Ucronía

La sesión del lunes pasado la dedicamos a la literatura y la historia, aunque nos centramos fundamentalmente en el término "ucronía".
La ucronía nos permite especular con un transcurso diferente para unos determinados hechos políticos o algún acontecimiento histórico significativo. Se trata de aplicar a la historia una reconstrucción lógica que nos permita crear una realidad alternativa a partir de un posible cambio en una historia pasada. Los acontecimientos no han sucedido pero habrían podido suceder.

Dejamos aquí algunos enlaces interesantes sobre este tema:

El bibliófilo enmascarado: un interesante reportaje sobre la ucronía en el que se abordan brevemente once libros que pudieron cambiar la historia. ¿Que pasaría si los nazis hubieran ganado la segunda guerra mundial?. ¿Y si no se hubiera descubierto América hasta el siglo XX?. ¿Como sería la vida en los EEUU hoy en día si se hubiera detenido a tiempo al asesino de Keenedy?

Viva la República: documental en 6 fragmentos emitido en La Sexta que especula sobre el triunfo de la República durante la guerra civil española.

¿Qué hubiera pasado si España hubiera entrado en la II Guerra Mundial? Una entrevista en la que varios historiadores tratan de ofrecer respuestas para esta pregunta.

Y vimos el cortometraje Hendaya: cuando Adolfo encontró a Paco: la historia del día en que Franco se reunión con Adolfo Hitler en un vagón de tren en la estación de Hendaya. Siete horas intensas, resumidas en diez minutos. Una comedia disparatada sobre lo que pudo ser, lo que quizá fue y lo que realmente pasó cuando se encontraron dos de los mayores dictadores con bigote del siglo XX. Un cortometraje de Pepe Macías y Carla Guimarães. Producido por LaFiesta PC y Kino PC.




Propusimos como tarea escribir un texto a partir de una ucronía. 

Y estos son los trabajos de algunos componentes del Taller de Escritura Creativa:


Reedición

En esto descubrieron, treinta o cuarenta desaforados gigantes en aquel campo; y, así como don Quijote los vio, dijo a su escudero.

—La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, molinos de viento…

—¿Qué molinos de viento? —dijo Sancho Panza.

—Aquellos que allí ves —respondió su amo— de las aspas largas, que las suelen tener algunos de casi dos leguas.

—Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son molinos de viento, sino gigantes, y lo que en ellos semejan aspas son los brazos…

—Bien parece —repuso don Quijote— que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son molinos de viento; y si tienes miedo, quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.

Y, diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante…

***

Acudió Sancho a socorrerle, a todo correr de su asno y cuando llegó halló que no se podía menear, tal fue el golpe que dio con él Rocinante.

—¡Válame Dios! —dijo Sancho— ¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino gigantes…?

—Calla, amigo Sancho —respondió don Quijote— que las cosas de la guerra más que otras están sujetas a continua mudanza, que molinos eran los de la vez anterior y el señor don Miguel de Cervantes dispuso que saliera yo como salí de aquella aventura. Mudeme de adversario por ver que no cuadraba lo de por entonces en pleno siglo XXI y ya ves que termino lo mismo con las costillas molidas. Y sábete mi fiel escudero que si no me quejo del dolor es porque no es dado a los caballeros andantes quejarse de herida alguna; aunque se le salgan las tripas por ella.

—¡Gran merced! —dijo Sancho—. Pero, ¿creéis mi señor que ese que vos decís Miguel de Cervantes habrá dispuesto que termine para mí lo mismo que antaño el episodio de la ínsula que vos me tenéis prometida? Porque de no haber mejor fin, preferido hubiera yo no haberme embarcado en esta aventura cuatro siglos después.

Pascual Martín
Grupo B


¿Quien tuvo la culpa?

Historiadores de todo el mundo, después de analizar la personalidad de Adolf Hitler, han llegado a la conclusión, de que la II Guerra Mundial se podía haber evitado, si Hitler no hubiera sido rechazado para cursar estudios en la Academia de Bellas Artes de Viena.

