Cuenta Kilómetros: escritura y viaje (Jean Claude Cubino)

Las dos últimas sesiones del taller de escritura creativa las dedicamos a reflexionar sobre el vínculo entre la escritura y el viaje. Recomendamos en este sentido el artículo de Miguel Ángel Barroso titulado "El viaje como pulsión literaria
Emprendimos nuestro viaje a Ítaca visitando la muestra titulada "Cuenta kilómetros" en la sala de exposiciones de la Biblioteca. Su autor, Jean Claude Cubino, nos explicó algunas de las claves de su trabajo y nos comentó alguna que otra curiosidad sobre las obras.
La máquina de escribir es uno de los elementos que predomina en la exposición. El artista interviene las manipula sutilmente para provocarnos todo tipo de sensaciones: en una de ellas coloca sobre el teclado chinchetas, otra incorpora un espejo retrovisor al costado, en otra el papel es sustituído por un espejo, la que emplea para el cartel de la exposición lleva un pequeño salpicadero y un volante con todo un paisaje y una carretera por escribir, un carrete de hilo sustituye a la cinta en otra de ellas y en otra el teclado ha sido sustituído por un portero automático con los timbres del fono de una comunidad de vecinos. Piezas que nos sugieren que la escritura duele cuando las palabras nos sitúan ante las heridas que nos deja la vida, que la introspección es un viaje inagotable, que contar una historia es que como desmadejar un viaje, que para escribir bien es preciso hilar con tino las palabras y saber tirar del hilo de la imaginación o la memoria, que todo a nuestro alrededor puede convertirse en historia o que la escritura es en ocasiones es motivo de censura porque señala sin filtro alguno la realidad.
Pero también el libro tiene un gran protagonismo en la muestra: libros abiertos que nos muestran los efectos sencundarios de la lectura y libros cerrados que señalan a quiénes no leen y se empeñan en ver la vida en blanco y negro.
Cristina García-Camino afirma en el pequeño catálogo de la muestra: "Jean Claude Cubino realiza esa escenificación no solo como arquitecto del espacio, sino con la aspiracxión de democratiçzar la sala y su arte. Para ello el espectador cambia de rol, pasando de tener una actitud pasiva a ser co-creador: el artista facilita al asistente el "hazlo tú mismo".





Propuesta de escritura

1. En el taller pusimos título a cinco de los trabajos de Jean Claude recogidos en la ficha de trabajo. Después elegimos uno de esos cinco poemas visuales y escribimos sobre él con la premisa de incluir en el texto las palabras "escritura y viaje".









2. Para casa propusimo escribir un texto libre sobre alguna de las piezas que forman parte de la exposción "Cuenta kilómetros" o sobre la muestra en un sentido general.


Y estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:


Crónica de "Cuenta kilómetros"

La exposición "Cuenta kilómetros2 del artista Jean Claude Cubino está hundida en el fondo del vetusto edificio de la Casa de las Conchas, en el deambulatorio que rodea la sala de reuniones de la Biblioteca Pública.
Bajo la escalera de piedra y allí, en un espacio casi circular, salen al encuentro las obras que forman parte de esta singular exposición. Al extender la primera mirada por las creaciones expuestas siento un impacto, un choque: no tienen nombre, como aquellos que no son nada, ni nadie; al igual que los ignorados que viven en la calle, como los sin casa, sin hogar. Las obras te miran, te interpelan, casi tiran del borde del abrigo o del pantalón para que te quedes junto a cada una de ellas. En tu imaginación vas poniendo nombres y descripciones a cada una de las obras: la aventura de tu vida; el libro que enseña a ver el mar; los libros que dedicaste a tus hijos: los relatos que denuncian el racismo.
El autor ha querido unir más de un objeto en cada composición: la máquina de escribir y el carrete de hilo; el diccionario con un extintor; el libro con hojas cortadas y la foto de una pareja; la librería apoyada precisamente en libros. Ahora lo que me susurran estos trabajos es el abrazo necesario, el anverso y el reverso; la mirada ante quien parece diferente; la mano abierta para no perdernos por el camino; la comprensión.
Jean Claude ha construido sus obras con materiales desechados que ya no sirven al menos aparentemente, abandonados a su suerte y que ha recuperado. Estas obras hablan también, en ocasiones a gritos, de la precariedad, de la exclusión social, de lo que tiramos. En este mundo productivista que excluye y abandona a quién no resulta útil a la rueda del mercado, esta exposición es un clamor silencioso de esperanza, que abre la puerta para rescatar tantas vidas excluidas, al igual que estos elementos ya despreciados han dado vida a todas estas obras.
Al final, cuando voy terminando de pasear la mirada (y alguna vez las manos) por las obras, recuerdo que estoy en la biblioteca; en el sótano, en lo más profundo de ella, donde guarda su esencia misma; la literatura, los libros los relatos, la poesía, las historias y la historia, que nos mantienen a flote en el viaje de la vida, que nos acerca a la denuncia permanente de la injusticia, al elogio del amor, de la solidaridad y a la memoria de nuestros antepasados y de nuestro pasado.
Subo la ancha escalera de piedra y vuelvo a la luz de la calle mientras recuerdo los versos de Kavafis: “Cuando la travesía emprendas hacia Ítaca, pide que se largo tu camino”.

