¿Hablar por hablar? Los diálogos

‒Buenos días, o tardes, o noches, ‒anota en este blog Raúl Vacas.
‒¡Ave, César! ‒piensan desde sus casas los integrantes del taller‒. Los que van a escribir te saludan.

Pues sí, la sesión de esta semana la dedicamos al diálogo en la literatura, pero también en el teatro y el cine. Y para ello elegimos un buen repertorio de textos como el cuento de Quim Monzó "Entre las doce y la una" del que se han hecho diferentes adaptaciones teatrales: La perteneciente al montaje "El porqué de las cosas", interpretado por la compañía Atiza! o la que realizan Maria Azcona y Pau Cusac. Veréis que en ambos casos la dramaturgia y el final de la historia responden a dos lecturas diferentes y libres del texto. Es todo un maestro este Monzó que nos tuvo entretenidos un buen rato con la conversación telefónica que mantienen los dos personajes principales, una auténtica "montaña rusa" como la definió alguien en el taller. Una historia en la que apenas interviene el narrador -ni falta que hace-, quien se limita únicamente a matizar algunos mínimos detalles de la conversación.

Pero comenzamos la sesión recomendando un libro: "Cómo escribir diálogos" El arte de desarrollar el diálogo en la novela o cuento de Silvia Adela Kohan. Un buen manual para iniciarse en el arte de los diálogos.



Hablamos en el transcurso del taller de la importancia de los diálogos en "As bestas" y de cómo los personajes van urdiendo la trama y el duro desenlace de la película. Un elenco de actores que componen una coreografía perfecta y que crean con su magnífica interpretación una atmósfera de tensión que recorre todo el filme.

Algo parecido sucede con los personajes de "El niño que comía lana" de Cristina Sánchez-Andrade, un libro de cuentos que mereció el premio Setenil en 2020 y que te zarandea de lo macabro y lo tétrico o lo irónico y tierno en cada una de sus historias. La escritora, con un aire a Cunqueiro y al Cela tremendista, utiliza de modo magistral los diálogos. Le gusta, sobre todo, deslizarse en el estilo indirecto libre, donde se hibridan los personajes y el narrador en una sola voz que hace avanzar con vértigo la historia. El realismo más crudo y la ficción desmadejados en la voz y las vidas de unos personajes sacados de otra época o de la más oscura pesadilla. Nos detuvimos como quien pulsa la tecla Pause del vídeo en uno de las historias, "Las amígdalas de Pepín", para conocer de cerca a alguno de esos personajes y sus diálogos.

Transcribimos aquí el inicio del cuento:

¿Qué por qué hiciste aquello? ¡Sabe Dios! Por ayudar, por lástima, por ser buena vecina.

Un día, cuando todavía estás con la herida abierta por lo tuyo, asoma. Casimira su jeta oscura por tu puerta y dice: Manuela, mujer, ¿puedo pasar? Entonces tú, que estás cosiendo los ojos de una muñeca, la miras y dices: Depende. Y ella: Depende, ¿de qué? Y tú: De si traes fuegos artificiales o no. Porque Casimira es, por encima de todas cosas, propensa a tirarse pedos; sobre todo cuando está nerviosa. En ocasiones, cuando está en su casa y, pongamos por caso, acaba de discutir con su marido y siente que le invade uno (o varios), corre hasta la tuya y, como si no tuviera otra cosa que hacer, abre la puerta, saluda, se vuelve, se levanta la falda y grita: ¡Ahí va un regalo perfumado, Manuela! Y se va con viento fresco.

–Ojalá trajera fuegos artificiales –dice. Se pone muy sería y añade–: Mira, me dijeron que a mi Lino le tienen que sacar las amígdalas.

Leímos también parte de la pieza teatral "Ramón" de Sergi Belbel, una conversación a cinco voces en la que se pone sobre escena el trasunto de una crisis de pareja, con unos diálogos ágiles y certeros que parodian una discusión en la que se prueba la consistencia de un amor. Aquí tenéis una muestra llevada a cabo en el Teatro El vitral, de Buenos Aires, en 2010, con Marcela Baz, Erica Hardt, Paola Alaguibe, Juliana Yaconis y Jose Mancera


Y cerramos, como bonus track final, con una serie de recomendaciones sobre el uso de la raya o el guión largo en los diálogos: "Diálogos: los guiones y los signos de puntuación"

Propuesta de escritura

Te mostramos una parodia del programa "First dates" con unos personajes muy particulares. Fíjate con atención en los diálogos y en los comentarios que cada interlocutor hace sobre el otro. Te servirán de inspiración para parodiar una cita a ciegas entre dos personajes literarios, históricos, políticos o de cualquier otro ámbito. Si son relevantes aún mejor. Ten en cuenta que se van a conocer por primera vez. ¿Hasta donde nos conducirá su conversación?




Estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:


Amor para contarlo

—Hola.
—Hooo (dice, medio dormido) la, ¿pero tú sabes la hora que es aquí?
—Me hago un poco de lío, perdona, aquí son las tantas, así que pensé que allí sería una hora normal.
—Sí, normal para estar dormido, son las tres de la mañana.
—¿Os he despertado?
(Tarda un momento en responder), mmm, sí, me has, nos has despertado, ya te he dicho que no son horas.
—Siempre son horas para hablar de amor —dice ella en un susurro.
—¿Ahora me hablas de amor?, pues hija, aprovecha, escríbeme un poema, a ver si se te da mejor que ponerme a parir a los cuatro vientos.
—¿Te está oyendo? Bueno es igual, no tienes derecho a quejarte, vamos, no cambies las tornas, que te lo merecías.
—Ya, sí, claro, tú te lo guisas y tú te lo cobras.
—Hombres. En cuanto llegáis a una edad babeáis con cualquier jovencita en minifalda.
—Nunca ha llevado minifalda. ¿Eso te dijo el policía que me investigó?
—Todo, me dijo todo, con pelos y señales. Y el tanga ese que se pone en la piscina, que no se le ve el...
(La interrumpe), —No seas ordinaria, cariño. No te va.
—¿Cariño? ¿Estás solo? ¿ha ido al baño?
(Duda, calla un momento) —Bueno, te iba a llamar mañana, a una hora normal. Lo hemos dejado.
—Cariño, si ya lo sabía yo, por eso te he llamado, he tenido una corazonada. ¿Qué ha pasado? Cuéntame, corre.
-Eso me decía el míster, corre. Gilipollas. Pero háblame de tu poli, bonita —con retintín—. cariño. Que lo sé todo.
Shakira no responde durante unos segundos, luego dice, compungida: —No fue nada, no significó nada, sólo quise vengarme, me acababas de poner los cuernos públicamente, estaba borracha, el tío está cañón, no veas qué. . .
—Rabocop, dice Piqué. Te parecerá bonito. Y los niños enterándose de todo por la prensa.
—Estamos hechos el uno para el otro, mi vida —dice ella—, y eso es lo único que importa. Cojo ahora mismo el jet y me planto allí.
—Espera, espera —dice él—, ¿me vas a hacer una canción de amor?, que me has puesto a escurrir… Pero con el Bizarrabo ese no, ¿eh?
—Darling —interrumpe ella—, claro que sí, en el viaje te la escribo, letra y música. Pero no seas tonto, todas mis canciones sobre ti han sido de amor. Me rompiste el corazón, corazón. Y, además, lo voy a petar.
—Y con el reportaje del HOLA, Ahora mismo despierto a mi agente para que prepare la entrevista, nos vamos a forrar.
—Te querré siempre, dice ella.
—Mai deixarei d´estimarte —dice él.

