Gramática de la fantasía

La sesión de esta semana estuvo dedicada a Gianni Rodari y su "Gramática de la fantasía" (puedes consultar el libro completo en este enlace).
En el taller sabemos de la importancia de conocer el lenguaje y sus formas de uso para desempeñarnos con soltura en la práctica de la escritura pero también sabemos alterar, jugar, estirar y contraer ese lenguaje en busca de la sorpresa, el humor, el sinsentido y las historias posibles que se esconden tras las palabras.
Los niños, tal y como dice Rodari, no son meros receptores de contenidos, son creadores en esencia y en potencia. Necesitan de las palabras y de su gran poder transformador para comunicarse en el ámbito de lo real y para dar rienda suelta a su imaginación.
Clara Obligado cuenta una ánecdota reveladora en este sentido: Una maestra escribe en la pizarra la frase "Yo como coliflor" y pregunta a su alumnado de primaria cuál es el verbo en dicha frase. Una niña señala de forma resuelta que es "coliflor". Ante la extrañeza de la maestra la niña conjuga el verbo: "Yo coliflo, tú coliflas, él colifla, nosotros coliflamos, vosotros colifláis, ellos coliflan". Es fundamental señarle a la niña que con arreglo a la gramática convencional la palabra "coliflor" es un sustantivo y no un verbo pero hay que hacerle saber también que Gianni Rodari le pondrá un 10 en Gramática de la Fantasía pues acaba de inventar un nuevo verbo con sus conjugaciones posibles. 
En el ámbito educativo se incide mucho en la primera gramática y se descuida el trabajo con la fantasía.
Dice el escritor y pedagogo: “La fantasía no es un lobo malo al cual hay que tener miedo, ni un delito que haya que vigilar constantemente, sino un mundo extraordinariamente rico y marginado de una forma estúpida”.



Rodari señala en el prólogo de su libro que fue leyendo a Novalis como decidió escribir su gramática;

En el invierno de 1937-38, gracias a la recomendación de una maestra, casada con un vigilante municipal, fui contratado para enseñar italiano a unos niños en casa de una familia de judíos alemanes que creían -lo creyeron hasta unos pocos meses después haber encontrado en Italia un refugio contra las persecuciones raciales. Vivía con ellos, en una granja en las colinas, cerca del lago Mayor. Con los niños trabajaba desde las siete hasta las diez de la mañana. El resto del día lo pasaba en los bosques, paseando y leyendo a Dostoievsky. Fue un tiempo feliz, mientras duró. Aprendí un poco de alemán y me lancé sobre los libros de este idioma con la pasión, el desorden y la voluntad que caracterizan a quien estudia cien veces más de lo que pueden enseñar cien años de escuela. Un día, en los Frammenti (Fragmentos) de Novalis (1772-1801), encontré aquel que dice: «Si dispusiéramos de una Fantástica, como disponemos de una Lógica, se habría descubierto el arte de inventar.» Era muy bello. Casi todos los fragmentos de Novalis lo son, casi todos contienen revelaciones extraordinarias. Pocos meses después, habiendo descubierto a los surrealistas franceses, creí haber encontrado en su modo de trabajar la «Fantástica» de que hablaba Novalis.

Hablamos de "El hombrecillo de vidrio", unas de las técnicas del libro que el propio Rodari utilizó para escribir Jaime de cristal. ¿Conocería el italiano la novela ejemplar de Cervantes "El licenciado vidriera"? Hubieran disfrutado mucho ambos con la versión que Jaime Santos, de La Chana Teatro, hizo de este clásico de la literatura. Puedes ver aquí un breve reportaje.
Alguno de los juegos propuestos por Gianni Rodari como el uso de los prefijos en las palabras y que dio lugar a su texto "El país con el des delante" lo encontramos en otros autores como Mario Benedetti, quien también juega con los prefijos en su cuento "Todo lo contrario":

