Cuando la realidad se parece a la ficción

La próxima semana hablaremos de cómo la realidad se parece a la ficción o de cómo incluso acaba imponiéndose a esta. Pero qué es más importante, ¿la realidad? ¿la ficción? ¿Existe la una sin la otra?

Quizá nos ayude a conformar una opinión crítica el artículo de José María Gelbenzu titulado "Realidad y ficción". En él señala: "Yo creo que la ficción es superior a la realidad, pero no creo que sea más poderosa que ella. Me explicaré: si hay una fuerza vital en este mundo, ésa es la vida. La realidad es algo así como la constatación de la vida. La ficción es un producto vicario de la realidad: se limita a observarla y formular variantes que, de un modo u otro, imitan a la vida. En todo caso, queda claro que la ficción sin la realidad no es nada."

La Concejalía de Cultura del Ayuntamiento  de Molina de Segura (Murcia) propuso a más de cien escritores escribir un microrrelato en torno a la pandemia y la cuarentena con el título “Cuando la realidad se parece a la ficción”. En la ficha de trabajo encontraréis una selección de dichos textos. Dejamos por aquí algunos:





El último autor distópico es Benito Pérez Galdós

pienso, mientras paseo con mi nieto que ladra a mi lado, levanta la patita, hace pis en un alcorque, sin correa no nos dejarían salir, Bruno, le explico, se nos perdió el cuerpo, sólo nos quedan las manos para aplaudir. Somos islas, digo, mientras flotamos por la ciudad desierta. Bichitos, contesta Bruno. Y yo: no debimos comer murciélagos. El cuento que estoy escribiendo se ha vuelto anacrónico, no habla de militares ni del signo del zodíaco de virus, no hace estadísticas con los muertos. Mi yo se ha escindido, cuerpo social, cuerpo individual. Bruno menea el rabo, salta a mi alrededor, y mientras me pone la correa, susurra: vamos, abuela, ahora te toca a ti.

Clara Obligado

El lobo

Una noche, cuando la patrulla policial había pasado, salí de mi casa. La calle recta, despejada y vacía; el pavimento húmedo; los edificios altos, lúgubres en su obviedad; la luminosa hilera de farolas vigilando una inminencia que había muerto. Conforme avanzaba sin dirección, me sentía extranjero, un intruso en la quietud establecida. Todo el escenario para mí, un lugar donde no existía la posibilidad de un encuentro. Recorrí las calles, llegué hasta unos jardines; me encontré cómodo en un espacio para opciones que no conducirían a nada. Estaba por volverme, cuando apareció un lobo no muy grande a pocos metros. Ninguno se asustó. No exhibió sus dientes. Tenían que coincidir nuestros caminos, y lo hicieron. Muy cerca ya el uno del otro nos contemplamos un momento. Su pelaje, el filo de su mandíbula, sus ojos agudos. Entonces percibí como el rozar de su estómago vacío, su necesidad, su estremecimiento. Me clavó la mirada. Agachó la cabeza como si pudiera avergonzarse. Luego emprendió un trotecillo que lo alejó de mí. Desde una esquina tuvo la condescendencia para un vistazo de adiós. Regresé, solo, por una calle que era lo más parecido a una ruta marcada.

Javier Sáez de Ibarra

Branquias

Cuando a Luis le salieron branquias detrás de las orejas supe que la epidemia era más grave de lo que había creído. Él le quitó importancia como hace con todo. Soy yo siempre la que se preocupa. Habría que hacer algo, le dije. Él se miraba al espejo y pasaba el índice por las hendiduras recién abiertas. Tampoco las primeras escamas parecieron alterarle.
Lo malo es que la bañera se está quedando pequeña, aunque es una bañera doble, un lujo que nos dimos cuando arreglamos la casa. Los niños se meten a veces a jugar con él. Él no dice nada; nunca fue de hablar mucho. Tan sólo nos mira desde el fondo de la bañera con ojos como canicas.
Los niños están bien. Les palpo cada noche tras las orejas y no noto nada raro. Yo estoy mejor que nunca. Me gusta esta vida tranquila que llevamos desde que empezó la epidemia. Sobre todo desde que Luis se zambulló en la bañera y boquea y mira con su mirada miope.
¿Qué vamos a hacer con papá?, preguntó ayer el mayor. Comérnoslo, dijo el chiquitín dando palmadas. La verdad, no me parece una mala idea.

