Por los pelos

El lunes pasado llegamos por los pelos al taller de escritura creativa. A pesar del puente de la Inmaculada Constitución allí nos presentamos unos cuantos valientes recién salidos de la peluquería para hablar de vellos y cabellos y lucir permanentes, cardados, tirabuzones y melenas al viento.

Comenzamos nuestro repertorio de textos en Garcilaso y acabamos con la Microlocas y su magnífico libro "Pelos". Para los que no os vimos el pelo aquí tenéis un extracto del libro. Disfrutadlo.
¿Que quién más nos acompañó el lunes en el salón de belleza? Pues Lope de Vega, Miguel Hernández y Pablo Neruda. Y Aurora Guerra, poeta y dermatóloga, de la que comentamos con pelos y señales su artículo "La alopecia en la literatura".



Y cómo no, hablamos de la película de Patrice Leconte "El marido de la peluquera". Yo mismo me confesé alma gemela de Antoine aunque conmigo no viva ninguna peluquera.

Incluímos en la ficha de trabajo el soneto XXIII de Garcilaso. En él hay un endecasílabo digno de un buen spot publicitario. Así lo afirma Juan Antonio González Iglesias en su artículo "Salicio vive en el tercero izquierda": "«El cabello... / que el viento mueve, esparce y desordena». Breve y bello como un anuncio de champú, este endecasílabo nos trae muchas cosas. Es el carpe diem de Horacio y el collige, virgo, rosas de Ausonio transmutados en soneto perfecto (En tanto que de rosa y azucena). Es la iconografía de la mujer renacentista, emblema de humanidad, tan visible como en la Venus de Botticelli (contemporáneo de nuestro poeta). Superando a la pintura, la cámara poética saca tres instantáneas del cabello que amamos (mueve / esparce / desordena) y las pone en acción. Y atentos: en una gradación ascendente, el desorden es lo más valorado. Que estemos hablando de estética (y hasta de cabello) no le quita ninguna importancia, más bien al contrario (en el fondo estamos hablando de moral). El desorden es bello como la arruga es bella. ¿Cultura visual? Intensidad de spot, fuerza de corto, eso hay que pedirle al soneto."

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;
y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;
coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, ante que el tiempo aireado
cubra de nieve la hermosa cumbre.
marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudara la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre


Miguel Hernández nos ofreció el texto en el que se refiere al caracolillo que tenía en el pelo Josefina Manresa:

Ser onda, oficio, niña, es de tu pelo,
nacida ya para el marero oficio;            
ser graciosa y morena tu ejercicio
y tu virtud más ejemplar ser cielo.
           
¡Niña!, cuando tu pelo va de vuelo,
dando del viento claro un negro indicio,            
enmienda de marfil y de artificio
ser de tu capilar borrasca anhelo.
           
No tienes más quehacer que ser hermosa,
ni tengo más festejo que mirarte,            
alrededor girando de tu esfera.

Satélite de ti, no hago otra cosa,
si no es una labor de recordarte.            
-¡Date presa de amor, mi carcelera!

Y por último, Pablo Neruda nos confesó en secreto que le hubiera gustado ser nuestro peluquero, bueno, de una mujer, en realidad:

ME FALTA tiempo para celebrar tus cabellos.
Uno por uno debo contarlos y alabarlos:
otros amantes quieren vivir con ciertos ojos,
yo sólo quiero ser tu peluquero.
En Italia te bautizaron Medusa
por la encrespada y alta luz de tu cabellera.
Yo te llamo chascona mía y enmarañada:
mi corazón conoce las puertas de tu pelo.
Cuando tú te extravíes en tus propios cabellos,
no me olvides, acuérdate que te amo,
no me dejes perdido ir sin tu cabellera
por el mundo sombrío de todos los caminos
que sólo tiene sombra, transitorios dolores,
hasta que el sol sube a la torre de tu pelo.

Pasamos al secador y nos llevamos de lectura algunos microrrelatos de "Pelos" y el inicio de la película El marido de la peluquera:

Consulté con la almohada y me casé con el hombre adecuado. Dejé que escogiera mis amigos, el nombre de mi hija, mi amante. Seguí sus consejos hasta que anoche, cuando le pregunté de qué color teñirme el pelo, me dijo “blanco”. Soy joven, y más que un tinte, necesito otra almohada. En mi cabeza brota una cana.

