestras dos hijas se perdían ya tras la colina.
Sentí la vejez en mí. El alejamiento.
Lo inútil de viajar. Sueño.
Miré hacia atrás mientras ponía mi hatillo en el suelo.
Miré hacia atrás preocupada por el siguiente paso.
En mi camino aparecieron serpientes,
arañas, ratones de campo y polluelos de buitre.
Ni buenos, ni malos; simplemente lo vivo, todo,
brincaba y se arrastraba por un temor colectivo.
Miré hacia atrás por soledad.
Por la vergüenza de huir a escondidas.
Por las ganas de gritar, de regresar.
O porque justo entonces se soltó el viento,
desató mi pelo y me levantó el vestido.
Sentí que me veían desde los muros de Sodoma
y se morían de risa, una y otra vez.
Miré hacia atrás llena de rabia.
Para gozar plenamente su ruina.
Miré hacia atrás por todas las razones mencionadas.
Miré hacia atrás sin querer.
Fue sólo que una roca giró gruñendo bajo mis pies.
Que una grieta de pronto me cortó el paso.
En la orilla un hámster agitaba las patas delanteras.
Y entonces ambos miramos hacia atrás.
No, no. Yo seguí corriendo,
arrastrándome y trepando
hasta que la oscuridad cayó del cielo,
y con ella grava ardiendo y aves muertas.
Por falta de aliento varias veces perdí el equilibrio.
Si alguien me hubiera visto, pensaría que bailaba.
Es posible que haya tenido los ojos abiertos.
Que haya caído mirando hacia la ciudad.



Propuestas de escritura

1. Escribe una nota póetica para la nevera al estilo de William Carlos Williams. Cuida la sencillez del mensaje.
2. Escribe un texto al estilo de "La mujer de Lot". Puedes inspirarte en algún personaje bíblico o mitológico o también hacer la versión de algún mito.


Reflexiones de Moisés desde el monte Nebo

Por qué me elegiste a mí,
por qué dirigiste hacia mí
tu mirada.

Yo vivía feliz,
por lo menos eso creía,
en mi morada.

Lo tenía todo,
todo lo que necesitaba;
fortuna, poder
y una familia
que me amaba.

Yo vivía feliz,
o eso creía,
hasta que me hiciste ver,
que todo lo que tenía
no me lo merecía.

Todo lo que tenía
lo había encontrado
sin yo quererlo,
ni merecerlo.

Fui un niño abandonado,
que quiso la fortuna
que fuera encontrado
y rescatado
en las aguas del Nilo.

Mi madre adoptiva
me rescató,
mi madre biológica
me amamantó.

Alguien me hizo ver
que otro era mi destino,
que otro era mi deber.

A partir de aquel día
todo en mi vida cambió;
y también todo
lo de mi alrededor.

Liberé a tu pueblo Señor,
lo liberé de la esclavitud,
lo conduje con gran amor
a través del desierto.

Casi todo fueron calamidades,
casi todo fueron penalidades.

¿Por qué nos elegiste?

Desde entonces sufrimos
y me temo que seguiremos sufriendo
generación tras generación.

José Luis Fonseca
Grupo A


Culebreaba en mi peine un cabello
largo, vigoroso, oscuro.

Supe que solo podía ser tuyo,
un hilo con que atar los recuerdos
que desenredé con muchos recelos,
mis dedos trémulos en esa temible dentadura.

Dudé si arrojarlo al inmundo aliento de la basura.
resolví, al final, pegarlo en el espejo del baño,
para verlo cuando mirara al extraño
en que tu ausencia me ha convertido.

Lo dejé allí por si un día yo lo necesitaba,
o quizás tú, si alguna vez regresaras.

Pepe Lorenzo
Grupo B


Un postit en la nevera

“Compra tú el vino rosado,
la nata montada
y el sirope de caramelo.

Yo me encargo del resto.
¿Prefieres Brownie de postre
o tocinillos de cielo?

Cenaremos en el porche
y si hace malo…,
bueno, entonces ya sabes, mi amor”.

Óscar Martín
Grupo A


El ciego de Jericó

Sobre una costra de tierra reseca
flanqueada de esqueletos de profetas
y mil calaveras apuntando al cielo;
junto a un cauce casi yermo,
por donde fluye un hilo de vino viejo,
tañe el ciego la frase que lo habita,
una y otra vez, una y otra vez,
sin que el lento goteo de monedas estériles
modifique un átomo de su plana existencia.

Es parte del paisaje de una trascendencia marchita.

Y de pronto un susurro,
y un temblor lejano,
y un bisbiseo,
y un crepitar.

Y luego un como zumbido de enjambre entusiasmado
que despierta al tañedor de su postración secular
alterando el metal de su desvencijada voz,
dando al traste con sus palabras gastadas,
sacudiéndolo y estremeciéndole
un pálpito, una intuición colosal, ¡una esperanza!

Es una Esperanza que pasa.
Pasa una vez y no volverá a pasar.
El ciego lo sabe. Lo ve.