José Ovejero


Propuesta de escritura
Escribe una historia en la que la realidad se imponga a la ficción.

Estos son los trabajos recibidos:


“La Tercera Peste”

Para combatir la hecatombe ecológica -millones de toneladas de desechos de plástico- que estaba generando la lucha contra el Coronavirus, los Laboratorios perfeccionaron una bacteria que los reciclaba, alimentándose de ellos. Era imposible científicamente -dijeron cuando empezaron a sonar las primeras alarmas- que la bacteria mutara, y comenzase a colonizar organismos vivos.

Ignacio Aparicio Pérez-Lucas
Grupo A


Desaparecidos

Aquellas personas que aplaudían fervorosamente en los balcones del edificio de enfrente, a las ocho en punto de la tarde, han ido desapareciendo una a una. Algunos dicen que la rutina de salir a diario ha hecho mella en el ánimo. Otros, que coincide con la hora del paseo y no están en casa. Pero yo sé que se equivocan, yo tengo la certeza absoluta de que han sido abducidos.
Cada noche me despierto sobresaltado por una intensa luz que entra a raudales a través de las rendijas de mi persiana. No me atrevo ni a levantarme, porque el miedo me atenaza. Dura unos breves segundos, luego se apaga. Cuando hayan desaparecido todos, cuando los balcones del edificio de enfrente estén vacíos, esperaré tembloroso a que vengan a iluminar nuestro edificio. Sabré, entonces, que estamos en la tercera fase.

Jaume Castejón
Grupo B


Zoológico casero

Empezó a aparecer toda clase de fauna salvaje en el jardín de la casa de mi padre, desde una jirafa, a un jaguar pasando por un elefante, un lémur, cada uno posaba a sus anchas.
Y hacía una vida normal, jamás pensé que un trozo tan pequeño daba para algo tan grande.
Y mi huerta seguía igual, mis acelgas, tomates, pepinos...por ahí no pasaban.
Un Dragon barbudo, una tortuga...mi favorito era el Dragon barbudo australiano, siempre quise tener uno.
Además, son super amigables con el ser humano.
De hecho vi a un chico con uno naranja saliendo de Media Mark y le cogí la pata. Una larga historia.
Cuando el jardín se cubrió de nieve apareció un oso polar.
Yo adopté al Dragon Barbudo y el resto se fue mudando.
En función del cambio de estación.
Ya había pensado en mudarme yo también.
Pero entonces, apareció un chico islandés, sueco o noruego y decidí quedarme y que fuera el amor de mi vida.

Iria Costa
Grupo B


A solas

Alguien nos dio una tregua.
El tiempo. Los dioses. No sé.
Parece como si todos se hubiesen escondido para dejarnos a solas.
Dicen las malas lenguas que estás vacía, que te vistes de ecos y silencio, pero yo te siento más plena y cantarina que nunca. Puedo adivinar como los corazones hambrientos se atrincheran en las paredes de los edificios imaginando lujuriosos quién latirá al otro lado. Ahora que me doy cuenta, no recordaba que el cielo fuera tan azul. Atrás dejo ventanas que se cierran. Otras, curiosas, dibujan sombras besándose furtivas detrás de unas cortinas. Al bajar mi calle, escucho el flujo sanguíneo corriendo por tus venas junto con el trino de los pájaros, y el susurro del viento meciendo las hojas nuevas de los árboles del parque. En ese preciso instante, se me antoja cerrar los ojos. Parece que estuviera en mitad de una jungla de asfalto donde los columpios se transmutan en lianas, incitándome a balancear sin decoro este cuerpo, una y otra vez, como lo hacía aquel tonto elefante sobre la tela de una araña con sabor a niñez. Agitada, sigo caminando, porque “se hace camino al andar” y porque quiero llegar pronto a tu ombligo, y a cada paso, mis pies conversan con las aceras que no paran de contarles confidencias de unos y de otros, como si de un patio de vecinos se tratase. Mi boca, aunque tapada, sonríe.

