Tiempo para los pájaros, de Celia Corral

El lunes pasado tuvimos un encuentro virtual con la escritura Celia Corral Cañas para hablar de su novela Tiempo para los pájaros. Si nos asomamos al resumen de contraportada podemos leer:

Escrita en primera persona con un tono de diario o confesión, Tiempo para los pájaros nos conduce por el día a día de una pareja de jóvenes. Problemas como el desempleo, la conciencia del cambio climático, la incomunicación generacional, la falta de perspectivas laborales afloran en esta novela pero siempre con un cierto sentido del humor, con el lirismo de estos tiempos que tan malos resultan para la lírica, con una resignación que se convierte en la seña de identidad de la narradora. Repleta de paradojas, de preguntas al lector, de reflexiones, la novela parte de la literatura autorreferencial para acercarnos al itinerario vital de toda una generación:




Celia Corral nació en Reinosa (Cantabria) en 1987. Posteriormente se trasladó a Salamanca para cursar estudios de Filología Hispánica, obteniendo también el título de doctora en Literatura Española por la Universidad de dicha ciudad. Actualmente es profesora en los Cursos Internacionales de la Universidad de Salamanca y docente del Máster de Escritura Creativa de esa misma Universidad. Como escritora ha obtenido, entre otros, el primer Premio de Poesía de Jóvenes Creadores, año 2011; el primer Premio de Relato Breve José Hierro en su 33ª edición; el primer Premio de poesía José Hierro en su 34ª edición; o el primer puesto en el III Premio Internacional de Poesía Jovellanos.

En el año 2017 publicó el poemario “La voz del animal bajo tu piel” (Bajamar Editores).


Propuesta de escritura

¿Cómo sería la sinopsis de un novela lírica que llevara por título "Comeremos libros"? Redacta un breve texto para la contraportada (cuarta de cubierta) de dicho libro



Estas son algunas de las reseñas:


Comeremos libros

Nos seguiremos nutriendo de palabras y las voces, más o menos antiguas o cercanas,  vendrán a visitarnos. Abriremos las puertas que permitan dejar pasar el aire del pasado al futuro, o al revés, ventilar el presente. Abriremos también un círculo enmarcado por las ondas, la hiedra: la puerta de los pájaros. 
¿Retornarán la fluidez, la ligereza y podrá una vez más salvarnos la Poesía?

Marian de Vicente
Grupo B


Comeremos libros

Un festín literario para todo tipo de paladares. En su novela lírica “Comeremos libros”, Leunam Edradem ha conseguido aunar la belleza clásica del siglo pasado con la vibrante vorágine de las tendencias actuales. Su lectura se convierte en un banquete que comienza con la ligereza de los entremeses, para ir adentrándose paulatinamente en la mayor complejidad y riqueza de matices que ofrece en los capítulos dedicados a describir paisajes inusitados. La trama central, colmada de ingredientes, personajes y un lirismo que embriaga los sentidos, va profundizando en la esencia del espíritu, en los sentimientos. Ensoñaciones oníricas entremezcladas con situaciones cargadas de realismo configuran un mundo particular, un mundo Edrademiano, que nos acaba enganchando poco a poco. Este ágape poético finaliza suavemente, como un postre ligero que nos deja perplejos por las sensaciones experimentadas, aunque no se acabe de comprender el desenlace, sin querer moralizarnos, sin pretender nada más y nada menos, que hacernos disfrutar de la lectura. Pocas veces un libro responde tan fielmente a su título, realmente consigue abrirnos el apetito por la lectura.

Manuel Medarde
Grupo A


Comeremos libros

Ha sido el final, o lo ha podido ser para todos. Los medios de comunicación llevaban siguiendo el proceso de rearme durante los últimos años, pero no nos queríamos creer la situación. Dos grandes bloques de estados dispuestos a todo por poco. Ahora toda nuestra ciudad está en un búnker de descomunales dimensiones. No sabemos que pasa fuera, tal vez ni siquiera queramos saberlo. No tenemos radio, no tenemos televisión, y ¡oh, maldición no tenemos wifi! Pero no es el Fin del Mundo. Los libros de nuestras bibliotecas permanecen intactos. Nuestras provisiones están aseguradas, al menos en lo mental, espiritual, sentimental y emocional, con ellos. Ahora comeremos versos de Machado, bocados parisinos de Cortázar, en la noche de los tiempos de Molina, los haikus nos los beberemos como el buen vino de Pérez-Lucas, mientras sorbemos nuestros agrios cócteles de Dostoievski… No necesitamos más, somos libres, aunque estemos encerrados, porque no hay nada más libre que la mente, y no hay nada que alimente más a esta que un buen libro.

Javi Martín Caamaño
Grupo A


“Fueron felices y comieron libros”

“Al despertar Elena del Bosque una mañana tras un sueño intranquilo se encontró convertida en una carcoma”. Con este homenaje a Kafka inicia la joven autora -pero ya con un envidiable currículum poético- Alba Martin, su primera novela, “Comeremos libros”. En ella, una hermosa bibliotecaria, con un contrato precario y un sueldo aún más volátil, sufre una metamorfosis cuando para superar un desengaño amoroso trasiega una botella de Ponche Caballero, recuerdo de familia, quedando inconsciente y de bruces sobre un viejo libro en la mesa de su despacho.
Lepismas (pececillos de plata), gorgojos, carcomas, piojos de los libros y polillas varias van desfilando por esta parábola de sueño y amor por la literatura. Reencuentros, citas literarias con las que esta joven escritora sobradamente preparada muestra todas sus filias y fobias de alta y baja cultura, guiños autobiográficos, desamores imposibles y caminos que pensamos trillados pero el tiempo siempre hace distintos. La imaginación se mezcla con la realidad en los diarios juveniles de la autora, triturados por ella misma en su transitoria forma de parásito bibliófago.
Carcomida por esa culpa, es el propio insecto el que intenta, a través de un agujero de gusano temporal, hacer el camino inverso en sus túneles librescos para reencarnarse de nuevo en su antigua identidad, que ya nunca será igual.
Porque en los viajes de ida y vuelta, el mismo sitio siempre es distinto.

Ignacio Aparicio Pérez-Lucas
Grupo A


COMERÉ LIBROS

“Yo amaba la poesía porque no era vivir” Era uno de los versos que más le gustaban de su amigo Juan. Así concluía Laura la clase de Literatura con voz ahogada. Era un día gris rata, frío, que sólo invitaba a que los alumnos escaparan al bar, a tocar teclas de diferentes aparatos digitales. Así despertaban a la Vida Guay, luminosa, colorida, divertida, rauda, jocosa, vampira con dulces narcóticos, borrachera de imágenes maqueadas y palabras dispuestas a inventar verdades o dardos invisibles.
Sólo se quedó Diego, esperando su dosis. La profe le había contado que, en la cueva, descubriría el secreto. Diego, con ojos brillantes en los que podían detectarse unas centellas tan inocentes como perversas, le repitió que ya sabía lo que quería: Aprender cómo eran las mujeres de verdad, las muñeconas casi idénticas que le rodeaban le aburrían. Psicología femenina de la buena a ver si así se enamoraba más y mejor.
Laura le miró con sonrisa cómplice, un poco melancólica. Sabía que su alumno quería comerse la vida hasta las migas. Era valiente. La profe le entregó una bolsa de papel en la que se leía Letras Corsarias. Diego le aseguró que se lo zamparía en dos tardes; Laura le avisó de que aquel objeto contenía la dosis de veneno necesaria para aumentar la pasión y la lucidez, pero también la melancolía. Pensó: “Bienvenido a la secta de los Iniciados Marginales”.

Emilia González
Grupo B


Comeremos libros

Este libro nos desvela una revolución silenciosa, que ya está en marcha y es imposible detener. Una transformación en la que el ser humano está sintiendo que su cuerpo tangible se aligera mientras su alma se adensa y solidifica. Poco a poco iremos prescindiendo del alimento material y nos nutriremos solamente de ideas. Seremos nada más espíritu y como tal solo precisaremos de las palabras, los sonidos y el pensamiento. No será necesario roturar los exhaustos campos ni devorar más cadáveres inocentes, nos bastará una música suculenta, una aromática historia o un sabroso poema. El final del proceso abrirá una nueva época en la que todo será conocimiento y lo único relevante, su transmisión; un tiempo en el que golosamente «comeremos libros», los devoraremos con tanta fruición como tú vas a hacerlo con este.