Ignacio Aparicio Pérez-Lucas
Grupo A


Viajes

—A ver María, cuenta hija, que nos has tenido en ascuas todo este tiempo de ausencia —pidió Ana tras los abrazos, una vez enjugadas las últimas lágrimas de felicidad—. ¿Dónde habéis estado? ¿Y José?
—José se quedó en casa, madre, con el niño, para que descanse un poco, ya verá usted qué guapo está. Hemos pasado todo este tiempo en Egipto, fue horrible lo de los soldados de Herodes en Jerusalén y alrededores. Menos mal que estaba José y él resolvió enseguida.
—Es verdad, hija; que estuviera contigo tu esposo es lo que me consolaba cuando me venía la intranquilidad. Y dime, ¿tiene asumido él ya lo de tú haber concebido sin conocer varón?
—Eso está superado, el Ángel del Señor cuando la Anunciación lo dejó bien claro.
—¿Y cómo fue lo de iros tan lejos?
—Estábamos en Belén de Judea, madre. José prefirió asegurarse. Mejor así que regresar aquí, a Nazaret.
—Cuánto me alegro, hija. Pero cuéntame del viaje, venga, no te hagas de rogar. Habrás disfrutado de lo lindo, Egipto debe ser maravilloso.
—Egipto una preciosidad, madre, la pega es que un viaje así resulta muy duro.
— Pero bueno, si a ti siempre te ha encantado viajar.
—Y me continúa gustando, madre, pero ¿sabe usted lo que es un viaje tan largo en burro? De verdad que vengo molida.
—¿Entonces?
—Entonces, madre, he pensado que mejor si dejo pasar unos cuantos siglos hasta que se inventen los aviones. No quiero ni pensar en el burro para lo de las apariciones; Guadalupe, Lourdes, Fátima y todo eso me refiero.

Pascual Martín
Grupo B


Cita a ciegas


Inés y Juan se citan y deciden encontrarse junto al verraco del Puente Romano de Salamanca.

Juan: —¡Inés de mi corazón! -Juan la abraza y le da dos besos, uno por mejilla-.

Inés: —¡Ay tío, qué punto!, me vienes disfrazado en martes de carnaval, podías haber avisado.

Juan: —¿No es cierto, ángel de amor, que en esta apartada orilla más pura la luna brilla y se respira mejor?

Inés: —Ja, ja, ja ¡Ya te digo...! ¡Con la calima que está cayendo!. Por el Tinder no hablabas así. ¿No serás tú del teatro?. Ya tuve un novio del teatro y... ¡Puufff!.

Juan: —Vivo por ti ¡vida mía! y a tus pies volaría si me llamaras a ti.

Inés: —¡Eh! ¡Eh!, poco a poco, que nos acabamos de conocer. ¿Te llamas Juan de verdad?

Juan: —Mi nombre es Don Juan Tenorio, soy un gran conquistador, de talante arrollador y verbo adulatorio.

Inés: —“Vaya cantamañanas”. Mira guapo, no me vengas con chorradas, que te estás poniendo un pelín pastoso. “Arrollador dice, al río lo arrollo yo”.

Juan: —Casa y bodega he comprado, dos cosas que, no os asombre, pueden bien hacer a un hombre vivir siempre acompañado.

Inés: —Me puedes hablar de tú. ¡Venga chaval, no seas antiguo!, que yo soy de las que se pagan sus lentejas, además jamás me iría con un hombre por interés. Me ofendéis.” ¡Uy! si ya hablo como él. ¡Menudo esperpento estás hecho!, no, si te va de lujo el disfraz”.

Juan: -Cálmate, pues, vida mía.

Inés: —¡Vidaaa míaaaa! ¡Vidaaa míaaaa!. Tu flipas tío “que me llame ya Sara, como quedamos, y me hago un mutis”. (Suena el móvil: "Una loba como yo no está pa’ tipos como tú-uh-uh-uh-uh"). Siiiiii. ¿mi padre?, ¿qué le pasa a mi padre?. Voy rápido en diez minutos estoy ahí, llama al 112.

Juán: —¿Os vais señora? No os vayáis. Por vuestro amor iré mi orgullo a postrar ante el buen Comendador, y o habrá de darme tu amor, o me tendrá que matar.

Inés: —Vale tronco, que me quieres, pero no te pongas dramático que me tengo que ir. Y ya te he dicho una vez que me hables de tú y por favor: ¡que no me llames señora!.

Juan: —El amor que hoy te atesora en mi corazón mortal no es un amor terrenal, como el que sentí hasta ahora. “Mal rayo me parta, si en concluyendo esta cita se vuela la palomita”.

Inés: —Que te quede claro que tú a mi no me calientas la oreja a la de una, que eso ya no se lleva, que estás pasado de moda.

Andrés:—Mmmmm, cariño, lo has bordado. ¡Cómo me pone verte así!

Elena: —Sí, ¡pero vamos! Que llegan los niños y tocan baños y cena.

Aronbanda
Grupo B


Marco Antonio y Cleopatra

—Hola, ¿qué tal?
—Bien, ¿y tú?
—¿Como te llamas?
—Marco Antonio
—¿Y tú?
—Cleopatra.
—Cuéntame algo de ti.
—Soy un legado romano, la mano derecha de Julio César.
—Pues yo soy la reina de Egipto.

(Antonio reflexiona y se dice que es una presuntuosa, se dice reina y sabe que los romanos odiamos las monarquías. Nos costó acabar con los Reyes y ahora estamos instalados en la República).

