Érase otra vez Caperucita Roja

La semana pasada solo tuvimos sesión de escritura con el grupo C así que recurrimos a un tema que ya habíamos tratado hace años en el taller, las diferentes versiones y perversiones que se han hecho del clásico "Caperucita Roja".
Caperucita es, tal vez, el personaje más representativo de la literatura infantil. El cuento más veces contado y más veces versionado: Gloria Fuertes, Aníbal Núñez, James Finn Garner, Gianni Rodari, Roal Dalh, Carmen Martín Gaite, entre otros muchos escritores, cuentan con su propia Caperucita.
Ismael Serrano, en su álbum "Atrapados en azul", cantó a Caperucita. También la Orquesta Mondragón cantó a "Caperucita feroz" Y en cine hay diferentes versiones como Hard Candy, La increíble pero cierta historia de Caperucita Roja (de animación) y Freeway.



Incluso hay escrita una tesis doctoral con el título ¿Existía Caperucita Roja antes de Perrault? (Ediciones Universidad de Salamanca, Estudios Filológicos, 2006). Su autora es Susana González Marín y en ella recoge un curioso texto del s.XI.



El texto, traducido por Rafael León (Málaga, 1964) dice:

La niña salvada de los lobeznos

Lo que os digo, en el campo se cuenta de igual modo
Y no es tan sorprendente como digno de crédito.
Al sacar en la iglesia a una niña de pila
Le regalaron una caperucita roja.
La santa quincuagésima se celebró el bautizo,
Cuando al alba la niña cumplía cinco años.
Después mientras andaba sin cuidado ninguno,
Le salió al paso un lobo que se la llevó al bosque
Y dejó por comida la presa a sus cachorros,
Que la acosaron juntos y, no pudiendo herirla,
Mansamente empezaron a lamer su cabeza.
"No me rompáis, ratones -dijo entonces la niña-,
esta caperucita que me dio mi padrino".


Hablamos de los libros "Érase 21 veces Caperucita Roja", "Caperucita roja, verde, amarilla, azul y blanca" y la Caperucita Roja del ilustrador Adolfo Serra, comentamos algunas cuestiones a cerca de la simbología de Caperucita y leímos un breve repertorio de versiones de Caperucita Roja:


Érase otra vez

CAPERUCITA. Insatisfecha. Pechos grandes. 
Hoteles y domicilios.Tfno. 629252929

Y un día de verano, al mediodía,
Caperucita se quedó en la casa,
echó un par de costillas en la brasa
y puso el brécol al bañomaría.
Comió, fregó, se dio una ducha fría,
se puso el camisón de fina gasa,
llamaron a la puerta y dijo pasa,
creí que no venías, vida mía.
Luego de rematar la sobremesa,
llevó a su cama al joven cazador
y, en bragas, le propuso ser su presa.
Después él le quitó el sujetador
pero ella le advirtió con voz francesa:
Son cinco de los grandes, por favor.

Raúl Vacas


Yo era Caperucita

Un día que tenga tiempo
os contaré la aventura de mi infancia
con el lobo Franco.

Yo era una caperucita roja en zona roja.
El lobo Franco se enteró que en mi cestita
no llevaba solomillo y queso para mi abuelita
y al ver que llevaba libros y poesía,
mandó su jauría
y me detuvo en la Gran Vía.
Los criados del lobo
me metieron en prisión,
me mordisquearon a gusto,
por poco me muero del susto.
En el bosque de cemento
pasé un miedo atroz.
Yo era una caperutica roja
y "el Franco" un lobo feroz.

Gloria Fuertes. Mujer de verso en pecho


Aunque de todos modos
el final fue feliz
caperucita roja no habría sido
desayuno del lobo
ni hubiera recorrido
tantas millas de bosque por llevar
el tarrito de miel a su abuelita
si hubiera dedicado
más atención a lo que le decían
todos los días a las dos y media
todas las noches a las diez en punto
las radios todas de la vecindad
las radios todas de la vecindad

pero obstinada y terca
no hizo el mínimo caso
de las palabras sabias del sabio guardabosques
y el lobo la zampó

ella tenía de todo
no le faltaba nada:
hasta el olor a bosque que tanto le gustaba
en la pasta dental

si se hubiese quedado
quietecita en casita…
hubiéramos seguido comiendo más perdices
dándonos golpecitos en la nariz…

aunque al final (y eso es lo malo)
de todos modos fue feliz.

Aníbal Núñez. Fábulas domésticas


Y cuando el lobo llegó a casa de la abuela observó como los enfermeros sacaban el cadáver de la anciana en una gran bolsa de plástico. Aguardó a que se fueran y entonces, sigilosamente, entró en el cuarto, se puso el camisón y la cofia y se acostó.
Pensaba ser amable y cariñoso con la niña de la capucha roja, evitar que la muerte hiriera su corazón en aquella hermosa tarde de verano.