Pepe Lorenzo
Grupo B


COMEREMOS LIBROS

Los libros no habían sido puentes conectores. Los libros fueron por mucho tiempo escondrijos para su soledad e incertidumbre. Los padres vendieron la casa y deshicieron su interior, su decorado. Las espigas de colores se tornaron grises, como si las cenizas de un incendio las hubiese manchado. La prosperidad menguó. La madre dijo “comeremos libros”, en medio de un eco silente, atisbando de lejos paredes repletas de estantes en el cuarto de la biblioteca. Para Amelia sus palabras fueron un mandato. Tenía seis años, y esa noche despertó con el mismo vacío en las entrañas; tomó un libro, le arrancó una hoja, y antes de rasgarla en pedazos tan pequeños como su pulgar, leyó lo que estaba escrito: “rima equis, equis, i ,i, cómo vive esa rosa…”

¿Cómo vive esa rosa que has prendido
junto a tu corazón?
Nunca hasta ahora contemplé en la tierra
sobre el volcán la flor.


“Gustavo Adolfo Béc...quer”

Amelia leyó una y otra vez estas cuatro líneas. Sintió misteriosamente que el texto la interpelaba. Y que la respuesta dada a esa pregunta era su propio pensamiento, que no podía entender. Una a una rasgó cada palabra del poema, y las masticó lento en su boca para tragarlas. Ya no lo hizo para calmar su hambre, sino para no olvidar a partir de entonces que tenía una rosa plantada junto a su telúrico corazón.

Carmen Elena Ochoa
Grupo A


Entonces comeremos libros

“Una gata enamorada de un palomo cojo”. Es el punto de partida de la Autora para sumergirnos en un universo ornitológico en permanente antítesis con el buenismo en boga. Cuervos y buitres bienintencionados contrastan con particular lirismo, con los sórdidos intereses desplegados por guacamayos y aves del paraíso. El periplo que recorre la protagonista, arrastrada por la pasión a su amado, la lleva a enfrentarse a la evidencia de que, en ese mundo “ hay gato encerrado”. Por ello, vuelve a transitar por el sendero de la toma de conciencia de sus orígenes a la par que delinea una peripecia, vagamente circular, que atrapa al lector desde el primer capítulo. ¡Aplaudida unánimemente por la crítica!

“Lirismo epigónico de los que crea escuela” The Washington Proust.(USA) “
”No es oro todo lo que reluce en el mundo de las aves” The Morning Singer(U.K)
“Trino poético al declive de las rapaces” ¡¡¡No se la pierdan!!! AVECE (Spain)
“Magistrales los secundarios encargados de la fábrica clandestina de foie” Paris Aussi (France)

Como remacha el Vocero de Ravel de México D.F ¡No dejen de leerla, es purita fábula!!
Primera edición ya agotada.

Anónimo

Abecedario

La semana pasada tomamos como referencia el libro Abecedario. Abrir, bailar, comer y otras palabras importantes... de Ruth Kaufman y Raquel Franco editado por Bruño.
No es habitual que las palabras elegidas para un álbum ilustrado de estas características sean verbos y acciones, lo normal es que sean sustantivos. Ahí radica la diferencia con otros abecedarios al uso.


Somos gente de acción, además de verbívoros, como los seguidores de Verbalia, así que propuse a los integrantes del grupo B del Taller de Escritura Creativa de la Casa de las Conchas que eligieran una letra, al azar, y que escribieran sobre el verbo y las acciones determinadas por la palabras relacionada con dicha letra.


Este es el resultado:



Jaume Castejón eligió la letra K


K

Me había propuesto perder kilos fuese como fuese. Desde mi último viaje a Rusia, la visita al kremlin me dejó agotado. Algo tenía que hacer con mi sobrepeso. Al pasar frente a un kiosko lo vi claro: correr una maratón. Nada más y nada menos que 42,195 kilómetros. Eso exigía preparación y no lo dudé. Dieta estricta a base de kiwi, kéfir y kril. También me apunté a kárate.
El día de la carrera hacía un calor horroroso, más de 308,15 grados kelvin, pero estaba dispuesto a terminar con la prueba. Para mi sorpresa, a 200 metros del final iba el primero. Me sentía como un verdadero káiser, pero de pronto, sin apenas advertirlo, me sobrepasó un kurdo y en mi mente empezó a sonar un kirie.


Pepe Lorenzo eligió la letra E



Escribir
«Escribir. Escribir sin parar. Una noche no va a ser suficiente..

Evariste Galois nació en Bourg-la-Reine, una pequeña ciudad a las afueras de París. Corría el año 1811 y los ejércitos napoleónicos campaban victoriosos por todos los rincones de Europa. Fue su madre Adelaide-Marie quién se encargó de su formación hasta que cumplió los doce años. Destacaba por entonces en latín y en griego y en su conocimiento de los autores clásicos. Ingresó luego en el liceo real Luis-le-Grand de París y allí descubrió lo que adelante serían sus dos grandes pasiones: la revolución y las matemáticas.

«Escribir. Escribir para no caer dormido. Escribir mi nombre: Evariste. Escribir incluso el de la coqueta infame: Stephanie. Escribir cualquier cosa. No dar ocasión al sueño...»

Intentó dos veces ingresar en la prestigiosa École Polytechnique, pero sus maneras heterodoxas y contestatarias le valieron sendos rechazos y ello a pesar de que ya por entonces había resuelto un problema algebraico que había resistido los embates de prestigiosos matemáticos durante más de un siglo.
Participó en la revolución de 1830 lo que le acarreó no pocas penalidades, incluido su paso por la cárcel durante varios meses. Estando en ella escribió una memoria para la Academia de Ciencias en la que sentaba las bases de un nuevo campo dentro de la disciplina del Álgebra: La teoría de Galois. Más de veinticinco años debieron pasar para que esos descubrimientos fueran entendidos y valorados.

«No me queda tiempo. ¿Cómo decir tanto en tan pocas horas? Sé que lo que transcribo a estos papeles es indudablemente cierto, lo que no puedo calibrar es su trascendencia».

Su huella científica es imperecedera y abrió tan amplias perspectivas en la investigación matemática que aún hoy se están recogiendo sus frutos.

«Tengo que mostrar la hermosa conexión entre la resolución de una ecuación algebraica y un grupo de permutaciones. ¡Y con los antiguos problemas sobre construcciones con regla y compás que obsesionaban a los sabios griegos de la antigüedad!»


Para su desgracia conoció a Stephanie Potterin con quien mantuvo una corta relación que debió acabar en un desaire pues por ello fue retado a un duelo. La noche anterior al combate, consciente de su inminente muerte, la pasó en vela escribiendo tres cartas: la primera a sus correligionarios antimonárquicos, la segunda a unos amigos y una tercera en la que resumió todos sus descubrimientos y que pidió que fuera sometida al escrutinio de la Academia. Esta tardó más de diez años en publicarla y debieron pasar otros tantos para que fuera reconocida su enorme aportación al desarrollo de las Matemáticas.

«La muerte es segura, pero que nadie llore. Yo mismo no puedo detenerme a lamentarlo, necesito todo mi coraje para morir a los veinte años».

El amanecer del treinta de mayo de 1832 recibió un balazo en el abdomen. Murió al día siguiente, no había cumplido aún veintiún años.

31 de mayo de 2021. 189 años de gloria.

Pepe Lorenzo
Grupo B



Pascual Martín eligió la letra M



M de Mirar

¿Y por qué la M? Qué sé yo, se me pidió que eligiera una letra y fue la primera que me vino a la mente. Por Mábel será, que me tiene obsesionado. Mábel es el nombre de mi novia. Novia actual me refiero; no ha sido la misma siempre, antes tuve unas cuantas, pero yo creo que con esta es otra cosa.
El caso es que a la “M” correspondía la palabra “mirar” y eso implicaba que habría de escribir un texto en el que apareciese la dichosa palabrita. De modo que me senté al ordenata y ¡hala!, a exprimirme la meninge, que sacar un relato con “mirar” es cosa de mucho pienso.
A mis cavilaciones terminó por comparecer Mábel, no podía ser de otro modo. Mábel y mirar, mirar y Mábel. No dejaba yo de darle vueltas al asunto y, claro, acabó por venirme a la mente la abuela Jeroma y sus chascarrillos, que se acentuaban de parte vieja; de noventa y bastantes años la recuerdo. «No dejes de tenerlo en cuenta, mi niño, cuando escojas la hija, mira a la madre». Y esa es la cuestión, que me fui al móvil y allí seguía la foto que mandó ayer Mábel con su madre en la playa; ese tonelaje (la madre), ese casi bigote (la madre).