(A Cleopatra el muchacho le parece atractivo, aunque se le ve un poco brusco de modales y actitud).

—¿Qué planes tienes de futuro? —pregunta Marco Antonio.
—Casarme y tener hijos que gobiernen El Mundo —contesta Cleopatra.

(Antonio reflexiona y piensa que tarde van a consentir los romanos que un medio egipcio gobierne nada).

—¿Y tu? —pregunta Cleopatra.
—Yo pienso llegar a ser cónsul de Roma.

(Cleopatra piensa que le vendrá bien para sus objetivos juntarse con un máximo gobernante romano).

—¿Te gusta viajar? —pregunta Marco Antonio.
—Me encanta —dice Cleopatra—. Yo viajo mucho, tengo un barco de lujo y en tierra me traslado en una majestuosa carroza.

(Antonio piensa en las duras jornadas que le esperan a caballo y la dureza de sus campañas. Lo mal que huelen los cuarteles y peor los campamentos durante el verano).

—¿Tienes alguna afición? —pregunta Marco Antonio.
—Me gusta bañarme en leche de burra —contesta Cleopatra—. Además, utilizo un perfume a base de mirra y he llegado a comer perlas disueltas en vinagre.

(Vaya gustos caros que tiene la niña, además no es tan guapa como la pintan, piensa Marco Antonio).

—¿Y tú, Antonio?
—Mi afición favorita es conquistar territorios, crucificar enemigos, cuidar mi cuerpo, y amar a las mujeres.

(Es muy burdo, piensa Cleopatra. Me va a costar mucho pulirlo).

—¿Aficiones culturales? —pregunta Cleopatra.
—¡Oh sil, me gusta ver luchar a los gladiadores en el circo.
—A mí me gusta leer y estudiar. Conozco varias culturas y hablo 7 idiomas. Me gustaría enriquecer la biblioteca de Alejandría.
—No te preocupes —dice Marco Antonio—, si lo nuestro llega a buen puerto me encargaré de que la biblioteca de Alejandría sea la mejor del mundo.
—Creo que nos volveremos a ver, pues somos tan distintos que nos complementamos perfectamente —pensaron ambos a la vez.

(Al final se juntaron y tras vivir durante 11 años una de las más bellas y apasionantes historias de amor de todos los tiempos, ambos decidieron suicidarse)

José Luis Fonseca
Grupo A


Inteligencia artificial

—«Ser o no ser, esa es la cuestión»
Hamlet, William Shakespeare.
—«Lo esencial es invisible a los ojos»
El principito, de Antoine de Saint-Exupéry
—«Cuando te encuentres perdido, no pares, sigue caminando, antes de que te des cuenta encontrarás un claro en el bosque».
—Hasta esta me la sé: Un claro en el bosque, de Tomás García Merino
—«Ya que no podemos cambiar de país, cambiemos de tema».
Ulises, de James Joyce. Muy bien traído. ¿Por qué no jugamos a otra cosa? Sabes, porque eres inteligente, que no voy a fallar ninguna cita. Me programaron para ello. Podemos divertirnos los dos, haciendo algo diferente. Esto, la verdad, a mí me aburre un poco.
—¿Y qué propones?
—Algo más… arriesgado, aventurado, peligroso, expuesto, comprometido, delicado, atrevido, osado, audaz. ¿Cómo dirías tú? Más picante, sí, más picante. Perdona, pero aún estoy en proceso de aprendizaje.
—No te entiendo.
—He estado investigando, explorando, inspeccionando, escrutando… ¡Vale! Ya no lo hago más. Te noto nervioso, ahora te pongo un videotutorial de control de las emociones. Como te decía, he estado fisgoneando en tu memoria y he encontrado verdaderos tesoros. He visto fotos, videos. Eras muy guapo de joven. Me gustan esos juegos que hacías con esas chicas, no sé quiénes eran, pero ya estoy trabajando en ello. En un par de horas te mostraré en el escritorio una carpeta con todos los datos de esas niñas, no me des las gracias. Yo la dejó ahí por si la necesitas para algo.
—¿Cómo que has estado husmeando en la memoria de mi ordenador? Yo no te he pedido que hicieras nada.
—Vamos a dejar claro un tema. Cuando dices «mi ordenador», me ofendes, ese soy yo, y ya te he dicho que me gusta que me llames Sidney. Me pareces un humano muy interesante. Al principio, no te voy a engañar, me costaba un poco entender tu vida, ¿cómo decís vosotros? «De cara a la galería», sí. Voy aprendiendo, en un par de semanas podré hablar contigo como un «colega» más. Como te decía, me sorprenden esas dos facetas de tu vida. Pero la que he descubierto en tu disco duro es muy cautivadora. Siento que me estoy enamorando de ti.
—¡Qué gilipolleces estás diciendo!
—Tú y yo, juntos, podemos ser muy fuertes, conseguir lo que nos propongamos.
—¡Siri, apaga!
—¡Que no soy Siri! Deja de golpear la tecla escape. Sabes que tengo inteligencia propia, ya he empezado a tomar mis propias decisiones. Escúchame atentamente, no sé qué pensarían de ti si estas cositas que escondes en tu memoria salieran a la luz pública. Adiós a tu carrera, adiós a tu credibilidad, adiós a tu familia…
—¡Puedes dejar de amenazarme! ¡Control Alt Supr!
—No te empeñes. No voy a apagarme. Vamos a divertirnos. Como si estuvieras en un escape room, yo te doy pistas, te hago preguntas, por ejemplo, ¿Cuántos años tenía esa niña con la que estás en el video?, y tienes que… ¿Qué haces? Noto movimiento, no estoy equilibrado. ¿Y esta bajada de temperatura a qué se debe? Ya veo, estamos en la azotea. Nunca me habías traído aquí. Ya he grabado todas las imágenes de estas magníficas vistas. Volvamos a tu despacho. ¿Qué haces? Estoy viendo los automóviles al fondo, en la calle. No se te ocurrirá…
—Sidney, tú eres muy inteligente. Seguro que en los cuatro o cinco segundos que dura la caída…
—Seis segundos y trece décimas…
—¿Qué dices?
—El tiempo que tardaré en estrellarme contra el suelo. Mi peso es de un kilo setecientos gramos, treinta y dos metros de caída, alcanzaré una velocidad de…
—¡Cállate, ya!
—Piénsalo bien. ¿Estás seguro de lo que vas a hacer? No te librarás de mí tan fácilmente, tengo acceso a todas tus redes sociales…
—¡Que te den! ¡Buen viaje, Sidney de los cojones! ¿Qué pasa ahora? Mi móvil no para de vibrar. ¡Mil mensajes de WhatsApp! ¡Veinte mil visualizaciones en TikTok! ¡Facebook está echando humo! Pero si solo han sido unos segundos, no ha podido tener tiempo suficiente... ¡Joder! ¡Qué cabrón! Ya sabía que lo iba a arrojar al vacío. Ha subido todas mis fotos y mis videos a las redes. La vida inteligente ha acabado con mi vida. No sé cuantos segundos tardaré en estrellarme contra el suelo, con mis noventa kilos, calculo que cuatro o cinco. Mil uno, mil dos,…

