Madre árbol

En el taller de Escritura Creativa de la Casa de las Conchas volvimos a irnos por las ramas. En esta ocasión trepamos a los árboles más altos de nuestro recuerdo para compartir historias y vivencias vinculadas al lugar donde arraigamos y a las ramas que poblaron nuestra niñez y adolescencia.
Nos referimos a las creencias de diferentes culturas y también a la mitología para explicar el origen de lo árboles. Y para ello tomamos como punto de partida el espléndido trabajo de Estrella Ortiz titulado "Árboles: leer, amar y plantar" publicado en el libro Palabras por la Lectura (Edición a cargo de Javier Pérez Iglesias. Servicio de publicaciones de la Consejería de Cultura de la Junta de Castilla-La Mancha)
Mario Benedetti nos invitó a reflexionar sobre la solidaridad que hay entre árboles de la misma o distinta especie con su poema "De árbol a árbol". Y Raúl de Tapia nos explicó que ese intercambio de nutrientes, de información y de cuidados es posible y se debe a una red subterránea formada por las micorrizas. Aquí puedes ampliar algo de información sobre el mutualismo entre árboles.
Y Juan José Millás nos hizo mirar de otro modo a los baobab con su artículo "Vuelva usted mañana" en El País Semanal

En muchos pueblos los árboles son conocidos -más allá de su nombre botánico o el que designa su especie- por un apodo atribuido a alguna de sus características, al lugar donde se halla, o a alguna anécdota o curiosidad vinculada a él. En la dehesa de Rodasviejas, por ejemplo, la encina situada en el lugar más alto se llama "La miradora", la más alta "La altiricona" o aquella que cobijaba la siesta de un titiritero que frecuentaba la zona y al que llamaban "El maño" acabó por injertar su apodo en ella.
La siguiente fotografía recopilada por el escritor Elías Moro nos hace pensar en este asunto de los apodos. ¿Se imaginan llamar a este número de teléfono para que alguien al otro lado le ponga un apodo a un árbol? Qué importante es la ortografía para no confundir "podar" con "apodar". ;-)





Árboles y memoria tienen mucho en común. Prueba de ello es el poema de Alberto Forcada:

Mi abuela era un árbol
cuya memoria se agitaba con el viento.
En las tardes me encantaba
columpiarme en sus brazos
y ver las cosas
desde la increíble altura de su infancia,
aunque a veces,
presionada por mis preguntas,
se la quebraban las ramas
y, llorando, me dejaba en el suelo.´

¿Qué ocurriría si plantamos nuestro árbol genealógico sobre la tierra? Manu Espada resuelve esta hipótesis fantástica en su microrrelato "Árbol genealógico":

Cogí mi árbol genealógico, el que había dejado mi madre sobre la repisa del salón, y lo trasplanté en el jardín, junto al manzano. Le eché abono natural de oveja y vaca. Al día siguiente le había brotado una nueva tía abuela, dos hijos, cuatro hermanos y doce sobrinos. Estaba tan frondoso que tuve que podar a los primos lejanos. El de mi vecina era más pequeño. Lo tenía medio escondido junto a los geranios. Apenas tenía parientes. Me produjo cierta lástima que estuviera tan sola y decidí injertarle la rama en la que estaba mi nombre. Salté la valla de su huerto y conseguí llegar hasta los geranios sin que nadie me viera. Mi vecina no se dio cuenta del injerto, y lo regaba a diario con la manguera, junto al resto de sus flores. Al principio le salieron malas hierbas, pero volví a saltar la valla y eché un pesticida. En cuatro semanas, mi vecina y yo ya aparecíamos en el árbol como marido y mujer. Decidí romper con mi familia. Saqué un hacha y talé mi árbol genealógico. Esa misma noche dormimos acurrucados junto a la chimenea, al calor de la leña. Mientras, nuevos brotes crecían en el huerto, junto a las malas hierbas de los geranios.