Pascual Martín
Grupo B


Maxi Moreno eligió la letra A:




Abrir
Abrir las puertas. Abrir las manos. Abrir el cuerpo. Abrir la mente. Abrir el corazón.

La vida trata de eso –pensaba, mientras caminaba sin prisas hacia la biblioteca-, de eliminar obstáculos para dejar entrar aquello que nos es cercano, de ofrecer refugio a otras almas perdidas, de crear unidad con dualidades. Pero también de expulsar lo que nos es ajeno y de escupir lo tóxico.
Mi cabeza volaba hacia otros lugares y otros momentos mientras manejaba el tiempo a mi antojo, lentamente, sin apurarme por casi nada, únicamente lo imprescindible. Subí las escaleras que dan al patio de las Conchas y me detuve a observar al grupo de turistas que contemplaba el bello recinto en el que se mezclan varios estilos arquitectónicos. Mi mente dio un salto al pasado y, en contraste con el antiguo monumento, visualicé unas puertas automáticas ultramodernas, las que antaño se abrieron para franquearme el paso definitivo al exterior.
Tres años de entradas y salidas del hospital –reflexioné- habían dejado huellas profundas, de las que las cicatrices que me recorrían el cuerpo no eran las peores; el temor a la muerte, la incertidumbre, y, sobre todo el olvido de los de fuera, eran las que marcaban a fuego. Nada más pisar la calle, supe que debía reinventarme, aceptando que mi existencia anterior no había representado nada, arriesgándome a que, tal vez, la nueva tampoco lo significara. Pero sobrevivir era una cuestión perentoria, es algo que sabemos –me dije en su momento y me reafirmo ahora- quienes hemos estado cercanos al fin.
Una pequeña mochila fue suficiente para guardar el equipaje que me acompañó en aquella ruta que nunca he llegado a discernir si consistió en una aventura o en una fuga, un espejismo o una deserción. Para el caso, da igual, fue un alivio dejar atrás todo lo anterior, sobre todo a mí misma, y descubrir otra yo esperanzada, abierta a esa vida desconocida en la que era capaz de ilusionarme sin reservas, de excitarme con cualquier novedad, de emprender proyectos, de conocer personas, de acercarme a los animales y de apegarme a las cosas. De conseguir formar, en definitiva, un conglomerado que llegó a convertirse en mi universo.
El mismo equipaje me acompañó de vuelta: cuatro cosas imprescindibles en un hatillo, pero en esta ocasión viajaba con un mundo entero en el corazón. Dejé atrás la luz, la arena y el mar pero me llevé conmigo las mil sensaciones de las que bebí todo el tiempo. Me alejé de hombres y mujeres valientes, de niños, jóvenes y ancianos entrañables, que me acogieron, me amaron y me dejaron partir. En ese momento evoqué la sensación de plenitud que llegó contigo, la serenidad que se instaló en mí y el bálsamo que trajiste a mi alma. Tu sola presencia y, más tarde, tu omniausencia fueron las que me dieron la fuerza para seguir el rumbo que me ha devuelto a mis orígenes.
Abrí la puerta de la sala de lectura y me dirigí al mostrador de préstamos. Pedí la Obra poética completa de Kavafis para leer y releer cien veces su viaje a Ítaca. ¡Qué clarividencia la del poeta griego! Yo también pido que el camino sea largo, lleno de aventuras y de experiencias.

Maxi Moreno
Grupo B

13 Rue del Percebe

En la sesión del lunes pasado tocamos a todas las puertas del edificio 13 Rue del Percebe para conocer a sus inquilinos, a los de antes (los primeros moradores de cada piso) y a los que la habitarían hoy día en ella. Alguno de los ocupantes fue invitado a abandonar la viñeta por culpa de la censura franquista.

En un artículo titulado "Así sería hoy la España de 13 Rue del Percebe" su autor, José María Robles, señala: En 1961 Francisco Ibáñez recibió un encargo de la editorial Bruguera. «Hay este espacio para llenar», fue todo lo que le dijeron al asignarle la contraportada del semanario Tío Vivo con motivo de su relanzamiento. Ibáñez, entonces un pipiolo de 25 años, ya había creado a Mortadelo y Filemón (y a la familia Trapisonda), así que pensó que aquella página tenía que ser otra cosa. Cuando nadie se planteaba rebasar límites en el género de las viñetas, él vio que allí había sitio no sólo para un personaje o dos, sino para una comunidad entera: la de 13, Rue del Percebe.


En ese mismo artículo el periodista y sociólogo analiza cómo eran los inquilinos de aquella viñeta de Ibañez, atendiendo a la realidad de la España desarrollista de los años 60 y 70 y cómo sería el perfil de los habitantes de esa casa a día de hoy, teniendo en cuenta los muchos cambios que ha experimentado nuestro país y nuestra sociedad en los últimos años. ¿O no? 

Si queréis conocer con detalle la historia de esa casa podéis consultar el artículo "13 Rue del Percebe: el absurdo de una comunidad de vecinos" escrito por Carlos Gregorio.

Ese edificio, el de la viñeta, se parecía mucho al de la sede de la editorial Bruguera. Mirad:



Javier Fesser realizó una serie de anuncios televisivos para la marca La Casera en los que homenajea a los personajes de 13 Rue del Percebe. Podéis verlos aquí.


Propuesta de escritura

Propusimos como tarea elegir a alguno de los personajes de la vivienda en sus inicios y propiciar un diálogo con los nuevos inquilinos, los que hoy ocuparían dicha vivienda.


Estos son algunos de los textos recibidos hasta ahora:



DODECASÍLABOS PERCEBIANOS
(Aunque esto es más bien la letra de una canción que se podría cantar con sones de rumba).

Trece, Rue del Percebe, maravilla
del excelso Paco Ibáñez, Humorista,
y aquí vemos a Manolo en la buhardilla
practicando el esquinazo al prestamista.

Ceferino le ha robado al oculista
el espejo del vestíbulo y la silla.
Ya podría mejorar algo la vista,
que en la silla hay un fulano de Sevilla.

Como loca anda por casa la tropilla
de chavales con instinto terrorista.
Se les oye dando gritos a una milla,
y su madre en actitud monje budista.

La ancianita del segundo, animalista,
ha adoptado últimamente una polilla,
le da lana de comer con jeringuilla
y le enseña a dibujar porque es muy lista.

El científico que vive al otro lado
se las da de Frankenstein taxidermista,
y ha logrado revivir a un madridista
que llevaba varios años enterrado.

Le han llevado un colibrí al veterinario
porque el pobre se ha cogido un resfriado,
y aunque nadie sabe cómo le ha tratado,
es el caso que ahora está con un sudario.

En la fonda del primero hay un armario
donde vive un inmigrante realquilado
que comparte estantería, atribulado,
con seis chinos, un ratón y un perdulario.

Don Senén ha convencido a un despistado
de que tiene un chicharrón extraordinario,
ya veremos lo que opina el malhadado
cuando salga en las esquelas del diario.

La portera ha rellenado un formulario
pa´pedir un cubo nuevo de fregado.
Por seis perras ¡ay! la que se ha preparado,
se le ha echado encima todo el vecindario.

Don Hurón se asoma por la alcantarilla,
como siempre tan feliz y alborotando,
y al compás de las pisadas va cantando
Trece, Rue del percebe, maravilla.

Trece, Rue del percebe, maravilla.
Trece, Rue del percebe…¡maravilla!