Alguien nos dio una tregua para estar a solas, y confieso que me equivoqué. Es cierto, estás vacía… De ruido, pero llenita de Vida.

Carmen Pedrero Robles
Grupo A


Pastelitos venenosos

Lo ví. Volví hacia atrás, y lo volví a ver. Redondito y moradito.
Al día siguiente había varios, todos igualitos; tan apetecibles. No pude más y entré, compré media docena, y me los comí todos.
A la semana siguiente los había en todas las tiendas. Estaban en todos los escaparates.
Avisé a mis compañeros y fuimos en grupo a comprarlos y comerlos.
Cuantos más comíamos, más necesidad teníamos de seguir comiendo, y a su vez, necesitábamos compartir esa información. Comunicar a todos los colegas que había que comer los más posibles de aquellos pastelitos que nos resultaban tan atractivos.
Algunos de mis compañeros, tantos comieron, que murieron empachados.
A los quince días, había pastelitos en todas las tiendas, en todos los locales, en los bares, en los restaurantes; los veíamos hasta en los bancos de la calle.
Nosotros sin parar de comer y de comunicar que había que seguir comiendo y comiendo sin parar.
Al cabo de cinco meses, por fin nos los habíamos comido todos. Algunos compañeros blancos habían fallecido en el camino, pero en este momento ya sólo circulábamos blancos y rojos por aquellas avenidas, habiendo desaparecido por completo los moraditos.
Al cabo de un año reaparecieron.
Entonces ya sabíamos lo que había que hacer.

José Luis Juan Fonseca
Grupo A


Metamorfosis COVID

A la hora establecida, Drius Kriportnil, explorador galáctico, entró con paso firme en la Sala de Informes, una pompa de cristal glacial con vistas abarcadoras de todo el Espacio Oeste, y se sentó en el asiento asignado. Le esperaba allí el Comité Evaluador, compuesto por la Suma Inteligencia, dos sabios superiores y dos sabios inferiores, todos ellos levitando sobre sus respectivos tronos. En la evaluación se emplearían, simultánea e incluso solapadamente, las tres formas de comunicación permitidas conforme a los Usos Milenarios: Bocalii, como medio principal de expresión, Telelpathia, para explicar y comprender conceptos nuevos, y Oculii, para mostrar imágenes facilitadoras de la comprensión.

—Comience con su informe sobre la vida hallada en el planeta Tres del sistema solar Qcinco-Meridión, coordenadas “treinta y dos-curva-luz, SieteVecesFuerza” —le ordenó la Suma Inteligencia.

—El planeta sobre el que informo, tomando fuentes escritas contenidas en medios rudimentarios como el papel y sobre todo tecnológicos, posee vida desde hace varios cientos de millones de rotaciones axiales, siendo asombrosa la cantidad de seres vivos que lo habitan. Sin embargo, hay una única especie dotada de inteligencia superior. Sus miembros se llaman a sí mismos “Seres Humanos” y pueblan su planeta, que ellos llaman Tierra, desde hace más de un millón de rotaciones.

—¿De qué modalidad de seres inteligentes estamos hablando? —le preguntó un sabio superior.

—Sentimentales, sabiduría —estiró horizontalmente sus dos antenas Drius Kriportnil, sabiendo que esa respuesta había de suscitar preocupación en el comité.

—Inteligencia y sentimentalismo, mala combinación —ponderó la Suma Inteligencia—. Evolucionan conforme a una dinámica polar, en constante tensión entre el bien absoluto y el mal absoluto. Cuando la tensión se rompe y empuja hacia el mal absoluto, casi siempre se produce la autoextinción de la especie. Pero continúe, por favor.