Intentó su ingreso en los años 1907 y 1908, y siempre achacó a un profesor judío su veto y unas palabras denigrantes a su persona y al tipo de pintura que realizaba, que le hicieron mucho daño moralmente.

En su participación como soldado en la I Guerra Mundial, fue aumentando el odio hacia el pueblo judío y al marxismo. Este odio compartido con parte del pueblo alemán, fue explotado por el joven Adolf, cuando descubrió entonces su capacidad como gran orador de masas, lo que hizo que fuera ascendiendo de manera meteórica en el ejercito.

Lo que ocurrió en los años venideros todo el mundo lo sabe desgraciadamente, pero si hubiera sido admitido en la Academia de Bellas Artes de Viena, probablemente habría podido sobrevivir con penurias de la pintura, pero no ocasionar el daño que genero su odio al mundo entero.

Luis Iglesias
Grupo B


San Pablo murió al caer del caballo

Hoy es domingo. Como todos los domingos, después de comprar el pan y el periódico, me preparo y con el libro de cánticos bajo el brazo, me dirijo a ensayar y cantar en el coro de San benito durante la misa de la una.
Cruzo la plaza mayor, llego a "el corrillo" y me parece no ver la iglesia de San Martín; pero como voy distraído con mis pensamientos no lo valoro mucho.
Al llegar al lugar donde debía estar la iglesia de San Benito, no está. Hay una plaza con unos jardines. Camino unos metros y tampoco está la Universidad Pontificia, ni la Clerecía; en su lugar hay edificios, jardines y una sinagoga. Veo moverse por allí a varios individuos vestidos de negro con sombrero y tirabuzones.
Continuo por la calle compañía y suspiro al ver la casa de las Conchas. Camino hacia la calle la rúa, miro a la derecha y no veo la Catedral. !Por Dios ha desaparecido la catedral!.
Con la respiración agitada, camino deprisa hacia la plaza de Anaya y me encuentro con un edificio enorme de base cuadrada, con columnas y un enorme portón cerrado. Pregunto ,y me dicen que es el templo, que han intentado a pequeña escala reproducir el templo de Salomón; que vuelva el sábado próximo y lo conoceré en todo su esplendor.
Me estoy empezando a marear. No entiendo que es lo que está pasando.
Camino hacia el río. Allí está el puente romano y el verraco. Hay huellas de los iberos, de los romanos, de los judíos( mucha más de la que esperaba), pero ni rastro de los cristianos.
Sigo paseando angustiado en busca de respuestas. Tampoco existen los Dominicos ni las Dueñas(dominicas), todo son edificios de viviendas.
Llego a la calle de San Pablo y veo el rótulo: calle de Abraham.
San Pablo murió al caer del caballo y no ha existido para la historia.

José Luis Fonseca
Grupo A


NAAMA
La mujer que salvo al Mundo

Algo habìa pasado con el zumo de aquel fruto pisado que, meses antes, había dejado en unas vasijas.
Ahora que lo estaba bebiendo sentía oleadas de calor y sus pensamientos eran agradables.
Por fin se encontraba en una situación placentera, pues ya hacia tiempo, que su espíritu estaba aplastado por la inmensidad de la tarea que" El Creador" le había impuesto.
Aquella sustancia se deslizaba por su garganta dando calor a su cuerpo y ardor a su ser . Todos los trabajos y desvelos empezaban a tener sentido propio y a quedar como alejados de el. Y bebió y bebió a pesar de sentir como si se hundiera en un profundo e insondable sueño y bebió y bebió como si no hubiera un mañana...... hasta perder la consciencia.
De repente comenzó a escuchar una voz tremenda y de tal potencia que le heria los oídos, sin que a pesar de ello, pudiera reunir las fuerzas suficientes para poder abrir sus ojos.
¡Levanta, levant!! Repetía la voz que parecía ser de mujer y de nuevo volvió a sonar de forma imperiosa. ¡Ya ha comenzado a llover!
¡Levántate y ven!
Y Noé vino, claro. Entró como pudo en el Arca y lo cerró poco antes de que se abrieran los cielos.

Carlos García Riesco
Grupo A


Me llamó por mi nombre

Me llevaron a su tienda por orden expresa. Supe que iba a estar con él porque vinieron a por mí dos hombres que le acompañaban siempre y que nunca se mezclaban con el resto.

