Decidme cómo es un árbol

La sesión del lunes 12 de diciembre estuvo dedicada a Marcos Ana, quien moría hace un mes en Madrid, Fernando Macarro Castillo, más conocido como Marcos Ana (seudónimo formado con los nombres de sus padres), fue y es un poeta español nacido en la pedanía de San Vicente, del municipio de Alconada (Salamanca), el 20 de enero de 1920, aunque vivió su infancia en Ventosa del Río Almar (Salamanca). Su intensa biografía le ha hecho convertirse en uno de los símbolos de la cultura antifascista.



Saramago, buen amigo de Marcos, dice de él lo siguiente: "Hay personas que parecen no pertenecer al mundo y al tiempo en que viven. Marcos Ana es una de esas personas. Como tantos de su generación, arrastrados por prisiones del fascismo español, sufrió lo indecible en el cuerpo y en el espíritu, escapó in extremis a dos condenas a muerte, es, en el mayor sentido de la expresión, un superviviente. La prisión no pudo nada contra él, y fueron 23 los años que estuvo privado de libertad."

Transcribimos aquí algunos de sus poemas más conocidos, "Decidme cómo es un árbol" y "Mi corazón es patio" dedicado a su amiga María Teresa León:

Decidme cómo es un árbol.
Decidme el canto del río
cuando se cubre de pájaros,

Habladme del mar, habladme
del olor ancho del campo,
de las estrellas, del aire.
Recitadme un horizonte
sin cerradura y sin llaves,
como la choza de un pobre.

Decidme cómo es el beso
de una mujer. Dadme el nombre
del amor, no lo recuerdo

¿Aún las noches se perfuman
de enamorados con tiemblos
de pasión bajo la luna?
¿O sólo queda esta fosa,
la luz de una cerradura
y la canción de mis losas?

Veintidós años... Ya olvido
la dimensión de las cosas,
su olor, su aroma... Escribo
a tientas: “el mar”, “el campo”...
Digo “bosque” y he perdido
la geometría del árbol.

Hablo, por hablar, de asuntos
que los años me borraron
(no puedo seguir, escucho
los pasos del funcionario).


La tierra no es redonda:
es un patio cuadrado
donde los hombres giran
bajo un cielo de estaño.
Soñé que el mundo era
un redondo espectáculo
envuelto por el cielo,
con ciudades y campos
en paz, con trigo y besos,
con ríos, montes y anchos
mares donde navegan
corazones y barcos.
Pero el mundo es un patio.
Un patio donde giran
los hombres sin espacio.

A veces, cuando subo
a mi ventana, palpo
con mis ojos la vida
de luz que voy soñando.
y entonces, digo: “El mundo
es algo más que el patio
y estas losas terribles
donde me voy gastando”.
Y oigo colinas libres,
voces entre los álamos,
la charla azul del río
que ciñe mi cadalso.
“Es la vida”, me dicen
los aromas, el canto
rojo de los jilgueros,
la música en el vaso
blanco y azul del día,
la risa de un muchacho…

Pero es soñar despierto
mi reja es el costado
de un sueño que da al campo.

Amanezco, y ya todo
—fuera del sueño— es patio:
un patio donde giran
los hombres sin espacio.

¡Hace ya tantos siglos
que nací emparedado,
que me olvidé del mundo,
de cómo canta el árbol,
de la pasión que enciende
el amor en los labios,
de si hay puertas sin llaves
y otras manos sin clavos!
Yo ya creo que todo
—fuera del sueño— es patio.

Un patio bajo un cielo
de fosa, desgarrado,
que acuchillan y acotan
muros y pararrayos.

Ya ni el sueño me lleva
hacia mis libres años.
Ya todo, todo, todo,
—hasta en el sueño— es patio.
Un patio donde gira
mi corazón, clavado;
mi corazón, desnudo;
mi corazón, clamando;
mi corazón, que tiene
la forma gris de un patio.

Un patio donde giran
los hombres sin descanso.