"Consejos". Teresa Serván

La barca de Carlos Frontera
Tu barba se cree ingobernable. La simple cercanía de mi mano la violenta. Dentro, algo se mueve. Los pelos se tornan púas e intentan herirme cuando, amablemente, acerco la cuchilla. Ya es tarde. Ahora, sobre tu barba, gobierno yo.

"La barca de Carlos Frontera". Isabel Wagemann

Recogido para la horca, pelucón para la guillotina, desfilado para la cruz. Para la hoguera, cardado; para el gas, volumen; permanente en la electrocución. Si te lapidan, algo sin complicaciones; si te fusilan, flequillo con movimiento. Recuerda: inmersión con efecto mojado. Recuerda: veneno con mechas de color azul. Si asfixia, trenzas; si desmembramiento, corte asimétrico. Si vienes tú, descabellada.

"Peinados para la muerte". Isabel González

“Cabellos de fuego líquido, melena carmesí, bucles rojos como las brasas de tu m irada, mataría por acariciar tu melena, sirena del Averno, diosa vikinga, ojalá pueda morir aspirando el dulce perfume de tu pelo ardiente”. El estudiante rebelde estruja el papel que ha estado escribiendo, hace una pelota y lo lanza a la cabeza de la pelirroja de la primera fila gritando “¡Empollona zanahoria!” y sintiendo un profundo e inconfesable agujero de tristeza en el estómago.

"Adolescencia". Eva Díaz Riobello







Propuesta de escritura

Gloria Trevi debía de tener alguna fijación (que no fijador) con el pelo. ¿Recuerdan las canciones “A mí me gusta andar de pelo suelto” y “Me solté el cabello”? 
No le gustaban un pelo la cola de caballo ni las trenzas, está claro.
A ti no te va a quedar más remedio que cogerle gusto al pelo pues te proponemos escribir un texto a partir de las expresiones:

- Por los pelos
- Así nos luce el pelo
- De medio pelo
- Pelillos a la mar
- Echar una cana al aire
- Hasta los pelos
- Pelos de bruja
- A pelo
- Ni un pelo de tonto
- No tener pelos en la lengua
- No verle el pelo
- Pelos de punta
- Soltarse el pelo
- Tomar el pelo
- Donde hay pelo hay alegría


Y aquí tenemos algunos textos recibidos hasta ahora:


¿Me regalas unos pocos pelitos?
Soy Ana, doña Ana para mis vecinos del tercero B, yo vivo en el tercero A; vinieron a vivir aquí hace siete años, un traslado, cuestión de trabajo; la buena relación de vecindad surgió muy pronto, sin querer ser entrometida, pero recordando lo duro que resulta vivir en ciudad nueva, sin familia ni amigos, que a mí me tocó vivir, pensé, volviendo a recordar mi experiencia, lo bien que viene una buena vecina, así que les visité, fue muy agradable, Maru y yo sintonizamos rápidamente, quizá vio en mi a su madre y yo en ella a mis hijas, ese día me contó lo más importante para ellos, estaba embarazada.

A los pocos meses nació Sandra, a Maru le faltaba experiencia, que fue supliendo con mucho cariño y dedicación; pasó el tiempo de su baja por maternidad y, llegó el momento de incorporarse al trabajo, le costó dar ese paso, una señora cuidaría de la niña, me pidió que pasara de vez en cuando a verla, los lazos de vecindad se convirtieron en lazos de amistad, de verdadero cariño. Viví y disfruté con el crecimiento de Sandra, una niña encantadora, pasé a ser su abuela número tres.