¿Y qué hay en el interior, en el "adentro" de algunos árboles? Quizá el Señor Stradivarius vio con la misma clarividencia lo que Óscar Hahn escribió en su poema "Violín":

Ese árbol
tiene un violín adentro

No fue tallado aún pero está adentro

Espera el día de la resurrección
árbol adentro

Dijo el señor Stradivarius:

Tengo que rescatar a ese violín
tengo que quitarle la corteza que lo aprisiona
y verlo respirar al aire libre

Tengo que oírlo cantar para mí

Ese violín
tiene un árbol adentro
tiene flores que escuchan la música callada

Tiene pájaros.



En muchos pueblos hubo, durante años, un vínculo muy fuerte con los árboles. Prueba de ello eran las 
"fiestas dedicadas a los árboles" en muchos colegios rurales. Otra prueba evidente de ese aprecio al árbol se veía en muchos jardines de los pueblos, donde sobre un pedestal o una pared se exhibía la Plegaria del árbol

Tú que pasas y levantas
contra mí tu brazo
que inconsciente me zarandeas
antes de hacerme daño
mírame bien
yo soy el armazón de tu cuna
la madera de tu barca
la tabla de tu mesa
la puerta de tu casa
la viga que sostiene tu techo
la cama en que descansas
yo soy el mango de tu herramienta
el bastón de tu vejez
el mástil de tus ilusiones y esperanzas
yo soy el fruto que te nutre
y calma tu sed
la sombra bienhechora que te cobija
contra los ardores del sol
el refugio bondadoso de los pájaros
que alegran con su canto sus horas
y que limpian tus campos de insectos
yo soy la hermosura del paisaje
el encanto de tu huerta
la señal de la montaña
el lindero del camino
yo soy el calor de tu hogar
en las noches largas y frías del invierno
el perfume que embalsama a todas horas
el aire que respiramos
el oxígeno que vivifica tu sangre
la salud de tu cuerpo
y la alegría de tu alma
hasta el fin
yo soy el ataúd
que te acompañará al seno de la tierra
por todo eso
tú que me miras
tú que me plantaste por tu mano
tú que me diste el ser y
puedes llamarme hijo
óyeme bien
mírame bien...
¡y no me hagas daño!

Cuánto hemos de agradecer a los árboles. Lo expresa muy bien el poema de Hamid Tibouchi:

Cuando la puerta se acuerda…
Cuando la mesa se acuerda…
Cuando la silla,
el armario, el aparador, la ventana…
se acuerdan…
Cuando se acuerdan intensamente
de sus raíces, de sus savias, de sus hojas,
de sus ramas, de todo lo que en ellos habitaba…
De los nidos y las canciones,
de las ardillas y los monos…
De la nieve y el viento…
¡Uf!,
un escalofrío recorre la casa
que vuelve a ser… ¡bosque!
Entonces tan sólo escucho
correr la fuente…
Y un fuego arde a mi alrededor
para calentar mi noche helada,
de viajero extraviado.


¿Y qué ocurriría si repente sintiésemos que nos convertimos en árbol? El poema de Oliverio Girondo titulado "Arborescencia" nos sitúa ante esta circunstancia:

Creí que fuese un pelo rebelde,
atormentado,
pero al mirarme el pecho comprobé
que era verde.

Pasaron noches y días.
Apareció una hojita
y después otra... y otra...
y todavía otra.

¿Un trébol de cuatro hojas?...
¡Qué alegre!
¡Qué alegría!

Pero al morir los meses,
una dura corteza recubría su tronco,
mientras le iban creciendo unas cuantas ramitas.

Ahora ya es un árbol
solitario,
frondoso,
perfecto,
chiquitito.


Quisimos emular a Girondo y convertirnos por un momento en árbol. Así que en una de las dos propuestas de escritura, la realizada en el taller, tratamos de arborecer.

Esta semana propusimos dos tareas
1. Una durante el transcurso del taller: te invitamos a que te transformes en árbol y nos cuentes qué sientes o en qué especie te convertirías si decides elegir alguna en concreto. Toma como punto de partida este inicio tomado y adaptado del poema de Antonio Porpetta titulado "El milagro": Si un día, al despertar, ves que en tus brazos te han crecido ramas...
2. La tarea para casa es nuestro particular homenaje a Marcos Ana quien en uno de sus poemas titulado "Decidme cómo es un árbol" (título también de su biografía) se preguntaba -después de cuarenta años en la cárcel- sobre la geometría de las cosas. Podéis contarle en forma de carta, poema o texto narrativo cómo es un árbol, el que queráis, alguno que os resulte familiar o conzcáis bien.