—Y sin embargo, a pesar de esa combinación, no se los puede considerar actualmente un peligro, ni siquiera para ellos mismos —prosiguió el explorador galáctico—. La razón de ello es la increíble transformación que han experimentado desde que, hace ya unos doscientos mil ciclos solares, padecieron una pandemia provocada por un virus que llamaron “Covid-19”. La pandemia provocó una mortandad espantosa durante largo tiempo, aumentada por la hambruna permanente que padecía la población como consecuencia de una crisis económica sin precedentes. Y aunque se descubrían vacunas constantemente, no lograban sin embargo detener al virus, pues mutaba todos los años al llegar el otoño, haciéndolas totalmente inútiles. Pero un día la comunidad científica se fijó en una zona especialmente pobre del planeta, y casualmente muy cercana al lugar donde se originó la pandemia, cuyos habitantes parecían inmunes al “Covid-19”. Después de estudiarlos detenidamente, llegaron a la conclusión de que su inmunidad se debía a la ingesta masiva de hojas de morera, a falta de un alimento mejor. De inmediato, los “Seres Humanos” se emplearon a fondo en la plantación masiva y a nivel planetario del árbol que producía la ansiada hoja, de la que todos empezaron a comer a mansalva. Con ello lograron volverse prácticamente inmunes al Covid-19, aunque a costa de un cambio fisiológico y de comportamiento más que notable. Pasaron, en quinientas generaciones, de caminar moviendo alternativamente sus dos extremidades inferiores a reptar con ellas, para lo cual sus llamados pies triplicaron su longitud. Además se volvieron seres mucho más corpulentos y sedentarios, de movimientos torpes y pausados. Pero el cambio fundamental se produjo en su carácter, que se amansó hasta el punto de que desde hace más de cien mil ciclos solares conviven todos ellos de la forma más pacífica que se pueda imaginar.

—Dices, Drius Kriportnil—apreció un sabio inferior— que comiendo hojas de morera se han vuelto esos humanos “casi” inmunes. ¿Quieres decir que no totalmente?

—Cierto, sabio inferior, no totalmente. Cada sesenta años una mutación del Covid-19 ataca a su sistema inmunológico de forma irremediable para su fisiología.

—¡Luego mueren! —exclamó la Suma Inteligencia.

—No, no mueren —repuso Drius Kriportnil—. Cuando llegado el otoño les ataca esa cepa maligna, pierden totalmente el apetito y su cuerpo empieza a producir hilo de seda, que expulsan de continuo por la boca. Entonces, en menos de una rotación planetaria, se envuelven en un capullo hecho con su propio hilo de seda y al poco tiempo lo abandonan completamente matamorfoseados en unas criaturas aladas similares a las que ellos mismos llaman ángeles. Esas criaturas viven tan solo unos días y se limitan a procrear, poniendo cada una de ellas dos huevos antes de morir.

—¡Qué interesante! —exclamó de nuevo la Suma Inteligencia—. La Naturaleza, siempre sabia, busca su propio modo de sobrevivir.

—Así es —continuó Drius Kriportnil—. Y cuando llega la primavera, los huevos eclosionan y vienen al mundo unas criaturas similares a los humanos a la edad de quince años, dotados ya de una inteligencia superior y ávidos de comer hojas de morera, convirtiéndose, después de varias mudas de su piel, en las criaturas que les he mostrado “oculii”.

—Sobresaliente, Drius Kriportnil —le felicitó la Suma Inteligencia, adelantando su ojo central para reflejar su complacencia con el informe—. ¿Su sugerencia final?

—Mantenerlos en observación, venerado Comité. Aunque, como he dicho, ahora son inofensivos, nunca se sabe. Quizás la Naturaleza, por algún motivo, quiera algún día devolverlos a su estadio primitivo, inteligente y sentimental, siendo entonces una amenaza para la vida del Universo —concluyó el explorador galáctico.