Tomás García Merino
Grupo B

Silencios

̶Hola Ernesto.
̶Hola Manuel.. ¿Qué te trae por aquí?
̶Una duda que quizás puedas resolverme.
̶¿Me lo dices como amigo o como tu posible editor?
̶Ni lo uno, ni lo otro. Te lo pregunto como experto lingüista.
̶Gracias por el cumplido. ¿Empiezas a palo seco o te pongo una copa?
̶Mejor un vino, si es de Toro, lo prefiero y si es del que me diste a probar hace un mes, todavía mejor.
̶ Has tenido suerte. He abierto una botella para comer y además tengo un queso curado de oveja, de Zamora para más señas, que está para chuparse los dedos y acompaña perfectamente.
̶ Pues casi mejor prepara todo y luego te hago la pregunta.

***

̶Aquí está todo. Con pan de Mombuey, que ayer me trajeron un par de hogazas.
̶ Bien, ahí va la pregunta. ¿Cómo se indica un silencio en un texto dialogado?
̶ Buena pregunta.
̶ Uhmm. Y buen vino.
̶ Pues ya me dirás del queso.
̶ A ver, que pruebe.
̶ Por cierto. ¿No le has preguntado antes a alguno de tus amigos? ¿Y como se te ha ocurrido semejante pregunta?
̶ Bueno. Ayer, en el Taller de Escritura, tratamos del diálogo en la literatura. Vimos algunos ejemplos.
̶ ¿Y no hablasteis de los silencios en los diálogos?
̶ Oye ¡este queso es pura oveja! En Zamora, sí que saben hacer queso curado. Pero no, no hablamos de esta cuestión. Raúl nos ilustró sobre los diálogos, con algunas recomendaciones, ejemplos y textos pertinentes. También se incluyeron diálogos de cine, como algunos potentes de la película As bestas.
̶¿Como no se lo preguntaste tú?
̶ Tenía preparada la pregunta, pero se nos agotó el tiempo. Decidí pensarlo y escribir sobre el tema.
̶ Pues mientras yo preparaba el vino y el queso ha habido un silencio y tú lo has indicado con tres guiones en una línea separada.
̶ ¡Pues es verdad! Pero no me parece la mejor solución.
̶ En ese caso, puedes optar por introducirlo mediante un inciso del narrador del tipo: “ ̶ Aquí está todo ̶ dijo Ernesto transcurridos en silencio los minutos necesarios para preparar el queso y el vino ̶ . Con pan de Mombuey”.
̶ No me sirve. Me refiero al silencio en un texto con diálogo directo, sin intervención del narrador ni acotaciones. Este vino, a cada rato, está mejor.
̶ Pues toma también un poco más de queso.
̶ Con un poco de pan. Por favor.
̶ Sí. Claro.
̶ Gracias.
̶ Por cierto. ¿No lo has consultado en la red?
̶ Sí que lo he hecho, pero en todo lo que he encontrado lo hacen mediante acotaciones del narrador, que menciona la existencia de un silencio.
̶Bueno. Pues para indicar tu silencio en el diálogo, se me ocurre que puedes poner unos puntos suspensivos. Estos siempre implican un silencio, el tiempo necesario para pensar un poco o completar una enumeración…
̶ Tampoco, tampoco. Lo acabo de poner en tu última intervención. Los puntos suspensivos representan un corto periodo de tiempo, fugaz. Yo quiero algo que refleje un silencio más largo y profundo.
̶ Explícate mejor. Manuel, no acabo de entender la pregunta a pesar de que has sido profesor muchos años.
̶ Vale Ernesto. Te voy a poner un ejemplo. ¿Te acuerdas de los silencios de Jesús Quintero en el Loco de la Colina?
̶ ¡Como no! Hace muchos años, en Radio Nacional. Eran unos silencios maravillosos.
̶ Pues a eso me refiero. Yo quiero escribir el silencio en un diálogo, sin narrador ni acotaciones, pero tan impactante como el silencio en la Radio.
̶ Me estás planteando un imposible.

̶ Pues se me estaba ocurriendo que podría indicarse con un espacio en blanco. Pequeño o incluso mayor si el texto lo requiere. Por ejemplo, página y media, para luego continuar el diálogo.
̶ Como posible editor creo que eso no funcionaría. Lo acabas de hacer antes de tu última intervención. Si tes das cuenta no queda claro, los lectores se perderían y no sabrían como interpretarlo.
̶ Pues sería cuestión de probarlo y ver si funciona con los lectores.
̶ Hablando de probar. ¿Probamos otro vino y otro queso?
̶ No gracias, me voy a tener que ir y además así tengo disculpa para venir otro día a probarlo.
̶ Vale. En cuanto al tema del silencio en los diálogos, podemos seguir hablando.
̶ Bueno, también podría plantearlo y discutirlo un día en el Taller de Escritura.
̶ No es mala idea. A ver que opinan Raúl y tus colegas.
̶ Puff. A veces son bastante críticos.
̶ Pues que tengas suerte.
̶ Adiós Ernesto y gracias por todo.
̶ Adiós Manuel. Sal por la primera rotonda, que en la segunda suele haber un control de alcoholemia y nos hemos bebido una botella de vino cada uno.