—Veamos —dijo el profesor—. ¿Alguno de ustedes sabe qué es lo contrario de IN?
—OUT —respondió prestamente un alumno.
—No es obligatorio pensar en inglés. En Español, lo contrario de IN (como prefijo privativo, claro) suele ser la misma palabra, pero sin esa sílaba.
—Sí, ya sé: insensato y sensato, indócil y dócil, ¿no?
—Parcialmente correcto. No olvide, muchacho, que lo contrario del invierno no es el vierno sino el verano.
—No se burle, profesor.
—Vamos a ver. ¿Sería capaz de formar una frase, más o menos coherente, con palabras que, si son despojadas del prefijo IN, no confirman la ortodoxia gramatical?
—Probaré, profesor: “Aquel dividuo memorizó sus cógnitas, se sintió fulgente pero dómito, hizo ventario de las famias con que tanto lo habían cordiado, y aunque se resignó a mantenerse cólume, así y todo en las noches padecía de somnio, ya que le preocupaban la flación y su cremento.”
—Sulso pero pecable —admitió sin euforia el profesor.

Propuesta de escritura
Propusimos jugar con el binomio fantástico, los prefijos y sufijos que forman nuevas palabras, el error creativo, las historias del adulto que se enfrenta a un miedo y lo supera y las cualidades de la materia aplicadas a toda suerte de hombres y mujeres.
 
Estos son algunos de los textos recibidos hasta ahora:

Repalabrando

El clavo está calvo
Por la boca se da coba
Una oreja tiene ojera
En la noriano se orina
No tiene plumón un pulmón
Este árbol es una borla
Yo encuadro el cuaderno
El piratapartía
Me dejé la cartera en la carreta
El cantero toca la corneta
Recétate un etcétera

Manuel Medarde
Grupo A


La carbonera

El cuarto del carbón se encontraba situado en el segundo sótano, que se ubicaba al fondo del pasillo, que llevaba a la parte de atrás del edificio. Allí se almacenaba la provisión para calentarse durante el frío invierno de León. La casa disponía de calderas individuales en cada vivienda y a diario había que subir un caldero de carbón y bajar uno de escoria y cenizas. El lugar era lúgubre, realmente lúgubre, negramente lúgubre y escasamente iluminado por una bobilla de filamento amarillento y 15 watios de potencia. Nuestra carbonera se encontraba situada al final de una fila de doce carboneras, igual de negras, igual de amenazantes. Las cucarachas aportaban movimiento y vida a aquel lugar absolutamente siniestro a los ojos de un niño de seis años. Las cucarachas eran frecuentes en aquella época y especialmente abundantes en losalmacenamientos de carbón. El día en que, por una conjunción nefasta de acontecimientos, me tocó bajar a por el cubo de carbón, quise ponerme enfermo o morirme, pero siempre fui un chico sano y no hubo disculpa que me librara de lo más temido. Tardé más de un cuarto de hora en bajar los tres pisos y llegar al segundo sótano. Temblando, penetré hacia nuestra carbonera mientras veía como los montones de carbón se iban convirtiendo en montones de cucarachas. Cientos, miles, millones de cucarachas que me miraban. Toda la negrura de aquel antro eran cucarachas que se abalanzaban sobre mí. Salí corriendo. Cuando finalmente llegué a la calle, yo era todo negro, ya tenía seis patas, dos élitros y un par de antenas. ¡No podéis ni imaginaros el aspecto que tengo hoy día!

Manuel Medarde
Grupo A


Mujer cerilla y hombre de trapo

Era un hombre de trapo que vivía con na mujer cerilla. El siempre limpiaba, hasta el punto de volverse negro, y la mujer que no lo reconocía, iba a por una vela para prenderla y verlo bien de cerca. Pero él con el miedo a que se prendiera se daba una ducha a oscuras para volver a ser quien era.
A veces el amor es tan sensato, que ella continuaba siendo cerilla y él un simple trapo.