Tomás Hijo


Propuesta de escritura
Elegid una de las nueve situaciones diferentes que os planteamos. Tratad de armonizar dicha situación con el contexto (si elegimos la Feria del Libro tenemos que dibujar con precisión dicho escenario). La extensión máxima recomendable es media cara de un folio. Podéis disfrazar, tanto como queráis, los escenarios y personajes de la historia, pero procurando respetar aquellas características que consideréis fundamentales en el cuento de Perrault (sería bueno mantener algunos de los personajes fundamentales del cuento).

Los binomios con los que debéis trabajar son los siguientes:
1.- Caperucita y Feria del libro 
2.- Caperucita y Carnaval de Río 
3.- Caperucita y Entrega de los Óscar 
4.- Caperucita y Wall Street
5.- Caperucita y Piscina en Tokio 
6.- Caperucita y Sanfermín 
7.- Caperucita y El Vaticano
8.- Caperucita y Submarino 
9.- Caperucita y El Corte Inglés

Y aquí están los trabajos realizados por algunos de los participantes en el taller:


Premio Nobel

Gaceta Literaria Internacional.
Estocolmo, 10 abril 2024


El conocido personaje de cuentos Caperucita Roja es galardonado con el
Premio Nobel de Literatura 2024.


La Academia Sueca ha querido premiar por primera vez en su historia a un personaje de cuentos y no a su escritor. Se ha valorado su influencia internacional y su versatilidad, al haber sido convertido en poemas, canciones, relatos para adultos, obras de teatro, películas, etc. Ningún otro personaje de cuentos ha sido impreso tantas veces y en tantos idiomas, ni ha recibido tanta atención en todos los campos literarios, creativos y educativos. Un personaje que ha sido capaz de aunar culturas, edades y clases sociales. Un cuento imprescindible, sin duda.
Caperucita Roja, emocionada, promete asistir a la ceremonia de entrega con su capa roja y su cestita. Ni su madre ni su abuelita, todavía convaleciente, podrán acompañarla, pero está segura de que algún lobo se encontrará entre los asistentes. Le dedicará algunas palabras.

La Gaceta se congratula de este merecido premio.

MSG desde. Estocolmo, Suecia

Marisa Sánchez
Grupo C


Discurso de Caperucita Roja ante la Academia Sueca

Es un gran honor para mi saludar a sus Altezas Reales, Gustavo y Silvia, a la Princesa Heredera, Victoria, a los componentes de la Academia Sueca y a la Fundación Nobel, a las personalidades del Gobierno y de la Sociedad que nos acompañan.
Debo también mencionar a mi abuelita y a mi madre, mis mujeres, mis maestras, que, tanto hicieron por mí, una incluso perdiendo casi su vida. Nunca sabrán hasta qué punto mi cuerpo está hecho de la materia del agradecimiento y del amor que me transmitieron, de su pasado y de sus historias; hasta qué punto mis grandes ojos son sus ojos, mis oídos escuchan por ellas, mi boca sigue hablando por ellas. Ellas me dieron las lecciones más importantes: me enseñaron a recorrer el bosque sin miedo, a ser amable, a pedir ayuda, a enfrentarme al lobo con coraje y astucia, sabiendo que hay tantos bosques espesos y oscuros, y tantos lobos disfrazados dispuestos a devorarte. Si hay algunos entre nosotros, les reto a que muestren sus pezuñas y sus grandes fauces, y les comunico que no nos engañarán ni con sus más bellas promesas ni con sus peores argucias.
Soy heredera de todas las madres que envían solas a sus hijas a la espesura, con su cestita de viandas para la abuelita. Pasar la tarde al calor del fuego de su cabaña, escuchar sus historias, es la recompensa, tras aprender de la belleza del camino, de los árboles y las flores, de los cantos de los pájaros, pero también de los lobos engañosos, a los que hay que desenmascarar y vencer.
Soy también representante de todos los personajes de todos los cuentos, los buenos y malos, que hicieron pasar ratos inolvidables a los niños, de todo el folklore, antiguo y arraigado, que espero que nunca muera. Quiero recordar al Gato con Botas, tan listo y audaz, y tan querido para mí; al sastre del Traje del Emperador, que desveló las vanidades de los que tienen tan poco que mostrar. Son tantos a los que nombraría. Vengo aquí en su nombre.

Hablo también por toda la infancia, con sus sueños y temores. Por todos los niños que esperan la hora del luscofusco para adentrarse en el mundo fantástico de las hadas, cuando, de la narración, surgen las siluetas de los personajes imaginados y, por eso, amados. Porque amamos y deseamos lo que imaginamos, y nos resulta igual de real.
Espero que nunca nadie deje de leer cuentos porque hemos de imaginarnos otras vidas para entender la nuestra, para justificarla, para vivirla con ilusión.