Aquella tarde el timbre sonó con demasiada insistencia, tras la puerta apareció una Maru descompuesta, mire doña Ana, era una carta de Alejandro, su marido, -Se va, dice que se va-

Han pasado tres años. Esta tarde como tantas otras, Sandra, que ya tiene seis años, ha venido a casa, hemos visto un libro juntas y, de pronto:

-¿Me regalas unos pocos pelitos?-

-Pelos míos, ¿para qué?-

-Ayer oí hablar a mamá con Olga y le decía: Lo que tienes que hacer es echar una cana al aire, tienes que empezar a salir, ¡que ya está bien!, mamá contestaba no puedo y, lloraba.

-¿Cómo va a poder echar canas al aire si mamá no tiene canas?, pero si tú me das unas pocas de las tuyas, ya podrá echarlas y volver a reír, quiero hacer ese regalo a mamá, ¿me las das?-

Me corté un mechón que metí en una cajita.

No sé cómo sería la explicación al regalo, pero el timbre volvió a sonar insistentemente, Maru me dio un fuerte abrazo y la vi sonreír.

Inés Izquierdo
Grupo A


Mi pelo (canción)

Mi pelo me lo robaron estando romería
mi pelo me lo robaron, anoche cuando dormía
¿ Donde estará mi pelo? (bis)
¿ Donde estará mi pelo? (bis)
Me dicen que me quitaron los pelos que relucían,
creyendo que eran de oro de limpios que los tenía,
¿Donde estará mi pelo? (bis)
Donde quiera que esté, mi pelo es mío
porque con el me crié allá en el río
si lo llego a encontrar vendrá conmigo
en mi cabeza, y por el camino.
Le digo por el camino, hablando con los romeros
que llevan sobre su pala, mi nombre grabado a fuego
En mi pelo gasté una fortuna
y en mis noches de amor, llevé la luna
preguntando busqué por todas partes
y por fin lo encontré, en una esquina.

Luis Iglesias
Grupo B


Pelillos a la mar

Pelillos a la mar, y yo me pregunto, a qué Mar? Y de qué pelos Yo me imagino dos pelos atrevidos, intrépidos y aventureros que por la fricción con un sombrero Panamá se entrelazan en el ala, comienza el vuelo. Pero un día la gravedad les favorece, y caen al suelo, donde se encuentran con un zapato, que será su vehículo en este trayecto peliagudo. Somos dos pelos libres, dos pelos y ningún destino. Que suertudos estos pelos, que llegan paseando a una playa y notan la humedad en su cuerpo, que responde con un tembleque provocando un giro, un bucle un rizo bello. Y hasta aquí este pequeño viaje, ustedes decidan a que mar llegan estos pelos.

María Vaquero
Grupo B


Soltarse el pelo

Las perspectivas de futuro no eran nada halagüeñas en la posguerra. Y mucho menos para una familia campesina pobre y numerosa que vivía en un pequeño pueblo de Teruel.

Margarita era la única mujer de cuatro hermanos. Como sus padres tenían poco para comer y no querían que sus hijos pasaran las mismas penurias que ellos, decidieron meter a los dos hijos varones más pequeños en el seminario y a su hija en un convento.

Era un convento de clausura de Barcelona, en el que Margarita ni pasaba hambre ni pasaba frío. Sin embargo, quería ver más allá de su habitación, de las estancias comunes, del claustro, del jardín y del muro que separaba su mundo del exterior. Envidiaba a las hermanas que habían elegido libremente aquella estricta forma de vida. Pero, ¿qué podía hacer? No sólo temía el escándalo que podía provocar si dejaba la orden, sino que también se preguntaba de que podría vivir allá fuera.

A los treinta años decidió quitarse el velo, soltarse el pelo, e iniciar un nuevo camino.

Óscar Fernández
Grupo B


Rizos de la noche

El aire roba mis sentidos.
Muerta la tristeza,
suelto mi pelo
para sentir la vida,
libre al caminar.

La luna peina mis enredos,
despierta sensaciones,
acaricia el negro rizo
que ilumina mis recuerdos.

Vientos de humedad
desnudan mi rostro,
muestran la raíz de mi cabello,
cubierto por el tinte de un anochecer.

Sofía Montero
Grupo B


Así nos luce el pelo
Llegaba a casa y en la cara se le notaba el cansancio de toda la mañana. Toda la mañana en el colegio y un rodeo para volver, no quería llegar, todo era mejor que enfrentarse, en este último día de trimestre a la mirada inquisitiva de él.