Ana Sánchez Taramón
Grupo C


Nobituario

Norberto Nolasco Nombela no nació en Madrid el 5 de febrero de 1903 ni falleció en Nantes (Francia) el 1 de julio de 1946, aunque no va desencaminado.

“Nonono”, que así le llamaban en casa, no nació el diez de mayo de mil novecientos tres. De haberlo hecho, no hubiera podido disfrutar de su cumpleaños a partir de los veinte, ya que su madre murió el diez de mayo de mil novecientos veintidós, y una fecha tan dolorosa como la de la muerte de una madre excusa decir que impide, en lo sucesivo, cualquier celebración ese mismo día. Tampoco lo hizo en La Coruña, ni en Santander, ni en ninguna localidad costera, no habiendo sabido nunca que, de haberlo hecho, el mar hubiera ejercido un enorme influjo en su vida, habiendo llegado a ser capitán de algún mercante o patrón de algún pesquero. Su madre no se lo encomendó a ninguna nodriza, evitando a la única disponible en el lugar donde nació y, por ende, tener como hermano de leche a un niño llamado César, con el que hubiera tenido una entrañable relación de amistad que hubiera durado de por vida. A los siete años, un buen día de primavera, sus padres decidieron no sacarlo de paseo por pura pereza, sin saber que, de haberlo hecho, hubiera muerto aplastado al caerle encima el balcón de un edificio que amenazaba ruina. Su infancia no estuvo marcada por la enfermedad y en la escuela no se sentó al lado de Joaquín, el hijo del carnicero del barrio, quien le hubiera enseñado todas las malas artes que se pueden aprender en la edad temprana de la vida, lo que evitó que se convirtiera en un maleante de mucho cuidado. Pero tampoco quiso sacar la cara por su mejor amigo, Braulio, un día en que el maestro le echó las culpas a éste de una gamberrada que no había cometido. Braulio nunca se lo perdonó y la amistad se diluyó, de suerte que cuando Braulio se hizo rico no quiso contratarlo en su fábrica, por puro resentimiento, por más que Nonono se lo implorara. A los dieciséis años, no siguió estudiando, contra la voluntad de sus padres, por lo que no inició estudios superiores, para los que estaba sobradamente capacitado, lo que le impidió ser licenciado en Derecho y un buen abogado, e incluso conocer en la facultad a Martina, de la que se hubiera enamorado locamente y a la inversa, no teniendo de esta forma una vida dichosa. No decidió tampoco centrarse en un oficio concreto, ni quedarse junto a sus padres, ayudando en lo que fuere. No contento con todo ello, no paró hasta que no paró, momento en que no tuvo valor para vincularse con un comerciante que le hizo una propuesta con la que hubiera llegado a ganar una cantidad escandalosa de dinero. Llegada la edad de sentar la cabeza, no aceptó los únicos trabajos que, a la larga, le hubieran reportado estabilidad, ni contrajo nupcias con Aurora, de la que se hubiera divorciado a los pocos meses por incompatibilidad de caracteres, ni con Juanita, a la que realmente no quería más que de una forma fraternal. Tampoco lo hizo con Estrella, cuyo hermano aún no se había casado con la hermana de su ex-amigo Braulio, lo que le hubiera dado una oportunidad de reavivar la amistad y encontrar un buen trabajo. De haberse casado con Estrella, no hubiera tenido el accidente de coche que lo dejó cojo de por vida, y que le impidió ir a la guerra y morir en la batalla del Ebro en mil novecientos treinta y ocho. En vez de todo eso, no quiso quedarse en casa, ni en su patria chica ni en su patria grande, no dudando en marchar a Francia con sus pocos ahorros, ávido de conocer mundo, donde no saboreó grandes alegrías ni contactó con Leonard Bouchard, a pesar de que coincidieron una tarde en la terraza del café Clichy. Y eso que el francés hizo por entablar conversación con él. De haberlo hecho, y a pesar de su cojera, hubiera entrado poco después a servir en la Resistencia y hubiera sido condecorado varias veces. No falleció en Paris en mayo del cuarenta y seis ni nos dejó un buen recuerdo. Ni malo. Ni nada.