—O una oportunidad para su salvación —le corrigió la Suma Inteligencia—. Recuerde que viven en tensión entre el bien absoluto y el mal absoluto; y a priori no puede saberse qué fuerza abrazarán si la tensión se rompe. Puedes retirarte, Drius Kriptornil. Has hecho un buen trabajo.

Entonces Drius Kriportnil se levantó de su asiento, se despidió del Comité Evaluador estirándose tres metros, conforme establecían los Usos Milenarios, hizo de su cuerpo una elipse y salió rodando de la Sala de Informes a la hora asimismo establecida.

Óscar Martín 
Grupo A


Mensaje en una botella

La cubierta estaba atestada, no cabía nadie más, algunos desgraciados no pudieron subir, los abandonamos en tierra. Íbamos todos sentados sobre el frio metal, hombro con hombro, pena con pena. Había visto antes una imagen similar, muchas veces, en la tele, grupos de refugiados, con la mirada perdida, muertos de hambre, muertos de miedo. Ahora éramos nosotros los refugiados, cerca de cuatrocientas almas, mujeres, niños, ancianos, habíamos conseguido escapar de la zona contaminada, alejarnos del virus. Navegamos sobre un mar totalmente en calma, no había olas, parecía un espejo.
Nuestro buque avanza bajo un cielo azul abovedado, no nos hemos cruzado con ningún barco, no se ven gaviotas, esto no es buena señal. Los altavoces del puente de mando emiten un pitido de alarma y justo después el aviso: «Agárrense fuerte, impacto en menos de un minuto», me aferro fuerte al brazo de mi madre y rodeo a mi hermana pequeña, la atraigo hacia mí, intento protegerla con mi cuerpo. Comienza la cuenta atrás: …siete, seis, cinco,…, un silencio sepulcral se extiende sobre la cubierta, es el preludio del gran golpe, se oye un sonoro: «¡Clinc!», como si de un diapasón gigantesco se tratara, las vibraciones sonoras atraviesan el barco de proa a popa, nos estremece, pero ya nos vamos acostumbrando, es la séptima vez que ocurre. Mi padre lo repite una y otra vez: «nuestra única salvación pasa por que consigamos romper el culo de la botella».

Tomás García Merino
Grupo B


Holding of souls

“Ya lo dije yo: Y en el año de los gemelos surgirá una reina desde el oriente que extenderá su plaga de los seres de la noche a la Tierra de las siete colinas transformando en polvo a los Hombres del crepúsculo para culminar en la sombra de la ruindad"