Gabriel Risco
Grupo C



Sobre chinchetas y máquinas de escribir

Primero, se nos prohibió usar la "a". Nos pareció raro, absurdo, pero obedecimos pensando que sería temporal. Incluso algunos lo creyeron divertido, un experimento social, como el juego de hablar solo con la "e" o con la "o". Así, dejamos de escuchar las campanas, y las mamás no cantaron nanas. Nunca más se escucharon alabanzas. Ya no se vendían arándanos ni se comían asados. La gente dejó de asombrarse y de quejarse,: "¡Ah!", "¡Ay!"
Supusimos que podríamos vivir con el resto de vocales y consonantes. Pero, cada mes, se anunciaba la prohibición del uso de otra letra. Con la "e" dejamos de dirigirnos los unos a los otros: "¡Eh!" Se guardaron todos los enseres, nunca más se oyó la palabra menester ni se usaron los rebenques. ¡Basta ya de tiquismiquis! Y el nombre Isaías, ¡qué horror! No se pedía socorro y se desdibujaron los rostros y los yoes0. Con la desaparición de la "u", se fue el último búho y su ulular. Claro, que resultó un alivio para muchos cuando prohibieron la"v". "Se acabó el problema de la "b"y la "v", pensaron. "Todo con "b". Hasta que le tocó a esta. Lo mismo ocurrió cuando se dictaminó que la "h" era inútil o que ya no se usaría más la "j". No faltaban aquellos que estaban de acuerdo con las medidas: las letras no sirven para nada, los números, las finanzas son las importantes.
Pero a estas alturas, también se oían voces discordantes, personas letradas que se revelaban contra las leyes inconstitucionales, tiránicas, en contra de todo diccionario y sentido común, remarcaban, y de toda nuestra tradición cervantina. Se organizaron manifestaciones a favor de las vocales y de las consonantes sordas oclusivas. Se leían carteles que decían: "Si falla el plan A, recuerda que ha veintiséis letras más" Pero aún así, fueron anulando todas las letras hasta que quedaron sólo la "x", "y", y "z". Y ya sabemos que son letras dificilísimas. ¿Cómo hablar o escribir solo con esas letras? Por supuesto, prohibieron los crucigramas, el scrabble, el juego del ahorcado y la sopa de letras. Ya no se emitiría más el programa Cifras y Letras. Y los mapas eran mudos.
Imaginemos un mundo donde no existen los abecedarios, donde todos se vuelven analfabetos por ley, con penas durísimas si se incumplía la norma. Los escritores dejaron de escribir, los políticos de echar discursos y los vendedores de seguros no convencían a nadie para contratar un seguro de decesos. Se cerraron los cafés y las tertulias. Los maestros, los poetas.. ¡Ay, los poetas! Ni rimas, ni ripios. Ni clases de caligrafía. Uno que tenía gran destreza en escribir la letra "ñ" murió de hambre. Los grafólogos no le vieron sentido a su existir. Rubio dejo de hacer cartillas. La Academia de la Lengua se cerró y solo algunos valientes defendieron su letra con uñas y dientes.
Se imponían duras penas: obligaban a los osados a usar máquinas de escribir que tenían chinchetas en su teclado, para que las yemas de sus dedos sangraran al tocarlas. Multas por el uso de la "d", multas por el uso de la "k". Las cárceles se llenaron de revolucionarios que insultaban a la policía y a los poderosos con todas las letras. Pena de muerte para los redactores y los grafiteros. El mundo entero enmudeció. Con todas las letras solo se hablaba en las altas esferas del poder y, por supuesto, en la clandestinidad, que es donde yo escribo, lugar oculto donde hemos de estar con ojo avizor, porque hay traidores que denuncian por todas partes. Hemos de ser cuidadosos. Pero estamos empeñados en conservar nuestras letras, nuestra lengua, hasta el final. Yo soy experto en la letra "s". Me aseguro de que el sol, la sal, la saliva y los sueños, los sonetos y los plurales sigan vivos hasta el final de los tiempos. En nuestra Red de Defensores de las Letras, intentamos preservar y transmitir tantos siglos de la "a a la z". Y, ¿cómo lo hacemos? Aprendimos el canto de los pájaros y las impresiones que las abejas dejan en la cera de sus colmenas, como microscópica escritura cuneiforme. Nos comunicamos a través de los nidos que las aves construyen en viejas impresoras. Los desechos también nos ayudan a comunicarnos. Pero, lo siento. No puedo contar más. Corremos gran peligro.

