En la onda

Aún resuenan en la sala de Fondo Local de la biblioteca de la Casa de las Conchas las ondas que quedaron prendidas en el mar de folios durante la última sesión del taller de escritura.
En esta ocasión pusimos la oreja en la radio y hablamos de su vínculo con la Literatura. Recomendamos para abrir oído los artículos "La radio y la Literatura", de Ricardo Bada, y "Poesía y radio" del Ojo Crítico.
Abrimos la emisión del taller con un fragmento de la entrevista de Isabel Ruiz Lara, directora del programa "Tres en la carretera" (Radio3) a José Antonio Mesa Toré. En dicho especial, titulado "La radio en la poesía" el poeta presenta su antología sobre la poesía en la radio.



Foto y dibujo de Ismael Marcos
(Pincha en la imagen para ampliar)


Hablamos de la importancia de la radio en las Vanguardias y de cómo desde la Generación del 27 hasta hoy han sido muchos los poetas que han dedicado unos versos a este maravilloso invento.
Recordamos cómo fue la llegada de la radio a nuestras vidas, las sintonías y las voces que quedaron grabadas en los microsurcos de nuestro cerebro y leímos algunos poemas como "Ondas de radio" de Raymond Carver que dedica a Antonio Machado:

Ha dejado de llover y sale la luna.
No sé nada de ondas
de radio. Pero supongo que se transmiten mejor
después de haber llovido, con el aire húmedo.
En cualquier caso, ahora puedo coger Ottawa, si quiero, o
[Toronto.
Últimamente, por la noche, me sorprendo a mí mismo
interesado en la política canadiense
y en sus problemas internos. Es verdad. Antes solía buscar
sus emisoras de música. Me sentaba aquí en el sillón
y escuchaba, sin hacer nada ni pensar en nada.
No tengo tele y ya no leo
los periódicos. De noche pongo la radio.

Cuando llegué a este lugar estaba intentando alejarme
de todo. Especialmente de la literatura,
de cómo te atrapa y sus consecuencias.
Un deseo en el alma de no pensar.
De quedarme quieto. Y a la vez
un deseo de ser estricto, sí, y riguroso.
Pero el alma también puede ser una afable hija de puta,
no siempre es de fiar. Y no lo tuve en cuenta.
Le hice caso cuando me dijo: Mejor cantar a lo que se ha ido
y no volverá que a lo que sigue ahí
con nosotros y seguirá ahí mañana. O no.
Y si no, da igual.
Tampoco importa mucho, dijo, si un hombre no le canta a
[nada.
Ésa es la voz que escuché.
¿Es posible que alguien piense así?
¿Da todo igual, realmente?
¡Qué absurdo!
Pero pensaba estas estupideces de noche
cuando me sentaba en el sillón y escuchaba la radio.

Entonces, Machado, ¡tu poesía!
Era un poco como el hombre maduro que se enamora
de nuevo. Una cosa digna de atención;
desconcertante, también.
Se me ocurren tonterías como colgar tu retrato de la pared.
Y llevarme tu libro a la cama conmigo,
dormirme con él a mano. Una noche
pasó un tren por mis sueños y me despertó.
Lo primero que pensé, con el corazón acelerado
allí en el dormitorio a oscuras, fue esto:
No pasa nada, Machado está aquí.
Y me volví a dormir.

Hoy me llevé tu libro cuando fui a dar
un paseo. “Presta atención”, dijiste,
cuando alguien se preguntó qué hacer con su vida.
Así que miré alrededor y tomé nota de todo.
Luego me senté con el libro al sol, en mi sitio
junto al río, desde donde puedo ver las montañas.
Cerré los ojos y me puse a escuchar el sonido
del agua. Luego los abrí y empecé a leer
“Abel Martín”.
Esta mañana pensé mucho en ti, Machado.
Espero, incluso a pesar de lo que sé de la muerte,
que hayas recibido el mensaje que te envié.
Pero da igual si no es así. Que duermas bien. Descansa.
Antes o después espero que nos encontremos.
Entonces podré decirte estas cosas personalmente.