Óscar Martín
Grupo A


El caco Ceferino

Al intentar ponerme en el lugar del caco Ceferino de la 13 Rue del percebe, he recordado mis episodios de "Caco".
Recuerdo haber robado algún libro en "Cervantes" en mi época de estudiante.
Tenía que ser en invierno, pues el abrigo o la gabardina eran imprescindibles para ocultar el libro.
El libro tenía que ser de tamaño pequeño o mediano a lo sumo, para poder disimular el "bulto".
Había desarrollado una técnica depurada: me situaba en un lugar alejado del dependiente, cogía dos libros entre los cuales estaba el que me pensaba llevar, y hacía como que hojeaba con cierto interés. Tras asegurarme de que nadie me observaba, con un movimiento rápido, colocaba el libro bajo el sobaco izquierdo (pues soy diestro). Continuaba hojeando el otro ejemplar con disimulo, esperando a que los latidos cardíacos se enlenteciesen un poco. Cuando ya estaba relajado, devolvía el ejemplar sobrante a la estantería y salía de la tienda con cautela, apretando bien el sobaco izquierdo y abrochando la gabardina.
En ocasiones, si el libro era fino, lo conseguí a meter por dentro del pantalón, con lo que me aseguraba su sujeción; así salía mucho más cómodo y relajado, incluso braceando y sonriendo.
En algunas ocasiones, cuando mi instinto de ladronzuelo se exacerba, duplicaba el robo diciéndole a mi padre y me diese dinero para comprar el libro que había afanado.
Si la cosa salía bien, el resultado era espectacular:" Librito y vinito", dos por uno.

José Luis Fonseca
Grupo A


13 rue del Percebe, 3º derecha

En el 3º derecha del edificio 13 rue del Percebe suena el timbre de chicharra.

- ¿Es aquí donde se alquila un piso?
- Efectivamente.
- ¿Cuantos metros cuadrados útiles tiene?
- Sesenta y cinco metros y uno y medio de terraza al patio.
- Me parece un poco pequeño.
- Es lo que había en los años sesenta. Las familias aumentaban y los pisos disminuían.
- En el anuncio indican que tiene un laboratorio instalado y unas pequeñas utilidades.
- Sí, mucho material diverso en perfecto uso.
- ¿Lo alquilarían con el material?
- Sí, por supuesto.
- Me gustaría verlo y comprobar como se encuentra acondicionado.

El hombre de mediana edad, aspecto deportivo, ropa de marca y rostro bronceado, pasa al interior e inspecciona el piso, comprobando meticulosamente el estad del quirófano, los armarios de instrumental y la calidad del mismo, que se encuentran ubicados en un antiguo baño ampliado con la habitación contigua. Sigue observando el resto de estancias, entre las que hay un cuartito con un maniquí, una máquina de coser y restos de telas, así como algunas cajas con utensilios de costura.

- Me sorprende que coexistan un quirófano y utensilios de costura.
- Hombre… podía tener que ver. ¡Al fin y al cabo la cirugía tiene bastante de costura!
- Es cierto. Sí que tiene que ver… Es algo como lo que tengo planeado.
- La explicación es que el sastre estuvo de alquiler, pero antes lo ocupaba un científico loco, tío mío, que era el dueño del piso y al que acabaron enviando a prisión.
- ¿Cómo fue eso?.

- No está claro si tuvo que ver con una demanda por daños y perjuicios o estaba motivado por una polémica religiosa maquinada por el obispo. También parece que su hijo el grandullón, que vivía con él, hizo alguna fechoría.
- ¡Qué tiempos!. Yo entonces no había nacido y mis padres vivían en el extranjero.
- Yo también he vivido en el extranjero, allí aprendí mucho y después volví para ejercer como abogado. Por eso, después de echar al sastre que era un viejo carcamal que ya había dejado su oficio por falta de clientes, estoy intentando alquilar el piso en representación de todos los primos. Lo hubiéramos vendido, pero no hay forma de ponernos de acuerdo entre los ocho herederos.

- Pues entonces lo alquilo.
- Depende de lo que esté dispuesto a pagar.
- Eso no es problema. Yo pago al contado,… pero sin documentos. Creo que eso le convendrá a los ocho primos.
- Por lo menos a mí sí me conviene. Tiene bastante rapidez por alquilar el piso ¿es que va a ser algo ilegal?.
- No, no... ejem, será para hacer un “servicio social”.
- ¿De qué tipo? si puede saberse.
- En fin…. creo a usted se lo puedo comentar. Es para mejorar la imagen de la gente.
- ¿Qué imagen?.
- La imagen física. Parece que hay bastante gente con pocos medios dispuesta a mejorarla.
- Pues es perfecto. Mi tío también hacía mejoras de la gente. Hasta se rumorea que su hijo no era tal y que él lo había “mejorado”.
- ¡No me diga!.
- Sí, por eso el grandullón debió salir un poco rarito.
- Pues, por todo lo hablado, parece que nos entendemos.
- Sí, yo creo que sí. Además, como soy abogado especializado en casos en el límite de la legalidad, puede ser que tengamos alguna relación por trabajo. Aquí tiene mi tarjeta.
- Gracias… puede ser que me venga bien. En este sobre le entrego la señal. Los dos vamos a salir ganando.
- Eso espero.
- Adiós.
- Adiós.

El hombre bien vestido y abogado se despiden con un apretón de manos y quizá con un guiño de complicidad.

Manuel Medarde
Grupo A


A la atención de todos los españoles y sus gobernantes

Hago esta confesión poniendo en alto riesgo mi vida, pero sabiendo también que, si hubiera tenido los arrestos necesarios para hacerla bastantes años antes, muchas vidas inocentes se podrían haber salvado.
Cuando yo era niño, hace ya sesenta años, pensaba que la vida era una sucesión ininterrumpida de trastadas perpetradas con la colaboración de los que yo creía mis hermanos. Me costó más de diez años darme cuenta de que aquel alegre edificio de la Rue del Percebe no era el hogar de unos vecinos comunes y corrientes. ¡Ni mucho menos!
Bajo su apariencia de normalidad, la casa albergaba la sede central de la T.I.A., una organización secreta dedicada al espionaje y a las operaciones encubiertas. Era tan poderosa y temida como la C.I.A. o la K.G.B.
Cuando un visitante llegaba a sus puertas, la portera, que en realidad era un robot con tecnología para el reconocimiento de la identidad, decidía si le impedía o franqueaba el acceso. Si era un agente subía al Primero Derecha, la verdadera entrada a las oficinas, un espacio que siempre parecía estar atestado de gente. El laboratorio del doctor Bacterio ocupaba el Primero Izquierda y allí se realizaban los experimentos más atroces con todo tipo de animales. La encargada de la custodia de los pobres bichos, Ofelia, habitaba el Segundo Izquierda. Vecinos al animalario se encontraban los laboratorios de Q, así llamaban al científico que diseñaba y producía las armas más originales y letales. El Tercero Izquierda era conocido como “la sala de reciclaje” pues a él llegaban los cadáveres de los enemigos exterminados y sus pertenencias que, “convenientemente” manipulados se ponían a la venta en la tienda del bajo.
En el ático estaba la oficina del superintendente al que todos conocían por su nombre en clave: M-Solo. Ante él pasaban todos los espías a recibir las consignas para sus misiones. Algunos, los que se resistían a aceptar aquellos terribles encargos, protestaban y alborotaban hasta que los “convincentes y expeditivos” medios de persuasión del jefe hacían efecto. Salían cabizbajos y silenciosos a enfrentarse a las peligrosas tareas que se les hubieran encomendado.
He dejado para el final el Tercero Derecha donde Petra, la que yo tenía por mi madre, se dedicaba adiestrar a sus cuatro “hijos” y a potenciar en nosotros los aspectos más oscuros y crueles de la personalidad. Fuimos entrenados para ser temerarios y brutales, estábamos destinados a ser los “oficiales exterminadores”, aquellos que habrían de realizar los cometidos más arriesgados y destructivos. Tan peligrosos eran que soy el único de los cuatro que ha sobrevivido.
Cuando fui consciente de la naturaleza de la empresa a la que estaba adscrito me decidí a huir. Lo logré poniendo en gran riesgo mi vida y viéndome obligado a mantenerme escondido en este agujero inmundo durante más de treinta años. Si hoy me atrevo salir de él y a denunciar estos horribles secretos es porque se me ha dado garantía de que la T.I.A. ha sido desarticulada, sus mandos enviados a prisión y los detectives encomendados de mi localización y exterminio, los despiadados Mortadelo y Filemón, eliminados.
Sirva este testimonio para exponer a la luz los actos criminales dirigidos desde aquella terrorífica casa del 13 de la Rue del Percebe. Quedo a disposición de las autoridades competentes para ratificar mi declaración y detallar todos los crímenes de los que he tenido conocimiento.

