Hasta (casi) cien bichos. Literatura y humor

La sesión de esta semana estuvo dedicada al humor, al absurdo, al disparate. Y nos reímos y mucho pero llegamos a la conclusión de escribir historias humorísticas es un asunto muy serio.
Tomamos como referencia algunos álbumes y libros destinados para niños como La aventura formidable de un hombrecillo indomable de Hans Traxler, Finn Herman de Mats Letén, El libro de los guarripios de Arnold Lobel y Hasta (casi) 100 bichos de Daniel Nesquens publicado por la Editorial Anaya. Gemma Lluch escribió en la revista Babar una reseña de este libro. 



Destacamos este párrafo:

¿Qué hacen de esta obra un placer altamente recomendable? Los juegos de palabras (“El mapache no tiene nada que ver con el sioux, ni con el cheyene, ni con el navajo. Tal vez, algo, pero muy poco, cogido por el cuero cabelludo, con los pies negros”), la deconstrucción de definiciones (“Esta claro que el Nueve es un número. Un adjetivo-nombre numeral que designa siempre, aproximadamente diez cosas”), las asociaciones de ideas que creía imposibles (“La Nutria es un animal carnívoro que habita preferentemente en las aguas dulces. Ya sean de río, de pantano, de marisma, de laguna, de botella. Cosa que le viene de perlas para cuando tiene sed.”), la mezcla de referencias tanto literarias como geográficas o cinematográficas (“La versión cinematográfica del murciélago es el Vampiro”), la mezcla imposible de lenguaje técnico y sabiduría popular (“Este quiróptero caza emitiendo un sonido muy agudo que nosotros no podemos oír, ni siquiera poniendo la oreja encima de las vía del tren.”) y sobretodo la destrucción de tópicos o los absurdos cuya documentación transforma en cuasi verosímiles que transitan por todo el libro. O el humor (“Esto significa que si alguna cadena de televisión consigue filmar este carnívoro vivérrido tiene la obligación de pasar las imágenes en horas de máxima audiencia. Entre las 3 y las 4 de la madrugada, y por el UHF.”), un humor inteligente, difícil de encontrar, que te sitúa la sonrisa en la boca, en el ánimo y en el cerebro.

Dejamos por aquí algunos textos de dicho libro:

Bisonte

El Bisonte es un rumiante americano que vive cerca de las vías de los trenes, pero no pita.
Este bóvido parecido al toro tiene poderes insólitos y siempre sabe qué tren va a llegar a su destino con retraso, incluso antes de que salga de su estación de origen. Y si hay algún médico entre el pasaje.
El bisonte todavía no se cree que el hombre ha pisado la luna. Este asunto es constante en sus tertulias, junto con la permanente duda de saber la fecha exacta de la muerte de Toro Sentado, que imprevistamente murió de pie.
El bisonte se parece al dromedario en que también nene un abultamiento en la parte alta del lomo, pero a diferencia del animal que habita en el norte de África, la giba, la chepa, la joroba del bisonte es producto de algo que ha comido y le ha sentado mal.
Bisontes, lo que se dice bisontes, no habrá más de cinco mil millones. Seguro. El bisonte es al toro lo que la cebra al caballo, o algo así. ¿Sabrá el bisonte de la existencia de San Andrés de Teixidó? ¿Y de la Santa Compaña? ¿Y que el bandido Fendetestas es uno de los protagonistas de El bosque animado?

Jaguar

Jagüar yu?
El Jaguar es un mamífero carnicero félido, con las uñas agudas y retráctiles, que vive en América. A pesar de vivir en este continente jamás ha estado en una entrega de Oscars.
Una tarde de principios de septiembre el jaguar corrió al quiosco más cercano a comprarse el primer fascículo de Inglés para tontos. A finales de noviembre desistió.
Es muy habitual confundir un jaguar con un chevrolet, o con un guepardo. Para no caer en esta equivocación les recomendamos el canal temático de televisión Todo jaguar T.V., 24 horas dedicadas a este mamífero de tan mal genio. Qué desayuna el jaguar, qué almuerza el jaguar, qué merienda el jaguar, qué cena el jaguar, qué pesadez, qué bicarbonato…
El jaguar combina las habilidades de la pantera, del tigre, del guepardo. Es una bala corriendo y no para hasta que se encuentra un semáforo en rojo. El jaguar, a diferencia de los humanos, suele respetar los pasos de cebra.

Japuta

La Japuta es un pez pelágico del Mediterráneo de color negruzco, aplastado y de forma ovalada. es algo feo, tiene muy malas pulgas y vive en aguas poco profundas. A la japuta le podrían haber designado con otro nombre más decoroso: jamera, jabrón, jarica, zorraja… Cualquier nombre menos esta designación rayana en lo soez, en el mal gusto.
Así pasa, que la japuta tiene que ir por el fondo del mar con la cabeza agachada. Pusilánime. No se atreve a hablar con nadie. Con la mirada baja, como buscando caracoles. Y la pescan. Desde el barquito, el pescador andaluz de rostro moreno, lanza su sedal y la captura. Y la japuta no dice ni que sí ni que no. No dice esta boca es mía y este cebo es suyo. Cuando el pescador, con un cigarrillo a medio consumir en los labios, la vende en la lonja, le cambia el nombre. La llama de cualquier manera menos japuta. Chicharro, mojarra, pelaya, castañeta, sorel, pez espada, zapatero, a tus zapatos.
“Oh qué linda palometa. Me la llevo entera”, dice una señora esbelta, blanquecina, con el pelo cayéndole sobre la espalda. “Qué jurel más fresco”, señala el propietario de un chiringuito de playa, con una panza que parece un luchador de sumo. “¡Mira, mamá, una japuta!”, exclama un niño, de piel suave y rosada. ¡Plaaf! “No se dice japuta, se dice castañola”, dice la madre mirándose la mano.