Óscar Martín
Grupo A


Breve resumen del estudio de la "Platanospera" realizado por el cosmonauta ruso Nkita Krasehnimikov a bordo de la nave Baikal III durante el mes de mayo de mil novecientos sesenta y seis. 

La Platanospera es una capa de la atmósfera situada a ciento veinte kilómetros de altura, sirviendo de linde entre la Ionosfera y la Exosfera. Tiene un espesor de un par de kilómetros y está acotada por medio de mojones espaciales resultantes de un big-bang de desconcentración parcelaria.

La Platanospera es fundamentalmente de color amarillo y verde, ya sean mezclados o separados, según dónde nos encontremos. Donde predomina el amarillo se pueden encontrar grandes manchas negras, seguramente de origen solar, aunque en ocasiones el amarillo intenso lo invade todo. En tales zonas amarillentas los gases contienen altas proporciones de fibra, potasio e hidratos de carbono, de suerte que respirarlos a pleno pulmón produce un efecto reconstituyente. El olor de estos gases es dulzón y al tacto dejan una sensación pastosa en las yemas de los dedos. Aguzando el oído, es posible escuchar en estas zonas amarillentas cacofonías del tipo “oro parece, plátano es”, “plátano baloo, dos, tres” o “plátano maduro no vuelve a verde”. Además, aparte de resbalarse uno con suma facilidad, en estas zonas es posible abrir espacios como quien abre una funda, hallando dentro una suerte de émbolos, a modo de almohadas, que inmediatamente se licúan debido a las altas temperaturas, dando lugar a lluvias como de banana split. En cambio, en las zonas donde predomina el verde, la sensación ambiental es más acuosa e insípida, conteniendo los gases cierta cantidad de antioxidantes y menos proporción de potasio e hidratos de carbono que en las zonas amarillas. Una exposición continuada de diez horas a los gases de la zona verde produce una bajada de colesterol de cinco unidades. También se encuentran en la zona verde multitud de gruesos filamentos, que recuerdan rabitos, y, asimismo, aguzando el oído se pueden escuchar, no sin dificultad, cacofonías del tipo: “eres la pera limonera”, “no pidas peras al olmo” o “la hija y la pera en la faltriquera”.

Finalmente hemos de decir que la Platanospera se halla en proceso acelerado de desintegración, por lo que convendría volver a ella con grandes contendores que se podrían llenar de una suerte de compota que podría paliar las hambrunas que puedan producirse en la Tierra durante las próximas dos décadas.

Óscar Martín
Grupo A


Sentir entristece

Esta pera madura y en mi pecho una quemadura;
una mancha imborrable, un dolor insoportable;
mi mente se resquebraja como se vacía una fría caja:
de acero mi corazón, de coraje sin razón.
Una dura poesía, pues ya lo has leído;
es mía.

Claudia Santos
Grupo C


Carlitos versus Carla

—Érase una vez un niño que se llamaba Carlitos.
—¿Cómo yo?
—Como tú.
—¿Era yo?
—¡Chsss!, espera a que termine y lo sabrás.
—¡Jo!, vale.
—Carlitos era un niño triste, en el cole le insultaban, le pegaban…
—¡Mamá!, soy yo. No me gusta este cuento.
—Escucha, aún no he acabado. Carlitos pensaba que era un niño raro, se sentía culpable. Pero Carlitos no era raro, era distinto. Era un niño muy sensible. Le encantaba la pintura y la música, en su cabeza se imaginaba con un tutú y bailando, bailando sin parar. Le fascinaba pintarse las uñas de las manos y probarse la ropa de su hermana —el niño agachó la cabeza y escondió las manos entre sus piernas—. Un día descubrió que tenía un superpoder…
—¿Un superpoder, Mami?
—Sí, algo que le convertía en especial. Él era buena persona y quería a sus amigos, a su familia y a su perro, y eso le daba una fuerza descomunal…
—¿Ese es el superpoder? ¿Ser buena persona? —miraba a su madre con los ojos brillantes mientras acariciaba a su perrito.
—Carlitos se sentía con fuerzas y podía hacer lo que más le gustaba. No tenía miedo a nadie. Y decidió contarles a sus amigos su secreto. Algo que le hacía muy feliz: Carlitos quería ser Carla. Y se lo dijo a sus padres, y se lo dijo a su hermana, se lo confesó a Marina, su mejor amiga, y…
—¿Y se lo dijo a Mateo? ¿Y a Pablo?...
—Y también a Fina, su maestra. Y Carla volvió a sonreír y a sentirse feliz.
—Mamá, yo quiero ser Carla