En vano intenté que me dejaran asearme para presentarme ante él de forma correcta, tal como era costumbre entre mi gente. No era adecuado visitar o conocer a alguien sin una preparación personal. No se trataba de coquetería, era simple respeto. Necesitaba lavarme el cuerpo, untarme el pelo de aceite, asear mi ropa… Pero no me lo permitieron. Les indicaba con gestos y con mi escaso vocabulario en su endemoniada lengua que me llevaran al río, pero sólo conseguí oír sus carcajadas mientras tiraban de mí y hablaban entre sí con sonidos broncos y gestos groseros.

Sabía perfectamente a dónde y a qué me llevaban. Para eso nos tenían allí a mis compañeras y a mí. Durante el día trabajábamos en la recolección de frutos, en la preparación de las comidas o en cualquier tarea que nos asignaran y por las noches, en las que no nos daban descanso, nos utilizaban para su desahogo personal insistentemente, dos o tres veces cada noche hasta que toda la soldadesca había saciado sus necesidades.

Éramos esclavas y ese era nuestro destino. Ese aspecto vital nunca fue tabú entre nuestra gente. Pero, como en todo, también teníamos una forma de hacer las cosas, que mantenía la dignidad de unos y de otros, haciendo del acto una ceremonia sensorial en la que la mujer y el hombre se convierten en iguales y se disponen hacia lo que viene después, abriendo las puertas del deseo para conseguir el placer sensual. El aseo corporal, la limpieza de la ropa, el aroma del cabello son elementos esenciales para conseguir el bienestar cuando los cuerpos se acercan, se frotan y se retuercen entre sí. Más aún los son las maneras, los roces, los gestos, las palabras, el tono de voz…. Pero de eso, ya… para qué hablar.

Eran seres sucios y malcarados. Gritaban, empujaban y aplastaban. Pero lo peor de todo era su hedor. Sudaban copiosamente por las altas temperaturas a las que no estaban acostumbrados, pero aún así no se lavaban y desprendían aquel olor agrio que se nos impregnaba en la piel y nos recordaba permanentemente nuestra situación.

Cortés había hecho montar una ostentosa tienda de campaña en la que contaban que guardaba los tesoros acumulados en sus rapiñas y los obsequios que recibía de los jefes de los pueblos para apaciguar su ira. Allí me introdujeron y me ordenaron permanecer de pie sin tocar nada. Al poco entró el capitán de los capitanes cuyo nombre no hacía honor a su condición y empezó a hablar conmigo, me hacía preguntas sobre mi persona, sobre mi familia, sobre mi pueblo. Me llamó por mi nombre, Malintzin, y alabó mi capacidad para las lenguas. Quería saberlo todo de mí y de mi gente, pero sobre todas las cosas me animaba a perfeccionar su idioma para servirle de enlace con los nativos, ofreciéndome como contrapartida una vida regalada sin más obligación que asistirle en sus conversaciones con los caciques. Mi cuerpo se iba estremeciendo por momentos. Cada palabra suya me producía un escalofrío.

No estaba preparada para eso. Su interés por mí no era físico: no quería mi cuerpo, quería mi mente y eso era mucho más peligroso. Para nosotras no era un deshonor yacer con un hombre, al contrario, nos sentíamos orgullosas de complacer a nuestros amos. Otra cosa muy diferente era servir a su propósito conquistador. Sus palabras y su actitud me hicieron ver la desmesurada ambición de ese hombre, que nunca iba a tener bastante con nada. Resolví en ese mismo momento que Cortés debía morir.

Al percibir su acercamiento físico le pedí que me permitiera lavarme antes de yacer juntos haciéndole notar que para mí era un deshonor introducirme en su lecho sin asearme correctamente. Aproveché su situación de debilidad ante la necesidad de que yo me aviniera a sus demandas a más largo plazo y conseguí que los guardias me acompañasen al rio. La noche fue mi cómplice cubriéndome con su oscuridad mientras yo recogía el cuchillo que había escondido hacía ya tiempo bajo una piedra de la orilla, aguardando el momento en que pudiera serme útil. Éste era el momento y ésta era la ocasión. Lo introduje bajo la túnica que me vestía y me dirigí con paso firme a la tienda de Cortés, escoltada por sus hombres.

