Un árbol de compañía

 

Esta semana la sala del taller de escritura creativa se convirtió en bosque, en un arboreto con muchos árboles de compañía. Las palabras y la emoción nos ayudaron a emboscarnos. Pero también algunos libros. Hablamos de Arbolidades, de David Hernández Sevillano, un libro de poemas que nos invita a conocer y disfrutar los árboles y los bosques. Desplegamos las páginas de ¡Sé un árbol!, un álbum ilustrado de María Gianferrari e ilustrado por Felicita Sala que nos muestran el parecido que tenemos con los árboles. Aprendimos a Dibujar un árbol con Bruno Munari. El artista italiano nos habla de la  forma y la estructura de los árboles y nos enseña cómo dibujarlos.

Y centramos la sesión en el libro Un árbol de compañía de Clara Obligado y Raúl de Tapia publicado por Páginas de Espuma, una editorial cuyo catálogo nos sirve de inspiración constante en el taller.




Si miramos en la cuarta de cubierta, que es la corteza del libro, podemos leer: "Un árbol de compañía habla de lo que nos une al suelo y de lo que nos hace devorar el aire. Es una bella y poderosa reflexión sobre la vida de nuestros árboles, su respiración, lo que significan para nuestras vidas".
Clara Obligado y Raúl de Tapia, intercambian nutrientes e información, como hacen las raíces de los árboles con ayuda de las micorrizas. Ponen en común lo que cada cual sabe sobre su oficio: la escritura y la botánica. El libro es un diálogo entre dos idiomas, dos maneras de mirar el mundo, una objetiva y la otra subjetiva. ¿Ciencias o letras? Ambas suman, nos ayudan a conformar una idea mucho más completa del mundo. Un científico puede contarnos como es un átomo pero si después leemos la "Oda al átomo" de Pablo Neruda quizá comprendamos mejor su esencia.
Clara y Raúl derraman sobre el libro sus palabras, separan las ramas del árbol, miran en su interior, auscultan sus raíces, se van por las ramas. La escritura -dice Clara- es un enorme sistema de préstamos:

Le mando mis ideas. En cuanto las enuncio, cambio de opinión. Conversamos desde distintos lenguajes, rozamos los límites. Esos bordes. Van quedando, en el camino, las huellas de nuestra experiencia, la nostalgia de todo aquello que no somos y que la academia parcela. Ciencias o letras? Esa mutilación. ¿Se trata de mostrar que no estamos tan alejados, que nuestros caminos confluyen?
Ser parte. Caminar en la misma dirección.


En el mundo clásico las letras y las ciencias formaban parte de un todo, no había unas fronteras tan limitadas entre ambos campos del saber. Ni tanto encono.

Cuando la ciencia se queda sin palabras, la poesía viene en su auxilio [...] nos dicen en el libro Raúl y Clara.

Hay preguntas que la ciencia no alcanza a responder. ¿Y si la respuesta solo fuera viable desde la poesía? -se cuestiona Clara.
-La ciencia es poesía demostrada -le contesta Raúl.
De todo esto hablan.

Raúl es biólogo, botánico (o botanófilo), consultor ambiental y patrimonial, restaurador de paisajes, comunicador. A él le gusta definirse como “degustador de paisajes”. Cuando habla la gente lo mira con interés. Al editor de Clara le encanta. Pero Raúl también es oriolus oriolus (oropéndola). Oropéndola de Tapia, dice Clara en el libro. Le sienta bien. El ave y la esdrújula. Un ave que sabe de botánica. Pero Raúl también es erizo (los erizos parecen saber todo sobre algo). Si fuera árbol su raíz sería adventicia, conoce su punto de partida, a la intemperie. Sus árboles de compañía son un ciruelo japonés y un alcornoque de más de 500 años.

Clara es escritora y extranjera –como a ella le gusta llamarse- y es profesora de Escritura Creativa en la Escuela que lleva su nombre y allí donde la llaman. Pero también es nictálope, y es ñandú (rhea americana) un avestruz de la pampa argentina de poderosas piernas. Yo en otra vida fui avestruz, dice en varios de sus libros. Clara fue y es jacarandá pero desde que vive en la Vera también es encina. Y aromo. Y olivo. Su literatura es tejo. Clara es zorro (los zorros parecen saber algo sobre todo). Nació con raíz pivotante (atornillada a la tierra) pero el tiempo hizo que su raíz fuera epífita (como el clavel del aire o la orquídea). Clara se organiza en el aire, desarraigada.

Un árbol de compañía es un manual de vida, una cátedra sobre el árbol, una invitación a conocer, respetar y plantar árboles, a reflexionar y escribir sobre ellos, a encontrar nuestro propio árbol de compañía, aquel que arraigó en nuestra memoria y nuestro corazón y cuyas ramas y hojas vibran en nuestro interior.