Tomás García Merino
Grupo B


Diario fantástico

-Sigue sin poder constituirse el Orgasmo* de Gobierno de los Jueces.
*Órgano. Ahora ya entiendo lo de la erótica del poder (judicial).

-La hija de Putin trasladada a Urgencias* en previsión de un atentado.
*de urgencia, a toda pastilla, vamos, pero pastilla de tragar millas.

-El mangante* no reconoce el veredicto.
*magnate, claro; Trump, para más señas.

-Joaquín Sabina, con problemas para recordar las letras de sus composiciones. Amplio repertorio de sus equivocanciones*.
*equivocaciones, si no me equivoco.

-En excavaciones junto a la Gran Pirámide se encuentra un vídeo grabado* con secuencias de la vida de Nefertiti.
*vidrio gravado, Egipto fue una gran civilización, pero no estaban tan adelantados.

-La picadura de la mosca Tse-tsé del Tópico* produce la enfermedad del sueño.
*Trópico, con playas doradas, cocoteros, y exuberantesnativas con collares de flores y nada más. Otro tipo de sueño, vamos; otro tópico,también, pero éste muy excitante.

-Los que hablan dos idiomas desde niños duplican las probabilidades de tener lapsus bilingüe*.
*lapsus lingüe, que se me lingüe la trabe.

Ignacio Aparicio Pérez-Lucas
Grupo A


Apendicitis

Siempre he tenido miedo a los quirófanos. Las varias ocasiones que he pasado por uno, siempre he imaginado a un doctor comunicando a mi familia la triste noticia de que no lo había superado y no había despertado de la operación. Y luego está toda la parafernalia. Pruebas, agujas, vías, tubos, sueros. Me asusta esa luz tan potente y blanca, que ciega hasta a los ciegos. Si pasas varias veces por quirófano, necesariamente se te blanquean las córneas y la cornisa de tu frente, que es ese mechón de cabello que te tapa a veces la mirada. Mejor.
En los quirófanos habitan quirofantes también blancos, sumos sacerdotes de ese teatro donde todos se disfrazan con túnicas, de pies a cabeza, para desnudarte, y elegir bien el punto donde agujerearte, incisionarte, con bisturí, escalpelos y tantos artilugios, para entrar en el interior de tu cuerpo, desgranarte un poco, como a una granada que sangra. Además, te ensalman con pócimas y bebedizos para que entres en el más profundo de los sueños, para enviarte al lugar donde no se sufre y donde habita el olvido. Te sortilegian hasta desprender la tumefacción, el quiste, el bulto, la inflamación. Luego te suturan y te tapan las entradas con gasas y drapeados. Hay siempre algún quirofante que se queda con algún resto de ti: un trocito de safena, un pequeño tejido de útero, una esquirla de codo, una muela del juicio, un centímetro de apéndice.
Por supuesto, los quirofantes viven entre nosotros como personas normales. En vez de disfraz, pueden llevar frac y pueden ser incluso personas distinguidas. Me pregunto en qué rincón oculto con olor a formol esconderán sus tesoros. Por mucho que viva para sobrecontarlo, nunca llegaré a saberlo.