Descuidado por lo que él pensaba que ya era cercanía personal, y confiado ante mi actitud sumisa, el gran capitán se había relajado en su lecho. Mandó salir a sus guardianes y me indicó con un gesto que me acercase. Cuando abrió sus brazos para acogerme sintió como el metal se le introducía en el estómago y como su carne se desgarraba de arriba abajo mientras la sangre le salía a borbotones, sin remedio. Ya no había solución ni para él ni para mí.

Maxi Moreno
Grupo B


La gran huelga textil en Béjar de los 7 meses

Agonizaba el año 1913, cuando las 10 sociedades obreras agrupadas en la Federación Textil de Béjar. Apartadores,bataneros cardadores,hiladores, indispensables,percheros, prenseros, tejedores,tintorería y tundidores declaraban una huelga en TODOS los oficios de la industria.La huelga acordada por la Junta Central en asamblea extraordinaria y justificada la decisión por la negativa de los fabricantes de la Ciudad a la renovación del contrato colectivo de trabajo cuya vigencia expiraba algunas semanas después.Esta huelga era secundada de inmediato por la totalidad de los obreros ocupados en la actividad textil de la población:1075 trabajadores.825 varones y 250 mujeres Béjar contaba en ese momento con 9.488 habitantes._No hubo un solo obrero que se negara a declararse en huelga.
De las 40 fábricas,8 tintes y 7 lavaderos existentes el paro se prolongaría largamente.
Hasta el día 27 de Julio de 1914 ,no se reanudó el trabajo en las fábricas de paños.
Esta gran huelga de los 7 meses,marcaba verdaderamente,el significado sindical y también político.y un gran impacto ciudadano.
Este fue un episodio legendario dentro de la historia social de Béjar de comienzos de siglo trascendiendo materialmente el ámbito económico y territorial en que se produjo : la industria textil de la ciudad.

Pepa Agustín

Grupo B


Ucronía

Voy a contar el texto que escribí del personaje histórico y algo que no hubiera pasado realmente, el vecino de mi padre era piloto de avión.
Cuando estuvimos hablando en la piscina,
me pareció un chico majísimo, agradable, lleno de vida por dentro.
Un cambio completamente radical en mi vida.
Aquella maravillosa mañana de verano.
pero la vida hubiera sido para él distinta sino hubiera cogido aquel fatídico vuelo de Spanair.
Y su novia seguiría siendo la misma y yo hubiera seguido viéndole en la piscina.
A Juana de Castilla le parecía casi un sueño que su hijo Carlos, su padre Fernando el católico y su marido Felipe el Hermoso le hicieran caso a tanto carácter que tenía.
Ya que por aquel entonces te tomaban por loca.
Solamente si tenías carácter y la capacidad de decidir. Sonrío de nuevo ante la reconquistas. Suprimió la Inquisición y volvió a retomar Castilla haciendo acuerdos con Francia y Flandes.

Iria Costa
Grupo B



¡Viva la República!
               