Llegaba y siempre oía lo mismo: diario hablado de RNE son las dos de la tarde la una en Cana

No hacía falta decir nada, el silencio comiendo llegaba a ser sobrecogedor, solamente tintineo de los cubiertos y el fin run de la radio. Y la cara le delataba ,era transparente no podía engañar a nadie y cuando terminaban y le presentaba las notas los dos sabían lo que había; uno sabía que había suspensos y el otro sabía las palabras que iba a pronunciar: así te luce el pelo.

Llegaba a casa y en la cara se le notaba el estrago de la noche, la piel grisácea y macilenta por no dormir, por fumar, por el exceso de bebida.

Procuraba no hacer ruido, pero cuando subía, los escalones de la buhardilla no dejaban de gemir; pero daba igual él estaba despierto; se escuchaba : son las cinco de la mañana las cuatro en Canarias y se metía en la cama y se cobijaba debajo de las mantas y esperaba cinco, diez veinte minutos y se abría la puerta de su habitación y él le agarraba del dedo gordo del pie y le decía arriba está todo por hacer y se hacía el dormido y roncaba pero no le valía para nada. Cuando se ponía en pie oía: así te luce el pelo y empezaba otro día.

Cuando llegaba a casa se le notaba la frustración de tener que estar un día más solo con él y no oia nada y echaba de menos la radio y el diario hablado y las horas y se sentaban a la mesa uno enfrente de otro y ni comían; solo se decían uno al otro así nos luce el pelo.

Lucio Gómez
Grupo A


Pelos de bruja
Una pareja se asomaba a una ventana del hotel Larbello de Coimbra. Era primavera y un perfume fresco se extendía en el aire. Ella le miraba, él veía

cómo comenzaban a caer las primeras gotas de una lluvia fina y aromática como un perfume del más allá.

La joven tenía un pelo largo y espeso, oscuro, dividido en dos trenzas semi deshechas…Maquinalmente comenzó a deshacer del todo su cabello, sujeto injustamente. La lluvia se espesaba como una melena transparente.

Un golpe de brisa alborotó el pelo de la muchacha que se impregnaba de flores misteriosas que no se veían

_Vaya pelos de bruja.

Al rozarle en las mejillas él se volvió al rostro de ella y le besó un mechón de pelo…Después los labios. La joven dejaba que su pelo volara empapándose,

no hizo señas de querer recoger aquel reclamo.

Los dos se echaron a reír y desaparecieron del marco de la ventana, mirándose a los ojos, ya con prisa y complicidad.

Emilia González
Grupo B


Las manos que mecen las tijeras

Después de meses con el pelo largo acudo a la peluquería.
-Hola buenas, venía a cortarme el pelo.
-Espere un momento que le lavo el pelo. ¿Cómo quiere usted que se lo corte?
-Muy corto, por favor.
Mientras me corta el pelo la peluquera me dice:
-Usted tiene el pelo estropeado.
-Sí, llevaba mas de cuatro años sin contarme el pelo.
-¿Le gusta como le queda?
-Sí, me gusta mucho así de corto. Ah, y ya que estamos, ¿me podía afeitar la barba?
-Espere un momento que ahora viene el barbero y él se encarga.

David Álvarez
Grupo B


Por los pelos
Llega a casa y se sirve un trago, un hielo. Se deja caer en su vieja butaca de cuero. “Tengo que conseguirlo”, se dice, "mañana tengo que conseguirlo”, se dice; “mañana voy a conseguirlo”, se dice. Cierra los ojos, imagina la escena. En ella lo consigue, todo resulta, sale victorioso. O no victorioso, pero sale, se marcha, todo se acaba.

El día amanece pronto, traidor. Suena el despertador y él aun está marchando al sueño. Se levanta con la cara hinchada, el estómago revuelto de nervios. Le preparan una cafetera a la que no puede esperar, y se enciende dos cigarros antes de los primeros sorbos. Se ducha, no canta. Ya no canta en la ducha desde la época noruega. Se afeita, se viste. Traje azul oscuro, camisa blanca, corbata granate. No está de humor para más.