Mencionamos varios artículos que reflexionan sobre el humor como "Literatura y humor" de Paulina Juszko (poeta, narradora y ensayista argentina) publicado en "Las nueve musas", "El humor y la literatura. Una cuestión muy seria" de Borja Alonso (químico, nutricionista, polifriki) publicado en "Caja de letras" y "Cómo escribir historias disparatadas" de El Asombrario & Co. publicado en el blog de Escuela de Escritores.

Y para ensayar con nuestro propio humor hablamos y practicamos el limerick, una forma lírica tradicional del pueblo irlandés instituída por el poeta Edward Lear. Un ejemplo de limerick, del libro "Niños raros" es el titulado "El niño koala":

Hay en Australia un extravagante koala
que cuando estornuda dice en alto: ¡hala!
Es alérgico y adicto
a las hojas de eucalipto.
Aquel koala que a los troncos escala.

En el primer verso presentamos al personaje (ficticio o real), en el segundo indicamos alguna peculiaridad o característica del personaje (o también alguna situación curiosa en la que se ve envuelto), en el tercer y cuarto verso desarrolamos dicha peculiaridad o característica (o mostramos la reacción que produce su comportamietno) y en el quinto verso cafificamos al personaje o expresamos el resultado de su acción o la reacción que ha producido. Veamos algún otro ejemplo de El libro de los Guarripios de Arnold Lobel, traducido por Miguel Azaola: 

Un cerdo algo viejo escribía
historias de noche y de día
y con sus colores
disfrutaba horrores
pintando los cuentos que hacía.

Había un cerda en Tudela
que hacía pastel de ciruela.
¡Y cuántos vecinos
-marranos, cochinos-
comían pastel de la abuela!

Un cerdo andrajoso y reviejo
cocía en la calle un pellejo.
El guiso apestaba,
pero a él le gustaba
aún más que el suflé de cangrejo.

Hablamos también de Jorge Llopis y sus libros, un autor que escribe para adultos y que maneja mejor que nadie la parodia, la ironía y el humor. Algunos de sus libros son Las mil peores poesía en lengua castellana o La rebelión de las musas. Dejamos aquí una muestra de este último libro:

Los nativos de Corfú
se tratan de tú a tú.

En cambio, los de Haití,
se tratan de ti a ti.

y es que la vida es así,
en Haití y en Corfú,
o en Corfú y en Haití.

Pues, por ejemplo, en Corfú,
los morrongos hacen ¡fu!

y los gatos de Haití,
hacen al tocarlos ¡fi!

Sin embargo en Alcalá,
los gatos que hay por allí,
dicen que ni ¡fu! ni ¡fa!

Los clarines de Haití
hacen todos ¡tararí!

En cambio, los de Corfú,
hacen todos ¡tururú!

Y es que la vida es así, 
en Haití y en Corfú,
o en Corfú y en Haití.

Unos a César Cantú
le llaman César Cantí;
otros a Jacques Tatí
le llaman Jacques Tatú.

En Haití, berbiquí,
pero en Corfú, berbicú;
los primeros, maniquí;
los segundos, manicú.

Y es que la vida es así,
en Haití y en Corfú,
o en Corfú y en Haití.

En Haití crece el bambú
y en Corfú, el ajonjolí.

Sin embargo, en Alcalá,
ni ajonjolí ni bambú,
ni pepinillos, ni ná.



Propuesta de escritura

Escribe un texto humorístico que nos despierte una sonrisa o una carcajada. Puede ser un microrrelato, un relato o un poema.


Estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:


¡A las armas, que viene el enemigo!

El subteniente García irrumpió súbitamente en el despacho del coronel Palacios de Villafranca al grito de – “¡A las armas, que viene el enemigo!”. Sin inmutarse, el coronel procedió a atarse los relucientes zapatos de charol negro, se sonó las narices con un estruendo de artillería pesada, trasegó de golpe la copa de coñac que siempre tenía preparada encima de la mesa de formica de su despacho, solemnemente se ajustó la guerrera, colocó sus medallas en la pechera y con voz cortante le dijo al subalterno – “Me voy a orinar”. Las cataratas del Niáraga sonaron al otro lado de la puerta, en la que un letrero indicaba – “Aseo privado del coronel Palacios de Villafranca”, aunque el subteniente llegó a vislumbrar una cama de un metro cincuenta, una camilla, dos butacas, una librería, un equipo de música que quitaba el hipo y una silla con un revoltijo de de lencería fina. Al salir, sin mediar palabra, el coronel recogió las llaves de seguridad de una cajita plateada, se aproximó a la caja fuerte disimulada detrás de un cuadro que representaba una escena de la batalla de Lepanto, tecleó un número de cincuenta y tres dígitos, giró las tres llaves y con energía digna se su graduación, abrió la puerta. En el interior había tres estantes, el primero de los cuales contenía una serie de sobres con llamativos sellos de color rojo: “SECRET”, “TOP-SECRET”, “ULTRA-SECRET”, “ULTRA-TOP-SECRET”, “SECRETÍSIMO”, “ULTRA-SECRETÍSIMO”, “ABRIR SOLO EN CASO DE GUERRA”,… el segundo estante contenía un montón de pequeños ingenios electrónicos: pen-drives, interruptores digitales, teléfonos inteligentes, teléfonos superinteligentes, teléfonos superdotados, tablets, trasmisores,… y el tercer estantes contenía objetos diversos. El coronel Palacios de Villafranca recogió algunos de estos últimos y los colocó sobre la mesa, los observó detenidamente, calibró cuáles serían los más necesarios y seleccionó entre ellos las armas más adecuadas: el tabaco, el mechero, dos envases con cremas, una toalla y la caja de preservativos, y se dirigió nuevamente hacia el aseo. Mientras traspasaba la puerta ordenó al subteniente García – “Dígale al enemigo que pase al aseo” – y se adentró en su particular campo de batalla dispuesto a realizar varias escaramuzas conjuntas.