O este otro poema de Juan Larrea cuyo título "T.S.H." significa "Telegrafía sin hilos" (una manera muy común de titular sus poemas a la radio entre los vanguardistas) y que contiene un mensaje en morse que os invitamos a descifrar:

En las antenas
se abaten las bandadas mensajeras
y oigo el pío pío de los pájaros tristes
En la infinita noche de los auriculares
brilla de débil voz de las estrellas fugaces
El silbato de un tren prófugo
lejanamente
me dice adiós.
América
silba en inglés un cake walk
una voz me llama desde las estrellas
.--.-…-..-.--.-.-..-….--.-..---….…
Te reconozco en la voz, estrella mía
Una noche
a la fatua luz de las candilejas
junto a la concha encendida
me inundaste
de las claridades de tu voz
Te reconozco en la voz, estrella mía.

Ahora
asomado al brocal de esta noche
oigo tu tosecilla rebelde
y tu voz
que distingo
entre todas las voces.

Europa y América cantan a dúo

Oceanía, la nadadora,
empina su vocecilla engolada

Yo sólo oigo la voz de mi estrella

En los aires
las palomas se enredan las alas
en los invisibles cables.


Centramos la mayor parte del taller en Ramón Gómez de la Serna, el "arcángel de las ondas", quien convirtió sus participaciones en Unión Radio Madrid en un auténtico laboratorio de ensayos para su creatividad. "Hay que añadir a las musas otras más, Radiona, la musa de las ondas" señaló en una de sus greguerías. Hablamos del libro "Greguerías onduladas", un trabajo que recoge gran parte de esa dedicación del escritor a la radio. Muchos de sus trabajos fueron publicados en la revista "Ondas". Y disfrutamos con el homenaje hecho al "El circo de las ondas", de Ramón Gómez de la Serna, quien incluso en los pitidos y "parásitos radioeléctricos" veía y oía todo un repertorio de números circenses. Por último recordamos un episodio muy divertido de la radiodifusión española recogido en el artículo "Historias de la radio: Luis del Olmo y el poema de Yurguin Murguin"

Y para rematar este post, que aún no es postcad, recomendamos el relato "Cambio de luces" de Julio Cortázar, una historia en la que una oyente de radio, Luciana, se enamora de la voz de un actor de seriales radiofónicos. Esta le escribe cartas y él se enamora pero su encuentro en la realidad desdibuja la imagen que cada cual se ha forjado del otro. Y recomendamos también "La radio enorme", un cuento de John Cheever que Laura Di Verso resume  así: "Una pareja joven de la alta sociedad estadounidense compra una nueva radio ante el deterioro de la anterior. De manera incomprensible, empiezan a escuchar lo que ocurre en la casa de cada uno de sus vecinos a través de sus distintas emisoras".


Propuestas de escritura

1. Durante la sesión propusimos continuar el siguiente inicio "Cuando cambié el dial de la radio se oyó..."
2. Y para casa sugerimos escribir un poema, relato o minificción sobre la repercusión que la radio tuvo en nuestras familias.


Y estos son algunos de los textos recibidos hasta ahora:


El amante de los miércoles

Abrazada a su Loewe Opta, Ella tuvo que admitir que los miércoles, al buscar su voz a través del dial, rejuvenecía. Las orugas de la rutina se transformaban en mariposas lujuriosas, paseándose a sus anchas del estómago a su entrepierna sin ningún pudor, abriéndose el escote debajo del mandil, y soltándose el pelo para el encuentro entre las ondas con su amante. Como siempre, al volver el marido, la radio se convertiría en calabaza, y Ella se abrocharía hasta el último botón de la blusa, para no dejar a la vista ningún atisbo del tsunami que todavía luchaba por salir.

Carmen Pedrero Robles
Grupo A


Interferencias

Una bobina de alambre y varios cables más metidos en una caja de zapatos llevaron por primera vez a mi casa el sonido de las ondas. Papá, que era un hombre habilidoso y muy interesado en cualquier tecnología a su alcance, había construido una radio de galena con los mínimos elementos necesarios, pero suficientes, y nos la regaló a mis hermanos y a mí. La instalamos en la habitación de las chicas y la cuidábamos como un tesoro. Por las tardes, al salir de clase, llevábamos a nuestros amigos a escuchar el sonido que salía de aquella caja de cartón, que nos convertía en los más afortunados del vecindario. Seguíamos un ritual absurdo pero imprescindible en aquella época de la infancia tan rodeada de misterios: nos sentábamos en círculo alrededor de la radio y apagábamos las luces para escuchar en silencio las pocas emisoras que se podían captar. No es que la ausencia de luz favoreciera la nitidez del sonido, pero si estimulaba la capacidad de atención. Y en aquel ambiente mágico recibiendo voces y música, mi hermano se tiraba pedos ante el regocijo de unos cuantos y el enfado de otros. Él los llamaba interferencias. 