La mañana es deshonesta. El sol radiante, do mayor, el frío tan intenso que entumece la piel. Irá andando al trabajo pese a la baja temperatura. Le vendrá bien despejarse un poco, prepararse. Refuerza estrategias por el camino, rememora escenas que han de servirle para sustentar, sostener, mantener el tono, no dudar. Va hablando por lo bajo, tan concentrado que no ve, no escucha. Lástima que el trabajo esté tan cerca, se dice.

Entra en su despacho. Revisa los informes, toma notas, dibuja bocetos.

A media mañana es la hora. Reúne a toda la junta directiva en la mesa de reuniones.

-La empresa es vuestra, me marcho- dispara su boca antes de que ni siquiera el último en entrar haya tomado asiento.

Hay un silencio incómodo, al que le siguen risas, primero leves, después carcajada general.

Él mira a cada uno de los siete reunidos a los ojos. A las dos hermanas, al secretario, los otros tres que son nuevos. Y a ella, sobre todo la mira a ella, tan delgada, tan bella, tan fina, con una sonrisa medida que permita que se siga riendo, aunque ella lo hace mucho menos que el resto. En el transcurso de esas miradas no deja de repetirse “vas a conseguirlo, vas a conseguirlo, vas a conseguirlo”. Pero no lo consigue, cierto que por los pelos, pero no lo consigue. La mirada de ella ha vuelto a vencerle.

- Claro que era una broma, cómo voy a daros mi maldita empresa, panda de vagos y vagas-
- Empresa, jajajajajaja, lo de empresa ha sido lo mejor, Felipe. Cómo te pareces a tu padre-

Néstor Valverde Merlo
Grupo A


Viejo sin un pelo de tonto
En un viaje de vuelta a salamanca, recogí a un hombre que hacía autoestop, pero no iba solo, en la cuneta, un poco más allá, había dejado su carga: varias gallinas y unas cuantas docenas de huevos, que tuvimos que colocar para que no se rompieran. Me recordó a esas situaciones de pelicula cuando la "tía buena" enseña la pierna y luego aparece el resto de sus acompañantes.
Desde luego el hombre no tenía ni un pelo de tonto, pero si le sorprendió que una mujer y tan joven le hubiera recogido, pero claro, entendió y así me explicó que yo había percibido su buen pelaje ¡jajaja!. Lo que yo vi fue un inofensivo anciano sin huevos de ningún tipo.

Luisa Sánchez Mayorga
Grupo B


Me enteré... por los pelos
¿Creías que no me iba a enterar? ¡Me tomas el pelo, entonces!¡Anda ya! Así nos luce el pelo.
Se me pasó alguna vez por la imaginación, eso sí, que pudieras estar” echando una cana al aire” pues hacía tiempo que no te "dejabas ver el pelo”, siempre encontrabas alguna excusa cuando pretendía quedar contigo….Y "no tengo un pelo de tonta” Qué te crees. Pero confiaba en ti a pesar de todo… Y se me “ ponen los pelos de punta” solo de pensar que si te hubiera pillado “a pelo”con esa pelandrusca de pelos de bruja, podría haber cometido una barbaridad.
Y no, ya no admito eso de “ pelillos a la mar”, como me has dicho en otras ocasiones. Pero esta vez has superado mis límites y me tienes “ hasta los pelos”.y, aunque dicen que “donde hay pelo hay alegría”, no estoy de acuerdo, a mi este asunto lo que me trae es dolor. Y no me voy a callar, “no tengo pelos en la lengua”, ya me conoces—y no me voy a “cortar un pelo” esta vez—Voy a publicar en Facebook la guarrada que me has hecho, que comprueben tus conocidos el tipo de persona que eres y no quiero saber nunca más nada de ti. Aléjate de mi vida para siempre.