Marisa Sánchez
Grupo C


¿Qué ocurriría si los geranios regaran a mi madre…?

Si el frío baño le empapara los pies y tuviese que chapotear con regocijo en la tarima de su brillante suelo.
Si el agua rizara su melena recién peinada...
¿Qué ocurriría si hasta las doce de la mañana, bajo un sol de justicia, no entrara en calor y de repente empezara a vaporear como su olla a presión?
Claro, que pensando en lo agradecida y brillante que es mi mamá, se pondría de puntillas después de cada ducha, se desparramaría en colores, encendiendo todos los arcoíris del balcón.

Eva Hernández
Grupo A


La ventana y la rueda

Ante la ventana la rueda. Junto a la rueda y contra la pared descansaba el niño que la había impulsado. El chirrido de las cigarras y el sol en lo alto, tenaz, luciendo la pared enjalbegada, delataban el verano. En la hora de la siesta los humanos adultos habían desaparecido. Solo años más tarde aprendería la crisis -y oportunidad- diaria que suponía aquel tiempo lento y pegajoso del mediodía. En su universo infantil desesperaba no poder correr al rio a bañarse. O a perseguir ranas en la charca. Sospechaba del argumento con el que los adultos sostenían la prohibición. Pero el fantasma invocado del dichoso corte de digestión le atenazaba y nunca había osado romper la norma. Jugaba con su sombra mientras espantaba las moscas que, atraídas por el sudor, cosquilleaban su nuca. El aire sofocaba.

A tu edad, sentenciaban los mayores, nunca nos aburríamos. Inquisitivo buscó qué hacer, qué mover, qué analizar. Pero todo parecía aquietado por el calor y la hipnótica estridencia de los insectos.

De improviso, de la nada aparente, el crotoreo de la cigüeña en lo alto del campanario le hizo girar el cuello, cambiar su mirada. Con el cambio de postura inadvertidamente movió la rueda que comenzó a rodar cuesta abajo, camino del ayuntamiento. Sin saber por qué, dejó que se alejase y mientras la perdía, su vista empezó a captar otras cosas. O, en realidad, las mismas pero distintas. Aquello había sido una señal, un hito inesperado, el mojón que marcó el fin de una ceguera. Y en lo que antes era solo blanca cal aparecían matices y grietas, y hormigas y lagartijas. Y en el espeso aire, respiraba ahora aromas de tomillo, de paja seca y boñiga de vaca. Y, sin saber por qué se preguntó por las ventanas, cómo y dónde romper las paredes para situarlas, cómo asegurarlas, cómo engarzar celosías y ajustar barrotes. Y se preguntó, también, qué hacían los adultos tras ellas durante la siesta. Y decidió asomarse y mirar por ellas. Aquel día creció un poco más.

José Carlos Gómez
Grupo A


Prosa y poesía

La prosa se sentía fuerte y orgullosa
por ser la elegida para narrar
pequeñas y grandes historias
de guerras y batallas,
de amores y desamores.

Un día la prosa conoció a la poesía
al escuchar a un hombre recitar
unos versos llenos de tal belleza y musicalidad,
que embargaron su alma
de una desconocida serenidad.

Desde entonces prosa y poesía
caminan de la mano
deleitando a hombres y mujeres,
niños y ancianos,
respetando el pacto que hicieron las dos:

La realidad la contaría, la prosa
y de los sueños se encargaría, la poesía.

Marian Pérez Benito
Grupo A


Hielo y fuego

El hielo conoció al fuego
y fue tal su atracción,
que fundidos en un abrazo
caminaron por montes y llanos.

El rígido hielo se transformó
en agua cristalina
que con su danza sensual,
invitaba al fuego a seguirla.

El hielo se sentía ligero y fuerte,
el fuego poderoso y ardiente.
Se unieron como amantes,
fundiéndose y evaporándose.

El agua se puso su vestido blanco
para regresar de nuevo al frío
cubierta por el humo
del enamorado perdido.