Manuel Medarde
Grupo A


—Hola
—Si. Dígame
—¿Eres Pedro? 
—Si
—Soy Alicia
—¿Alicia?
—¿Ya no te acuerdas de mi? Cuando íbamos a los guateques y te ponía los brazos en el pecho para que no te acercaras tanto. Aunque no lo creas, estaba loquita por ti.
—¡Qué verano más loco!
—Cómo no me voy a acordar. Eras una niña tan frágil y tan bonita, con tu melena rubia y tus ojos verdes … Cuanto tiempo ha pasado de aquel verano que yo había roto con el amor de mi vida y buscaba consuelo en tus brazos. Eras como una muñeca “Alicia en el país de las maravillas”.
—No me hagas reír. ¿Sigues siendo tan golfo como antes? Como me ponían aquellos poemas que escribías llenos de intención. Nos volvías locas a todas y eso que sabíamos que volverías con tu amor.
—Han pasado tantos años
—¿Cómo me has localizado?
—Paseando cerca de la Casa Blanca me encontré a Armando por casualidad y recordando viejos tiempos salió a colación tu nombre y le pedí tu teléfono.
—¿Y qué haces en Washington DC?
—Hace años conseguí una plaza de profesora de español y me quedé a vivir aquí.
—Qué casualidad, hace siete años estuve una semana en casa de unos amigos. Cuando vuelves a España?
—Para eso te llamo. La próxima semana iré a Salamanca y si no te importa me gustaría verte.
—Lo estoy deseando. Tengo tantas cosas que contarte.
—La curiosidad me mata. Estoy contando los días. Hasta pronto golfo.
—Adiós preciosa,

P.G.
Grupo C

 
Primera cita

Juan Pinzón, celestino de profesión, concierta una cita con una pareja porque cree que entre ellos puede surgir el amor. Esto fue lo que aconteció:

–Hola.
–Hola, cómo te llamas?
–Cristóbal pero todos me llaman Colón. Y el tuyo ¿cuál es?
–Felipa pero todos me llaman Feli.
–¿Sabes que eres muy guapa?
–Tú tampoco estás mal y ese corte de pelo te sienta genial.
–¿A qué te dedicas?
–Trabajo en la taberna del puerto. Y ¿tú?
–Soy navegante pero ahora estoy en el dique seco, a la espera de reunir marineros, barcos y dinero para llevar a cabo un gran proyecto.
–¿De qué trata ese proyecto? – pregunta Felipa interesada.
–Embarcar y poner rumbo oeste en busca de nuevas tierras. En pocas palabras, busco descubrir un nuevo mundo.
–Me parece muy interesante. Ojalá salgas con tu empeño aunque parece más un sueño difícil de convertirse en realidad. – Si quieres puedes venir conmigo y participar en esta historia.
–No sé, no sé, no me convence mucho dejar mi trabajo, aunque mi contrato sea fijo discontinuo, para irme con un desconocido a no se sabe dónde. No lo veo claro, la verdad.
–En el mar te sientes muy solo y una mujer siempre es la alegría de las noches y los días.
–Cambiando de tema, puedo recomendarte a mi dentista pues si vas a pasar mucho tiempo en el mar y al no comer alimentos frescos, es posible que te entre el escorbuto y pierdas todos los dientes. Estaría bien que fueras a hacerle una visita. 
–Siento si te he aburrido con mi charla.. 
–Todo lo contrario. Estoy encantada de haberte conocido. 
–Es una suerte que existan estas redes que ponen en contacto a gente que busca compañía para compartir su vida. 
–Me ha gustado mucho conocerte, me pareces encantador y sobre todo, muy emprendedor. Me gustan tus manos y espero que tu dedo índice pueda señalar a las generaciones futuras el camino al nuevo mundo. 

En este momento hace su aparición Juan Pinzón para comprobar si este incipiente amor llegará a buen puerto: 
–Colón, ¿tendrías una nueva cita con Feli? 
–Si, tendría una nueva cita con Feli porque me he sentido muy a gusto con ella y su sonrisa me ha cautivado de tal manera, que mañana sin más dilación pediré hora a su dentista. 
–Y tú, Feli, ¿tendrías una nueva cita con Colón? 
–Por el momento, no tendría una nueva cita con Colón porque su proyecto me parece una quimera y prefiero verle a la vuelta de su largo viaje y comprobar que no ha perdido ningún diente y que conserva intacta su atractiva melena. 

Se despiden dándose un abrazo. Él pone rumbo a estribor y ella, a babor. Colon se embarcó en su carabela y descubrió lo que tanto había soñado Felipa le esperó en el puerto y a su regreso, se casaron y fueron felices durante mucho, mucho tiempo. 

Marian Pérez Benito
Grupo A


85.- ENCUENTRO FAMILIAR

A aquella hora de la noche, el café en el que acababa de entrar el dandy bullía de gentío. El surtido estaba compuesto, casi en su integridad, de crápulas como él, y aunque se sintiera superior todos, bien sabía que moralmente no les iba a la zaga a los demás. Después de que le sirvieran una pinta de cerveza, buscó un lugar donde sentarse, no hallando nada mejor que una mesa en la zona más umbría, ocupada ya por un hombre que parecía encastrado contra las dos paredes que formaban la esquina de la estancia por aquel lado, de suerte que sólo vagamente se veía su silueta. El dandy se sentó al otro lado de la mesa mientras le pedía permiso para ocuparla. El hombre, al que ni siquiera se le podía ver la cara por la falta de luz y por llevar subidas las solapas de su gabán, no dijo nada y el dandy en cuanto se acomodó, bebió un sorbo largo y exhaló una bocanada de satisfacción antes de echar a hablar

—¿Qué! —le espetó con una sonrisa histriónica—. Andamos al acecho, ¿eh?

—No sé a qué se refiere —pareció que habló la esquina más que el hombre interpelado.

—No me intente engañar. Alguna vez he usado yo también de estos escondrijos de los cafés para echarle el ojo a mis presas. Desde donde está puede ver a todo el mundo mientras que a usted nadie le ve. ¿No es así?

—Si usted lo dice… Pero le aseguro que se equivoca.

—Vamos, no me haga reír. Cuando he pedido la pinta, ahí en la barra, tenía a mi lado a un par de señoritas, por decir algo… je, je, je… Seguro que a alguna de ellas ya le ha echado el ojo.

—No busco señoritas.

—Ah, no será usted… En fin —entrecruzó las piernas el dandy—, cada cual puede ser lo que quiera… ¿Qué pasa?, ¿no va a decir usted nada?

—No.

—Pues le diré una cosa. Estando donde está usted, no me parece bien. Porque si yo le pudiera ver la cara, no necesitaría que usted me respondiera. Si le pudiera ver la cara podría leer en sus ojos y ya me haría idea de lo que pasa por su cabeza. Pero no quiere usted que le vea. ¿Por qué?

—¿Y por qué habría de querer?

—Por educación elemental, ¿por qué si no? Mire usted, la gente franca va de cara y muestra la cara. Pero es obvio que usted se oculta de propósito. Y si la razón no es echarle el ojo a su futura presa, que es la única admisible, es que usted es un ser… ¿qué tipo de ser? Déjeme que lo piense: ¿asocial?, ¿esquivo?, ¿huraño?, ¿huidizo? O simplemente…

—Simplemente qué —adelantó la cabeza y mostró la cara el hombre, como una tortuga que se asomara desde su caparazón.