Pepe Gotera, nombre en clave: “Anacleto”.
Frenopático de Móstoles
22 de mayo de 2021

Fábulas domésticas. Aníbal Núñez

La sesión de ayer fue de fábula y tuvo un carácter muy doméstico. En ella analizamos uno de los libros esenciales de Aníbal Núñez, las Fábulas domésticas, un libro irónico y mordaz en el que el autor señala bajo la apariencia de una falsa fábula (en las suyas no hay moraleja y son de uso personal) su visión crítica sobre la sociedad desarrollista del tardofranquismo, instalada en un "bienestar general" y desatenta a la realidad social del momento
Reproducimos a continuación la nota que antecede al prólogo de dicho libro, así como las palabras de apertura que firma su paisano y también poeta José Miguel Ullán:

Cinco Fábulas domésticas fue, entre diciembre de 1967 y enero de 1968, el título que Aníbal Núñez dio a la serie de poemas `”Bella en el secador”; “Desertor del arado los domingos”; “Tu represión de niña emancipada”, más tarde retitulado “Fumando espero al hombre que yo quiero”; “Fábula del tigre que fue rebelde” y “Fábula del perro policía”] preparados para la colección malagueña de poesía Cuadernos de María José

GALEATO

El compromiso retórico ayer en boga ha engendrado una antítesis complementaria –la parásita asepsia, el purismo ultraestético, la siniestra algarada manierista. Hopkins allá en sus años mozos, ya advertía: “Toda época tiene sus falsas alarmas”. De hecho, este pendular permanente margina a una porción de juventud en pugna abierta contra el esquematismo y la pedantería. Lo real es desacralizado. El lenguaje adquiere su fecundo carácter revulsivo. Caiga quien caiga. A fin de cuentas, la creación poética sigue siendo una esfera (esencial) de lo humano. Y el hombre es, todavía, la única posibilidad posible. Tan sólo en esta lucha cabe el canto, la cernudiana fusión de la palabra, el sentido y el ritmo. Reivindicando el don del sacrilegio, la ilusión del estallido, la alarma redentora…
De pronto, en tal rechazo y dirección avanzan nuevos hombres. Con juvenil audacia y madurez hostil. Es un viento sacrílego y purificador, aconfesional, historicista y necesario. (No adjetivizo: se denomina un vendaval en ciernes). Aunque albergue la magia y la ironía. Aunqu4e nazca en un rincón ocioso de Castilla, donde vates oscuros alamean, se masturban con rosa o entonan elegías arcangélicas. Hasta que, ¡y va de veras!, un día asome el lobo.
Esto esbozan y enmarcan las fábulas feroces del bardo salmantino Aníbal Núñez. Un poeta nacido en 1945*, que hoy toca la guitarra en parques públicos, pinta en la victoriana imprenta paternal y hace atletismo por si acaso.
Toda época tiene sus falsas alarmas. Aníbal Núñez, sin embargo, es una alarma verdadera. Pasen y lean…

*Aníbal Núñez y alguno de sus íntimos amigos mantuvieron la ficción de este 1945 (y no 1944) como falsa data apocalíptica– de nacimiento. Véase este mismo juego, autorizado por el autor, en la contraportada de Alzado de la ruina (Hiperión, 1983)


La obra de Aníbal Núñez está recogida en dos volúmenes publicados por la editorial Hiperión, gracias al trabajo de Fernando Rodríguez de la Flor y Esteban Pujals Gesalí. En ella se recogen sus libros de poemas pero también sus traducciones y ensayos. Una antología imprescindible:



En los últimos años se han publicado otra serie de trabajos en torno a la obra de Núñez. Destacamos también esta antología poética de Vivente Vives publicada en el editorial Cátedra:



Aníbal Núñez reconoció que escribió estas fábulas influído por el poeta Ángel González quien publicó en 1962 la obra Grado elemental donde se incluía el poema "Prólogo a las fábulas para animales": 



Durante muchos siglos
la costumbre fue ésta:
aleccionar al hombre con historias
a cargo de animales de voz docta,
de solemne ademán o astutas tretas,
tercos en la maldad y en la codicia
o necios como el ser al que glosaban.
La humanidad les debe
parte de su virtud y su sapiencia
a asnos y leones, ratas, cuervos,
zorros, osos, cigarras y otros bichos
que sirvieron de ejemplo y moraleja,
de estímulo también y de escarmiento
en las ajenas testas animales,
al imaginativo y sutil griego,
al severo romano, al refinado
europeo,
al hombre occidental, sin ir más lejos.
Hoy quiero —y perdonad la petulancia—
compensar tantos bienes recibidos
del gremio irracional
describiendo algún hecho sintomático,
algún matiz de la conducta humana
que acaso pueda ser educativo
para las aves y para los peces,
para los celentéreos y mamíferos,
dirigido lo mismo a las amebas
más simples
como a cualquier especie vertebrada.
Ya nuestra sociedad está madura,
ya el hombre dejó atrás la adolescencia
y en su vejez occidental bien puede
servir de ejemplo al perro
para que el perro sea
más perro,
y el zorro más traidor,
y el león más feroz y sanguinario,
y el asno como dicen que es el asno,
y el buey más inhibido y menos toro.
A toda bestia que pretenda
perfeccionarse como tal
—ya sea
con fines belicistas o pacíficos,
con miras financieras o teológicas,
o por amor al arte simplemente—
no cesaré de darle este consejo:
que observe al homo sapiens, y que aprenda


El propio Aníbal Núñez señaló que "las fábulas nacieron de una necesidad, que en mi menda medraba de totemizar las voces de las sirenas publicitarias, de domar (no sin ser domado al tiempo) una fauna, una flora y una mitología que mis ojos han visto corporeizarse y hacerse omnipresentes". 

Nuñez fue un gran conocedor de los clásicos y supo acercarlos al siglo XX para dialogar con ellos en otro contexto muy diferente. Usó la fábula para burlarse de ella, con una clara intención irónica y también fue un gran desmitificador de mitos.

Dejamos por aquí un par de poemas, a modo de ejemplo, de ese gran libro:


FÁBULA DEL TIGRE QUE FUE REBELDE
(para uso personal)

Un tigre de escayola todo un símbolo
de tu paralizada
trayectoria oportuna
puesta a punto
a punto caramelo tu adolescencia agria
al pasar por el aro como era
de esperar del respetable público
–ya es hora de dejar
de hacer (aplausos) tonterías–

[del temible zarpazo que inquietaba
el bungalow paterno
a este paso de baile con las uñas pulidas]

toda ha sido cuestión de abrir los ojos
y descubrir ¡pues claro! no el incómodo
rastreo en la maleza
y si ¡naturalmente el confortable
redil
–veinte siglos no es paja
de civilización occidental–

todo te va mejor; a cambio
del cepillado lustre que ahora luces
qué menos que guardar
sur lo console
–tu mirada impertérrita–
la suave
cristalería sutil de los a (ca) paradores


FÁBULA DEL ESPECTADOR

Sin coñac y tapabocas futbolístico
andarías desvalido
pero vas bien surtido (que no falte)
de la rumia caliente de noticias
últimas y exclusivas
del héroe que mantienes
–lleno hasta la bandera–
con tu aliento
así reconfortado ante el invierno
laboral de ocho horas
con remesas –no sólo
vive de pan el hombre–
de polémico pasto
de donde surja luz
que desvele el pronóstico
de la jornada próxima
de liga el presupuesto
aproximado del tesoro
que encontrará en la arena
el uno del cartel prendido en la muleta
bajo el aplauso de los graderíos
con tu consenso al cabo
a toda plana al tanto del minuto preciso
del gol de la victoria y otros piensos
de lunes que te engordan
oh cordero pascual para la mesa
de los omnipotentes empresarios.

Propuesta de escritura

Escribe una fábula al uso (como las de Samaniego, Esopo o La Fontaine) en el que uno o varios animales reflexionen sobre alguno de los temas actuales importantes y nos ofrezcan su moraleja. O si quieres ser rebelde, como Aníbal, escribe una no fábula y muestra tu ironía sirviéndote de los mismos recursos estilísticos y de la misma forma que empleó el poeta en su libro.



Estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:




Llamada a desertores

(Este poema está inspirado en las reflexiones que hace el filósofo francés Fabrice Hadjadj en su ensayo “¿Cómo hablar de Dios hoy?, concretamente las contenidas en el capítulo titulado “El dichoso hoy”).

I

¡Maldito el grandullón que te robó
el tebeo de la infancia
y te dejó resquebrajada la inocencia!
Por allí, por allí se coló el agua putrefacta
que volvió desengaños todos tus sueños.
Y creciste resabiado, nihilista,
despechado que busca donde asirse
en el mar de los absurdos.
Te eriges sobre tus propias palabras,
rastrojos de soberbia y vanidad,
y te hundes, embriagado luego,
dando por bueno el acre de tus labios;
cínica pose, qué bien lo sabes.
Juegas con la nada como gato
con ovillo de lana.
Y nada esperas
en la lacerante desesperación
de sentirte igual de intrascendente
que ese gato.

Pero hueles el Misterio…
y rechinan tus dientes.

II

No tienes más biblia que un prospecto,
ni más oración, tecnófilo ultrasónico,
que el manual de instrucciones
del último modelo de ipad.
No atisba tu cordura más allá
del fondo del escaparate de MediaMarkt:
Tus ojos se integran en las pantallas
que te observan, a ti,
obsoleto ya,
en un mundo soñado por los cyborgs.
Desdeñas la palabra de tus padres,
vocales y consonantes carnales,
y abrazas la fibra, la red, la multibanda,
anheloso de fundirte
en la perenne luz de led,
cifrando tu ontología
en salir y volver a entrar,
apagar y reiniciar.

Pero sabes cierta tu desconexión…
y tiemblas.

III

Reniegas de ti mismo, ecologista,
abrasado de rabia
entre las arbóreas llamas
de tu odiosa innaturaleza.
En estado de guerra permanente,
le buscas el alma
a la hamburguesa y al periquito,
y hallas la paz cuando la encuentras,
aun a costa de la tuya.
Armado caballero vegano
enristras la lanza y espoleas tu carne,
no osarás mancillar la de un caballo,
para arrojarte, aullando, ladrando, rugiendo,
cualquier cosa menos hablando,
sobre una humanidad de molinos
al son de neomúsicas celestiales:
“…y ballenas desapareciendo
por falta de escrúpulos comerciales,
yo quisiera ser civilizado
como los animales”.

Pero escarbas la Gaia buscando
energías positivas, y sospechas…

IV

Has hecho a Dios, fundamentalista,
a tu imagen y semejanza,
que tomas a su vez del reflejo
de la dura portada del Libro en el espejo.
Nada frágil, nada incierto,
nada humano,
nada más allá de una totalitaria
trascendencia infinita.
Y tú, hormiga de hierro,
eslabón de tétrico escuadrón,
bien ceñido el explosivo
al ya balbuceante
amasijo de carne,
apresuras la huida,
con ánimo enderezador
de los renglones torcidos
del Supremo Hacedor.

Y cómo te delatan las prisas
en medio de tu traca fin de fiesta.

V

Aunque ruge el mar del mundo,
levantando como nunca antes
gigantescas olas que hielan la sangre,
mi arca no naufraga.
Aunque la tormenta no amaina,
y el aquilón barre la cubierta
exhalando el más infernal de los alientos,
mi arca no naufraga.
Aunque gimen las cuadernas,
tiritando del frío que hace fuera,
y parece que ya se va a ir a pique,
mi arca no naufraga.
Acurrucados todos los payasos,
al fondo de la bodega de mi arca,
se nos escapa la sonrisa esperanzada,
mientras releemos, dichosos,
nuestro nombre
en el billete escrito
con sangre redentora.
Y aún hay sitio y billetes
para quienes quieran viajar
del polvo a la eternidad.

Óscar Martín
Grupo A


La Osa y el madroño

Querido arbolito: Mientras disfruto del dulzor de tus frutos-- dijo la osa golosa-- me puedes comentar todo lo que has observado últimamente desde tu altura.
Te cuento-- dijo el madroño-- últimamente veo grupos de jóvenes que no llego a distinguir unos de otros, todos llevan el mismo corte de pelo: rapado el cogote como cuando les cortaban el pelo a sus abuelos. Se acompañan de algún piercing, algún tatuaje, pantalones rotos estrechos y" de pesca", con zapatillas de deporte" de marca". Todos miran y toquitean el teléfono, apenas hablan; si lo hacen es para comentar algo que viene en el móvil. Las conversaciones son fáciles de recordar: ¡oye tío! y ¡mira mira! A veces incluso añaden un ¡joder, no jodas! Ríen, dan patadas en el suelo, y se golpean en la espalda o en el hombro.
Si algún extranjero lo escuchara-- dijo la Osa-- pensaría que nuestro idioma es fácil y simple, nada que ver con la realidad.
Te comento-- dijo el madroño-- la otra noche, estos mismos jóvenes salieron a la calle a las 12 de la noche, después de haberse anulado el estado de alarma. Se pusieron a saltar, a bailar, y a beber a mí alrededor; quitándose la mascarilla y abrazándose sin ningún pudor; a la par que gritaban ¡libertad, libertad!
Vaya vaya-- dijo la Osa-- cómo pueden gritar libertad estos individuos que ni siquiera deciden cómo vestir, cómo hablar, qué hacer, y en qué pensar.
La verdad-- dijo el madroño--
Sus abuelos a pesar de la represión que tuvieron que sufrir
Eran mucho más libres
Pues en su pensamiento
No se dejaron influir.

José Luis Fonseca
Grupo A


Diálogo doméstico

Papá, ¿y tú en que trabajas,
en coger a los malos?
¿Y qué hacen los malos?, ¿y quiénes son los malos?
¿Y por qué se hacen malos?
¿Y esos malos luego se hacen buenos?
¿Son malos los que duermen en la calle,
los que hacen pintadas,
los que vemos los domingos gritando llevando pancartas?,
¿y los qué…y los qué…
Escucha hijo, yo no trabajo en coger a los malos,
Y esos que dices no todos son malos, a veces son las circunstancias.
¿Y sabes?, hay unas normas, hay unas leyes
y, aunque no nos gusten, debemos cumplirlas,
y ayudar a que se cumplan, con paz y con orden,
en eso trabajo.

Y dime papá, explícame bien lo de las pancartas.
Pues verás, esos están intentando ayudar a otra gente.
Hay barrios que no tienen agua, hay otros que piden que haya pavimento,
otros que no quieren que haya nucleares o no talen árboles…
Pero hay algunos un poco violentos.
¡Ah bueno papá! Así que tú eres bueno, tú no tienes que castigar a la gente, 
eso son los otros, eso son las leyes.

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A


TU TIGRE, ANÍBAL

Fue ver la flor de las acacias
y acordarme de ti, sin concesiones tigre,
como la acacia fuerte y delicado,
hondo y alado en tus asaltos,
desposeído de todo y con poder
de ocultarte en las selvas del misterio.
Yo es otro, nos lo dijo Rimbaud
y harto estabas de ella y de ti mismo,
amante de ciudad prostituida,
hoy además poblada de robots
abducidos por plasmas e internetes,
( tú ya lo presentías), infectados
por virus mil y cieno pegajoso,
tan sólo savia en los árboles sabios.
No nos tengas piedad, tu moraleja
sea oler el desastre,
barruntarnos que no está aquí la vida
y escapar como el tigre,
y dejarnos a los desesperados
el alzado de tus ruinas gloriosas,
en ese espacio que a nadie pertenece
pero tú, gran felino, descubriste.
“ Caza, caza un vilano,
agarra al vuelo un diente de león”,
escrito nos dejaste.