Y estos son algunos de los textos recibidos hasta ahora:


Flores en la nieve

Un día, al despertar, ves
que en los brazos
te han crecido unas ramas,
y en las ramas han puesto ya sus nidos
pájaros de lugares exóticos,
o modestos gorriones,
golondrinas colmadas de nostalgia,
y tu cuerpo es el tronco
rugoso y cuarteado
de una encina severa
generosa y paciente
noble como una madre,
y tus pies son raíces
que crecen y se extienden
más allá de tu encierro,
y salen hacia el patio
al huerto comunal
a la plaza del pueblo,
para que allí surja
de nuevo
tu cuerpo vegetal
que se abraza a los hombres,
alargando sus ramas
al nombre con raíces
de la mujer que buscas
-te llamaba-
y había plantado flores
más allá del invierno
con sus nieves perpetuas.

Ignacio Aparicio Pérez-Lucas
Grupo A


Ya no soy árbol

                                A Marcos Ana

Yo fui brizna. Me esforcé en cada instante para respirar, le protegí de la lluvia cuando aún era débil. Sentí crecer junto a mí a su corazón. Nos elevamos de la mano, fuimos felices. Las estaciones se sucedían y ya no le sentía a mi lado. Él se hacía más fuerte y yo me alejaba.
Te puedo hablar del horizonte, del ancho campo, de los olores de la primavera, pero me duele. No tengo cerraduras, pero la luz del sol produce una insignificante sombra en su fornido tronco. Cada día estoy más cerca de las estrellas que de su duramen. Tú algún día la recuperarás, encontrarás la llave, volverás a pasear bajo la luna. Yo he perdido, para siempre, la geometría de mi árbol. No le conozco, y él de mí, ni se acuerda. Otras, más jóvenes, le rodean ahora.
Tú cumples tu pena olvidando recuerdos, yo vivo en el corredor de la muerte. Solo pido que uno de esos pájaros, a los que cobijé en el pasado, se apiade de mí y me lleve a formar parte de su nido, seguir escuchando su canto, sentir el viento, y contemplar el baile apasionado de los enamorados. No quiero ser parte del haz camino de la hoguera. Quiero seguir sintiendo la savia en mis venas.
No puedo seguir, siento sobre el rocío de la hierba las botas del jardinero.

Tomás García Merino
Grupo B


El milagro

Si un día, al despertar, veis que en los brazos me han crecido ramas, sentiré la savia corriendo alegre por mis venas, sonreiré al apreciar el verde de mis nuevos brotes. Danzaré mecido por el viento, mis yemas atraparán las partículas de humedad que el aire me ofrece. Estaré feliz. Ignoro con qué apodo me insultarán mañana los niños en la plaza del pueblo. Pero al fin, dejaré de ser El Manco.

Tomás García Merino
Grupo B


Si un día al despertar ves que en tus brazos han crecido ramas…

Si un día al despertar ves que en tus brazos han crecido ramas, no te asustes, es la Primavera llamando a la puerta. Cuida estos brotes con esmero, abrígalos cuando lleguen los fríos y ponlos al viento fresco cuando necesiten airearse. Espera verlos florecer, llenarse de hojas y dar frutos. Cuando al declinar el verano hayan madurado, habrá llegado el momento de la recolección. Quizá en ese preciso instante descubras que siempre fuiste el árbol que no te imaginabas.