Manuel Medarde
Grupo A


Y vinieron los sarracenos…

El 23 de mayo del año 844 los sarracenos al mando de Abderramán II derrotaron al rey Ramiro I hijo de Alfonso II el Casto.
La narración para la época fue más o menos como sigue: cayeron muchos de los nuestros a causa de los pecados por ellos cometidos, maltrechos y heridos los demás, nos dimos en huir y sin orden llegamos al Collado que llaman Clavijo.

Un escudero bastante leído, mandó el siguiente reportaje a sus familiares y amigos:

Yo estaba a Dios rogando
y vi las flechas pasando.
Todos los moros corrían
y los cristianos huían.
Vienen con el mazo dando.

Al apóstol invocamos
y en su nombre luchamos.
La batalla se perdió
y el apóstol no acudió 
¡Hay que folgarse! cómo estamos.

Hay espías en cada esquina,
que podrían ser mi ruina.
No hay todavía Inquisición
pero ya no tienen compasión
Empiezo a oler a chamusquina.

Os cuento este relato
desde el anonimato.
No puedo decir mi nombre
por mucho que os asombre.
No quiero quedarme chato.

José Luis Fonseca
Grupo A


Declaración

Mire usté señore juece, me he atrevido a escribir esta declaración porque en el RUDI estamos haciendo un curso de escritura en Lectura Fácil , que quiere decir que tienes que escribir pa que lo entienda to dios y además, explicar las palabras raras. Por ejemplo, RUDI que no creo que usté sepa qué carajo es. (¡Se me acumula el trabajo! RUDI son las iniciales –las letras por las que empiezan– de Residencia Urbana para Deficientes Intelectuales. (Deficientes somos los que estamos a falta de un hervor –eso me decía mi madre–. Intelectuales no sabría bien decirle. Carajo se me ha escapado que bien dice la Mamen, la monitora de Lectura Fácil, que no se pueden escribir tacos. ¡Ay, como cuesta escribir correctamente! Correctamente quiere decir bien).

Bueno, a lo que iba, que quiero contarle lo que sucedió de verdad de la buena. Estaba yo con la Olga, una compañera del RUDI (ay dios, que en este mismo instante me acuerdo que ya no se llama así, que ahora es el DUPPFD, Domicilio Urbano Para Personas Funcionalmente Diversas, pero pa mí que es mucho más fácil decir lo de RUDI) y va y me suelta: “¿Por qué no me depilas tú las axilas? (Esos pelillos que quedan debajo del nacimiento del brazo). Es que el chino de abajo me casca treinta euros”. Y luego siguió con el rollo de siempre, que si la sociedad capitalista, que si tráfico de dinero hacia el extranjero, que si la política expansiva de China… (Expansiva es cuando te pones en el balcón a tomar el sol). Y siguió: “Que si luego viene Hing (que es el chino de abajo) y le compra nuestro piso a la Generalitat y luego nos echan a la calle pa hacer un piso turístico. (Que es un piso que los turistas usan pa el despiporre. Despiporre es una juerga desorbitá. Bueno, ya me cansé de dar explicaciones).

Tuve que decirle a la Olga que sí porque me iba a acabar explotando la cabeza, lo mismo que cuando me dio el brote, que estaba yo en segundo de la ESO y me iba requetebién y de golpe, sin avisar, pues el brote esquizo (que se te va la cabeza mucho, mucho).

Pues eso, que nos pusimos a lo de la depilación. Mientras ella se expandía en bikini en el balcón yo calenté la cera, pues fría no sirve pa na. Cogí un palito y le puse un poco de cera en el sobaco (los pelitos de antes), pero como la Olga es una exagerada, se puso a hacer aspavientos (o sea, a gritar y a bracear como una loca. Perdón, persona con cordura diversa, que yo soy muy políticamente correcta). Y en uno de estos braceos mandó el cuenco de la cera a tomar por c, volando hacia la calle. El tarro cayó sobre el pararrisas de un coche (el cristal que va delante, no sé de qué le viene el nombre), y se hizo añicos (que no son años pequeños, sino trozos chicos, chicos). La cosa no quedó allí que el tarro rebotó y fue a car sobre el pie de el Hing, que estaba sentado delante de su bazar-salón de belleza. Los chinos deben ser muy sensibles a la quemazón pues se puso a berrear como una oveja, a gritar cosas en chino y alguna palabra en otros idiomas como “collons” y “putas”. (Me dijo la Mamen que si tenía que poner tacos los envolviera con comillas que así hacían un efecto más fino). El chino echó a correr despavorido (sin echar vapor) dando alaridos (como ladridos, pero de persona humana). El pobre iba tan atolondrao (como un pollo sin cabeza) que dobló la esquina (es una forma de hablar: le dio la vuelta, no la torció) y como iba a toa hostia se dio de bruces (en tos los morros) con el mosso de escuadra Bofarull que tiene fama de quisquilloso (no es que le gusten las quisquillas, es que no aguanta ni una avispa en los cojo, testígulos).

En refinitiva, señore juece (ya ve que soy feministe y no me someto a la discriminación machista) que Bofarull detuvo a Hing dos veces, primero lo paró en la calle y luego se lo llevó a comisaría. Y le ha dicho que lo va a deportar (que es mandarlo a su país haciendo deporte, es decir, corriendo a toa leche).

En concusión (dice el diccionario que es una exacción arbitraria hecha por un funcionario público en provecho propio. ¡Yo no puedo explicar más!), señoría (una cosa entre señora y señorita), que digo yo que podía usté hacer el favor de sacar al chinito del trullo que, al fin y al cabo primero, no ha hecho maldad ninguna y está el negocio desatendido que tengo que ir hasta la Diagonal pa comprar el tabaco.

Quede usté en buena salud mientras nosotras aguardamos (esto lo he copiado y no sé muy bien que es lo que tenemos que guardar) su sentencia. Ya veo que hace lo mismo que mi abuela que era muy sentenciosa.

Fdo. Francisca Briones Iglesias

Texto inspirado en la novela: Lectura Fácil de Cristina Morales. Premio Herralde de Novela 2018 y Premio Nacional de Narrativa 2019.