Marian Pérez Benito
Grupo A


Final feliz

Cuando yo llegué a este mundo, mis hijos ya habían nacido. Eran dos: un niño de doce años y una niña de ocho. Los miré extrañada y, no sé si fue por el susto o por el corte de mi cordón umbilical, rompí a llorar desconsoladamente. Me agarré a unos pelos raros y tiré y tiré sin que mi llanto cesara... -¡Ay!- Sentí un pinchazo.

-¡Tranquilos! ¿Te ha hecho daño?, le hará efecto en seguida. Se sentirá mejor, aunque estará un poco aturdida.

-¡Uf! Hola, ¿y tú quién eres?

-Soy yo, mamá, Alba. Y él es Julio, mamá, tu hijo. Te hemos traído unos bombones de chocolate, de esos que te gustan. Toma, come uno.

-¡Mmm! ¡Qué rico el chocolate!

-Mamá, soy Julio. También te hemos traído música para que escuches. Mira, te pongo uno de los auriculares para que escuches la música y a nosotros también.

-¡Hala! ¡Me encanta! Do’-la-sol fa-sol-la do’-la-sol, fa [sol-la-sol-la] do’-la-do’re-la-re’ do’-fa-sol fa… ¡Qué bonito! ¡Mmm! ¡Qué rico el chocolate!

-Vale, mami, disfruta. Volveremos en Navidad. Sabes que trabajamos lejos, pero te queremos. No te vayas a comer más de un bombón al día, ¿Vale?

-¿Me puedo comer otro ahora..?Solo este.

-Está bien, ¡pero que nadie lo sepa!, ¡ja,ja,ja! Nos vamos. Te pongo el otro auricular para que escuches mejor la música.No olvides que te queremos.

-¡Esperad! ¡Esperad! ¡La música que empieza ahora es la mejor..! Mi-la-si, Mi-la-si, Do-si-la-[si-do] re-do-si, Mi-la-si, Mi-la-si, re-do-si, [do-re] soool-laaa…

-¡Mmm! ¡Qué rico este chocolate..! ¡Mmm!

Isabel Torremocha Cagigal
Grupo A


Nochá-logo entre la princesa Desdémona y el si-ble Alcibíades.

Los personajes se hallan en los a-más jardines del pa-tieso de la dama. Desdémona está recli-todo en un po-tú de mano-dra mientras el sin-de se halla en pie frente a ella.

DESDÉMONA- Desmalas noches, mi señor.
ALCIBÍADES - Démona adorada. Me vivía por postrarme a tus pies.
DESDÉMONA- Yo desgozaba por tu descorta ausencia.
ALCIBÍADES- Mi corazón tilaba sangre porque mis caminos me viaban de ti.
DESDÉMONA- ¿Pues qué ha sucedido, mi desmal?
ALCIBÍADES- Una terrible gracia. Una noche de la semana pasada mi señora madre enfermó inesperadamente. Primero parecía solo un mayo aunque poco pues se cubrió que era algo mucho más venturado. Tanto que, a pesar de los velos de nuestros médicos, ya no pertó la mañana siguiente. Ni siquiera le dio tiempo a pedirse de su consolada familia.
DESDÉMONA- ¡Oh! Qué desdulce catástrofe. Entiendo ahora tu mirada desalegre, el desbrío de tus gestos, tu voz desencendida.
ALCIBÍADES- Amada mía. Solo una olación como esta podía pegarme de ti. Tú eres mi tino, estar contigo es mi único eo.
DESDÉMONA- ¡Ay moza descuerda y desgenerosa! Yo imaginando un desaprecio mientras tú, amado Alcibíades desgozabas de tanta desfortuna.
ALCIBÍADES- ¿Acaso confiáis de mí? Como me llamo Alcibia que eso sería una lealtad impropia de mi nobleza y el amor tan mesurado que os profeso.
DESDÉMONA- ¡Qué despena, qué desinfelicidad, qué desinfortunio! Ven aquí, desodio mío, que mi pecho ha de darte el desmenor de los consuelos.