Rosa Celia González 
Grupo B


Siento decírtelo pero la relación entre tu y yo no está bien. En esta última época me siento agobiada contigo. A penas abro los ojos al despertar ya noto tu presencia invadiéndome y asfixiándome y no dejándome respirar. También al acostarme tengo esa misma sensación, y por el día la única solución que se me ocurre para poder soportarte es atarte. Lo he pensado mucho y a pesar de que llevamos mucho tiempo juntos no veo otra alternativa que acabar de una vez contigo…
María salió del cuarto de baño y apresuradamente fue hacia la cocina, quería acabar cuanto antes con esa situación. Tomó unas tijeras que previamente había afilado y de un solo tijeretazo acabó con él, porque estaba hasta los pelos del pelo. Ahora su melena luciría corta.

María José Marín
Grupo B


Por los pelos

Frente al espejo, preparándose para el que sería uno de los días más felices de su vida (eso decían), se acarició el pelo. Su larga melena fascinaba al que la veía. En su boda decidió llevarla suelta y sin florituras en lugar de seguir antiguas costumbres. Tampoco se pondría vestido de cola y zapatos de tacón. Un sencillo vestido floreado, con escote y cintura de avispa estaba bien. Se contempló: ¡se sentía guapa!

Muy lejanos le sonaban los movimientos de la familia entregada a los preparativos. Ella había pedido estar sola, en esa habitación de la que ahora se despedía. No se llevaría nada para sentir que un trocito de ella, una preciosa etapa de su vida seguiría allí. Y abstraída en sus pensamientos no escuchó la voz de su madre diciendo que junto con su padre y hermanas se iban caminando a la Iglesia; que no les hiciera esperar demasiado.

Cuando escuchó las campanadas del reloj del salón se sobresaltó y lanzando una última mirada al espejo, salió dando un portazo.

A la puerta de la Iglesia, el novio fumando nervioso, la gente murmurando en corrillos, los padres pensando en ir a buscarla… Y ella aparece corriendo, melena al viento, y riendo con la satisfacción de haber llegado a su boda aunque fuera por los pelos. Una mirada de reproche de su novio la inquieta pero enseguida le regala una sonrisa; su melena lo fascinaba, lo volvía loco y ella lo sabía pero no podía sospechar hasta que punto.

Terminada la celebración, él se sintió más dueño de ella y ella presintió una mengua de su libertad.

Poco a poco comenzaba la transformación de dos seres como tantos en esta Tierra. Él se hallaba fuerte en la debilidad de ella y la consideraba como un trofeo merecido y suyo, solamente de su posesión. Lentamente la fue limitando, primero le sugirió con cierta imposición que no llevará el pelo suelto porque podía levantar malos deseos en los varones del pequeño pueblo, a eso se unía el no llevar escotes ni faldas cortas o ropa ajustada. Sus relaciones más íntimas siempre comenzaban quitándole horquillas y liberando su pelo del “maldito recogido”, pero un día le pidió un poco más: para su mayor excitación necesitaba arrastrarla tirando de su melena (siempre sobre una alfombra) y ella cedió ante su lujuriosa mirada. La realidad fue a peor cuando alguien le habló en el bar de la preciosa mirada de su mujer y él imaginó cómo ella le habría mirado; al llegar a casa la abofeteó, ella lloró en silenció y él le suplicó perdón. Lo perdonó, ¡terrible error! porque tuvo que hacerlo muchas veces más.

Y ella ¿Cómo vivía todo esto? ¿Qué pasaba en su interior?

Su vida fue recogiéndose como la de un caracol en el invierno. Metida en su concha-casa pasaban los días sin apenas comunicación con la gente. Pero tuvo el valor de inventar una vida digna: leía mucho, escuchaba radio, cultivaba su huerto, tomaba el sol, disfrutaba viéndose bella (cogía el secador y sentía su melena libre al viento) pero sobretodo imaginaba otras realidades. La que más le gustaba recrear era el día de su libertad, si llegaba. Luchaba por esa libertad de la única manera que le habían enseñado: “ante los imposibles solo la oración puede hacer el milagro” le había dicho una vez su madre. Y cada noche ella repetía su oración: “Señor Dios, quién quiera que seas, creo que tienes poder. No te pido nada malo para mi marido, solo poco mal y buena muerte, rapidita si puede ser. No quisiera pedirte esto pero se trata de mi vida o la suya. No puedo más, confío en ti”. Y cada día se levantaba con la esperanza de que algo ocurriera.