Pepe Lorenzo
Grupo B


El abuelo Macario

En estos tiempos, cualquiera, incluso el más pesimista, confía en vivir noventa y más años en sana salud. Es más, noventa ya van pareciendo pocos a más de uno. Un caso especial es el de Rubén Carcelo, a quien le ha dado por decir que para él habrán de ser ciento diecisiete; lo afirma en plan jocoso pero en su fuero interno confía en alcanzar esa meta. Lo calla prudente como es lógico; no está de más la sensatez cuando dejas de ser niño y estás a punto de ingresar en la Universidad. Menuda montarían los escuchantes, podría ser tomado por el pito (cuadrado) de un sereno.

Pero él bien sabe. Un par de años llevaría su abuelo Macario (en realidad era bisabuelo) sin pregonar la broma de que pensaba celebrar… pues eso, el ciento diecisiete aniversario de su venida al mundo. Un par de años de mudez como se dice, cuando lo va a ver un día al pueblo y se lo encuentra en el portalillo, sentado al sol en su sillón favorito de mimbre de Villoruela. Parecía un poco tristón, moquicaído, el periódico a un lado y tiempo no habría tenido de leerlo de pe a pa como a él le gusta. De modo que le ofreció sentarse con él un ratillo. «¡Ah!, por mí encantado, Rubencito. Y hablamos de…».

Eso estaba claro, habría de “darle clase” una vez más de nuevas tecnologías, su pasión. Qué cabeza la del abuelo, a sus años. De modo que sacó el móvil, mientras le aceptaba una pastilla juanola. «Para mí no hay otra medicina, hijo, las tomo desde que tengo uso de razón y ahí se acaban todos los males». Fueron casi dos horas hasta que los avisaron para comer. Todo resultó que mejor imposible. Al terminar, el abuelo Macario parecía otro y se soltó aquello tan guay de: «Hay que ver qué adelantos, lo que llegaremos a ver. No sabes cómo te agradezco, Rubencito, que me saques de ignorancias. Pero me daría rabia que lo hubieras hecho por lástima, porque sabes que pasado mañana Dios mediante cumplo los ciento diecinueve. El tiempo es que se ha puesto a correr como loco».

Pascual Martín
Grupo B


Texto corto de humor

Para largo el espagueti y para corto el macarrón, pero la mejor “pasta” la que se gasta; en viajes y tapeos en mesas animadas, ¡eso no falla…!
Atrás se levanta una mano, disiente el caballero, no pasa nada, usted lo gaste donde le de la real gana, que eso es la democracia. ¿ Y tú, en que te gastas la “pasta”.

María Victoria Guinaldo
Grupo B


Bizcocho rápido en tiempos de crisis*

*Receta escrita a mano y hallada por casualidad entre las páginas de un ejemplar del famoso libro de recetas de cocina de Karlos Arguiñano “Cocina Día a Día”.

Ingredientes:

— 3 huevos
— 200 gramos de azúcar
— 170 gramos de harina
— Cien gramos de aceite de girasol (en su defecto de oliva)
— Un yogurt natural o de limón
— Un pellizco de sal
— Un sobre de levadura Royal
— Vivir en una comunidad de propietarios bastante numerosa

Preparación:

1º- Durante los dos meses anteriores al día elegido para hacer el bizcocho procurar mantener una relación amable y cercana con todos los vecinos que sea posible, prodigando sonrisas y siendo amable abriendo puertas y ascensores, sobre todo a la gente mayor, mostrando vivo interés por la salud y sin perder ripio, siempre que se pueda, de lo que llevan en las bolsas con la compra.

2º- Una hora antes de empezar a hacer el bizcocho, hacer una lista de los vecinos a los que se va a solicitar una ayudita para sacar la empresa adelante. Es importante clasificarlos, ayudándose de la intuición, en función de la pinta de desprendidos que tengan.

3º- Hecha la lista, coger los únicos “ingredientes de cosecha propia” que se precisan para hacer el bizcocho: un bol y una bolsa de plástico.

4º- Llamar a la puerta del vecino más tacaño y pedirle un pellizco de sal. Es poca cosa, no se negará. Basta con que te lo ponga en la mano. Cuando cierre la puerta, echar la sal en el bol y dejar el bol en el rellano de la escalera entre piso y piso.

5º- Afrontar la operación “huevos”: Llamar a un vecino y pedirle un huevo, con la excusa de que tienes todos los ingredientes a falta de ese huevo y que sin él se echará todo a perder. Presionarlo si se resiste, diciendo que es un bizcocho para un mercadillo solidario o similar. Si el vecino se muestra agradable y participativo, es importante mostrarse simpatiquísimo. Cuando te dé el huevo, ir al rellano y echarlo en el bol, tirando la cáscara en la bolsa de plástico. Repetir la misma operación para conseguir los otros dos huevos.

6º- Una vez que se tienen los tres huevos, meditar cuál de los tres vecinos se ha mostrado más risueño.

7º- Llamar a la puerta de un vecino, uno de esos con los que te llevas bastante bien, y pedirle medio vaso de azúcar. Poner cara de agobio, que se vea que es una cuestión de vida o muerte. Si te lo da, le dices que te has equivocado por un lapsus y que lo que quieres es medio vaso de harina. Cuando llegue con la harina, le dices que no tienes claro lo que te falta pero que esa misma noche le devolverás los vasos. Le sentará mal, pero por no agriar la relación de vecindad no te dirá nada. Es más, te dirá que no te preocupes. Luego ir al rellano y echar el azúcar y la harina en el bol.

8º- Volver a llamar a la casa del vecino que se mostró más risueño al darte el huevo y pedirle aceite de girasol. Si no lo tiene, se lo pides de oliva. Ahora la excusa es que tú tienes pero hace tanto que no lo usas que huele a rancio y se te puede echar a perder el bizcocho. Luego ir al rellano y echar el aceite en el bol.