Propuesta de escritura

En el taller escribisteis un pequeño poema sobre un árbol enraizado en vuestros recuerdos o vuestra emoción. La tarea para casa fue trasplantar esas palabras y esa emoción a un texto más amplio, con más tronco y más ramas. Y di además en ese texto dialoga vuestro yo científico con vuestro yo literario el texto ya sería para jardín botánico.


Y estos son algunos de los textos recibidos hasta ahora:


El árbol de mi vida

Majestuoso, frondoso, repleto de vitalidad.
Alcanzo a recordar cuando, agarrado de la mano de mi madre, miraba hacia la inmensidad por su imponente altura.
Años más tarde jugaba con mi pandilla bajo su sombra a pico, zorro, zaina, a la peonza o a cualquier otro entretenimiento infantil.
A medida que crecíamos trepábamos por sus fornidas ramas hasta el punto más alto presumiendo de coraje.
Inmortalizamos nuestros amores platónicos en su rugoso tronco.
Mis nupcias quedaron plasmadas bajo sus fragantes flores.
Ahora mis hijos caminan sobre sus raíces.
Pero han llegado vientos de cambio autoritarios.
Toca despedirse.
El verdugo preparó el instrumental.
Todos los vecinos se aglomeran en las proximidades pidiendo clemencia.
Los agentes contienen a la encolerizada multitud.
Llegó el momento.
Cierro los ojos y doy las gracias al centenario ente.
La trampilla se activó.
La soga se tensó.
Mi cuello crujió.

Max Ferlam
Grupo B


Mi olivo

Mi olivo tiene ahora veinticinco años. Es un árbol joven que crece fuerte, lleno de vitalidad. Recuerdo cuando era un retoño recién plantado en el rincón del jardincillo que sigue ocupando actualmente. No era el mejor lugar del mundo para un olivo, pero no dejé de cuidarlo y confiar en él. “Por mi olivo, yo me desvivo” —solía decir en aquellos días de su infancia, si alguien me cuestionaba los desvelos que le dedicaba al pequeño árbol. Así pasaron los años y en los anillos de mi olivo han quedado registrados los ataques del once de septiembre, las invasiones de Irak y Afganistán, la gran crisis financiera del dos mil ocho, el auge de los smartphones, la pandemia del COVID-19, el resurgimiento de la ultraderecha, los avances de la genética, el Brexit, el aumento de las catástrofes naturales, la llegada de la postverdad, la guerra de Ucrania, las guerras olvidadas, el desastre de Gaza y mucho más. Pero mi olivo resiste y sigue creciendo. Hoy me ha regalado cuatro kilogramos y medio de aceitunas, que endulzaré y aderezaré para disfrutar del fruto de su naturaleza. Y espero que siga creciendo y agregando anillos a su tronco, porque mi olivo es verdad y vida. Algún día yo no estaré para recoger sus aceitunas, pero él seguirá señorial, vivo, siendo testigo del devenir de los tiempos y yo habré hecho algo útil en la vida. Espero que mi olivo sea como un águila real que se eleva en los cielos y contempla desde la distancia como continúa la humanidad dándose cabezazos y peleando en este planeta atribulado. Y cuando todos los Trump, Putin, Xi Jinping y demás ralea, que se creían inmortales, haya desaparecido, él seguirá más fuerte, acumulando anillos y viendo venir el futuro que todos ellos trataron de domesticar.