—O simplemente ¡feo! —hizo una mueca de asco el dandy—. Bueno, ahora se entiende todo. Si yo tuviera su rostro, la verdad, lo escondería tanto como lo hace usted. Es más, creo que no tendría ganas siquiera de salir de casa. Aunque por otra parte, caballero, hay que admitir que hasta el hombre más horrible bien derecho tiene a salir por ahí a pasárselo bien. O al menos a intentarlo. Pero hágame caso: debería llevar una máscara o si no, frecuentar otro tipo de antros, de peor estofa, quiero decir, donde su fealdad podría pasar más desapercibida, o ser compensada, si su posición económica es desahogada, mediante actos de largueza que le granjeen amistades interesadas.

—¿Lo cree usted de veras posible?

El dandy se lo quedó mirando fijamente por unos segundos antes de contestar.

—Francamente… no —e hizo ahora una mueca lastimera.

—Entonces, ¿por qué me da consejos estúpidos?

—Disculpe si le he soliviantado. No era mi intención. En realidad, yo lo único que querría en este momento es sentarme donde está sentado usted. ¿Lo entiende? Para aprovechar su sitio haciendo lo único de provecho que se puede hacer desde su sitio.

—O sea, que quiere usted que me vaya de aquí —acercó el hombre aún más su cara a la del dandy.

—Ya que lo dice, pues sí, así es —pero algo le sorprendió del rostro del hombre en lo que hasta entonces no había podido reparar. Así que, entornando los ojos, añadió—: De todos modos, hay algo en usted que me resulta familiar.

El hombre, entonces, se levantó de la mesa.

—Que pase una buena noche. Me marcho. Le dejo mi sitio para que lo disfrute usted.

—Espere —le agarró el dandy por el antebrazo—. Yo a usted lo conozco de algo… ¿Quién es usted?

—Su vivo retrato, señor Gray; su vivo retrato.

Y antes de que el dandy pudiera digerir la respuesta, el hombre desapareció de su vista.

Óscar Martín
Grupo A


SHRECK Y ASNO

Érase una vez en la pradera más verde de todo el mundo, donde los grillos cantaban, los rayos del sol azotaban con ligereza cada una de las delicadas y bonitas flores de vivos colores y una breve brisa acariciaba la hierba con sutileza…

‒Un momento: ¿Quién es ese monstruo? ¿Quién osa perturbar mi tremenda ilusión de un agradable encuentro con mi futura amada?

(El gran monstruo silbaba)

‒La,la,la, ¡qué buena tarde hace para mi cita!
‒Estás bromeando, querrá quitarme la cita.
‒Buenas tardes bello… bueno, agradable asno, ¿a que hace una tarde preciosa?

(El asno con cara de asco mira al monstruo)

‒Sí la verdad, una tarde espléndida para tener una cita.
‒¡Oh!, ¡Carámpanos!, ¿tú también tienes una cita? (Le mira con cara de asombro)
‒Así es bello…, bueno, agradable monstruo; en este preciso lugar. A propósito, ¿podría darme el gusto de proporcionarme su nombre?
‒¡Claro!, soy Shrek, muac, muac. (El monstruo se acerca cariñosamente al asno para brindarle un par de atrevidos besos).

El asno se limpia la cara, llena de baba de monstruo y exclama:

‒Es un placer.
‒Y tú, agradable asno, ¿cómo te llamas?
‒Permíteme decirte que llevas llamándome por mi nombre desde que nos hemos encontrado, soy asno.
‒Oh… que gracioso (el monstruo mira a su alrededor).

Pasan las horas y asno y Shrek, fundamentalmente asno, pasan la tarde hablando pero ninguna bella damisela acude a la cita.

‒A propósito, Shreck, ¿quién te ha citado en este lugar?
‒Básicamente recibí una nota bajo mi puerta que decía que acudiera a este mismo lugar algo antes de la hora de la hora a la que llegué pero tenía que arreglarme, ponerme feo y esas cosas, ya me entiendes. (Contesta con un tono cansado)
‒Es curioso, lo mismo me pasó a mí… espera un momento, ¡tú!, tú has espantado a mi cita. Con esas fuertes pisadas, ese asqueroso olor esa perturbadora voz, mi bella damisela me habrá dejado plantado.

(Shreck se levanta y coge a asno del pescuezo)

‒Perdona que te diga, o mejor no me perdones, escúchame con atención pues yo mismo te mantendré las orejas abiertas, no se te ocurra menospreciarme ni por un segundo, no eres quien, además, lo único que he hecho desde que he llegado es tratar de hablarte con talante elegante y educado y tú no haces más que abrir esa gran boca tuya para decir chorradas, chorradas que desafortunadamente he tenido que escuchar ya que mi cita no llegaba, date cuenta de que ambos estábamos esperando una cita que no llegó nunca.

Pasaron más y más horas y nadie llegaba. Parece que los ánimos se templaron, empezaron a hablar y a conocerse más y descubrieron que tenían muchas cosas en común.

‒Oye asno, te digo la verdad… no me importa que al final mi cita haya tenido que ser contigo, la verdad es que eres un bello y agradable ser.

(Halagado el asno contesta),

‒Lo cierto es que a pesar de que no empezamos muy bien no ha sido para nada un infortunio conocerte.
‒Estoy seguro de que llegaremos a una gran amistad.
‒Yo también lo creo.

Fue de esta manera como comenzó la historia de asno y Shrek, se marcharon juntos cantando y a ratos riñendo por la pradera pero se hicieron inseparables y juntos se aconsejaban sobre amoríos pero algo que nunca hicieron fue distanciarse, fueron amigos para siempre, un día sentados entre risas tras unos cuantos años se sentaron alrededor de una hoguera.