* * *

—Hola, quiero ver al jefe supremo.
—¿Tiene cita?
—No, no tengo cita.
—Lo siento, no puede recibirle, está muy ocupado.
—Dígale que soy “el ángel caído”
—Pero…
—Usted dígaselo.
—Espere un momento, por favor —susurra algo sobre el micrófono que le marca la mejilla— pase, lo espera tras esa puerta blanca.
—Gracias señorita —. Se dirigió raudo hacia la puerta.
—Pasa, cuánto tiempo, siéntate, pero te aseguro que no dispongo de mucho tiempo, estoy muy atareado.
—Por eso vengo, ¿qué coño habéis hecho? habéis armado la de dios, y nunca mejor dicho —se sentó sobre un mullido cojín blanco, parecía una nube— tengo un montón de almas amontonadas a las puertas, no doy abasto, además las hogueras dan para lo que dan, ya no sé qué hacer, ¿pero qué ha pasado?
—Te voy a ser sincero, además no puedo mentirte —se acariciaba la blanca barba— se nos fue de las manos, es verdad, mandé un castigo a un grupo que se lo merecía, quería que aprendieran la lección, pero con esto de la globalización se nos descontroló, se ha extendido por todo el planeta, de ahí este caos, pero lo estamos controlando.
—Pero a ver, si está bien, tú castígalos, que aprendan —le miraba por encima de su cabeza siempre le había atraído esa luz celestial en forma de triangulo que le brotaba de la nuca— yo te entiendo, pero la próxima vez me avisas, no hay problema. Mira yo sabiéndolo con tiempo me llevo para abajo a tres o cuatro de recursos humanos, de estos de las grandes empresas, pero no cualquier mindundi, y con otros dos indeseables de las empresas temporales de trabajo que les echen una mano y me dejan todo niquelado y por cuatro perras. Pero me tienes que avisar con tiempo. ¿Y toda esa tropa que tienes abajo no te echan una mano para salvar almas?, así me quitarían algo de trabajo.
—Esa es otra. Resulta que ha coincidido con la campaña de la declaración de la Renta, y se dedican todo el tiempo a convencer a los pecadores para que marquen la casilla con la cruz, ¡para lo que ha quedado la cruz!, con todo lo que me hizo sufrir y ahora, ya ves, el dinero lo ensucia todo.
—¿Pero el tema está controlado?
—Eso pensábamos, a ver, han hecho un gran esfuerzo, con decirte que hasta han cerrado los bares, como decía el otro: “que venga Dios y lo vea”, pues sí, es verdad, he ido y lo he visto. Parecía todo bajo control, pero ahora hay un grupo… Vamos que yo los entiendo, sin toros, sin caza, sin procesiones, no tienen empleadas domesticas sobre las que descargar su ira, no pueden ir a sus club de golf, ni lavar su conciencia en las tiendas de lujo, ¿que van hacer los pobres?, pobres de espíritu, tú ya me entiendes —asentía mientras se acariciaba los cuernos— nunca pensé que se echarían a la calle como un grupo independentista, y encima sin respetar las medidas de seguridad, pero ahí los tienes, esto es un sin dios, je, je. Así qué ya te aviso, estate preparado que para otoño tenemos otro repunte de demanda.
—Pues gracias por avisar, te dejo que yo también tengo jaleo, está el de la cementera esperando para llevarse la ceniza, tengo los depósitos a rebosar. Nos vemos.
—¡Vete con Dios!
—¿Cómo?
—Es una broma. Hasta la vista.

Nostradamus
Grupo RH-


Una prueba más

“Aligerar el alma, para poder flotar sobre la vida”
Luis Landero


A Basilio las cosas nunca le salieron como él quería ni esperaba. Lo perecedero condicionó su existencia, el divorcio y la pérdida de empleo fueron claves demoledoras que le llevaron por derroteros desconocidos invadidos de incertidumbre y desesperanza. Recorrió tortuosos caminos aprendiendo a vivir con ayudas y prestamos, con carencias y ausencias. Deambuló como vestigio desasistido y sin alma.
Vive en un centro de acogida del centro de la ciudad rodeado de colegas con vidas semejantes, incluso más desbastadoras y con infortunios mas descarnados. Se siente reconfortado en esa atmósfera de insegura seguridad,
Hoy, Basilio incorpora una amenaza más a su vida. Como un vómito de lava el maldito Covid-19 le acecha. Siente su cuerpo temblar. Le rondan las décimas de fiebre y la tos le arrebata las palabras. No encuentra respuestas a todo lo que le acontece… Se siente cómo un funambulista siempre peligrando en el filo de la navaja… ¡Que vida tan imperfecta!

M. Pilar Sánchez
Grupo B


¡Alarma!

Amanece el día con la noticia de que el virus ha desaparecido. ¿Quién lo ha hecho desaparecer sin mi consentimiento, dijo el Presidente de Estados Unidos?. Las empresas farmacéuticas ponen el grito en el cielo, ! ya casi teníamos un antídoto ! !Y ahora que hacemos con la cantidad de dinero que llevamos invertido !. ! Que decimos a nuestros accionistas! .Los mandatarios de Brasil, China , Estados Unidos y Rusia, se reúnen urgentemente, !Ahora que teníamos a toda la gente acojonada en sus casa, se nos vuelven a escapar y a pedir igualdad de derechos!.