Mira a su alrededor:
ahora el cauce se desborda,
la tierra se empapa,
la hierba crece,
los terrones se mullen,
y los profetas no son esqueletos
sino carne plena cantando a coro
con mil calaveras transfiguradas
que aclaman la venida de la Gracia.

Y un grito que no empieza
en la boca del ciego,
(el grito simplemente lo atraviesa
como un cuchillo de Humanidad)
ni acaba aquí o allí,
porque rompe el velo del firmamento
y alcanza a lo más Alto,
truena y todo lo dispone
para que lo más pequeño
sirva de ocasión a lo más grande:

—¡Hijo de David, ten compasión de mí!

Se envisca entonces el enjambre
revolviéndose ante el grito
en chirriante aspaviento
de mezquinas recriminaciones
al tañedor del aire nuevo.

Pero, ay, el grito se vuelve poderoso,
y martillea altanero,
sin descanso,
como aldaba furiosa, desatada,
sobrepujando a la inquina del enjambre.

Vuela el grito
y sabe cuál es su recompensa.

Vuela un instante
pero podría volar mil años
si hiciera falta.
Vuela y llega.
Y descansa solo
cuando sirve a su cometido:
Abrir el escandaloso baile
de la miseria abrazada con la Gracia.
Baile que desde entonces no se acaba
y al que la Gracia, sin cesar, nos llama.

Óscar Martín
Grupo A


Post-it

Quiero hablarte
la candidez de tu rostro me lo impide.

Hurgo entre mis bolsillos
vacíos de vicio.

Husmeo entre tu ropa descolocada
ya no huele a ti.

Mis resecos labios gritan
tu nombre en silencio.

Mis dedos ansiosos garabatean
irritantes palabras:

Bajo a buscar tabaco.

Tomás García Merino
Grupo B


Cita a ciegas

Gabriel, por qué fuiste con el chisme?
Triste y resignado espero.
Cuándo? Dónde? Cómo?
Amén, mi única respuesta.
Mirar arriba o recibir castigo o huir.
Abro mapa de prosa, tendré que aprender jeroglíficos?
Sabes que en mi Torá no me va el poliamor.
Amén, mi única respuesta.
Del susto perdí mi cepillo.
Debajo de mi túnica sólo pienso en tu boca,
en perder mi brújula, perderme en la punta de mis ganas
y en cada uno de los nos inciertos de la ley contigo.
Amen, mi única respuesta.
Incendia tus ojos conmigo en Babel.
Hogueras de risas alforjadas, sobrarán cinchas,
pegaré tus lunares borracho al verte.
Seis iris hacia el infinito seremos
Amén, mi única respuesta.

Nota en la nevera:
Os dejasteis la puerta abierta.
Siento incomodar.
Sirva la nota de recibo.
Arcángel San Gabriel.

Lydia Merchán Yuste
Grupo A


Aracne

Rompí con la tradición familiar.Nunca quise ser pastora de ovejas. Los dioses me otorgaron manos ágiles y una mente en la que no dejan de surgir imágenes bellísimas.
Estiro la lana en hebras finísimas, giro la rueca, me sitúo ante el telar y mis manos comienzan a bailar.Se suceden las horas, una tras otra, pero el tiempo no existe; sólo mi tapiz, sólo mi imaginación.
Los dioses del Olimpo, incluso su esposa, Hera, conocen las aventuras amorosas de tu padre, Zeus. Él mismo no las ha ocultado.
Destruíste mi tapiz.
Me condenaste a tejer una y otra vez la misma tela.
A lo largo de esta década he comprendido el gran error que cometí, intentando igualarme a tí.
He comprendido, he aprendido y me he arrepentido.
Y ahora Atenea, inventora del bordado, protectora de los artesanos, diosa de la sabiduría, defensora de la inteligencia frente a la fuerza bruta, te pregunto:
¿Es propio de una gran diosa con tamañas cualidades el ser cruel y vengativa eternamente?
¿Eres más feliz, más protectora, más sabia, más inteligente, recordando el castigo que me infringiste?
En una ocasión fuiste compasiva conmigo, evitando mi muerte.
¡Apelo a tu clemencia! Si decides devolverme mi forma humana, dedicaré mi vida entera a venerar a los dioses y reparar la ofensa cometida.
Si no es así, aceptaré humildemente mi destino.

María Luisa Fidalgo
Grupo B


Nota en la nevera

Cuando mires la nevera
vas a encontrarla vacía,
no hay nada en la estantería,
ni tampoco en la fresquera.

No hay ni gota en la aceitera.
Me he comido la sandía,
me he bebido la sangría,
he apurado la lechera.

Todo me lo he acabado,
el pan, la carne, la fruta,
el embutido, el pescado.

Como soy un hideputa
ni dinero te he dejado,
y emprendo una nueva ruta.