Manuel Medarde
Grupo A


Decidme como es mi olivo

Mi olivo es como un niño que está empezando a vivir su vida. Mi olivo tiene dos ramas a un palmo del suelo, donde se bifurca y se lanza hacia el cielo. Los plantamos él y yo cuando era una pequeña rama con algunas raicillas, con el temor de que el terreno y el clima fueran demasiado duros para aquel proyecto de árbol. Pasaron unos cuantos años hasta que empezamos a verlo prosperar tímidamente y comenzó a indicarnos que quería ser un olivo con dos ramas, crecer y agarrarse tenazmente al terruño de nuestro huertecito. Cuando todavía no había levando una vara del suelo, él falleció aquejado de la edad y a mí me dejó un olivo que cuidar y un recuerdo imperecedero. Así han pasado unos cuantos años durante los cuáles he visto como crecía lentamente, al modo que lo hacen estos árboles insignes, engrosaba su lustroso tronco de dos ramas y casi se convertía en un adolescente que ya ha dado sus primeros frutos. Ahora se está haciendo algo altivo, estirándose cada vez más, poblando de numerosas hojas su cabellera, llenándose de minúsculas flores en primavera. Es vigoroso y llegará a prosperar durante varios siglos, pero no llegaré a verlo convertido en un olivo adulto, cargado de aceitunas y futuro, tampoco veré como brotan desde su base nuevos vástagos dignos de su estirpe, ni como se arruga su tronco hasta adquirir la nobleza de un olivo adulto, ni como llegará a ser un venerable anciano de corteza resquebrajada, hojas escasas y belleza ancestral. Mi olivo no solo es un olivo, también es la memoria del que fuera como un segundo padre para mí.

Manuel Medarde
Grupo A


El fresno

Moldeé un fresno
del material del contraluz
y la cadencia,
en una mañana de escarcha
y sueños de lumbre,
de lentitud,
de silencio.
Su enjuta cara me costó,
ya en su vejez,
hasta el punto
de borrar las huellas
de mi tacto.
Con pericia,
rellené sus arrugas
de incógnitas,
sus grietas,
de cierzo, de olvido.
Una gran boca entre la niebla,
sobre la tierra,
contando lustros de roca y musgo
bajo el reflejo del hielo,
me quiso hablar.
Fue en el misterio de febrero,
ya sediento
de brotes y de marzos,
y de un poco del color
de la intuición en el aire
y en el sempiterno y frio suelo.
Su mirada de corteza y liquen,
sus comisuras, sus anhelos.
Conseguí un tronco corpulento,
informe,
desbaratado,
con finas siluetas
de barro
basto estirándose hacia las nubes
y el blanco ocaso,
brazos garabateados,
hilos de rueca mágica,
negros,
sin poda,
sin esperanza de uso,
sin saber
si te señalan
el sueño eterno
o
el consuelo.
Las estaciones se suceden,
del verde franco y compasivo
a la maza de agosto,
en el que se hará el muerto,
el muerto agotado y
agostado. Abrazaré su torso
como se abraza a un árbol,
sin abarcar su aspereza
ni su inconmensurable
ignorancia del mar.
Recogeré sus hojas
caídas, o 
las dejaré,
sin más.
Me servirán de lecho.

Marisa Sánchez
Grupo C


El árbol

Surge de la Madre Tierra
camina en dos direcciones,
hacia arriba y hacia abajo
y se mueve con airones.
Aunque tú no lo veas mover,
sus raíces son rejones,
que se agarran en el suelo
resistiendo cuál legiones.
Se alimenta de la tierra,
las hojas son sus pulmones.
Es un ser muy generoso,
para todos hay raciones.
Todo lo que da es gratis
sombra, cobijo y piñones,
sin hacer ningún distingo
entre aves y ratones.
Si lo ves dale un abrazo
en todas las ocasiones,
pues gracias a él vivimos
desde hace varios millones.

José Luis Fonseca
Grupo A


Llegar al paraíso

Si un día al despertar, ves que en tus brazos han crecido ramas, busca un lugar soleado y protegido del viento para enraizar, busca la compañía de un río, arrollo o regato que alegre tus días con su voz constante.
Elige que árbol deseas ser en tu casa definitiva. Puedes intentar ser morera que dé sombra en verano, que muestre su esqueleto en invierno. Todos se fijaran en ti por tu gran porte. Los niños vendrán en primavera a coger tus hojas y los pájaros comerán tus frutos escondidos en tu follaje.
También puedes querer ser adelfa para llenarte de flores en verano. Todos te admirarán pero nadie olvidará tu reputación venenosa. y tendrás que conformarte con la categoría de arbusto.
Pero si quieres seguir mi consejo, conviértete en higuera para perfumar las noches estivales y regalar tus frutos a los que te cuiden. Creo que el árbol prohibido era una higuera cargada de brevas enormes.