Manuel Medarde
Grupo A


Bendecida cyca

Hoy regreso tras tus huellas, bueno por una de ellas; sabes Infancia, vine a La Jagua de Cuba por "Jacy", mi planta excepcional, mi cyca alfarera quien hizo tanto blanco en mí. Te cuento que un día…¡espera, espera! te dejo, veo a Jasy desde aquí.
Caminé rápido, casi corriendo le dije -¡Jacy querida!- frente a ella me incliné para reverenciarla; tomé entre mis dedos un penacho de sus punzantes foliolos sin temor a dañarme. Verdaderamente es un encuentro especial, mis palabras se entrecortaban y lágrimas rodaban por mis mejillas.
A pesar de sus 100 años y sus dos metros de altura la percibí erguida, y brillante; su figura circular en el centro de su corona de hojas me recordaba que es un pie femenino. Rocé mi cuerpo con su tronco escamoso a la vez que emitíamos señales dejando salir emociones y recuerdos.
Jacy me reconoció de modo sesgado; no percibió los cambios en mí. Brotando un perfume fuerte descifré su mensaje -¡Elena querida!- solo la magia que nos une podía sostener comunicación entre una especie Cyca revoluta y una especie Homo sapiens.
-Mira que te he pensado y te he soñado -le dije con voz entrecortada dije-; no imaginas como visitas mi mente. Sabes Jasy, te planté en mi nuevo jardín, - sonriente afirmé -, sí Jasy, simbólicamente, yo sé que no eres tú - dejé de hablar, sequé mis lagrimas y Jasy me pregunta:
- ¿Mi olor fuerte te hace llorar?
- No, no, - respondí-
- Es que cuando florezco despido olor almizclado -me aclaró-.
Sus hojas compuestas, verde satinadas, palmeadas y finas se movían nuevamente; decodifiqué su lenguaje; yo no la dejaba exponer las señales del pasado que nos pertenecen; al fin susurró:
-Querida niña, te vi nacer, crecer, te seguí cuando corrías por el jardín tras las mariposas; nunca entraste a tu casa sin antes dedicarme sonrisas, sin dejar de sentarte a mi lado y un día, para mí especial, arrodillada frente a mí con admiración y amor me juraste lealtad.
Hizo una pausa y preguntó esperando una respuesta afirmativa:
- ¿Aún lo recuerdas?
-Sí lo recuerdo -afirmé-
- Ese día supe que me amabas -y prosiguió-, aun te veo niña con tu pelito rubio y tu batica azul adornada en cordoncillo blanco.
Sepan, todo era verdad, que hermoso es sentir reciprocidad en el amor.
Sin retirar mis manos de su follaje agregué: Tienes que saber por qué vine hasta ti, -¡porque me amas!- asintió y sin dejarla terminar seguí: sí, cierto, eres parte de los recuerdos inolvidables en mi infancia, eres el "árbol de mi vida", alfarera de mis visiones y energía especial que acompaña mis días. Tengo mucho que decirte Jacy, cyca revoluta, cyca del Japón, palma de iglesia, como te quieran llamar.
¡Que especial esta pregunta!
-¿Y por qué hoy no te pusiste la batica azul con cordoncillo blanco?
Solo sonreí y acariciándola afirmé.
Volveré, te lo prometo. Ahora escucha este fragmentito del poemas que hice por mis siete décadas:

"Rio de La Jagua, bendición divina
frescura del rocío que me vio nacer y me arrulló, 
cyca que se yergue en mi Edén de infante.
Paraíso vivido con veneración…"

Di la espalda, volví la mirada para verla, percibí que era feliz en su entono. Sé que no me pertenece, pero siempre será mi recuerdo excepcional, mi bendecida cyca, mi bendecida infancia. Hasta nunca cyca, hasta nunca infancia.

Miriam García Cabrera
Grupo A


La higuera

Me da pena hablar de la higuera que había en el corral de mi casa.
Cuando mi padre compró la casa donde vivieron durante más de 50 años, estaba unida a un huerto en el cual había algunos árboles frutales y una higuera. Un pozo con agua a dos metros de profundidad, hacía viable sembrar todo tipo de hortalizas .
Mi padre era agricultor y llegó un momento que en una esquina del corral construyó una nave para meter los aperos de labranza, tractor, remolque, sembradora, abonos, trigo y cebada.
La higuera era muy curiosa, el tronco estaba dividido en dos partes diferenciadas, las ramas de la izquierda daban higos y las ramas de la otra mitad daban brevas. Los grajos también lo sabían y había que espantarlos porque si podían las picoteaban antes de que las recogiéramos.
Disfrutamos durante muchos años de las ricas brevas e higos que daba la higuera, hasta que una mañana la higuera apareció cortada.
Mi padre la cortó sin previo aviso, el motivo era que no daba la vuelta con el tractor y el remolque para cargar y descargar en la nave.
La bronca que le echó mi madre a mi padre aun la recuerdo, ni os lo imagináis.

Luis Iglesias 
Grupo B


Copa gigante
Pinus pinea. Pino piñorero.

Es de forma alargada y tronco cilíndrico.
Testigo silente de tiempos pasados, sus ramas abrazan al cielo y sus raíces, profundas, guardan secretos de la tierra.
Imperturbable, observa las estaciones que a su alrededor suceden; la vida del pino es un canto a la resistencia, un poema de fortaleza en la naturaleza.
Huele a frescura, marcado por notas resinosas, dulces y amaderadas.
El pino, gran guardián del bosque y testigo silencioso durante siglos.
El pino, inmóvil, como el tiempo, se despliega en calma, como el latido sereno en la tierra.
El pino, con sus alas, se convierte en mensajero de los vientos, surcando las nubes con sus ramas de plumaje verde.

Fernando Nieto
Grupo A

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