Llegó el día. Un precioso día de verano llegaron unos vecinos alarmados sin saber cómo decirle que a su marido se le había disparado la escopeta de caza y estaba muerto. Fingió un pequeño drama ¡Lo había imaginado tantas veces que tenía todo perfectamente dispuesto!

Para prepararse para el sepelio había pedido estar sola en esa habitación de la que ahora se despedía. No se llevaría nada para no recordar el dolor. Se contempló y rememoró la chica ilusionada del día de su boda. Decidió no seguir la tradición y se vistió con su sencillo vestido floreado, con escote y cintura de avispa. ¿Y la melena? Cogió las tijeras y se hizo un precioso corte, guardó todo su pelo en una bolsita y cuando miró el reloj… uff… salió corriendo hacia el cementerio. De nuevo llegó por los pelos porque en ese momento estaban metiendo la caja en el nicho, se adelantó y le lanzó la bolsita con su melena para que eternamente la disfrutara. Ante la sorpresa de todos se dio la vuelta y salió tan deprisa como pudo, nada le importaba.

Llegó a la estación y por los pelos se subió al tren que la llevaría a una nueva historia en libertad.

Paloma Rodríguez Prieto
Grupo B


Ni un pelo de bruja
La reina con todo su séquito de amas y doncellas, protegidas por el mejor batallón de exploradores del Imperio Hermético, a cuyo mando va un gallardo capitán de ferocidad legendaria, llega a la laguna misteriosa, la laguna de la eterna juventud según los informes del Consejo de Augures, Magos y Druidas que asesoran al Imperio. Es el momento álgido en que se cumplen todos los requisitos que determinan los Astrólogos y el Círculo de Sabios Inescrutables que acompañan a la comitiva real.

El agua milagrosa de la laguna –bajo las irrepetibles condiciones que en ese preciso instante se producen- rejuvenece y da lustre a la piel de quien se sumerge en ella, dejándola sonrosada, fresca y sin rastro de pelo alguno, como si fuera el cutis de un bebé.

Amas y doncellas cubren cejas y pestañas, así como la hermosísima cabellera de la Reina –la bella, delgadísima, casquivana y olvidadiza reina- de una fina película de sebo de jabalí, para proteger esas pilosidades regias que son una de las mayores gracias entre las muchas que adornan su proverbial belleza.

Todos los miembros del séquito, y los soldados de la temible Guardia al mando del joven y bravo capitán, se retiran a los linderos del bosque. La reina quiere disfrutar de ese momento a solas, y relajarse después del baño en el lecho de rosas y perfumadas sedas que las doncellas ya le tienen preparado.

El baño es revitalizador, y como si de una poción mágica se tratara, provoca en la Reina un hervor de sangre renovada, al tiempo que hace refulgir su cuerpo desnudo como si emitiera un halo marmóreo y deslumbrante. La reina sale del agua, y se tumba en el tálamo, adormecida en una especie de éxtasis mágico. Se rasca ligeramente el cuero cabelludo –el sebo de jabalí le produce algunos picores-, y se estira en el lecho dispuesta a disfrutar de su regenerada e inmarchitable belleza. Pero los picores son insidiosos. Y por momentos, insoportables. De modo que la desmemoriada reina, que tampoco tiene entre sus escasas virtudes morales el don de la paciencia, no se lo piensa dos veces, y acercándose de nuevo a la laguna mágica, se lava el pelo y la cara, desprendiéndose de aquella repulsiva película de grasa.

Por un instante, toca el cielo. Hasta que ve su imagen en el espejo de las aguas misteriosas, y no se reconoce. La cabeza es una bola blanca, íntegramente calva.

Unos segundos después se oye un grito que retumba más allá de los confines del Imperio Hermético.