Y dejamos aquí también la canción que hizo Extremoduro a partir de uno de sus poemas:





PROPUESTA DE ESCRITURA

Escribid un texto (relato, carta, poema) inspirado en Marcos Ana o en alguno de sus textos.


Estos son algunos de los textos recibidos hasta ahora:


"Adagio a mi país" 
Andrés Calamaro

En mi país, qué tristeza,
la pobreza y el rencor...
Dice mi padre que ya llegará
desde el fondo del tiempo otro tiempo
y me dice que el sol brillará
sobre un pueblo que él sueña labrando
su verde solar.

En mi país, qué tristeza,
la pobreza y el rencor.
Tú no pediste la guerra,
madre Tierra, yo lo sé.
Dice mi padre que un solo traidor
puede con mil valientes,
él siente que el pueblo en su inmenso dolor
hoy se niega a beber de la fuente clara
del honor.

En mi país somos duros,
el futuro, lo dirá.
Canta mi pueblo una canción de paz,
detrás de cada puerta está alerta mi pueblo
y ya nadie podrá silenciar su canción...
y mañana también cantará.

En mi país, qué tibieza,
cuando empieza a amanecer.
Dice mi pueblo que puede leer
en su mano de pueblo el destino
y que no hay adivino ni rey
que le pueda marcar el camino
que va a recorrer.

En mi país, qué tibieza,
cuando empieza a amanecer.



Esta canción me hizo recordar las penurias sufridas por las guerras sin razón, por las personas como Marcos Ana, que por su ideología fueron encarceladas, por todos aquellos que padecen persecución injustificada, por la privación de libertad, por los derechos pisoteados, por...
Solo por eso, merece la pena recordarlo, para que no vuelva a ocurrir.

Luis Iglesias
Grupo B


Poema a Marcos Ana
Alma de poeta,
libertad sentida,
espíritu del bien,
paz inagotable,
sensibilidad perenne,
coherencia en la mirada.

Tu muerte hizo presente
un bálsamo de amor,
fluido entre la piel
que abrazó la vida,
rota por un mundo aprisionado.

La tierra que habitaste
añora tu presencia.
Pensamientos sellados
en el latir de tu recuerdo.

Sofía Montero
Grupo B


Homenaje a Marcos Ana
Marcos, donde quiera que estés, aunque ya resides en los aires de tu excelente poesía:

Cuando de más jóvenes paseábamos la plaza mayor de Salamanca, nos quejábamos continuamente del estado de cosas. Parecía que andábamos libres, pero estábamos presos en el aire cuadrado de la plaza bajo el ojo implacable del reloj.

Tú, entre aparentes muros, habitabas una paradójica libertad de espíritu, como un Quijote moderno, lleno de ideales que nos has dejado en herencia. Tú, castellano sereno, fuerte y cabal, te has convertido en otro de nuestros modelos de vida, en esta Edad Media tecnológica que nos oprime pero que vamos a combatir en lo que tiene de falta de libertad.

Paradójicamente ahora tienes más vida en el espíritu de todos nosotros, hombre brillante y bueno, gracias porque nos reconcilias con lo mejor de la humanidad.

Un abrazo fraternal de todos los que amamos la poesía, que es vida y no sólo estética.

Emilia González

Grupo B


Haikus

A Marcos Ana


Todo es frío
sin abrazos de madre
le queda soñar.


Ni árbol ni mar
él ve desde su celda
espera la paz.


Lee un libro
añora su encuentro
con amor y flor.