Maxi Moreno
Grupo B


El «parte»

En casa no daba el presupuesto para todos los días, pero sí para que uno a la semana papa (entonces se decía papa, no papá) se permitiera el lujo de ir al bar del pueblo, a «oír el parte». Lo mejor era en verano porque me llevaba con él pese a que ya del cielo se había ido el sol. Me dejaba en la calle, a la puerta, jugando con otros niños de mi edad, cinco, seis años, Manolito, Rober, Tete… Menudo bien lo pasábamos, que habían desaparecido ya el frío y los barros del invierno. Papa me dejaba con los amigos y se metía para adentro ya con la petaca en la mano.
Hablamos de los años cuarenta y pocos, la posguerra, miseria, privaciones. El del bar no era el único aparato de radio que había en Castillejo; tenían también el señor cura y el señor médico, pero ellos en su casa. El señor maestro, no, él era de los fijos en el bar, uno más en el corro que se formaba en torno al «arradio», como se decía. Y otro tanto el señor alcalde.
Poder jugar en la calle después del toque de oración, era una suerte. Pero tocaba cuando tocaba; solo si mama se dejaba ablandar y hacía un aparte a su reniego del «…estás echando a perder al niño, Manuel». Aquellos momentos, no sé si alguien los disfrutaría más que yo, difícil. Aunque a mí lo que más me gustaba era asomarme a la ventana del bar y ver a los hombres envueltos en el humo azul de los cigarros, con la mirada fija en la lucecita amarilla del aparato colocado en alto sobre una palomilla de madera, muy serios todos, las bocas abiertas, redondas. Imaginaba yo que los oídos atentos.
Lo que dijera el tío de la voz ronca que hablaba por el chisme, vete a saber; el caso es que al acabar el «parte» la gente se metía en discusiones que a veces se prolongaban y el señor maestro, don Agapito, era entonces el que solía llevar la voz cantante. Para nosotros fenomenal, pues más duraba la fiesta. Luego, cuando todo había terminado, papa me cogía de la mano y a todo correr para casa, que seguro mama iba a protestar porque tenía que volver a calentar la cena.
Muchas veces me pregunté si se escucharía mejor abriendo la boca y mirando a la luz como hacían los mayores, pero no llegué a preguntarle a papa. Todos los tiempos no son iguales y por entonces había que no solo honrar padre y madre, sino guardarles respeto. Eso incluía no preguntar tonterías, por ejemplo. Y tratarlos de usted, claro.
Hay quien sostiene que no, que contar de los años niños no rejuvenece, pero allá cada cual, a mí me funciona. Pues eso.

Pascual Martín
Grupo B


La radio

A Antonio Machín le estoy escuchando
Una canción a través de las ondas,
Se escucha bien, aunque mucho te escondas
Dos gardenias para ti está cantando.

Cambiando de emisora estoy buscando
Hallar algunas historias redondas
Mucho mejor si son algo cachondas,
Porque reír un rato estoy ansiando.

Me apetece ahora dormir un poco,
Encuentro música clásica suave
Y me adormezco escuchando barroco.

En este aparatito está la clave
Pon lo que quieras sin comerte el coco,
Porque tienes en tu mano la llave.

José Luis Fonseca
Grupo A


La radio

- Ayer - 
Fuiste la ventana abierta 
por donde me asomada cada mañana 
para descubrir un mundo 
nuevo, diferente al mío.   

Fuiste la banda sonora   
de las largas tardes familiares 
alrededor de la camilla, 
en la cálida cocina. 

Fuiste el sueño del adolescente 
que enamorado de una aterciopelada voz 
daba rienda suelta a su imaginación, 
descubriendo un platónico amor.   

Fuiste la gran compañera 
de miles de emigrantes 
que dejaron su casa y su patria, 
en busca de una vida mejor.   

 - Hoy - 
Eres indispensable por 
acompañar a los solitarios 
ser bálsamo para los enfermos, 
y consuelo de los desesperados. 