M. Sánchez
Grupo C


Gracias

Mientras Jean Claude Cubino seguía con sus ex plicaciones, Alicia quedó colgada de esos extraños troncos, tantas veces repetidos en su vida. Se trataba de basura sabia. Aparecían páginas rotas por el suelo, dibujando perspectiva, sobre la que el artista había extendido troncos con euritmia, hechos con los lomos de enciclopedias encontradas en los contenedores de papel. El conjunto la atrajo y su mente voló a Viena.
El corazón le golpeó al recordar los jardines del Belvedere en aquel su primer viaje por Europa. Sin proponérselo, Jean Claude la había trasladado al pasado y volvió a recorrer las salas en las que admiró sus maravillosas mujeres y sus colores dorados. Gustav Klim se abrió ante ella y nunca dejó de recrearlo.
No fue “El beso” su cuadro, sino “Los troncos de hayas, de abedules, de pinos”, troncos infinitos en un mar de color; los que se fijaron para siempre en su retina.
Hoy Alicia recobró el pasado, pudo volver a viajar y descubrir que, en cualquier rincón, había motivo para soñar.
Gracias, Jean Claude.

JB
Grupo C



La Huída

-¿Cómo hemos venido a parar a este paisaje de desierto africano, Rosa? Lo encuentro un tanto deprimente.
Ella posa con suavidad su mano derecha sobre mi hombro, me agarra el brazo con la otra mano, acerca su cara a la mía y como siempre, me hace sonreir.
-Mira a tu derecha, Faustino.¿Ves el camino que se abre entre las dunas? Es el camino a nuestro futuro.¡Ahí está!.
¡Respira hondo!…¡Huele a libertad!
-Todavía no entiendo la ocurrencia de nuestros hijos.¡Llevarnos a una residencia, con lo que aún nos falta por vivir!
¿Nos habremos alejado lo suficiente?

M.L.Fidalgo
Grupo C




Máquina de escribir o parte delantera de un coche con caja de cambios, dirección y salpicadero.

Máquina de escribir como lugar quimérico desde el que conducimos o encauzamos nuestros pasos.

Tecla a tecla, dedo a dedo.
Corazón, cerebro, dedo anular, letra S
Corazón, cerebro, dedo índice, letra T
Corazón, cerebro, dedo anular, letra O
Corazón, cerebro, dedo meñique, letra P
Con el dedo pulgar, ponemos distancia, y otra vez seguimos conduciendo, avanzamos o detenemos la marcha, y formamos palabras: ADELANTE, ESPERA, STOP…..
A la derecha del volante, la “Caja de cambios”. Imaginemos que todos naciéramos con una cajita con cambios debajo del brazo como “dote” de nacimiento, como superpoder humano. Poder comprobar si tenemos en la caja el cambio que necesitamos : “Dar marcha atrás” “bajar el ritmo”, “quedarse un tiempo en punto muerto”.
Se darían este tipo de diálogos:
“Oye ¿Tienes en tu caja de cambios el poder alzar el vuelo?”
“He encontrado en mi caja que puedo cambiar de vida si quiero, no lo había visto antes”
“Mira a ver en tu caja,creo que el cambio de hábitos viene de fábrica”.