Enrique Martínez
Grupo C


Sabinas al viento

Silencio, habla el viento
Las sabinas amantes
Le esperan atusándose sus despeinados cabellos.

Silencio ¿No oyes?
Gimiendo, están gimiendo
En esta noche estrellada, doblegan lujuriosas sus centenarios pero firmes cuerpos.

Silencio, susurra el cielo,
Éter de azul y blanco
Húmedo y seco
De norte a sur…
De sol de invierno.

Silencio, escucha un momento,
el crepitar de la lava, el “va” y el “ven” de las olas,
La ronca risa de mis volcanes herreños.

Silencio, porque sabina me siento
Que no el poeta…
Aquí, tan lejos de ti…Tan lejos
Abrazada añorante en el asfalto a tu humeante recuerdo.

Carmen Pedrero
Grupo A


El talle de tu cuerpo se forjará de roble

Si un día , al despertar, ves que en tus brazos te han crecido ramas,
es que se fue el Invierno.
Sin darte cuenta floreció la cantarina Primavera entre tu piel,
sin dolor, sin duelo.

Antes de que tus pies se enraícen a la tierra,
mírate frente a cualquier espejo.
Observa como de tu cabeza nacen hojas, y se mecen con el aire,
y como adornan, coquetos los primeros brotes tiernos, tu pelo.

No te asustes. Empezará a temblar, en su emoción, el suelo.
Desaparecerán las paredes de la estancia,
pintándose el cielo de un azul añil intenso.

El talle de tu cuerpo se forjará de roble, más ancho y fuerte,
abultando tu vientre como preñada,
con cada anillo de compromiso muy adentro, en tu tronco,
con cada decreto de amor en el tiempo.

Serás más recia y más vieja, vistiendo de un verde alga,
tu esencia de savia sabia con el musgo de la mañana, fresco.

Si un día, al despertar, ves que en tus brazos te han crecido ramas,
es que aún no estás despierta.
Abre los ojos del corazón, abraza sin arañar, desarmada,
con cuidado, pero sin miedo.

Los otros , como tú y como yo, nos buscarán por debajo del manto de la tierra,
serpenteando hasta encontrarnos con sus dedos.

Somos árboles por la sombra que la luz del Sol dibuja,
por que no hay luces sin sombras. En las ramas damos
cobijo en la tormenta a las mariposas asustadas,
un escenario a los pájaros en su cortejo, siendo como agua de manantial en el Camino al peregrino.

Y si un día, al despertar, ves que en tus brazos ya no crecen más ramas, es que el Invierno ha vuelto.

Carmen Pedrero
Grupo A


La higuera

Sigues ahí, de la mano de la tierra.
Hoy el viento y la lluvia te han puesto a prueba.
¡Estas preciosa! ¡Serás la higuera más bonita!
En tus raíces tienes la fuerza y el amor de toda la familia.

Josefa Redondo
Grupo A


Un árbol

Reparad en un árbol poderoso
si alguna vez buscáis lección de vida,
que no en vano venció la sacudida
de siglos de inclemencias y de acoso.

Pensad que bajo el tronco cavernoso
oculta una raigambre desmedida,
que lo aupó hasta el cielo en su crecida
sorbiendo de la tierra sin reposo.

Mirad la encarnación del verbo estar
proyectando su sombra y su silueta
como un agua incorpórea y milenaria.

Y pensad que no es árbol sino altar
desde donde se eleva una plegaria
a la paz esencial de este planeta.