Emilia González
Grupo B


EN AQUEL TIEMPO…

todos nos quedamos en casa
felices, trabajando o sin trabajar
y con miedo a morir, pero algunos
en vista de que no moríamos
nos pareció injusto que se confinara
a tantos con vida, que apenas la comienzan
sin esperar que pudiera terminar
(como los ancianos) los jóvenes, los niños,
sin poder jugar, gritando tan cerca
tan adentro de la casa
y todos estábamos unidos
hasta que no quisimos vernos
ni oírnos, ni nada, y el móvil encendido
la tele, la serie, la película y el vídeo juego
no queríamos morir sino viajar
sino comprar sino comer y beber
y nos volvimos a reunir
para decir cuándo, cómo, nunca más,
la normalidad no existe, la nueva sí
la vieja se fue para siempre
y vimos el ciervo el oso, el zorro,
la lechuza, la foca, el pingüino,
la oveja y el león, todos juntos
y el agua limpia, y hasta el aire
entró en la casa como susurrando
“este espacio es mío”
y nos sentimos sin hogar
sin control (¿vulnerables?)
sin respuestas, sin un plan,
sin forma, enmudecidos
solos con nosotros mismos
con un extraño
y el hombre y la mujer
se volverán más reflexivos, dijeron,
otro nuevo ser humano volvimos a imaginar
pero no somos, y por todo lo que
seguimos siendo, hemos llorado
y hemos reído, hemos claudicado
y el aire se ha vuelto a enrarecer

Muchos han muerto (de algo habrá que morirse)
Muchos se han separado (tanta cercanía escuece)
Muchos se han enamorado (la vida continua)

Al final (¿cuál final?)solo exigimos lo mismo:
libertad, normalidad, seguridad y control.

Carmen Elena Ochoa
Grupo A


play-

...
imprudente
cuanto
a dónde vas con
tú puede

que nada se estropee
encajada al pié del andén

moviendo las piernas que trastabillan
qué buscan
el frío filo del metal
llaves y puños

sobre la barra de metro
sobre la nieve sobre el cemento en
cuajo

la estabilidad desencajada

del que renuncia a una pierna por
la moral del barro
por una mariposa en su boca

adormecida,
y un balonazo en medio del patio

(qué sabrás tú
de quien no acepta su destino
aún
cuando ya su lengua muerde
la tierra
y que por fin
y un grito ahogado se escabulle entre sus)-pause

Leyre León
Grupo B


El conejo y las partidas

Caminaba el conejo por el páramo buscando los brotes para alimentarse cuando vio al lobo y sus ayudantes. Temeroso de aquella cuadrilla, se refugió entre los espesos matorrales y permaneció atento a los que se aproximaban.

- ¿Por qué te escondes de nosotros que venimos a informarte de nuestros propósitos?.
- No sé cuales son vuestros propósitos – respondió el conejo.
- Queremos mejorar la vida de los habitantes del páramo.
- ¿Cómo?.
- Pidiendo tu apoyo para la elección del jefe de los lobos como presidente del páramo.
- ¿Y qué ganamos los conejos?.
- Tendréis pastos abundantes, haremos una mejora de los recursos alimenticios, incrementaremos el caudal del arroyo y lo dotaremos de zonas de baño, sanearemos las infraestructuras disponiendo de zonas para depositar los excrementos, zonas para solearse, plantaremos árboles para disponer de sombra en verano y tendremos un sistema de apoyo para los animales enfermos, crearemos una parcela de plantas medicinales para atender a las necesidades específicas de cada especie.
- Suena muy bien – dijo el conejo.
- Pero eso no es todo. También pondremos cuadrillas de vigilancia lobuna para defender a los más débiles y necesitados de los habitantes del páramo, aumentando la seguridad y garantizando la libertad de todos – declaró ostentosamente el jefe lobo.
- ¡Qué bien! ¡Viva el jefe lobo! – exclamaron los conejos allí reunidos.

Los siguientes días también recorrieron el páramo los distintos jefes y sus cuadrillas. El jefe águila, majestuoso y señorial, prometiendo, además de las consignas habituales, clases de vuelo gratuitas para todos.

- Seréis libres y podréis viajar a donde os plazca. Conocéis la seriedad de nuestras propuestas – dijo el águila alzando la voz.
- ¡Viva el jefe águila! ¡Viva el jefe águila! – se oía en todo el páramo.

El jefe zorro recorrió el páramo en solitario, pero el conejo volvió a esconderse en el matorral más inaccesible.

-No huyas. No tienes nada que temer de mí – dijo el jefe zorro.
- No acabo de fiarme de los zorros. Tenéis fama de preocuparos solo de vosotros mismos y ser un peligro para los conejos – confesó el conejo.
- ¡Eso era en el pasado!. Ahora, los zorros somos una partida renovada, no tenemos nada que ver con la partida de los zorros de épocas anteriores. Los zorros somos más inteligentes y trabajadores que las demás partidas y los únicos capaces de traer prosperidad al páramo. ¡Tenéis que elegirme para presidir el páramo porque las demás partidas os quitarán lo vuestro!. ¡Son unos depredadores de los bienes de todos, son la casta dominante!.
- ¡Qué bien habla el jefe zorro! ¡Viva el jefe zorro! – exclamaron los conejos reunidos en los matorrales cercanos.

Finalmente apareció por el páramo la partida de los hurones. Formando un grupo estructurado, se dispusieron para que el jefe hurón transmitiera su mensaje.

- Los nuevos hurones estamos mejor preparados para traer el bienestar al páramo. Hemos estudiado y además no estamos corrompidos, ya que somos los más nuevos y no nos hemos aprovechado de vosotros con anterioridad.
- ¿Cómo vais a traer el bienestar al páramo? – preguntó el conejo.
- Combatiendo la usurpación de parcelas y el cambio irregular de terrenos, persiguiendo la malversación de los recursos alimenticios, colaborando con todos los grupos animales, erradicando el maltrato a los conejos y todo el racismo contra los animales diferentes – proclamó el jefe hurón con entonación didáctica.
- ¡Qué mensaje más atractivo! ¡Eso es lo que nos hace falta! – el clamor se extendió por el páramo desde los matorrales que constituían el refugio de los conejos.

Finalizado el invierno y entrada la primavera, ya habían pasado unos meses desde la elección del presidente del páramo. El conejo había estado al margen todo este tiempo, retirado en su madriguera mientras pasaba la época más dura del año. El conejo salió al páramo y pudo comprobar que los pastos estaban esquilmados, los matorrales quemados o arrancados, muchos árboles secos o cortados, el arroyo prácticamente seco, las flores casi desaparecidas y la población de conejos diezmada. El conejo no sabía quien había sido elegido presidente del páramo, pero tenía la certeza de que daba igual. Cualquiera de las partidas habría hecho lo mismo y los conejos siempre habrían salido perdiendo.

Manuel Medarde
Grupo A

El orden y el caos

La sesión de ayer fue un tanto caótica. No era para menos con un tema tan complejo como el del orden, el desorden, el caos y la armonía. Jugamos con algunos textos concebidos como una obra inacabada o inconclusa que precisa de la participación del lector para adquirir su sentido último.



Veamos este poema convertido en un "Peoma" en el que se han descolocado todas las letras en cada una de las palabras. El poema está publicado en el libro Consumir preferentemente:

Sal naspe son canpisal sus misellas
y zanro sol balemses de sol osoj.
Le ofri led cuerredo y sus sartrosoj
paempan al talnosgia ed ricellas.

Al cheno ah doatades sal bihellas
ed dosto sol ticosatle neosoj
y nu cotrafi ed tosllan sica rosoj
rrediscu rop le los ed sal jimellas.

Trasá danque sal dasdu y le maor,
trasá sal ripomasas led edseo,
trasá danque le mohu y le odlor

y doto le carnalva ed im crereo.
Sal naspe son canpisal us lacor,
?Gajumos a lietaJu y a moReo¿


O tratemos de desentrañar este otro poema titulado "D, de domingo" en el que juego con una figura retórica llamada tmesis. El libro que recoge este texto es Abecé diario:

Del presi la mujer dente
camina campa hacia el nario
con su perma nueva nente
un día aniver de sario.

Con torpe tacones mente
y cantando abecé el dario
camina dili muy gente
en vecin medio del dario.

Al barren pasar un dero
a la presu mujer mida
le peri silba en un quete,

Y con alga gesto un nero
por alu y dándose dida
se colo retoca el rete.

Hablamos de como alterar el orden en una narración haciendo uso de la anacronía (analepsis y prolepsis) o de alguna de las figuras retóricas de posición como el hiperbaton:

Mujer, tus labios, ya no cuecen, rosas
y al mar, escupen golosinas, fiero
desde la noche en que me fui, de enero,
con mis pequeñas, de poeta, cosas.