AMF
Grupo C

La olivetti


La olivetti Ayer me encontré en la basura una Olivetti y me la llevé a casa. No suelo recoger objetos que fueron útiles pero ya no lo son, por razones de coleccionismo o de nostalgia. No va con mi manera de ser. Me da tristeza contemplar el pasado que he vivido convertido en decorado. Apenas conservo cosas que no funcionen. Evito lo más posible la mirada que da la pena sobre el pasado que ya no vuelve. Soy una moderna empedernida. Aunque reconozco que lo nuevo también produce desazón. Todo acaba siendo viejo, ya lo sé.
En todo caso, esa maquina tirada me llegó al alma, era exacta como la que la policía me había requisado en un registro que hizo a mi casa cuando era joven y militaba en un partido político ilegal. No pude evitar recogerla. Me indignó ver que alguien se hubiera atrevido a despreciarla de esa manera. Y me dije, cómo no voy a quererla. Yo no tiro mis ideales. Y me la llevé, como quien se lleva a un perro abandonado y hambriento. Mitad con repelús, mitad con mala consciencia. Luego, cuando ya la había dejado limpia y en la mesa me propuse que tuviera una vida digna. Tenía claro que no quería que fuera un jarrón sin flores para limpiarle el polvo. Quería que sirviera de nuevo para escribir pero pensando en lo que se lleva ahora: ficción. Le puse papel blanco, lo ajusté con las ruedas laterales para que estuviera centrado y me dispuse a teclear una palabra cualquiera, inútil. Pero nada, no había manera, no me obedecía ni a tiros. Escribía sola y sin parar proclamas subversivas: Presos a la calle. Amnistía. Libertad. Huelga general. Así una y otra vez. Y no hay manera, va a lo suyo.

Sagrario Martínez Berriel
Grupo B





Lapicero olvidado

No lo encuentro. Para una vez que me decido... Ahora no lo encuentro.
Piensa, retrocede en el tiempo. Al verano pasado, por ejemplo. Fue la última vez que escribiste aquel cuento. ¿Te acuerdas? Venga, piensa. Da otra vuelta al despacho. Mira con calma, con paciencia…
¿Quién demonios ha plantado mi lápiz favorito en esa maceta?
Bueno... A lo mejor le brota una historia, un microrrelato o un pareado. ¡Nunca se sabe!

M.L.Fidalgo
Grupo C



El viaje y la escritura

El verdadero viaje comienza cuando la mirada se sosiega y repara en el paisaje que se asoma al cristal del parabrisas. La carretera parece incrustarse en los montes;apresurados, los árboles se alejan de nosotros, una montaña se aparta, un valle se abre;luego, de golpe, el horizonte se amplía…
Después es el turno de las manos y de los dedos bailando sobre las teclas. En el papel van surgiendo los mismos campos y los mismos cielos. Pero la escritura los transforma y ya es distinto el blanco de las nubes y el paisaje, malherido por obra del hombre, es mucho menos agreste. Hasta la carretera pareceenmendarse, alisando su firme y limando la aspereza de sus curvas.
Porque es bien sabido que, una vez contado, el viaje ya es otro.

Pepe Lorenzo
Grupo B



La última carta
(Texto inspirado por la obra de Jean Claude Cubino, consistente en una máquina de escribir cuyas teclas están dotadas de chinchetas capaces de perforar los dedos de quien la utilizase)

Querida:

Redacto esta misiva, que será mi despedida, con la máquina que he adquirido a un viejo anticuario venido a menos. Es la herramienta perfecta para escribir mi última carta con la que será mi última máquina de escribir.
En cada letra y en cada palabra estoy dejando parte de mi vida y parte de mí mismo. Con cada tecla que pulso gotas de sangre brotan de mis dedos, que se van descarnando igual que mi alma. No he podido superar tu pérdida. No volver a saber nada de ti me está consumiendo. He decidido no perder más tiempo lamentándolo, por eso he adquirido este artilugio, que permitirá que mi cuerpo se vaya descomponiendo igual que mi alma se va descomponiendo a medida que voy dejando plasmado en palabras mi dolor.
Ya he perdido las manos y sigo escribiendo, apretando con rabia las teclas, destrozando mi cuerpo, viendo como mis sentimientos se transforman en letras en un doloroso proceso de autoinmolación. De igual manera a como se fue destrozando mi corazón, cachito a cachito con cada uno de tus menosprecios y tus desplantes, se va deshaciendo mi cuerpo con cada palabra que añado a estas líneas.
Me he quedado sin brazos y algo de mis piernas, pero todavía sigo teniendo angustias que descargar para poder liberarme. Me va costando más y más pulsar las teclas y verter mis emociones en el papel, pero tengo que continuar hasta acabar. Tengo que consumar la desaparición física a la vez que mi desaparición anímica, tengo que desintegrarme completamente.
Ya solo quedan un poco de mi tronco y mi cabeza, también me he liberado de la mayor parte de mis emociones y los pocos afectos que me quedaban. El final se está aproximando y yo despareceré con tu olvido y mi desesperación. Vagamente recuerdo los días felices, pero todavía están presentes los días amargos del dolor y la ruptura. No soy capaz de olvidarlos ni soy capaz de empezar de nuevo. Ahora, ya no es posible la marcha atrás.
Estas líneas postreras son las que más me ha costado teclear, ya solo quedan de mí los ojos, que empleo para seguir tecleando, autodestruyéndome, completando la desaparición, que puede producirse en cualquier momen…

Manuel Medarde
Grupo A


La geometría del viaje

Solo se veía una estría azul, lejos, pero presente. “No hay nada más paradójico que un horizonte”, pensó. “Gesta tantos anhelos, pero está ahí, marcando la finitud del infinito”.
Cerró la tapa del libro. Inspiró fuerte, para luego desinflarse en el asiento. La vista fija en esa línea intimidante. No era más que una falacia de arribo. Esa marca a la que nunca se llega, porque siempre se traslada para angustiarnos con el anhelo. “Cuando tenga dinero. Ahora tengo dinero, pero no tengo tiempo… Cuando tenga tiempo…”
“Es la travesía, no el destino”. Su lógica no podía alejarse del concepto geométrico del viaje. “Una línea es una seguidilla infinita de puntos, por tanto un viaje es una seguidilla infinita de destinos. Es un destino en movimiento perpetuo. No hay arribo final, porque siempre estás llegando, y partiendo, y llegando… Si el placer es llegar a destino, entonces vives en un clímax perenne. Lo sepas o no.”
Los pies ardían, las entrañas quemaban, el alma prácticamente calcinada, la cabeza apenas tibia, como buen matemático. La maleta iba ligera pues tenía un hueco, todo lo que cargaba, ahí se quedaba y no avanzaba con él. Los viajes, para disfrutarse, tienen que ser ligeros. Sin cargas, casi solo lo puesto. “Es imposible llevarse todo”.

Vanina Palomo
Grupo C




Raíz de la memoria

El lápiz, como el árbol,
se moría.
Sus raíces, aplastadas en la tierra,
necesitadas de ternura,
dieron paso a la locura.
Di un paso atrás en la memoria,
Salté del infierno
hacia la gloria,
De la gloria
hacia el olvido.

Pedro Gómez Rodríguez
Grupo C


Ningún ser humano es ilegal...
Inspirado en la obra que mostraba dos máquinas de escribir unidas por un mar de papel continuo con un cayuco hundido en medio.

Hace 300.000 años el único humano que poblaba la tierra era el homo sapiens. Se considera así al primer hombre fruto de la evolución de otros homínidos.
Ya entonces se vieron forzados a migrar, recorriendo enormes distancias, en busca de nuevos alimentos y nutrientes y así, partiendo desde África, llegaron a otros continentes.
Para aquellos primeros migrantes no sería fácil el viaje, se enfrentarían a diferentes peligros y dificultades pero al menos no encontrarían fronteras, más allá de las naturales, ni tampoco a otros seres humanos que, creyéndose superiores, les impidieran el paso por considerarlos ilegales. Sencillamente llegaban y se quedaban a hacer vida en otros territorios.
Hoy, después de muchos siglos de evolución, las cosas no son tan sencillas para quien, obligado por las circunstancias, tiene que partir para buscar un futuro en otra parte.
Si no tienes pasaporte entrar en otro país es muy complicado. La mayoría opta por poner su vida a merced del mar subiéndose a un cayuco sin tener la garantía de llegar con vida a pisar tierra al otro lado.
Para quien tiene la gran fortuna de no morir ahogado en el océano empezará otra travesía, otro complicado viaje a través de las leyes del país de acogida con el fin de regularizar su situación y así dejar de ser "ilegales" para siempre.