Luis Iglesias
Grupo B


El horror

Esto no es vida ni lo era,
vieja anormalidad había
antes del tiempo del coronavirus.
Pero ahora este mundo sacudido,
sangra por sus heridas invisibles.
La pandemia nos trajo el gran aviso,
no es un thriller, tampoco un comic negro,
es un desinfectado apocalipsis
de vacías calles y parques mudos.
Ángeles asfixiados entre plástico y látex
en hospitales como morgues frías,
acompañan y cuidan a los ya casi muertos
que son números ciegos en mares de ataúdes;
morir en soledad es ya costumbre
de los viejos molestos que saben demasiado.
También las mascarillas nos asfixian ahora,
tapabocas de la brisa pura,
individuos sin rostro, dos metros de recelo,
el miedo al otro, de un infierno avance;
en esos metros cabe la realidad que falta:
La belleza, los besos, palabras verdaderas.
No se ven los cerebros troquelados
por la canallocracia enriquecida,
el móvil no nos cuenta el quid de la cuestión.
Otros forman en fila famélicas legiones
que crecen como huesos desatados,
inútiles desechos, sólo los niños lloran.
Los destierros en casa son bombas de tristeza,
Ya lo dijo Lord Byron: “No hay amor”,
sólo falsa apariencia empantallada.
Esto no es vida, hay que volver a ver
la huella de los dioses sobre la hierba,
rebelarse ante la Bestia del Dinero,
rescatar el amor y la sabiduría,
y volver a ser hombres con sus almas.

Emilia González
Grupo B


La ecuación de la vida

YO, miro a su alrededor; el mundo era como deseaba; su lenta destrucción no le estaba afectando; lo fundamental era predominar ante su imperio, había luchado por conseguir ser el dios de todo aquello y por supuesto no cambiaría ni un ápice su forma de actuar ,”cayera quien cayera e incluso sus propios descendientes “.
Lejos, en un lugar donde el control de YO era inalcanzable, aunque lo había intentado durante millones de veces; Tú, El y Ella trasteaban con su computadora buscando el territorio más apropiado para ir de vacaciones, le entusiasmaron los impresionantes reportajes de las zonas habitadas por Yo, deseaban ir, con tanta fuerza que nada les impediría alcanzar ese destino.
Solo faltaba conseguir su billete “día x - hora y”.
Y allí estaban, tropezándose con YO, no hubo ni un insignificante saludo, la desilusión les envolvió en una gran cólera, nunca hubieran sospechado lo sucedido. El orgullo y la soberbia de YO, provoco tremenda rabieta a nuestros protagonistas, que valiéndose de su diminuto tamaño, invadieron el ser de YO, adentrándose en sus entrañas, hasta el punto de echar por tierra el altar en que estaba sumido. Era increíble estaban consiguiendo lo que nunca YO pudo imaginar, cambiar radicalmente una forma de vida.
Cerré despacio el viejo libro;” ficción y solo ficción”, era tarde y no podía seguir con mi lectura, mañana 14 de marzo de 2020, emprendería un viaje muy especial, donde no sería capaz de imaginar las sorpresas que me esperaban.

Josefina Félix
Grupo A


Emperador

Napoleón, China, despertar, temblor. Catarsis.