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A


Sin descanso

Un enrejado sin vida por ventana
Y dos puños que se aferran
Han olvidado como es un árbol

Dedos sin delito esculpen rayas
cruzan otra, quizás la última
incertidumbre y esperanzas

Losas y algún libro armado con llanto seco
Guardas sin alma que acallan voces sin dueño
Por que se vive con los actos despojados del sujeto
Y no se muere, solo se mata al cuerpo

Los poderosos, no lo son tanto
El corazón, se refuerza si resiste
pero el pensamiento es libre,
se escapa entre las rejas y las armas no le alcanzan

Antonia Oliva
Grupo B


La decisión de Lanuda

Lanuda era una oveja como todas las demás. Ahora que lo pienso con más calma, era un poco diferente a las otras. Lanuda era una oveja inteligente a la que le gustaba observar y reflexionar en lo que veía cada día. Sus balidos sonaban diferentes a los de sus compañeras de viaje. Y eso producía cierto malestar en el rebaño, pues cada vez que emitía uno, no recibía nada más que miradas de desdén. Y esas miradas dolían, la avergonzaban, la hacían sentir fuera de lugar, distinta. Y además de estas rarezas, era negra. La única oveja negra de todo el rebaño.
Todos los días, al despuntar el alba, se dejaba llevar por la fuerza de sus colegas. Cientos de bolas de lana se movían al unísono en la misma dirección, sin levantar siquiera la cabeza para contemplar lo que había a su alrededor. Ella seguía el camino que marcaba el grupo, alzando la vista hacia el conjunto de árboles distante, el río que se divisaba a lo lejos, el dragón blanco que se movía en el cielo hasta convertirse en un elefante o la puesta de sol que se escondía en el horizonte.
Su ensimismamiento hacía enfadar a Lucho, el perro que las perseguía mostrándoles con sus fauces y ladridos el camino adecuado que debían seguir.
Cuando sus compañeras notaban que Lucho se comportaba de forma más agresiva con ellas, se enfadaban con Lanuda a quien echaban la culpa de sus desgracias: “Pero, ¿qué haces? ¿estás loca?”; “Nos vamos a meter en un lío por tu culpa”; “¿Es que siempre tienes que dar la nota? ¿tan difícil es no rebelarse a las órdenes de Lucho?”; “Obedece y déjanos vivir tranquilas”. Y entonces Lanuda agachaba la cabeza y, sin entender qué mal hacía, seguía al grupo para que no se enfadaran más con ella.
Una noche de insomnio nuestra ovejita negra no paró de darle vueltas a la cabeza. No comprendía por qué siempre tenían que comer la hierba más verde, beber el agua de los riachuelos más frescos, recorrer los caminos marcados por otros viajantes. ¿Por qué les estaba prohibido probar las flores que crecían en los campos a los que no tenían acceso? ¿Por qué no podían explorar otros caminos desconocidos? ¿Tan peligroso sería? Y lo que es más, ni siquiera podía entender por qué sus amigas temían tanto al perro pastor que les daba órdenes. Mientras a ella no le afectaban los ladridos, a sus compañeras se le metían en los huesos; se les congelaba el alma. Lanuda sabía desde hacía tiempo que los perros ladradores, eran poco mordedores.
En estos pensamientos estaba cuando un nuevo amanecer alcanzó el cielo y vio cómo, algunas de sus colegas, se desperezaban para ponerse en marcha de nuevo. “Ya no puedo más; otro día igual”- pensó. El rebaño se puso en camino siguiendo los ladridos de Lucho, que obedecía a su vez a los silbidos de un humano llamado Ceferino. Lanuda ese día estaba distraída; no oía o no quería oír los ladridos y silbidos que escuchaba lejanos. Poco a poco, ensimismada en sus pensamientos y en las imágenes que se grababan en su retina, se fue quedando rezagada. Pasó de las primeras filas del rebaño a la parte central. De ahí, al final y, por último, sin apenas darse cuenta, se quedó sola.

Cuando se percató de su aislamiento se asustó un poco. Sin embargo, se dio cuenta de que no añoraba a ninguna de sus compañeras. Con el rebaño se había sentido siempre presa. Por eso no corrió a buscarlas. Por primera vez en su vida, sintió que respiraba mejor. Su cuerpo estaba relajado. Sabía que a partir de ahora podría ir más allá, exploraría otros caminos, otros paisajes, probaría otras hierbas. No volvería a sentir miedo. Supo que finalmente había conseguido su libertad.

Toñi Martín del Rey
Grupo B

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