¿Te pones en su piel?

He perdido la cuenta de las veces
que he esperado obtener una respuesta
y sumarle esperanzas a la resta
que se agranda a medida que envejeces.

Es muy duro entender que perteneces
a este mundo, podrido, que detesta
a ese ser humano que “molesta”
por no tener tu suerte... Me entristeces.

La vida es caprichosa y te coloca
en un lugar del globo por azar
y tienes que lidiar con lo que toca.

Si las guerras te impiden avanzar
y toda tu existencia se trastoca
es lógico que quieras olvidar.


Y quieras emigrar
buscando tu futuro en otras zonas.
¿Te pones en la piel de esas personas?

Aurora Zarco
Grupo B




Esquejes de escritura
(A partir de una obra gráfica de Jean Claude Cubino)

Esquejes de palabras en mi alma, enraizadas en ciertas primaveras de un antaño olvidadizo.
Ya no sé cuándo ni por qué las privé de su riego vital condenándolas a marchitar en frases erradas, sin puntos ni comas; en pensamientos sin gramática que florecían con tesón a pesar del des(a)tino.
Raíces que arranqué con dolor desangrando mis manos mientras palidecían sus sílabas en mi corazón acentuado, si bien carente de ritmo. ¡Se me secaron los latidos!
Tierra fértil para palabras nuevas, aún por germinar aunque con buen auspicio:brotarán. Esta vez con lágrimas sin sal alimentadas y con destellos de sol que brillan en mi mirada rebosante de luz. ¡Vitaminas de vida!
Con la poda que aprendí a realizar durante mi travesía, convertiré en jardín de palabras coloridas, el vergel de sentimientos: ¡Estojarán sin duda! ¡Lo presiento!

Ibone Bueno Vicente
Grupo C


Deja que duela

Cuando tiene ecos de una voz quemada
palpitando en la yema de los dedos,
el escritor aporrea las teclas
con fuerza y cada golpe un picotazo,
cada golpe un dolor de sangre y tinta
palabras sin miedo, desnudas, crudas
suben las pulsiones, las pulsaciones
dejando que duela, que calme y cure
tatuándolas en las hojas en blanco
heridas en papel que cicatrizan
y en sus versos renace un nuevo abismo.
Escritura que hiere y pule el caos
que sufre, que auxilia y que resucita.

Beatriz Gorjón
Grupo A



Mi-fa-do

Respiran, inspiran, soplan sin reposar.
Resuellan sus páginas cansadas
entre las notas caprichosas del achacoso acordeón
que un día abandoné en tu azotea,
cociéndose bajo el sol de tu ignorancia ciega.
Cuando tú eras melodía en mis venas
y frases sueltas en mi corazón.
Oprimo las teclas blancas,
libero ahora las negras.
Respiran, resuellan, soplan
emitiendo quejidos inapreciables.
Y entre las hojas amarillentas
de mi vieja enciclopedia,
encierro fragmentos de vida,
pentagramas de existencia
que se ensanchan y se contraen
como un fuelle en una hoguera.
Respiro, inspiro, soplo.
Y decido emprender un viaje
hacia la reescritura de mí misma.
Sólo ida y sin retorno.
Adagio, allegro, vivace.
Fin de la apnea.

Ibone Bueno Vicente
Grupo C





Letras con aroma

Duele la letra,
señalada por muertes
y despojo,
marcan epitafios
y recuerdos.
Huele la palabra,
armonía de jazmín
invaden los versos,
aromas de almizcle,
entre rocíos
de mañanas con toques esenciales,
de párrafos,
son acuerdos de fragancias,
corazones florales,
sílabas de misterio,
comienzo de historias,
tintas que conforman,
el perfume,
de los besos que se fueron.
Ambrosía perfecta,
estela de alquimia,
notas de corazón,
y vida.
Huele el dolor,
vivo la palabra,
y siento.

GuADAlupe
Grupo C


I

Te arrancaron de la tierra
unas manos despiadadas
pero no te rindes nunca
y buscas formas nuevas
de enraizar en el alma,
la belleza de las palabras.