Javier Martín
Grupo A


La fuga inversa

No podía haber engaño y pensé que era el dinero mejor invertido en toda mi vida.
EL plan, parecía tenerlo todo, simple, silencioso y seguro, pero ahora, en la soledad de aquel angosto y claustrofóbico túnel, me estaba acordando de todos los parientes muertos del corrupto oficial de policía chino que me lo había facilitado.
Trate de dominar mis ganas de gritar, tenía la certeza de que mi corazón y mi cabeza iban a estallar al unísono, era presa del pánico y deseaba con todas mis fuerzas morir y acabar de una vez, cuando me sobrevino el vómito.
Extrañamente, aquello pareció calmarme lo suficiente, como para intentar recorrer los pocos metros, que según el plano, me faltaban para llegar al mercado contiguo a la cárcel y donde me esperaban para facilitar mi huida.
Centré mis escasas fuerzas físicas y mentales en un solo objetivo¡ reptar ,reptar,reptar!.
Cuando de nuevo comencé a sentir, como la amenaza de la desesperación volvía a mi, alcancé a vislumbrar una tenue claridad y como un autómata seguí arrastrándome con el único propósito de alcanzar esa luz , no muy seguro de si la visión era real o fruto de mi perturbada imaginación.
La luz comenzó a ser más fuerte hasta que llegó un momento en que tuve que seguir avanzando casi a ciegas, mientras comenzaba oír voces cada vez más cercanas.
De repente sentí como tiraban de mis brazos y comenzaban a rociarme con un agua con olor a amonio, mientras las voces, casi gritos, aumentaban a mi alrededor.
Cuando pude comenzar a ver, había una profusión de figuras blancas, portando máscaras de gas, que me quitaron la ropa, me metieron en una especie de bolsa de plástico, me tumbaron en una camilla y me introdujeron en una ambulancia.
De camino a mi ansiada libertad y algo molesto por el continuo ulular de la sirena, pensé: ¡Joderrr, como se lo montan los chinos para una fuga clandestina!
Hospital Central de Wuhan 11 de Noviembre de 2019

Carlos García Riesco
Grupo A


Ficción no ficción

Cuando vi por primera vez (siempre a través de una pantalla) las calles de mi ciudad vacías completamente, lo primero que acudió a mi mente fue una imagen que vi en 1997 donde un jovencísimo Eduardo Noriega corría asustado por los 6 carriles de la Gran vía de Madrid totalmente desiertos, sin nadie, (un golpe fuerte para empezar una película de ficción) dentro de otra ficción del genial Amenábar.
Ahora confundo esas imágenes magistrales con la realidad, no hay quien pueda evitarlo, en aquel entonces, solo me maravillaba lo que el cine podía hacer, algo imposible, algo que de no ser así nunca se produciría, pero aquí estamos, viviendo en 2020 una visión paralela, que aún confundo con fantasía, que mi mente aún no puede gestionar como real.
Este choque entre realidad y ficción. Todo es posible y todo puede suceder.
Ahora me asusta ver películas de guerra con ciudades totalmente destruidas, me asustan algunos efectos por ordenador que ya no me cabe duda pueden ser reales, se mezcló en mí la realidad y la ficción para siempre, ahora me confundo, tengo miedo. Jamás pensé en ver la Gran Vía madrileña de tal guisa, ni la salmantina.
No quiero ver películas apocalípticas ni quiero ver imágenes de Polonia en 1944.
Necesito que alguien me diga que es mentira, que esto no ha pasado, ni esta pasando ni volverá a pasar.
Para mi, ya no hay una separación entre lo que mis ojos puedan ver y lo que pienso… todo es cuestión de tiempo.
Hoy no existe ninguna diferencia.

Esther Yubero
Grupo A


Silencio

Vengo del silencio
de ciudades desalmadas
edificios firmes y vacíos
con azulejos vencidos
personas ausentes
enfermas y vivas
sacrificiales suicidas
todos observando las calles
las diminutas flores silvestres
que presagian su esperanza
signos desvaídos
vagos y hambrientos
ante un presente indescifrable

He llegado al silencio
lluvia y primavera lo alimentan
los árboles desgarran la tierra
permanecen a la vista
y los pájaros los mamíferos
en una ciudad sin tiempo
de calles recorridas
estómagos llenos
rumores inquietantes
en las miradas que se buscan
en unos ojos que se abrazan
y una boca ausente
frente al futuro
a la espera
tan solo de un beso

Carmen Elena Ochoa
Grupo A

2 comentarios:

  1. Los diablos no tienen virtudes. Y virtud es, desde luego, saber dar la cara.

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  2. Muy interesante tu relato Óscar, veo que tienes por la mano la cría del gusano de seda. Yo también crío, tal vez sería interesante hablar. Raúl te puede proporcionar mi contacto.

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