El primero que acude es el gallardo y feroz capitán, seguido de toda la guardia. Ve una mujer esquelética y totalmente lampiña, fantasmal, y poseída por una agitación histérica, que no para de gritar frases ininteligibles y blasfemas. El joven y bravo capitán, momentáneamente desconcertado, pregunta por su Soberana, pero aquella aparición demoníaca no deja de chillar y agitar espasmódicamente unas extremidades de una delgadez cadavérica. El capitán no pregunta una segunda vez, expeditivo y salvaje como es, y corta el cuello de la Bruja con su poderosa espada. La cabeza cae al agua, y con la muerte, sus facciones se suavizan y serenan, al tiempo que la cabellera que flota en el lago rodea y acaricia su rostro, como una melena suavemente mecida por la brisa.

Es entonces cuando el joven, romántico y enamorado capitán descubre, horrorizado, la imagen de su adorada, idolatrada reina.

Ignacio Aparicio
Grupo A


Ni un pelo de tonto
Para aquel que escucha

Por los pelos, la vida
que demasiadas veces
se nos reviste
de "rexistencia"

Y con los pelos de punta
se aferra la muerte
que la imagino calva
pero con dientes

Por los pelos,pasa el aire
de los gemidos de los valientes
y de año en año,el agua brota
en forma de sol paciente

Y con los pelos de punta,
compañerito,
te sigo amando,
alma creciente.

Tania Hermida
Grupo A


Donde hay pelo hay alegría

Mario se encontraba triste. No podía entender el motivo de su situación. No había hecho nada malo. Alguna vez no había querido compartir sus juguetes con los demás, pero eso lo hacían casi todos los niños. Y ninguno estaba pasando las navidades como él.
La verdad es que los médicos y enfermeras se esforzaban mucho por hacer más agradable la Navidad. Pero ésta no era como las anteriores. Sí, hacía calor en el hospital, pero el ambiente estaba frío. Se cantaban villancicos, pero sin alegría. Esos días se comían menús especiales, pero siempre dentro de las comidas permitidas. Nada de gominolas, caramelos o turrón de chocolate, como otras veces…
Clara, la mamá de Mario, se acercó y le dijo una vez más:
-          “Hijo, tienes que escribir la carta a los Reyes Magos. No lo has hecho todavía y no sabrán qué traerte”.
Encima de la mesilla había catálogos de todas las jugueterías de la ciudad, pero este año Mario no quería un Scalextric, el barco pirata de Playmobil, una PS4, una bicicleta, el móvil de última generación que tenían todos sus compañeros de clase, o el Halcón milenario de Star Wars. No, este año, no había en ningún catálogo lo que él deseaba con todas sus fuerzas.
-          Mamá, es que no quiero nada de eso.
-          ¿Y qué quieres entonces?
-          No puedo decírtelo. Si te lo digo, ya no será un secreto para los Reyes Magos.
-          Hijo, yo no se lo voy a decir a nadie más. Ni siquiera a tu padre. Será un secreto entre los Reyes, tú y yo. Pero me gustaría saber algo. Todos los años pides un montón de cosas y éste nada.
-          Es que, además, me da vergüenza decírtelo.
-          ¿Por qué, mi amor? No tienes que avergonzarte de compartir los secretos conmigo.
-          Es que lo que quiero, es imposible.
-          Nada es imposible en este mundo.
-          Mamá, es que yo…, yo sólo quiero volver a tener pelo, como todos los compañeros de mi clase. Quiero ser un niño normal.
La madre, con lágrimas en los ojos y los pelos de punta, le dijo:
-          Lo tendrás. Claro que lo tendrás.
El día 6 de enero, cuando los niños se acercaron al árbol para recoger los regalos que los Magos de Oriente habían dejado para ellos, sólo había un paquete para Mario. Él lo cogió, se lo llevó al pecho abrazándolo con esperanza y suspiró hondo antes de romper el papel. Cuando lo abrió, vio dentro una peluca de su personaje favorito, Jack Sparrow. Los ojos de Mario se abrieron con asombro mientras sus labios cubrieron toda su cara. Se acercó a su madre, la abrazó con fuerza y le dijo:

-          Gracias, mamá. Ya tengo pelo que ponerme hasta que regrese el mío. Voy a ser la envidia de mi clase.
Su madre añadió para sí:
-          Claro que sí, mi amor; donde hay pelo, hay alegría.

Toñi Martín del Rey
Grupo B

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