II

Durante muchos años
tinta negra y tinta azul
ha utilizado la pluma
del erudito escritor,
ahora la usa trasparente
para observar mejor la mirada
del humilde lector.

III

La música silenciosa
del acordeón dormido
abraza con su fuelle
a cinco cerrados libros,
en una exposición permanecen
para extrañeza y regocijo
de espectadores sorprendidos.

Marian Pérez Benito
Grupo A


La llamada del ayer

Cada vez que bajo al trastero la veo allí, quieta, silenciosa, en la estantería metálica aprisionada entre archivadores de documentos. A ver cuándo ordeno este desastre, me digo siempre, cojo lo que iba a buscar y salgo sin detenerme. Pero nunca falta una mirada furtiva, no sé si de mí a ella o de ella a mí. Y algún recuerdo flota en el aire como un relámpago lejano.
En esta ocasión bajé de nuevo, abrí la puerta y paseé la mirada por todo aquel caos, intentando recordar a qué había ido, algo normal en personas de cierta edad. Yo he descubierto un mecanismo para recordar estas cosas aparte del papel en el bolsillo. Consiste en no empeñarse en recobrar la memoria directamente, sino por el contrario, en desviar la atención hacía otro objeto.
Pues bien, con esa intención alcancé la máquina de escribir de la estantería y la puse delante de mí sobre una caja. Quité la funda que la cubría y me quedé mirándola fijamente. El silencio y la penumbra del trastero se hicieron más densos, y notaba que no podía dejar de mirarla. Hola, dije con voz apenas audible. Hola, respondió ella con voz más clara y un poco cortante. Cómo estás, me atreví a preguntarla. Pues aquí, ya ves, como el arpa de Gustavo. Un cierto tono de reproche. Pasé el dedo por la tapa y por las teclas. Pues no tienes polvo, dije. Al menos tuviste la deferencia de cubrirme con una funda… Hace más de treinta años, dije apesadumbrado, solo me faltó decir lo siento. Treinta y tres y medio, para ser exactos, dijo ella. Claramente un tono de reproche, con razón.
Es verdad, no puedo por menos de recordar aquel día de 1990 cuando la aparqué allí porque un ordenador ocupó su lugar y mis dedos.
Estás igual, dije para adularla. Tú no, me dijo cortante. Y me vi como reflejado en un espejo donde antes se ponía el papel para escribir, ella joven como siempre, yo mayor.
Recordé entonces con nostalgia aquel teclado fuerte y denso, al que acariciaba con mis dedos mientras pensaba lo que iba a escribir, hasta que comenzaba el traqueteo de las letras sobre el papel, la cinta de tinta en medio. Una música que requería una carencia determinada, unos golpes uniformes de los dedos sobre las teclas, adornada por el timbre que anunciaba el final de línea después de ocho letras más, y el paso a la siguiente con el sonido del recorrido del carro y el suave, a veces fuerte, golpe de inicio de una nueva. Y recordé que entonces también mis dedos eran fuertes y ágiles para pasar al papel mis pensamientos, a través de aquella máquina maravillosa. Maravillosa y simple, que no tenía nada escondido, todo a la vista, sin distracciones ni tapujos. Me di cuenta de que simplemente era el reflejo de una vida más sencilla.
Todo lo contrario que aquél flamante ordenador, al que sucedieron otros muchos, porque en poco tiempo quedaban obsoletos. Más que facilitar vida y trabajo, los continuos cambios, las nuevas aplicaciones, las múltiples plataformas, la infinidad de funciones inútiles lo complicaban todo. Al contrario que aquella simple máquina de escribir, el ordenador se volvió un monstruo egoísta que requería toda tu atención, llenaba tu cabeza de lo que nunca te interesó, te robaba el tiempo y te complicaba la vida…
La miré una vez más, acariciando sus teclas con ternura y la pedí perdón por el olvido. Y la di las gracias por lo que fue. Te recuperaré, la dije, y utilizaré el ordenador para buscar en Internet las cintas para escribir contigo. Creí escuchar el alegre sonido del timbre que anuncia el final de línea.
Luego comprendí a qué había ido al trastero. A nada. Ella me llamó.

Leopoldo Reguera Reguera
Grupo C

No hay comentarios:

Publicar un comentario