9º— Llamar a casa de una vecina, tiene que ser vecina y muy mayor, y pedirle el sobre de levadura Royal. Es imposible que no lo tenga. Pregúntale por el reúma y ofrécele un manta. Se queda muy bien y ella se sentirá muy feliz aunque seguramente tendrá sesenta mantas en los altillos.

10º.- Llamar a la casa del vecino tacaño y pedirle la batidora. Te la dejará. Al fin y al cabo él no pierde nada y hace un favor. Le das mil gracias con la promesa de devolvérsela en un rato como los chorros del oro.

11º- Buscar un enchufe en el rellano de la escalera o por donde están los trasteros del edificio. Es un sitio oscuro pero siempre hay alguno. Batir todos los ingredientes durante tres minutos hasta que la masa esté en su punto.

12º- Llamar a casa del vecino cinco estrellas, ese con el que mejor te llevas y al que más has adulado en los dos últimos meses, y decirle que tienes el bizcocho hecho pero que no te funciona el horno. Pídele con descaro que te lo hornee. No dar un paso atrás y a ser posible entrar derecho a la cocina dando por hecho que te va a hacer el favor. Darle palique mientras tú mismo pones el horno para que no se tenga que molestar. Luego te sientas en una silla de la cocina y, con suerte, te sacará una cerveza.

13º- Cuando salte la alarma del horno, sacar el bizcocho, dar las gracias al vecino y volver a casa.

Importante: para volver a hacer otro bizcocho de estos, esperar que pasen por lo menos dos años, salvo que te hayas mudado a otro edificio.

Óscar Martín
Grupo A


En campaña

La democracia pragmática y asimétrica actual, indica que la atonía transitoria regresiva nos llevará a una interfase persistente y deteriorada.
Ante la convergencia exógena, hemos de compensar esta contingencia arrítmica.
Pueblo llano: Apelo a vuestra perspicacia; ¡Votad a mi fáctico partido!
(Ovaciones sistematizadas y hurras planfetarios: ¡CLOC, CLOC, CLOC;BEE, BEE, BEE !)

María Luisa Fidalgo
Grupo B


Poseído por Cupido

¡Atiéndame! hermosa dama
Solo quiero alabar vuestra belleza
sin que por ello pierda la cabeza
ni quiera con vos compartir cama.

Ya sé que piropear está prohibido
En este mundo por leyes compungido
Que no está bien visto
Que un hombre os tire el pisto.

Pero ¿qué queréis? si vos me provocáis
a ese cuerpo serrano
quisiera meterle mano
pues de mi lo peor sacáis.

A la policía voy a entregarme
ya no puedo controlarme
En un instante voy a morderos
Como se muerde a los corderos.

¡ZAS! Sonaba tremendo guantazo
Mientras yo caía a vuestro regazo.
He muerto, lo se
Me habéis zurrado, lo se.

“Contesta voz de hombre”
Levantaos del suelo caballero
Dejad de rebuznar
Que hacer saña con vos no quiero
Os lo advierto, os vuelvo a derribar

Tal vez la obscuridad de la noche
os ha nublado el juicio
y os ha metido en este picio
del que no saldréis sin reproche.

¿Cuánto vino habéis bebido?
que se os ha subido el Cupido
no habéis visto que soy hombre
So pollino, de mente pobre

“El protagonista desde el suelo contestaba”
Perdonadme campeón
Esa larga cabellera
Y al trasluz la capa falda pareciera
Se me ha nublado la razón

¡ay! Que tragedia la mía
Que confundí un boxeador,
lo quise llenar de amor
Y al instante al suelo caía.

Juan Manuel Elvira
Grupo C


!Joder con los abuelos!

Agapito, había sido pastor toda su vida. Pastor de los de antes, cuando estaba en la finca, salía antes del amanecer para el campo y cuando volvía ya había anochecido, y luego tenía que ordeñar y preparar el establo. La mujer siempre le acompañó en sus labores, hasta que empezó a tener hijos, nada menos que ocho. Con el paso de los años, 6 hijos hicieron distintas carreras y se fueron a vivir a la ciudad, los otros dos estaban solteros y se quedaron en el pueblo con la labor y las ovejas. Consiguió hacer un gran patrimonio, de fincas, ganado, pisos y dinero en efectivo.
Agapito cumplía años el día de Navidad, y allí estaban todos los hijos con las mujeres para celebrar los 90 años de Agapito. Al terminar la cena y en los brindis correspondientes de felicidad, amor y prosperidad para el próximo año, Agapito se puso de pie y con la copa en la mano, dijo a todos los presentes unas palabras.
“Hijos, tu madre y yo, vamos teniendo una edad y os vemos a todos contentos y felices, pero ninguno de vosotros tiene hijos, que como deberíais saber a tu madre y a mi nos encantan lo niños, y hasta ahora no tiene pinta esto de que conozcamos a ningún nieto antes de morirnos. Por eso os debemos decir que hemos estado haciendo testamento y todos nuestros bienes los hemos dejado para que se lo repartan los nietos que tengamos, cuando hayamos fallecido los dos.
Pasó un año, y llegó de nuevo el cumpleaños de Agapito, y allí estaban todos, habían nacido 4 nietos y dos nietas, los solteros estaban casados y tenían a las mujeres embarazadas de varios meses.
Pero lo que no sabían los hijos, era, que el testamento de Agapito y su mujer, contenía una cláusula, que les quedaría a todos con la boca abierta.