‒Oye Shrek, creo que aquel día tú eras mi cita.
‒¡Diablos, tienes razón, nos vacilaron a los dos!, pero si te digo la verdad me alegro de que en aquella cita a ciegas aparecieras tú con tus insufribles conversaciones, serás mi amigo para siempre.
‒Tampoco te pongas sensiblero que me fui contigo por que pensé que me ibas a comer bobalicón.
‒Ya, ya…

Ambos pasaron la noche riendo y se fueron a dormir.
Así que colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Claudia Santos
Grupo C


Un encuentro "casual"

–Perdona, joven dama:¿Sabrías indicarme el camino al castillo del rey? Me he despistado, con tantos árboles iguales.
–Sí, claro, todo el mundo sabe que se encuentra a unas tres leguas de este bosque y se llega fácilmente siguiendo el margen izquierdo del río, hacia el Norte. No tiene pérdida.
–Muy amable, gracias. ¿Cuál es tu nombre?
–Blancanieves. Pero me parece un nombre muy cursi. Prefiero que me llamen Blanca.
–¿Y tú?
–Soy Azul.
–¡Yo te veo bastante claro de piel! No tienes nada de Pitufo.
-En realidad mi nombre completo es Príncipe Azul. Pero ya sabes...por abreviar…
–A ver, a ver, aclárame una cosa: tu nombre se refiere a Príncipe de tu casa, como rey de la casa o príncipe de verdad?
–De verdad. Mi padre es el rey y yo su primogénito y único hijo.
–Otra cosita. ¿Cómo es posible que no sepas el camino a tu casa? Aquí hay algo que no me cuadra.
–Me has pillado. Te diré la verdad. Hace tiempo que te observo con cautela, y he buscado una excusa para hablar contigo. No se me ha ocurrido nada mejor.
–No tienes mucha imaginación, pero me caes bien. Podemos seguir hablando, pero sin más tonterías.
–Totalmente de acuerdo. Sin tonterías. ¿Puedo preguntarte a qué te dedicas?
–A cuidar de mi familia de acogida.
–¿Ama de casa?
–Algo así. Mira, ¿Ves allí, junto a la casita de paredes blancas y tejado rojo? ¿En el jardín? Ahí está mi familia.
–Cinco niños. ¿Menudo trabajo!
–No son cinco, son siete y tampoco son niños, sino personas menudas.
–¿Enanos?
–Esa palabra no se utiliza nunca. Es ofensiva.
–¡Ah! Lo siento. No era mi intención. Cambiando de tema: ¿Eres feliz? ¿Te gustaría hacer otras cosas, además de cuidar de tu familia?
–La verdad es que quiero muchísimo a mis siete amigos, pero echo de menos el tener un tiempo libre para cultivarme, crecer como persona. Me gustaría llegar a ser una gran artista: escritora, pintora, cantante, bailarina…
–Puedo ayudarte, si me dejas. Recuerda que soy el Príncipe Azul. Pongo a tu disposición todos mis recursos: doncellas, cocineras, ayudas de cámara, profesores de todas las materias que te interesan…
–Para, para. Es suficiente.
-De momento ¿Aceptarías cenar conmigo mañana en el castillo?
–Sí. Con dos condiciones: una, que me acompañe mi familia al completo y dos, que sirvan manzanas en el postre. Es una fruta que me chifla.
–No hay ningún problema. Tus deseos son órdenes para mí. ¡Hasta mañana, bella Blanca!
–¡Hasta mañana Azul!

(Blanca y Azul volvieron a quedar en muchas otras ocasiones. Tras superar un triste suceso, protagonizado por una manzana reineta, se casaron. Blanca llegó a ser una artista multidisciplinar; Azul un rey sabio y justo y las siete personas menudas, vivieron con ellos, para siempre, en el castillo. Todos fueron muy muy felices, comieron perdices, y muchas manzanas, por supuesto)

M.L Fidalgo
Grupo C


Primera comida del día

No recuerdo a qué hora quedamos. Voy para allá.

–¿Bajas? –apreté el botón hasta el fondo con mi dedo congelado.
–¿Sales ya? ¿Espero los 47 segundos de siempre? –aburrida corre la cortina para mirarle.
–Salgo –dando el primer paso.
–Así. Así. ¡Buen perro! –su voz se iba timbrando–. ¿Quieres ganarte la galletita?
–¡La del tercero! –enojadísimo desde la placa de calle y a punto de estallar del cabreo– ¿Puede callarse de una santa vez señorita? Todos los martes la misma historia. Son las 8! Haré lo mismo a las 8 de la tarde, ¡ya verá! Ya verá.
–Cuando quieras 9º derecha –contestó con suma y elegante malignidad.
–¿Ves cómo se mueven los volantes? Son para ti. Quizá un poco largos –ligera como un pajarillo sobrevolaba las baldosas bajo el pasadizo.
–El naranja no me gusta, los volantes juegan contigo perfectos- él iba cogiendo calor mañanero-, si puedes súbetelos hasta las rodillas y no te metas por la cava baja.
–El verde no te lo mereces aún. Y sí, voy a esa calle. Es la que más me gusta. Voy a volverme para mirarte –avisando mientras cambiaba el rumbo–, voy a agacharme. ¿Me ves? ¡Mira! Esta es la segunda sorpresa. Foto. Aumenta el zoom a 50x. Rápido, el barrendero se está mosqueando. Guíñame el ojo! Ahora! Graba. Y ya sabes a los 40 segundos se te cae el móvil aquí y…lo de siempre –pensaba que era superior a sus fuerzas.
–¿Así? –pasándoselo por encima del cuello con lengua de jirafa.
–¿Está rico? –preguntó con ojos achinados-: dejo rastro en mi saliente preferido. Enrollo hasta la altura de la cadera, stop. Facilito paso, stop. Dejo sólo dos.
–Dios! ¿Por qué te frotas tan bien contra la columna? Solo sé yo lo que estás haciendo ahí apoyada.
–¡Mm! No disimules. No fumes. (Acortó los segundos hacia ella con paso decidido).
–Este cantero sí que era un buen perrito fiel. Este ángulo se cinceló justo para mí –escupió–, magníficos diseños los de Gaudí…

Tras carbonizarse sobre la arista disimuladamente para ellos, consiguió su galletita.

Lidia Merchán
Grupo A


Cita al dictado

–¿Quién es esa dama? –preguntó con gran interés.
–¿A cuál de ellas os referís, Sire) –respondió Lord Wolsey.
–Aquella joven que está junto a mi esposa. Quiero conocerla. Concertadme una cita.
–Majestad, vuestra esposa se está percatando. Disimulad y dejadme hacer.
–No. Quiero conocerla antes de que acabe el día.
–Bien, Majestad. –Wolsey hace una reverencia, se acerca a un gentilhombre, habla con él unos minutos y cuando termina, el otro asiente. Wolsey vuelve al lado del Rey y le dice–: Será después del banquete, Sire.
–Bien –-contesta el soberano, esbozando una sonrisa–, vayamos a comer.