Se llama María. Tiene 82 años, el pelo plateado recogido en  un moño, casi ninguna arruga y  en  su cara se expresan tranquilidad y sabiduría.
Viste de negro y está sentada a la mesa camilla de su casa,  acompañada de 3 de sus nietas.
Estamos a principios de los 80. María está sentada frente al televisor, que ahora está apagado y tiene cerca de ella el mando a distancia de la época, que no es otra cosa que  un cepillo de barrer, porque el mango sirve para cambiar los canales, sin que ella tenga que levantarse de su sillón.
La pequeña de sus nietas tiene que presentar un trabajo sobre la guerra civil.  Aprovecha la memoria prodigiosa de su abuela,  que recuerda con igual precisión y detalles lo que pasó ayer o lo que pasó hace  50 años.
Con su última pregunta, la nieta quiere saber la opinión de María sobre lo que hubiera sido distinto en su vida si no hubiera ganado el bando republicano.
María cuenta que cree que posiblemente hubieran pasado hambre de todas formas, porque en España  no se fabricó ni cultivó nada durante mucho tiempo.
Sabe que en los dos bandos hay heridas, vidas destrozadas, historias que no continuaron, enfrentamientos entre familia y amigos……..
Está segura de que el triunfo de la república les hizo conscientes de sus derechos y de su propia dignidad, que no pertenece a nadie, más que a cada uno.
Ella cree que saber que tienes derecho a algo te hace mucho más libre y consciente de que puedes luchar para conseguirlo.
Dice que no quiere ni pensar qué hubiera sido de todos de haber  ganado el otro bando.
No solo hubieran pasado hambre en el sentido material, también hubieran sufrido las consecuencias de la incultura, la ignorancia, se hubiera perdido todo lo que hizo la república en esa materia. Además, por influencia de la religión  hubieran estado sometidos a dios y a la patria. Hubieran soportado en el pueblo la dictadura de los 4 caciques y del cura, que salieron huyendo al final de la guerra.
María también les dice que ella hubiera tenido que dejar de dar clase en la escuela del pueblo y, seguramente, hubiera tenido que huir.
Les dice, para terminar, que tengan en cuenta que esa es  solo su opinión, pero que deben respetar a cada persona con sus opiniones y sus puntos de vista, por muy distintos que sean a los suyos.
Terminan la charla con una merienda de esas que nadie prepara como la abuela.

Teresa Sanz
Grupo A


LA SUERTE DE NAGASAKI
Cuando el joven teniente Jacob Beser descubrió una pequeña grieta entre los negros nubarrones que cubrían la costa sudoeste de la isla y visualizó la ciudad de Nagasaki, sintió miedo, pena y una terrible náusea. Desde hacía tres días era incapaz de conciliar el sueño y su cuerpo no toleraba más alimento que agua y café; no lograba borrar de su mente el arrastrar de las nubes, el increíble resplandor blanco y aquella especie de hongo de polvo y fuego que se elevó de Hiroshima apenas un minuto después de arrojar a “Little Boy”. ¿Cuántos inocentes habían caído ya?

Las malas previsiones climáticas, obligaron a adelantar dos días la Operación “Center Board II” y al no encontrar otro técnico de rádar disponible, Jacob no tuvo más remedio que aceptar la orden. El “Bockscar” despegó de Tinian a las seis en punto de la mañana junto a otro B-29 de instrumentación rumbo a Japón. Era un viaje largo y la tensión del ambiente no daba lugar a conversaciones. Se sentó en el visor de cola e intentó dormitar arrebujado en su petate.

Soñó con el rostro borroso de una mujer, su madre, y les sonreía; aún le acompañaba su hermano James. Eran tiempos felices. Pero la vida perdió su inocencia aquel invierno de 1941, cuando una gripe se llevó a la madre y los dejó huérfanos. Sin familia próxima, sin recursos, siendo apenas unos muchachos imberbes, James decidió alistarse en el ejército para subsistir y Jacob, mintiendo sobre su edad, hizo lo mismo, para no separase de su hermano. Llegaron a San Diego en primavera y a primeros de noviembre zarparon hacia Hawaii.

Oahu los recibió trece días después con los brazos abiertos, un verano perpetuo, unas chicas preciosas y el dulce olor de los hibiscos; aquello les pareció lo más cercano al paraíso. Se alojaron en la base aérea de Hickam Field y cada jornada, después de su trabajo, bajaban a los bares de la ciudad a beber, bailar y divertirse un rato. Pero el aparente hechizo se rompió la mañana del siete de diciembre cuando la Armada Imperial japonesa lanzó un ataque por sorpresa a la base naval estadounidense de Pearl Harbor. Fue el principio del infierno. El caza donde James era radiotransmisor, cayó derribado entre otros muchos aparatos. Jacob, desolado, también deseó morir, y por ello, se entregó con frenesí en cada batalla que el ejército americano libró en el Pacífico: Midway, islas Salomón, Nueva Guinea, Guadalcanal, Birmania, Filipinas, Saipan…