Luis Iglesias
Grupo B


Una pareja de urbanitas

Una pareja de urbanitas, se fueron con su tienda de campaña a pasar un fin de semana a los Picos de Europa. 
Después de un agradable viaje de tres horas, decidieron hacer un alto en Arenas de Cabrales y después de un suculento almuerzo en el que no faltó el queso y el jamón, regado con unos culines de sidra escanciados con mucho arte por el tabernero, la pareja se dispuso a buscar un lugar en el monte para montar su tienda canadiense de cuatro plazas. Con bastante habilidad la tienda quedó dispuesta para pernoctar en ella. La pareja marchó a dar un paseo por tan idílico lugar y entre charlas y risas caminaron por senderos y riscos. 
Llegaron a un valle desde el que se veía, majestuoso el Naranjo de Bulnes. Era tal la belleza del lugar que invitaba a la calma y a la serenidad pero ese momento se rompió de repente al aparecer unas vacas que no habían visto hasta entonces. Al percatarse de la presencia de los jóvenes una de ellas, con unos cuernos enormes, salió corriendo hacia ellos. El joven despavorido le gritaba a la joven: 
- Corre, corre que nos coge el toro y parece bravo. 
En la carrera perdieron sus mochilas, gafas y gorros. Entre los gritos de ellos y los mugidos de los animales apareció el pastor y con mucha guasa dijo: 
- ¡Pero hombre! ¿no le ve las tetas?. Es solo una vaca lechera. 
Estos jóvenes de capital, no tienen ni idea de nada. Un toro bravo ja, ja, ja 

Marian Pérez Benito
Grupo A


Limerick

Érase un caballo de nombre Alazán
que le gustaba a rabiar el mazapán,
se lavaba la cara en una palangana
cuando le daba la real gana
y así, provocaba la ira de Damián.

Un elefante muy elegante
en la trompa se ponía un guante
porque sentía frío
al atravesar el gran río
por el largo puente colgante.

La rana Adita
en la tarta puso una velita
para celebrar su santo
cantando con voz de espanto,
y amenizar así la veladita.

Marian Pérez Benito
Grupo A


La gallina Caponata

La gallina Caponata con su copete de nata,
no quiere bailar bachata.
No quiere ir en avión
y tener un subidón.
Dónde voy, por favor?
Qué gran preocupación! El mundo está a mi alrededor!!
Y en el redil cacareando le dice a su vecino Fernando:
en Utah hay mucho hijo puta,
en Ottawa o Aconcagua que más da si beben agua,
en Brasil se alumbran con candil,
y a contrapaso un kéfir en vaso, por si acaso…
Y viajando? Veré a alguien meando?
Mi gallina Caponata, olvidaste bailar bachata.
Eres gruñona y protestona. Con tu plumaje y testosterona,
a veces gritas, a veces lloras. Que sepas que no estás sola.
De Gran Bretaña a Mauritania yo vuelo a España.
Entre mus y ajedrez, sólo fue un traspiés,
Qué más da si bien o mal o si me caes fenomenal.
Compañera serás en Wuhan o en el Alcaraván.
En Corea entre hojalata, tu tozudez te delata.
No vayas a Japón, ahí no saben comer jamón.
Deme billete a Australia, dice al comprar en Italia,
así quito mi grillete y hago un nuevo amiguete.
Eres flor y nata, si sales de tu “quadrata”.
En este amanacer, no me seas canciller,
que vienes de Mujer.
No grites, mutiladora! canta un ave cantora.
Y sin rectificación, sal de tu sillón,
la televisión te resta inspiración.
Navega en tu fragata con o sin pirata,
deja subir a esa linda mulata igual a ti Caponata,
con sus ojos de gata en tu mundo de regata.
Con fusa o semifusa,
un grito a una rusa, tampoco tiene excusa.
Gallina Caponata por favor!!! baila más bachata.
Es una invitación a la globalización.

Lydia Merchán
Grupo A


Reducción al absurdo

Y subí a mi vagón de tren, según el billete mi asiento estaba invertido, a la marcha ¡claro!, quién habría diseñado algo así.
Cuando sales de la estación, estás llegando; por la ventanilla, el mar desemboca en la montaña, el día tiene forma de luna y el sol oscurece el amanecer.
Se empeñan en hacernos creer, que el tren hace chu, chu, chu...y que el revisor tiene bigote, y que el tipo de la maleta blanca está marginado en el mundo marketing del los equipajes y que siempre hay un señor de negocios hablando de precios, o una abuelita hablando por teléfono cuchi ,cuchi , cuchi, al nieto, por un móvil pic , pac, pic, pic... , a ritmo perfecto de dedo barra muñón, o el joven de talla "oversize" por naturaleza o por moda que se mira de perfil el tatuaje de pavo real incrustado en la sien derecha justo por encima de la dilatación, o un hombre con gafas de sol en día nublado, después de su cita a ciegas previa a una noche de lujuria entre melena aleonada y ojos atigrados en el ecosistema de las sábanas( ¿o es sabana?), o la mujer camello que mastica chicle a ritmo de bachata y además, el niño con carita de conserje que llegará a "ceo" de la multinacional " Meteverso" y sus conferencias serán pura poesía.
Y yo, desde mi rincón de pensar, en medio de aquella jungla, haciendo reducción al absurdo en un asiento contrario a la marcha.