Óscar Martín
Grupo A


Camino del paraíso

Si un día, al despertar,
ves que en los brazos
te han salido ramas,
que tu piel es corteza,
que tus dedos son nudos añosos,
que tus pelos son miles de hojas
que aplauden y cantan
como sonajas de plata
movidas por el viento
de un tiempo ya pasado…
Si un día, al despertar,
ves en tus piernas gruesas raíces
que escarban oscuros laberintos
y chupan de las entrañas de la tierra
el telúrico néctar
húmedo, cálido y cercano…
Si un día, al despertar,
ves que tu torso y tu espalda
se han tatuado de concéntricos anillos
que cuentan años de olvido y de ausencia…
Si un día, al despertar,
te saludan el ciprés y la losa
y la verja de hierro
y las coronas marchitas…
Cierra los ojos y vuelve a dormir.
A tu alma esperanzada
le queda un sueño menos
para alcanzar la meta.

Óscar Martín
Grupo A


Árbol

Soy la puerta de tu casa, la viga que sostiene su techumbre y hasta la leña que arde en la chimenea mientras dormitas sobre la hamaca que también fui un día.
Soy el yugo de la campana que llamó a tu boda, la mesa a la que se sentaron tus invitados y la guitarra que acompañó sus cantos.
De mí salió el astil de tu hacha, la lanza de tu carro y la pértiga del pozo que tanto disputaste con tu primo. Yo soy el mango del cuchillo con que él te abrió las entrañas, la cama donde ahora yaces moribundo y, no lo dudes, seré la cruz que presida tu tumba.
Y aún, en tu delirio, preguntas: ¿qué es un árbol?

Pepe Lorenzo
Grupo B


El milagro

Si un día al despertar, ves que en tus brazos han crecido ramas; ramas delgadas y gráciles, que agita el viento de marzo, olvidando los fríos y aliviando los silencios del invierno. Ramas cuajadas de bellas mimosas que exuberantes se anticipan a la primavera, como un atisbo de esperanza. Ramas doradas por el sol del atardecer que alumbran con sus colores el camino viejo que no lleva a ninguna parte. Ramas que inundan el espacio de fragancias penetrantes, maduras, que ciegan mi consciencia.
Es mi árbol la mimosa que crece en tus brazos y se extingue hasta las oquedades más remotas del ser.

M. Pilar Sánchez
Grupo B


Respuesta a Marcos Ana

Los árboles se parecen a las personas, no hay dos árboles iguales. Podemos encontrarlos altivos, modestos, generosos, derrochadores, ariscos o comunicativos. Los hay jovenes, viejos, floridos , marchitos, erectos o vencidos por el viento.
Muchos dan confianza, otros no son de fiar. Unos son singulares, la mayor parte impiden ver el bosque.
Su aspecto cambia a lo largo del año, muda su carácter y su vestimenta. Algunos, en lo más frío del invierno, quedan desnudos para en primavera y en verano adornarse con hojas, flores, frutos y pájaros. Los más pudorosos nunca pierden su follaje, dejando la llegada del otoño a los elegantes, que se visten de mil colores.
Por eso, un árbol es como tú lo recuerdes. El que se parece a tu mejor amigo o a aquel maestro. El que se mueve como la chica con la que bailaste por primera vez o el que canta y te da cobijo como tu madre. 

Enrique Martínez
Grupo C


La encina de Ana

Como una cicatriz caprichosa,
besando el cielo en el horizonte,
se alza ELLA.

Paisaje castellano duro y austero,
pasan las estaciones,
ella permanece invariable.
Enmarcando océanos de cielo,
brotando entre ocasos de fuego,
fijando la escarcha en la tierra helada,
difuminada entre la niebla,
siendo el centro de un rebaño de nubes.

Es certeza y corteza,
paisaje y ramaje,
matriz y raíz.

Y en la noche,
una estrella más en el cielo.

Beatriz Gorjón
Grupo A


El árbol que soy 

He dado sombra al caminante 
y frescor a los amantes. 
He cobijado a pájaros, cigüeñas 
y a las abejas itinerantes. 

Estoy anclado en la tierra, 
que me nutre y sostiene 
como una madre poderosa, 
ayudada por el sol, la lluvia y la nieve. 

Mi esbelto cuerpo crece hacia el cielo, 
vestido con un hábito 
rugoso y áspero, 
que me abriga y protege. 

Mis largas ramas extendidas, 
reclaman abrazos al viento
y le susurran alegres trinos, 
de los mirlos aprendidos. 