Yo, que he sido uno de los personajes más famosos de todos los tiempos, conocida en todos los rincones del mundo, os estoy eternamente agradecida. Mi historia ha sido contada en todas las lenguas. Se han escrito cientos de versiones de mi vida. Se han escrito poemas, relatos, guiones de películas, canciones, incluso novelas. Tan abrumadora ha sido mi fama inmerecida, porque yo solo era una inocente niña, que recorrió un bosque brumoso y fue amable con un lobo, nada más.

Ahora me despido con un ruego: leed. Leed cuentos a los niños. Haced que la tecnología desaparezca un rato y leed cuentos, que se avive la llama de la curiosidad de esas orejas tan grandes, el brillo de esos ojos tan grandes, el gusto de esa boca tan grande.

Ahora yo me voy con mi cestita y con el cuento a otra parte.

Marisa Sánchez
Grupo C


Caperucita en tiempos difíciles

Ha pasado tanto tiempo, abuela, que me cuesta recordar, cuando pasabas las tardes entre las flores de tu jardín, después de recorrer todos los días el trayecto de dos kilómetros por la carretera, hasta encontrarte enfrente del panteón, donde reposaban los restos de la persona a la que más habías querido. No importaba si llovía, hacía calor, ni los días de nieve y frío consiguieron interrumpir la conversación que mantenías a diario con el amor de tu vida.
Al caer la tarde, venían a visitarte los esposos de tus hijas para preguntarte cómo estabas, si habías comido, que habías comido. Les mirabas a los ojos, que ni disimuladamente podían ocultar sus intenciones.
Lo que veías, no eran hombres buenos, eran lobos disfrazados de hombre.
Tu Caperucita, no importaba de qué color era la caperuza, porque eran tiempos donde lo “rojo” estaba mal visto, te llevaba la comida, que esperabas con el corazón abierto.
Eras tan lista, abuela, que nunca dejaste que te engañara el lobo.

Pedro Gómez Rodríguez
Grupo C


Caperucita y El Corte Inglés

Terminó de vestirse deprisa, no quería llegar tarde: el nuevo jefe tendría oportunidad de regañarla con su deje paternalista y su mirada pegajosa. Se anudó el pañuelo rojo al cuello, a juego con el color de sus labios y dijo adiós a su madre con un ligero beso.
¿Tendrás tiempo de pasar por casa de la abuela a llevarle su disco preferido y un táper para la cena? Si mamá, respondió Laura, y salió volando.
Llegó ala mole de hormigón y cristal que había robado el sitio a una plaza pública, a la que trataban de disfrazar de bosque con sus grafitis verdes y arboles pintados en las fachadas. Al entrar y percibir, de nuevo, aquella música vacía, no pudo evitar la sensación de estar en una jaula en la que se encierran en manada creyendo que compran diferente: el estilo Corte Inglés.
No había vendido un solo perfume, volvió la mirada y allí estaba el nuevo jefe de planta que merodeaba de nuevo a su alrededor. Se creía más esbelto embutido en el traje barato que le habían dado, sin faltar la corbata que le hacía el cuello más pequeño aún. ¿Qué haces al terminar? Te acompaño y tomamos algo, le dijo. Laura no tuvo fuerza para contestar que ni quería, ni necesitaba que la acompañara. Vale, contestó, pensando: ojalá a este le surja algo y no aparezca.
A la hora de salir se plantó delante de ella. Tengo que pasar por casa de mi abuela y se pusieron en camino en silencio, No tenían mucho de qué hablar.
Es aquí, dijo Laura. Abrió el portal, llamó al ascensor. Sus miradas se cruzaron en la espera; la de Laura siguió el recorrido del portal. El ascensor apareció, entraron, marcó el piso cuarto y arrancó lentamente.
Juan, su jefe, se acercó más a ella, pasó el brazo por sus hombros, buscando un beso en sus labios. Laura giró la cabeza, le abrazó levemente y se apartó. ¿Pero, qué haces? ¿Qué te pasa? Nada. Es sólo un beso.
El ascensor llegó al cuarto piso. Al salir, Laura sintió el dolor por la fuerza de las manos, las garras, de Juan clavadas en su espalda llevándola hacia él; ahora era el asco del olor a sudor, alcohol y cobardía. Juntó todas sus fuerzas y le empujó, se lo quitó de encima. Juan se enredó con el bolso de Laura que había caído al suelo, tropezó y cayó rodando violentamente por la escalera. Su cabeza golpeaba los escalones: pon, pon, pon.
De repente, el ruido cesó; el silencio lo llenó todo. Miró abajo y no vio nada, ni a nadie. Recogió el bolso, el táper, se estiró la camisa, recompuso su pañuelo rojo al cuello y entró en casa de su abuela mientras se decía que no podía perder más tiempo, había quedado con Sol para cenar algo rápido e ir a bailar.

Gabriel Riesco
Grupo C 

No hay comentarios:

Publicar un comentario