- Gracias - Por ser la generosa amiga 
que regala entretenimiento y sabiduría 
a quienes a través de las ondas, 
te escuchan cada día.   

Marian Pérez Benito
Grupo A


Las ondas están que arden

Prendí la radio,
era pequeña para soltar tal llamarada
de palabras.
La tertulia estaba caliente.
El tema era incendiario…
Demasiados pirómanos para un sólo
bombero.

Eva Hernández
Grupo A


Discos solicitados

Mi madre friega los platos y me los va pasando para que los seque. «Y ahora escucharemos “Adoro” de Armando Manzanero…». Me mira y dice sonriente: «me chifla ese bolero». Han comenzado a sonar las primeras notas cuando el locutor añade: «este disco solicitado está dedicado a José Arturo por quien más le ama, María Julia». La sonrisa de mamá se convierte de golpe en una mueca y la veo sujetarse al borde del fregadero mientras se tambalea. Se vuelve desconcertada y me pregunta: «¿Ella?». Yo abato la cabeza reconociéndolo.
«¡Con cualquiera menos con una Monterrey! La lealtad a la familia está por encima de todo. ¿Acaso no te lo hemos repetido siempre?». El dedo de mi padre se cierne sobre mi cabeza. Yo callo y espero. «¿No sabes que ellos delataron a tu abuelo, al padre de tu mamá? ¿No te lo hemos contado cien veces?». «Julia no tiene la culpa…», me atrevo a decir cuando mi padre se ha detenido a considerar el siguiente paso. «¡Por encima de mi cadáver! ¿Me has oído? ¡Ya puedes ir sacándotela de la cabeza!». No dice más y sale furioso del cuarto.
Bajo el volumen del transistor para que nadie en la casa pueda oír la dedicatoria. «Para Julia de quien ya sabe, “Amor imposible” del dúo Ábaco». La imagino llorosa cuando suenan los últimos versos de la canción:

Solo deseo la muerte
si tu amor tengo prohibido
muero si no puedo verte
pero ni muerto te olvido.


Pepe Lorenzo
Grupo B


“La noche es Radio”

- ¡Buenas noches escuchantes!
- Habéis sintonizado Onda Radio, son las tres de la mañana, os habla la voz amiga de Rosendo Pozo, dispuesta a acompañaros en un viaje de tres horas por los momentos mágicos, únicos y más personales de la noche.
- Acercaos a la ventana y contemplaréis la primera maravilla, una luna plana que ribetea de blanco las solitarias nubes de este cielo rotundo salpicado de estrellas, que nos rodea mientras la ciudad duerme.


Una música suave acompaña el silencio de la voz. El saxofón inicia un fraseo que induce a la melancolía. Así transcurren unos minutos sugerentes, alargados por la ausencia de las palabras.

- La luna y la música nos han introducido en el espíritu nocturno. Amigas y amigos de la noche, trabajadores, noctámbulos, insomnes, estudiantes y profesores, sanitarios, enfermos, policías y guardas, transportistas y todo el grupo de amantes de la noche y de la radio. ¡¡Comenzaaamos!!. ¡Tres horas de radio para acompañaros!.

Una batería inunda las ondas mientras un dúo de guitarras punteadas por virtuosos cambian el tono y levantan el ánimo.

- Hoy tendremos varios invitados, con los que trataremos de cine, músicas alternativas, la problemática de los jóvenes en los pueblos y de rutas en algunas localizaciones de nuestro país.
- Por supuesto, también contaremos con las llamadas de las y los escuchantes que os decidáis a compartir vuestras opiniones.
- ¡Arranca vuestro programa de la noche!. ¡Arranca “La noche es Radio”!.

La sintonía del programa nocturno envuelve los saludos de los participantes, que hablan en segundo plano mientras la atmósfera del programa va instalándose al otro lado del micrófono……

***

Así puedo resumir muchas horas de radio escuchadas a lo largo de años de estudio, de preparar oposiciones, de organizar clases, de pasar un rato con amigos o con familia o simplemente de leer y disfrutar de la noche en compañía de una voz amiga.