El B-29 zozobró al sobrevolar Iwo Jima; ya pasaban más de treinta minutos desde que llegaron al punto de encuentro y no se veía ninguna nave en el horizonte; el Mayor Sweeney no ocultaba su desesperación y con un contundente golpe sobre el panel de mando gritó la orden de continuar solos junto al “Great Artiste”. Debían permanecer alerta, les advirtió a los observadores el comandante, no les sobraba combustible y debían buscar el blanco perfecto para conseguir el mayor radio explosivo de “Fat Man”, que iba alojada debajo de ellos. Entonces Jacob, vuelto hacia su puesto de observación, regresó de nuevo a sus pensamientos, a sus dudas, a su cansancio, porque era hartazgo y abatimiento lo que sentía ¿Cuántas muertes más se necesitaban para dar por terminada una guerra?

Alcanzaron la ciudad de Niigata, pero la densa lluvia no permitía divisar el objetivo, por lo que continuaron el viaje hasta Kokura pero una niebla espesa cubría la ciudad. Pasaban las diez de la mañana, el combustible se acababa y no podían perder el objetivo; Charles Sweeney no dudó, era la última oportunidad: pasarán por Nagasaki antes de regresar a Okinawa. Jacob recitaba para sí mismo, como un plegaria las palabras de su compañero George Caron “¡Dios mío! ¿Qué hemos hecho?” tras dejar caer la bomba que transportó e “Enola Gay” -Por favor Señor, manda una señal-

Al llegar a Nagasaki encontraron el techo cerrado; eran las once de la mañana y el comandante decidió abortar la operación; regresarían con la bomba a Okinawa y tratarían de deshacerse de ella en el mar. Jacob creyó que su Dios le había escuchado. Pero todo su ánimo se vino abajo cuando una ligera apertura le mostró al fondo el objetivo.

Se incorporó asustado y con lágrimas en los ojos observó que ningún otro tripulante del aparato se había percatado de lo acontecido. El estómago se le encogió de nuevo; valoró la situación ¿no buscaba una señal divina? Amparado en su desconcierto, decidió no comunicar nada a sus superiores y continuar con el plan de vuelo.

El “Bockscar” no pudo cumplir su objetivo. Antes de poder aterrizar en la isla al sur del archipiélago de Ryukyu, en manos estadounidenses desde el primero de abril de ese mismo año, la bomba fue arrojada en el Mar de Filipinas.

El ocho de agosto Joseph Stalin declaró la guerra al imperio japonés ocupando los territorios de Manchukuo, Sajalin y las Islas Kuriles con la “Operación Tormenta de Agosto”. Japón tenía mermadas sus fuerzas y la población civil ya no confiaba en sus mandatarios. En la madrugada del diez de agosto el Emperador Hirohito aceptó la renuncia incondicional del imperio, aceptó la Paz. El dos de septiembre frente a la bahía de Tokio, el acorazado “Missouri”, preparado para la ceremonia de rendición, acoge la firma del documento por parte del Gobierno de Japón, delante de las máximas autoridades de las Fuerzas Aliadas presididas por Douglas MacArthur. La Segunda Guerra Mundial había finalizado.

En abril de 1993, Martha y Robert Beser volaron hasta Hiroshima desde Tokio. La mujer, avejentada prematuramente por el dolor de la pérdida, llevaba una pequeña caja de madera lacada en el bolso de mano y no consintió nunca apartarse de ella. Fué el primer regalo que le hizo Jacob de novios y Martha deseó que fuera su última morada.

Habían planeado juntos ese viaje muchas veces desde que le confesara su historia, habían llorado juntos por el dolor causado, pero la enfermedad degenerativa de su esposo se lo impidió; así que madre e hijo se embarcaron en aquella aventura una semana después de morir aquel, para rendir un homenaje de perdón a las víctimas que ayudó a causar su participación en el primer bombardeo atómico de la historia. Sus cenizas descansan desde entonces en el Memorial de la Cúpula Genbaku. Nadie aparte de los suyos conoció jamás su hazaña.

De la operación fallida de la segunda bomba, nunca más se habló.

Romy Martínez
Grupo A

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