Guadalupe Sanchón
Grupo C


Otro jueves por la mañana

El Señor Calabaza se levanta pronto por la mañana. Hoy es jueves. Es el día de la colada, del paseo por el río y volver al bar y tomarse una copa de vino mientras juega a las cartas con sus viejos (casi centenarios) amigos.
Sale de su cama matrimonial semi-vacía, y se apena por la huida de Carmina, que le abandonó tras decidir que no soportaba la posibilidad de morirse oliendo los pies del anciano. El pobre señor se levanta lentamente, se ducha con gran dificultad (el agua a temperatura media, lo justo para que el baño se llene de vapor) y vuelve al cuarto para vestirse. Se pone unos calzones de su talla, pero tan grandes que parecen enormes, con cuadros grises y rosas. Eran los calzones de los jueves, y los favoritos de Carmina. Abre el segundo cajón de la mesita, y ahí observa su variedad de calcetines, que varían entre los distintos tonos de negro. Elige su color predilecto para el jueves; negro. Después, se aproxima al armario, y entre los muchos pantalones de traje escoge el ocre claro. ¿La camisa? Una de cuadros blanca y azul claro, acompañada, cómo no, de una gabardina larga negra, a juego con los calcetines. Coge su bastón de madera clara (el de los paseos por el río, porque se camufla mejor con los tonos del paisaje) y tras elegir una gorra, regresa al baño para cuidar de su puntiagudo bigote.
Camina muy lentamente hacia la lavandería. Su andar es tan lento que, en los pasos de cebra, los coches le pitan, pero a Calabaza le da igual. Cuando le gritan que se vaya a un asilo, hace oídos sordos, aunque le duela la fracesita. Su querida Carmina siempre le decía lo mismo cuando se enfadaba con él.
Cuando llega a la lavandería, a unos diez minutos de su casa, ha pasado una hora. Cruza el umbral del pequeño local, y sonríe, feliz. El dulce olor de la ropa limpia, el rum rum de la lavadora… A sus espaldas, alguien carraspea, pero el señor Calabaza sabe, sin necesidad de darse la vuelta, quién es.
-Buenas, señora Rucumbú.
-Buenas, señor Calabaza. Camina usted tan lento como siempre.
Calabaza finge que no la escucha y se acerca a la lavadora número tres a vaciar su saca. A su lado, la señora Rucumbú hace lo mismo.
Tras indicar el programa, ambos vuelven a sus asientos, los mismos que todos los jueves, y la señora Rucumbú inicia su monólogo rutinario.
-Ay, señor Calabaza, esta sociedad cada vez está peor. Estaba ayer en el supermercado, ¿no? Y como usted sabrá yo tengo un dolor de pies horribles, por lo que no puedo aguantar mucho tiempo de pie. Pues que estaba de las últimas de la cola, y de verdad que yo quería esperar la cola, pero es que de repente empezó a dolerme muchísimo el lateral izquierdo del calcáneo, a la vez que la córnea del ojo izquierdo, y la rótula de las piernas derecha, la primera costilla flotante, la tercera falange del anular de la mano derecha y la séptima vértebra. Y ya lo sabe usted, yo me llevo muy bien con la Pili, y siempre me atiende primero porque conoce mi condición. Sabe usted qué enfermedad digo, ¿verdad?
Calabaza asiente distraído, sin prestar mucha atención a la señora que dice estar enferma y lo único que le pasa es que está vieja. Mira alrededor de la lavandería, y al fijarse en las lavadoras, le llama la atención que en la de Rucumbú haya una nariz y un par de ojos dando vueltas y más vueltas. Sin embargo, no le presta mucha atención, porque una vez Rucumbú estuvo desvariando media hora sobre un nieto y lo guapo que era, y porque con su monólogo no hay quien le pregunte algo.
-Pues llegan dos jovencitas, que, ¡ay, Calabaza, si las vieses! ¿De estas jóvenes que parece que no tienen padres, con el pelo chillón y con agujeros en la cara? Las típicas que enseñan las tetas en el Congreso, vamos. Pues van ellas y me dicen cuando la Pili se pone a atenderme que me estoy colando. ¡Y encima me tratan de usted, como si fuese yo una vieja!
-Es que de verdad, desde luego con el tiempo todo empeora. Oye, Rucumbú…
-Pues por culpa de esas jóvenes tuve que esperar cinco minutos más la cola, y empezaron a hincharme los pies. Encima luego la rótula debió salirse del sitio, porque escuché como si crujiese, y me dolía todo muchísimo. Pues mira tú, que el dolor no se iba y acabé llamando al médico de cabecera. Le conté todo lo que tenía, que si el dolor de espalda, que si el dolor del calcáneo, el de la falange, el del ojo, ¡y va él y me dice que esos dolores son normales! ¿Le parece a usted normal? Yo con esos dolores que casi me muero y el médico que no tengo nada. Cualquier día me encuentran muerta en casa por algún cáncer que ese inepto no vio. ¡Diez años de carrera que hizo y para nada!
Calabaza sigue ignorándola en su parloteo, concentrado en los dos ojos azulados que giran y giran y giran y giran en la lavadora, casi hipnotizado por ellos y por la pequeña nariz que no sabe de qué es. Está contento también porque aunque Rucumbú sea muy pesada, es su amiga desde hace años, y verla quejándose de todo siempre es señal de que no está tan mal como dice estar.
-…y Bolita de Nieve se puso a jugar con la lana la muy mala. Me enredó todo el ovillo. Y el otro día se subió en la encimera y se puso a comer el atún de mi ensalada. ¿Y qué hice yo? ¡Pues lo mismo que mi padre conmigo! Le pegué una buena cachetada, pero me miró con sus ojitos azules y me sentí fatal. Pues eso, que hoy tengo que ir al veterinario con ella . Está en la cajita esta del suelo. Me agacharía, pero con el dolor de espalda…
Calabaza no escucha sus últimas palabras. Se ha quedado en la descripción de los ojos del gato, y el hecho de que aún no oyó ni un maullido desde que la señora llegó a la lavandería. La nariz que gira y gira y gira, de repente, se parece muchísimo a la de un gato, y al mirar el tiempo que queda en la lavadora, el hombre ve que aún quedan unos quince minutos.
-Rucumbú, escucha, que tu gato…
-Mi gato va a estar perfectamente. Es imposible que tenga enfermedades. Le doy estos cereales que aparecen por la televisión.
-Pero … que no digo eso…
El señor hace todo lo que puede para que le escuche, pero la señora sigue hablando sin que nadie le preste atención, mientras que los ojos y la nariz siguen girando, y girando, y girando, y girando. Calabaza acaba rindiéndose, y deja a la señora con su interminable (y aburrido) monólogo. El señor conoce CD con más silencios que los que da esa mujer.
Tras lo que parece ser una eternidad, ambas lavadoras pitan. El señor rápidamente coge su ropa y la guarda en la saca.
No la va a llevar a la secadora; la puede tender en su casa.
Se cuelga el saco del hombro, y se pone a irse, cuando algo interrumpe su camino; Rucumbú no puede abrir su puerta.
-Espera, Rucumbú, que la ayudo yo.
Mientras él se aleja, la señora empieza a sacar su ropa lentamente y meterla en la saca. Entre todas las camisetas, la bata, el mandilón, los pantalones, las enormes bragas y los sujetadores, saca lo que Calabaza no sabe qué es, por lo que se da media vuelta para enterarse. Su sorpresa es enorme al ver la reacción de la señora.
-Pero ¿esto qué es? No recuerdo tener una boa de pelo.- Rucumbú saca lo que parece ser una bufanda, y al encontrarse con los ojitos y la nariz, grita horrorizada. -¡Bolita!, ¿qué te ha pasado? Esta cosa no eres tú, tú estas en la… -Mira la maleta de transportes, que está vacía.-¡Ay, Dios. mío, que te metí en la lavadora!
La señora abraza llorando esa cosa mojada, que parece una bufanda gorda, mientras el señor Calabaza por fin inicia su paseo de los jueves.
Lentamente, muy lentamente, se dirige al río. En algunos momentos cruza los pasos de cebra en rojo, porque sabe que no le van a atropellar. Cuando pasa al lado del asilo, saluda a Carmina y a sus amigas, que apenas le reconocen. Al pasar por el colegio, mira a los niños con una sonrisa, porque los envidia.
No llega hasta el río hasta que no pasan al menos dos horas, y entonces piensa qué sería de Bolita y de su dueña.
Gira al final del paseo y continúa caminando, hasta volver a la calle de la lavandería. A sus espaldas oye un golpe sordo, y un montón de gritos de la gente de alrededor. Se da media vuelta y se encuentra en el suelo a la señora Rucumbú, llorando y gritando, rodeada de un charco rojo y con las piernas en una posición casi imposible. Se acerca a ella, lenta, muy lentamente, y se detiene a la distancia justa para no mancharse con la sangre sus zapatos de charol.
-¡Vaya, señora Rucumbú! Menuda coincidencia encontrarnos de nuevo. ¿Ya te dijo algo el veterinario?
Pero Rucumbú sigue llorando en la misma posición, pidiendo que alguien la ayude, mientras casi todo el vecindario pasa a su lado sin decirle nada.
-Me tomaré eso como un no.-Hace una pausa. - Se quedó el día bonito, ¿eh? Aunque tiene pinta de que tienes algo en las piernas, ¿no te dijo nada el médico de cabecera? - La anciana se limita a seguir llorando entre la sangre de sus piernas rotas.-También me tomaré eso como un no. Bueno, espero que tengas un buen día. Nos vemos el jueves.
El señor Calabaza se aleja lenta, muy lentamente de Rucumbú, y se dirige al bar de todos los jueves a tomar algo y jugar a las cartas con sus amigos.
Al día siguiente, la portada del periódico es la noticia de una anciana que intentó suicidarse después de matar accidentalmente a su gato al meterlo en la lavadora. Sus salvadoras fueron dos jóvenes con el pelo verde y rosa y varios piercings en la cara, conocidas por su activismo por el medioambiente y la igualdad.