Manuel Medarde
Grupo A


Clara Wieck

La radio me ha permitido conversar con el pasado. Los libros también, por supuesto, pero la voz cálida y sugerente del locutor, sus historias, sus propuestas de escucha, una sonata de piano, siempre me han despertado la imaginación hasta el punto de creerme yo también en ese universo personal del músico, del escritor, hasta el punto de llegar a entablar un diálogo con ese compositor, creador, científico. Como el programa homónimo, he podido cruzar a través del espejo de las ondas hertzianas para conseguir lo imposible de conocer esas vidas. Y me han hablado a través de la química del yodo y la plata de antiguos daguerrotipos; me han hablado con sus miradas de tiempos duros y vidas de escarcha e intemperie, de locura y muerte; me han hablado con sintaxis armónicas, belleza y color, alteraciones blancas, melancolía y cadencias.

Esto es lo que me contó Clara Wieck Schumann en nuestro encuentro íntimo. Yo la escuché con admiración y tristeza. Ella, ya mayor, cansada, me miraba con sus azulísimos ojos, su lánguida sonrisa, su pálida piel, sus finísimas manos de pianista consumada, la mejor de su tiempo. Sus pupilas me pedían un poco de consuelo, el consuelo del presente, el consuelo de la vida.

Me dijo:

Esperar, esperar la luz del genio y su voz rebelde, que no es la voz del padre, después el contrapunto y el tálamo. Acostumbrarme a ocho cunas como ocho octavas, entre oberturas y adagios, al preñado baúl viajero, después, al satén negro. Tocar. Eso, sí. Mas, ¿por qué esperar la música o el paraíso del silencio? Esperar el aplauso, quizás al admirado maestro del dedo roto, sus partituras, sus prodigios, el mercurio. Rescatar sinfonías de frías aguas, su olvido, y un cuerpo hecho para la gloria y la tragedia. Tocar. Mas, ¿por qué esperar la corona y los honores? Esperar la mirada ausente, la belleza frágil, el sublime alivio, la locura en re menor. Después, el abismo. Tocar. Mas, ¿por qué esperar la conmoción del amor en la vitrina? ¿El talento? Esperar la euforia de la primavera, el diario compartido, la intimidad de las mariposas, las manos mágicas. Tocar, siempre tocar, en aquellas veladas que hechizaban, las sonatas del venerable amigo de largas barbas, que eran flores, y los besos furtivos de la musa o de la compasiva muerte. Tocar, llorar, nicht mehr. Mas, ¿por qué esperar el Parnaso o el laurel? ¿Por qué habría de esperarlo yo, mujer?

Marisa Sánchez García
Grupo C


Historias de un idilio interminable

Apareció en mi vida… llegó a mi casa, sin avisar. No sabía en ese momento de su existencia. Tampoco a los 6-8 años te iban a dar explicaciones, al menos en aquellos tiempos nadie lo hacía.
Mi padre compró “una radio”. Un aparato de radio. Objeto extraño, nunca visto.
Al encenderla nos acercamos para escuchar, mirar y averiguar cómo podía ser que un aparato hablase.
En la parte posterior, arriba, tenía un orificio rectangular, por donde los hermanos nos afanábamos en mirar para descubrir los a los “hombrecillos pequeños” que tenían que estar dentro… Hasta que el pequeño preguntó: “mamá, aquí no caben, ¿cómo han podido entrar?” El resto, al entender lo absurdo de la pregunta nos conformamos con la carcajada contagiosa y ahí quedó el misterio. Aceptamos lo inexplicable, ya convencidos que del aparato que no iba a salir nadie.
Se colocó en una pared del comedor, en una pequeña repisa, colocada solo para ella.
Cerca de esa pared colocó mi abuelo su silla para poder acercar mejor la oreja al escucharla.
Desde allí, mi joven madre, mientras cosía, por las tardes, escuchaba las radionovelas, y por la noche, resumía cada capítulo a mi padre y yo podía seguir las desventuras de sus protagonistas (pocas veces eran vidas alegres las que se contaban) con mi disgusto si algún capítulo se saltaban. Así conocí a “Ama Rosa” (y la inigualable voz de Juana Ginzo),” Lucecita” o “Simplemente María”, ésta, con más de 500 capítulos de 1 hora. emitidos, por ejemplo.
A cada hora se trasmitía desde Radio Nacional “el Parte” y a las 12 del mediodía “El ángelus” haciendo sonar las campanas de alguna iglesia previamente grabadas.
En los años 60, por la noche, ya tarde, y con un volumen muy, muy bajito, recuerdo a mi padre sintonizar, o a veces solo intentarlo, sin conseguirlo, Radio Pirenaica ó la BBC de Londres, con las noticias que emitían en español y que yo no entendía el por qué de ello.
Pasados los años, a mediodía o por la tarde, siempre había alguna vecina algo sorda que por el patio de la casa nos obsequiaba con el “Consultorio de Elena Francis” en el que a las mujeres, sobretodo jovencitas, aconsejaba cómo ser buena esposa y ama de casa…
Ah! Y los famosos concursos de todo tipo, en los estudios de las emisoras, con público en y en directo
Siguieron pasando los años y ya no pude separarme de un aparato de radio, donde se me ofrecía, música, teatro… (Aún recuerdo, las noches de conciertos emitidos en directo y también teatro) en momentos difíciles para acceder a ellos de otra manera.
Y sigo teniendo un aparato de radio en cada habitación de mi casa. El cariño se mantiene, pero la pasión ya se acabó. “Cambia, todo cambia…” decía en una canción Mercedes Sosa. ¿Habré cambiado yo o ella?