Los dos amantes sin-funden sus cuerpos en un abrazo que culmina en un largo beso. Luego ALCIBÍADES co-sensata su cabeza en el regazo de ella que comienza a cantar una dulce to-todo mientras la es-comida va quedándose lentamente a os-monjas.

Esta pequeña obra de teatro es un juego con narrador y dos protagonistas. Cada uno de ellos transforma las palabras siguiendo un criterio fijo, pero distinto del empleado por los otros. ¿Has descubierto cuál es la técnica de cada uno? ¿Serías capaz de traducir el texto?

Pepe Lorenzo
Grupo B


Niño de plástico

El niño de plástico era fácil de querer. Se amoldaba a todo y su naturaleza era transparente. Las mentiras no eran su fuerte y las verdades estaban a la vista. Eso podía ser un inconveniente, porque se dice que en el fuero interno es hermoso tener secretos, guardar un misterio que nos haga diferentes. Por eso el niño de plástico a veces podía llegar a ser aburrido para los demás, tanto que a veces se sentía dejado de lado, como un traste. Hasta que lo volvían a buscar, para depositar en él todo lo que querían ver al trasluz. Porque el niño de plástico también servía como una pantalla proyectora en la que se podían ver los demás. No sé cómo lo hacía , pero el niño de plástico inspiraba una confianza enorme. Se podía beber lo que él contenía, y las palabras que pronunciaba eran frescas y claras. Su lenguaje sencillo. Y sus maneras siempre las mismas.

Un día, cansado de ser tan predecible para los demás, se maquilló el rostro. Parecía otro. Nadie lo reconocía a pesar de que tenía la misma voz. Y ya nadie creía en lo que decía. El niño de plástico ya no pudo quitarse el maquillaje cuando quiso. El tinte le penetró tanto la piel que fue imposible revertir ese daño.

El niño de plástico tuvo que recurrir a las palabras. Pasó muchos años aprendiendo el significado que tenían, en el diccionario. Y luego se dio cuenta de que no bastaba con eso. Pasó otros tantos años más ordenando las palabras de tal manera que al pronunciarlas tuvieran un sonido armonioso. Y entonces alguien le dijo que eso era poesía. La poesía le devolvió a ese niño, ya convertido en adulto, la transparencia de su alma.

Carmen Elena Ochoa
Grupo A


Prejijado

El multitiempo todo lo recura, pero no puede megaborrar los metarecuerdos.
En los intrasueños sigue brillando su retromirada y se vuelven a polibesar, 
sobreaumentando el ritmo de su teleroto corazon.
Se antepierde en la perisonrisa que realumbraba su antecara 
y se queda contraviviendo en la autonostalgia.

Beatriz Gorjón
Grupo A


Religión accidentada

Les hizo un altar. Con velas, y platos de comida que comenzaban el proceso de descomposición. No se le ocurría qué más podía hacer. Le resultaba raro el pedido del jefe. Pero, bueno, ¡quién era él para contrariarlo! ¿Con qué autoridad un becario podía cuestionar la palabra del editor?
De todas maneras, no dejó de cuestionarse el porqué. Igual, eran animales resilientes. Tan pequeños pero que en realidad, unidos, esos roedores podrían dominar al mundo. Con su mera presencia podían diezmar a la población y, de hecho, lo hicieron en varias ocasiones. Sobrevivieron el escalafón evolutivo y a sus depredadores con un tamaño casi diminuto. Viéndolo así, tenía sentido honrar a los roedores. ¿Por qué no? ¿Por qué no creer en las ratas? ¿Por qué no tener fe de ratas? 

Vanina Palomo
Grupo C

1 comentario:

  1. Ignacio Aparicio Pérez-Lucas13 de mayo de 2023, 15:26

    Colegas, cada día lo ponéis más difícil. Óscar, chapeau.

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