Manuel Medarde
Grupo A


22

Esta mañana soleada del mes de Abib me encuentro deambulando por el monte Moriah cuando veo encaminarse hacia la cumbre a un anciano acompañado de un niño, entre nueve y once años, un grupo de sirvientes y un asno cargado de leña. Con el natural recelo me escabullo entre los roquedos, sin perder de vista en ningún momento el deambular de esa extraña cuadrilla. Llegados a mitad de la ascensión veo con perplejidad que los sirvientes descargan la leña y el anciano la pone sobre los hombros del niño, tomando a continuación un cuchillo y el fuego necesarios para ofrecer un sacrificio. Ambos continúan la ascensión, dejando el asno atado a una acacia y al resto de las personas almorzando, una buena comida a base de pescado asado con hierbas, pan ácimo, lentejas, yogur, nueces e higos secos. Intrigado, intento permanecer oculto mientras voy acercándome a la pareja, hasta llegar a su proximidad justo en el momento en que puede escucharse la siguiente conversación:

- “¡Padre!”
- “¿Qué quieres hijo mío?”
- “Llevamos el fuego y la leña; pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?”
- “Dios se proveerá del cordero para el holocausto, hijo mío”

Estas palabras espolean todavía más mi curiosidad por el afán que puede haber traído a ese muchacho espabilado y a ese hermético padreabuelo hasta estos páramos pedregosos en las tierras de Judea. Una vez llegados a la parte más alta, veo con estupor que el anciano, parsimoniosamente y en silencio, con mano experta levanta un altar, prepara la leña, ata a su hijo y lo pone encima de la leña. Cuando finaliza, levanta el cuchillo para sacrificar al niño y yo me quedo paralizado por el horror, hasta tal punto que al oírse una potente voz proveniente de una nube negra y amenazadora, que grita –“¡Abrahán, Abrahán!”-, pierdo el control y me precipito desde la roca en que me había encaramado, cayendo en un matorral en el que me quedo enredado, temblando atemorizado. Sin alterarse, el anciano a punto de convertirse en parricida, responde:

- “Aquí estoy”.

La voz proveniente del nubarrón oscuro dice:

- “No lleves tu mano sobre el muchacho, ni le hagas mal alguno. Ya veo que temes a Dios, porque no me has negado a tu hijo, tu hijo único”

En ese momento es cuando el anciano levanta la vista y clava sus ojos en mí, los entorna ligeramente y con un leve gesto me trasmite lo que va a suceder a continuación. Se aproxima, me agarra por los cuernos y de un golpe certero me secciona la yugular. Mientras me desangro, poniendo como corresponde ojos de carnero degollado, pienso con tristeza:

- “¿Es que este Dios del tal Abrahán no tendrá otra cosa en que entretenerse?”.

Manuel Medarde
Grupo A


La Adúltera 

Amé y me amaron,
Yo, al menos, lo creí así
pero no me perdonaron
que fuera por ahí dejando
esposas heridas y ultrajadas.

Ante un tribunal me llevaron
para juzgarme, sin piedad.
Me condenaron a morir
lapidada, ante la chusma
un radiante día de abril.

Pero ese día estando todo
dispuesto para cumplir la sentencia
apareciste Tú, mi adorado Jesús,
tus ojos me miraron
con un infinito amor.

En la arena escribiste
con un palo de abedul
que quien esté libre de pecado,
tire la primera piedra
y nadie osó a tirar ninguna,

Se fueron retirando, avergonzados
con sus manos vacías
a sus casas frías,
mientras Tú me abrazabas
y exhortabas a cambiar de vida
para seguir el camino de la virtud.

Prometí seguir tu camino
de bondad y rectitud,
pues después de esta lección
solo puedo ofrecer al prójimo,
tus enseñanzas de amor.

Marian Pérez Benito
Grupo Ä


Reivindicación de Pandora 

Era bonita, elegante y tentadora y no supe por qué me la entregaban.
No sospeché que era parte de una venganza.
Para que sirve una caja si no es para transportar algo o guardar alguna cosa.
Aquel dios con alas me dijo que no la abriera. Viniendo del Olimpo- pensé yo- se trata de algún regalo envenenado.
No quise jugar a su juego, a la obediencia ciega, a la sumisión eterna.
Los misterios están para tenerles miedo o para despejarlos, y yo dotada con lógica e inteligencia, no podía vivir con la incertidumbre, con la oscuridad.
Descorrer el telón, abrir la ventana, atravesar el umbral y despejar las dudas: afrontar la libertad.
Y la abrí, la cajita, la abrí.
Aparecieron sombras, miedos, sufrimiento ¡¡y la muerte¡¡.
El precio de ser desobediente y libre.
Querían que permaneciéramos en la infancia eterna, en la inocencia estúpida.
Pandora, liberadora de sombras y miedos. .
Prometeo robó el fuego y yo acabé con las mentiras

Firmado: Pandora

Aurora Martín Fiz
Grupo C


Nota (This is just to say de W C Williams)

Esto es sólo para decirte
que desobedecí
a quien me urgió a escribirte
- carta de despedida -
… sólo para decirte
que aún no he encontrado el modo
-ni el sentido- para decirte adiós.

¿Has hallado reposo?
¿Llega hasta ti mi ser cuando te nombro
a veces en voz baja?

Sólo me habla la luz.
La acojo y luego cierro
los ojos, y te acojo.
Mas siento que no puedes
tomar mi mano a ti
tendida, y permanece
callada, solitaria.

Marian de Vicente
Grupo B

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