Sofía Sánchez
Grupo C


El Bucle

Me encuentro en lo más intrincado del tupido bosque de una imponente montaña.
Estoy al borde del precipicio tratando de que alguien me preste atención (aunque me la
venda), aburrido de un mundo lleno de estupidez.
Trato de hallar el porqué, de esa sensación perennemente disruptiva en mi alma (sin entrar
en detalles de mi cuerpo y su función digestiva), y discernir qué es lo que le falta o le sobra
a mi vida.
He comprado un altavoz con el que lanzo al viento, cuestiones existenciales de primer
orden y otras subordinadas pero no de menor interés,como: ¿Dónde están mis amigos?
¿Donde?(¿quien falta por pagar?) ¿ Que hago aquí, a que he venido realmente?. ¿Me está
poniendo ojitos la mujer de Paco? ¿Por qué no consigo tomar lo justo en las fiestas? ¿Hay
alguien que me entienda?
Abducido por mi propio discurso y urgido por una imperiosa necesidad fisiológica, me
extravío, tropiezo y quedo pendiente del borde del acantilado, aferrado a una débil rama.
Pero no suelto aún. Tampoco el altavoz, por el que pido auxilio.
El tiempo comienza a parecer eterno y mis necesidades más urgentes.Mi brazo y mi tripa
empiezan a congestionarse pero, ¡no debo soltarme!
Por fin aparecen dos personas, van de verde, me hablan y no entiendo; solo estoy
pendiente de las señas que me hacen, me exhiben una factura insatisfecha de un club de
alterne de carretera. ¡No puedo más! Supongo que me piden la documentación y trato de
buscarla. ¡Grave despiste!
Caigo como mecido por el viento, aferrado a mi altavoz y me suelto. ¡Al fin!¿Habrá algo
después?
Estoy perdido en un extraño horizonte de color café. Trato de encontrar a alguien que me
socorra .Entre las pardas nubes, logro divisar a dos seres vestidos de blanco, de un blanco
resplandeciente, Les llamo en alta voz y se acercan.
Con gestos de evidente repugnancia,se ponen mascarillas y me piden que baje el tono y
apague el altavoz.
Me observan y se miran con cara de asombro. Me ruegan que permanezca alejado.
Consultan un libro de registro.
Tras una búsqueda minuciosa, uno le dice al otro: el sordo ha vuelto a morirse antes de
tiempo, hay que mandarlo para abajo otra vez.
Me siento catapultado de nuevo al bosque de la montaña y...
Un sueño muy interesante.Siga usted apuntándolos, don Cosme. Terminó la sesión.
-Perdone doña Ana, pero se habrá dado cuenta, que lo que me atormenta y trato de extraer
de todo esto es : ¿Qué le falta o le sobra a mi vida?. ¿Podría aclararme algo al respecto?
-En lo que se refiere a su vida, no puedo aventurarle nada, pero creo que esa noche
debería de haber ido al servicio, antes de acostarse.
Sin embargo en su sueño hay algo que sobraba claramente desde el principio
-¿Qué es doctora?
-El altavoz. Medítelo detenidamente. Son ochenta euros. Hasta el lunes que viene.

Calgari
Grupo A

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