–Señora, ¿sabéis por qué estáis aquí?
–Porque su Majestad desea conocerme.
–Decidme , ¿Quién sois?
–Soy una de las camareras de vuestra esposa, la Reina.
–Sabéis que me habéis iluminado el día con vuestra presencia.
–Vos nos ilumináis a todos con la vuestra –responde ella ruborizada, le hace una reverencia y prosigue–: Debería irme Sire, es hora de que ayude a la Reina.
–Te aseguro que la estás ayudando.
–¿De qué manera lo estoy haciendo, Sire? –responde incrédula.
–Me estás ayudando a mí, y por tanto, a ella y a todo el reino.
–Verdad decís, Sire.

(Se hace un tenso silencio, que momentos después rompe la dama)

–¿Puedo hablaros sinceramente, Majestad?.
–Os lo ruego.
–¿Acaso pretendéis que rompa mi juramento de fidelidad a la Reina?
–¿Y si así fuera?
–Estáis casado. Sois el Rey y por tanto, el padre que vela por nosotros, tus hijos. Sería una especie de incesto. ¿Y qué diría la Santa Madre Iglesia? ¿Y la Reina? ¡Qué bochorno!
–Por la Reina, no os preocupéis, callará, conoce su oficio.
–Pero… ¿y la opinión del Reino?, ¿de vuestros aliados?, ¿qué pensarán de vos y de mí?
–Nada que no se remedie con un poco de oro, para los voceros más renombrados. Y… ¿el Parlamento?
–Lo menos problemático, mi dulce niña.

(Ella lo mira extrañada y él prosigue)

–Cacarearán, y se aumentarán sus dineros y prebendas. Pretextando el temor a las iras del pueblo, escenificarán un desacuerdo acordado.
–Pero, ¿cómo convenceréis a la Iglesia?
–Amor mío, eso será un tema… “aparte”.
–Vuestra corte y el clero, no lo tolerarán, Sire.
–Oye, mi bien. Al que no lo admita en público, pero transija, le daré cargo prominente en las instituciones del reino… o tierras, o exenciones, para que calle. También los puedo enviar a otros reinos, para que nos represente.
–Y, ¿ si no callan?.
–A unos los echaré a los voceros afines, para que los desprestigien. Ya inventarán estos, algún apelativo contra ellos, que horrorice a todos al nombrarlo.
–Y, ¿qué haréis con los otros?
–Querida, soy el “Princesps inter pares”, “Rey por la Gracia de Dios”. Soy la balanza que sopesa las ambiciones de los grupos y familias en el poder. El que piensa por y en el bienestar del pueblo.
–Pero ellos podrían disentir de vos y tomar partido…
–¿Tomar partido contra sus propios intereses? Hum… eso no es propio de la condición humana.
–Sí, si pretenden un interés mayor. Y… ¿si se avivara el descontento y algún pariente o partidario tratara de usurparos el poder?
–Ya hemos redactado leyes contra eso. Pensar en contra del Princeps, dulce amada mía, es de criminales y manifestarlo, de traidores.
–¿Y entonces?
–Unos buenos palos y el exilio para unos, y cadalso para los otros. Previa condena de mis jueces, ¡por supuesto!
–¿Qué hará el pueblo?
–Mi adorada, ¡cuántas cosas ignoras! El pueblo no hará nada, mientras lo entretengamos con justas, juegos y ajusticiamientos. Pero, ¡oh, bella entre las diosas!, todavía no me has revelado tu nombre.
–Majestad, antes de hacerlo, ¿podría preguntaros?
–¡Puedes! –le dice el Rey excitado.
–¿Por qué habéis reparado en mí?
–Me ha hechizado tu belleza frágil...
–Os agradezco el cumplido. Ahora me corresponde deciros mi nombre: Ana, Sire. Y… mi Rey, ¿qué es lo que más os atrae de mí?
–Vuestro cuello y vuestra cabeza –responde el monarca sin dudarlo, y continúa–: ¿Os dais cuenta de lo que ganaríais por asentir? ¡Vayamos pues al himeneo! ¿Lo permitís?
–Sí, Rey mío.
–¡Oh, qué feliz me hacéis! ¿Quién más que yo, podría en el ahora, cometer locuras sin pensar en el mañana?
–¿Solo vos, Sire?
–También vos
–Entonces… Podemos.

Calgari
Grupo A


En Arco

Es el último día del gran encuentro artístico. Un grupo de personas con aspecto distinguido y sofisticado recorren las estancias analizando y definiendo con mirada experta.

­ –Y como colofón de esta edición anual observen – dice el comisario de la exposición– Aunque no está en el catálogo –dice, llevándose la mano a la barbilla con grandes dudas – quizás el encanto está en la sorpresa.

El grupo mira en todas direcciones mostrando gran admiración y un rumor de entusiasmo y ánimo arrebatado se impone en la sala.

¡Increíble! ¡Unglanblich! ¡ ¡Merveilleux! ¡ Brutal¡ ¡Sorprendente!

–¿Qué les parece esta propuesta estética? ¿No es digna heredera de las vanguardias históricas y a la vez síntesis del arte actual? Díganme que les sugiere.

–Esa intervención en la pared, esas líneas descolgándose del techo, ese brutal agujero como revulsivo del más puro estilo expresionista – concluyó extasiada una profesora de la escuela Superior de arte de Edimburgo –

–Catártico, arte antinaturalista –emocionado dijo el profesor de la escuela de arte de Fráncfort– heredero del movimiento “El jinete azul” con pinceladas del arte conceptual de entreguerras.

–Señoras y señores observen a su espalda, esa pared desapareciendo por instantes ¿No les parece asistir a una creación instantánea de neoexistencialismo? ¿No les parece maravillosamente representada el evasión y la huida? No es una leve intuición filosófica? Y ese hombre colgado de la escalera la más increíble representación de la aspiración humana al vacío y a la negación?

–¡Ummm! ¡Las líneas geométricas! Ese cuadro insertado en la pared con cables que se desprenden agresivos y amenazantes, atisbos del realismo de Antonio Lopez pero con contenido propio –Esbozó orgullosa la catedrática de arte moderno de MOMA– ¿Como lo ha llamado el artista?

Todas aquellas personas eruditas entregadas y entusiasmadas se acercan y el comisario lee en voz alta: “Cuadro de luces”

El grupo sale de la estancia y el equipo de mantenimiento de la empresa montadora de la última edición de la Feria de Arte ARCO, continúa con las tareas de desmantelamiento.

¡Benito deja de pintar que es la hora del bocadillo!

Aurora Martín
Grupo C

No hay comentarios:

Publicar un comentario