J. Haro
Grupo C


Familia en círculo
es la hora del parte
todos escuchan

Algo se escucha
sonidos de las ondas
interferencias

Alfredo Domínguez
Grupo B


Apagón

Cuando cambié el dial de la radio se oyó un ruido blanco como el que hacía la tele hace muchos años después de la carta de ajuste, cuando se acababa, como decíamos.
Algo extraño pasaba. El móvil no funcionaba, ni internet, ni el ordenador, ni ninguna aplicación. La tele tampoco, ni los canales tradicionales ni los otros. El fijo tampoco daba señal ni nada. La luz se había cortado en el edificio y en la calle.
Era 26 de marzo de 2020. Ya llevábamos unos días confinados y yo estaba sola. Ante semejante abismo, no se me ocurrió otra cosa que abrazar a mi perro, asustada, temiendo que las peores pesadillas conspiranoicas pudieran cumplirse.

Teresa Sanz
Grupo C


Una fiel compañera

La radio para mí siempre ha sido una fiel compañera. Mi madre me cuenta que ya en la cuna me la dejaba cerca y yo me quedaba tranquila.
En los años de internado era imprescindible. Nos acompañaba en los recreos, los fines de semana, escuchábamos música, novelas y hasta por la noche , cuando ya teníamos que estar dormidas, la escuchábamos de forma clandestina. Recuerdo que en alguna ocasión cogimos radio andorra y allí estaban criticando al rey. Le llamaban reyezuelo de la Zarzuela. Fue la primera vez que escuché una crítica pública sobre él.
El 23 de febrero del 81 nos pasamos toda la noche con la radio pegada a la oreja y al día siguiente en clase nos enteramos a través de la radio de cómo iban saliendo los diputados del congreso.
Me acompañaba en mis pausas de estudiante, a media mañana o a media tarde.
Desde que empecé a trabajar y a vivir sola poner la radio es una de las primeras cosas que hago al entrar en casa.
Recuerdo que en mi primer destino laboral, Ciudad Rodrigo, se cogían bastante mal las emisoras españolas y yo lo encontraba muy extraño. Descubrí que se cogían muchas emisoras portuguesas en las que ponían muy buena música.
Con la radio me levanto y con la radio me acuesto. Lo primero que hago al despertar es poner la radio. De momento no la escucho por el móvil, así que tengo una en cada dependencia de la casa.
Es buenísima contra el insomnio. A mí me aparta de lo que no me deja dormir y me arrulla. Las excepciones a esto son programas de miedo o aquellos en que la gente cuenta sus penas como el famoso “hablar por hablar”
Conozco la programación de la Ser de cualquier día y a cualquier hora y bastante de la de Radio Nacional.
Reconozco que siento afecto por algunos de los locutores, presentadores o colaboradores a los que sigo y me hace gracia cuando cuentan cosas de su vida. Ahora que no tengo actividad laboral se han convertido en algo parecido a compañeros de trabajo, de mañanas o de tardes. Personas de las que sabes pequeñas cosas a diario.
La radio me permite acceder a muchísima información de la actualidad, contenidos culturales y literarios, música, es una gran ventana abierta al mundo.
Todavía no he asistido a un programa de radio en directo, pero todo se andará. 

Teresa Sanz
Grupo C

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