Una copa verde y frondosa 
adorna mi regia cabeza, 
llenándose de flores blancas, 
cada primavera. 

La policromía del otoño 
me convierte en un cuadro hermoso, 
cubriéndome de colores 
que inspiran a pintores. 

El hostil invierno me hace menos vanidoso, 
al mostrar mi desnuda alma, 
de fría y vieja madera 
en que me convertiré mañana. 

Marian Pérez Benito 
Grupo A


Cómo es un árbol

Hola Marcos.

Respondo a tu demanda de que te describamos cómo es un árbol.

Te diré: lo primero que he hecho es acercarme a mi antiguo trabajo, situado en un polígono industrial de Salamanca, a hablar con los árboles que ayudé a plantar hace cuarenta años. En concreto platiqué con mi favorito un arce que sombreaba el buzón de correos y de paso la acera que circunda la parcela. Decidí hablarte de este árbol porque, Marcos, tipos de árboles, como tu sabes hay muchos. Supongo que habrá biblioteca en la cárcel y que en ella algún que otro libro de botánica se podrá encontrar. O, no, y por eso tu pregunta.

Naturalmente, no voy a decir que te comprendo. Dos meses hemos estado confinados, ahogados, angustiados, aislados en nuestras propias casas pero, nada que ver con cuarenta años a la sombra de unos altos muros de hormigón y ladrillo, en una cárcel.

Nada que ver.

Mi casa da a un jardín dónde se pueden contemplar varios cipreses, un olivo raquítico plantado para recordar a una buena vecina y un enorme árbol de copa en forma de cono, de hoja caduca y que para mí no tiene nombre. ¿Un fresno?.

¿Cómo es un árbol? Pues, no tienen nada que ver un ciprés con un sauce llorón: hoja perenne, hoja caduca; ramas tupidas hacía el cielo y ramas buscando el agua como cabellera mal peinada; verde mate oscuro y verde brillante.

El árbol, como si yo tontamente dijera la mujer, el hombre, se compone de: raíces, tronco ramas y hojas.

Cabeza, tronco y extremidades
manos y pies.
Tópicos, típicos.

Pues bien, el arce que yo planté vive muy cerquita de otro. Me alegré de que no estuviera solo. Ambos tenían unas flores muy discretas que se confundían con los brotes de sus hojas de un amarillo verdoso. Ahora a principios de abril, la copa o conjunto de ramas aunque se adivina amplia, está aún despoblada, en verano con todas sus hojas darán una gran sombra, no tan seria y fría como la del nogal o el cedro, será un refugio para caminantes donde correrá el aire.

Mis árboles, cada uno al lado de la puerta abandonada, son resistentes. En estos diez años nadie los ha regado ni podado. Espero que nadie los tale. No ha habido ningún insecto barrenador, liquen, hongo o humano que los haya destruido. Imagino que la gente del otro lado de la carretera, cuando se asomen a sus ventanas y miren, verán, que aparte del hormigón y del asfalto, hay una bonita mancha verde, hay vida.

Araceli Sebastián
Grupo C


Cómo es mi árbol

Mi árbol es un santuario
lleno de sabiduría
una cátedra de la vida.
Mi árbol da vida con su vida
alberga otros seres pequeños
y cuida siempre de la mía.
Mi árbol es fuerte y sabio
supo como crecer
dar flores, frutos y miles de tallos.
Mi árbol me habla desde el silencio
silencio que pocas veces escucho
me habla con sus aromas y frutos.
Mi árbol es un remanso de paz
es el más fiel acompañante y amigo
cuando estoy a solas conmigo.
Mi árbol me cobija en sus brazos
no exige no pregunta
tan solo escucha mis sonidos.
Mi árbol sigue caminando por el mundo
y con la ayuda de sus aliados
llega a otros destinos.
Mi árbol en su nuevo paraje
lleva su nombre su sabia
comparte con otros seres vivos.
Mi árbol sí, sí tiene nombre
nunca caerá en el olvido
lo recordaremos por todo el bien que hizo.
Mi árbol es una Nogal y ya se ha ido
Fresca era su nombre
La codicia la cambió por el ladrillo.

Ana Isabel Diéguez
Grupo C

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