Pero nos centramos en la enumeración caótica empleada por muchos escritores como Whitman o Borges como herramienta para sintetizar nuestra concepción y conocimiento del mundo y tratar de poner sentido en el aparente caos.
En su libro de poemas Los conjurados, Borges incluye un poema enumerativo titulado "Alguien sueña" en el que incorpora la explicación de lo que entiende por enumeración caótica. Borges se pregunta "¿Qué habrá soñado el Tiempo hasta ahora...?:

¿Qué habrá soñado el Tiempo hasta ahora, que es, como todos los ahoras, el ápice? Ha soñado la espada, cuyo mejor lugar es el verso. Ha soñado y labrado la sentencia, que puede simular la sabiduría. Ha soñado la fe, ha soñado las atroces Cruzadas. Ha soñado a los griegos que descubrieron el diálogo y la duda. Ha soñado la aniquilación de Cartago por el fuego y la sal. Ha soñado la palabra, ese torpe y rígido símbolo. Ha soñado la dicha que tuvimos o que ahora soñamos haber tenido. Ha soñado la primer mañana de Ur. Ha soñado el misterioso amor de la brújula. Ha soñado la proa del noruego y la proa del portugués. Ha soñado la ética y las metáforas del más extraño de los hombres, el que murió una tarde en una cruz. Ha soñado el sabor de la cicuta en la lengua de Sócrates. Ha soñado esos dos curiosos hermanos, el eco y el espejo. Ha soñado el libro, ese espejo que siempre nos revela otra cara. Ha soñado el espejo en que Francisco López Merino y su imagen se vieron por última vez. Ha soñado el espacio. Ha soñado la música, que puede prescindir del espacio. Ha soñado el arte de la palabra, aún más inexplicable que el de la música. Ha soñado una cuarta y la fauna singular que la habita. Ha soñado el número de la arena. Ha soñado los números transfinitos, a los que no se llega contando. Ha soñado al primero que en el trueno oyó el nombre de Thor. Ha soñado las opuestas caras de Jano, que no se verán nunca. Ha soñado la luna y los dos hombres que caminaron por la luna. Ha soñado el pozo y el péndulo. Ha soñado a Walt Whitman, que decidió ser todos los hombres como la divinidad de Spinoza. Ha soñado el jazmín, que no puede saber que lo sueñan. Ha soñado las generaciones de las hormigas y las generaciones de los reyes. Ha soñado la vasta red que tejen todas las arañas del mundo. Ha soñado el arado y el martillo, el cáncer y la rosa, las campanadas del insomnio y el ajedrez. Ha soñado la enumeración que los tratadistas llaman caótica y que, de hecho, es cósmica, porque todas las cosas están unidas por vínculos secretos. Ha soñado a mi abuela Frances Haslam en la guarnición de Junín, a un trecho de las lanzas del desierto, leyendo su Biblia y su Dickens. Ha soñado que en las batallas los tártaros cantaban. Ha soñado la mano de Hokusai, trazando una línea que será muy pronto una ola. Ha soñado a Yorick, que vive para siempre en unas palabras del ilusorio Hamlet. Ha soñado los arquetipos. Ha soñado que a lo largo de los veranos, o en un cielo anterior a los veranos, hay una sola rosa. Ha soñado las caras de tus muertos, que ahora son empañadas fotografías. Ha soñado la primer mañana de Uxmal. Ha soñado el acto de la sombra. Ha soñado las cien puertas de Tebas. Ha soñado los pasos del laberinto. Ha soñado el nombre secreto de Roma, que era su verdadera muralla. Ha soñado la vida de los espejos. Ha soñado los signos que trazará el escriba sentado. Ha soñado una esfera de marfil que guarda otras esferas. Ha soñado el calidoscopio, grato a los ocios del enfermo y del niño. Ha soñado el desierto. Ha soñado el alba que acecha. Ha soñado el Ganges y el Támesis, que son nombres del agua. Ha soñado mapas que Ulises no habría comprendido. Ha soñado a Alejandro de Macedonia. Ha soñado el muro del Paraíso, que detuvo a Alejandro. Ha soñado el mar y la lágrima. Ha soñado el cristal. Ha soñado que Alguien lo sueña.

Borges enumera una serie de hitos y pone en común realidades muy dispares para tratar de de comprender la idea de tiempo y los pecios que este arrastró hasta su recuerdo y conocimiento del mundo:

En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Fray Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Iverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer en el pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemon Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico, yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa de Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osatura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi oscura sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.
Sentí infinita veneración, infinita lástima.

Leo Spitzer, uno de los principales estudiosos de este recurso afirma que "las enumeraciones caóticas son como catálogos del mundo moderno, deshecho en una polvareda de cosas, que se integran no obstante en una visión grandiosa del Todo-Uno. En la poesía de Whitman se nos ofrece en toda su pureza este rasgo estilístico que acerca violentamente unas a otras las cosas más dispares, lo más exótico y lo más familiar, lo gigantesco y lo minúsculo, la naturaleza y los productos de la civilización humana como un niño que estuviera hojeando el catálogo de una gran tienda"

Veamos otra de sus enumeraciones caóticas, esta vez en su cuento el Aleph:

En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Fray Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer en el pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemon Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico, yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplican sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osatura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi oscura sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.

Propuesta de escritura

Escribe un texto (cuento o poema) y altera su orden haciendo uso de algunos de los recursos comentados en el taller o practica la enumeración caótica a partir de una pregunta determinada como hace Borges

Y estos son algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:


Origen

¿Dónde pueda estar el origen de la vida que entrega la madre al mundo entre lágrimas palpitantes que inundan sus ojos ebrios de trémulas esperanzas que resplandecen como haces de luces de mil colores que se filtran por las vidrieras de catedrales cimentadas sobre mares tempestuosos que acunan desmesuradas olas que gritan todas las blasfemias y todas las injurias que caben en las negras bocas que abarcan firmamentos enteros que basculan entre ejes inmutables que sirven de escenarios de choques de astros y volcánicas explosiones que vomitan líquidas e incandescentes las entrañas de algún ángulo del universo que se descuelga en arcos de humo denso y compacto que se deslee y se dispersa y se pierde en el delicado cristal del arcoíris que amansa el carácter de las temperamentales bestias que corren salvajes por las verdes llanuras y las áridas estepas y por las agrestes quebradas que abrazan y lanzan sus aguas torrenciales que embriagan la atmósfera de mil espejismos de diminuta eternidad por la que transitan latidos, aullidos, gemidos, zumbidos, suspiros y la sinfónica letanía que encierra la historia de los antiguos y de los modernos y de los que no habitan ni están ni son y que tan solo se intuyen en la soledad de la memoria que ata con cuerdas de descarnados recuerdos las sospechas que cortejan a las certezas que viven al abrigo de la muralla de las probabilidades de un mundo que ama a la madre que entre lágrimas palpitantes entrega la vida a su indescifrable origen?

Óscar Martín
Grupo A


Caos en el desván

La mirada descubre parcialmente
fragmentos de fragmentos
unidos por telarañas;
en el silencio de la casa,
es más silente el polvo.
Un mundo hecho de caos, de ausencias tantas,
de vacío en las tazas de la infancia
las viejas orzas, cazuelas, barreños,
cántaros, cajas con fotos de desconocidos,
otras grandes, rellenas de libros olvidados,
maletas, baúles, mochilas deshilachadas,
colchas tapan vacíos y colchones viejos,
ventanas ciegas con cancela,
armarios ataúdes con trajes desinflados,
la mesita de noche de la abuela,
el cabecero art decó carcomido,
un reclinatorio, juguetes, bicis,
sillas desparejadas…
Recuerdos del naufragio sin orden ni concierto.

Emilia González
Grupo B


El pez cachondo

Aquí estoy encogido, callado, inmóvil, tumbado en una cama extraña. ¡Estoy aterrado!
Bajo la atenta mirada de mis compañeros de aventura, y del hechicero de la tribu al que hemos tenido que acudir, para buscar remedio a mi problema.
Noto que algo se mueve en mi interior, que he sido invadido y profanado. Me siento humillado, dolorido, asustado.
Me he tomado un brebaje a base de una planta denominada Xagua, junto con otros ingredientes que solo el hechicero conoce.
Lo que me he tomado es un veneno que debería matar al pez; al candiro azul que tengo en el recto. Puede que lo mate a él, o puede que me mate a mí; o puede que muramos los dos.
Estábamos bañándonos tranquilamente en aquel remanso del río. No hay problema -- nos dijo el guía--, aquí no hay pirañas, -- podéis bañaros tranquilamente. Tírate de cabeza de esa peña -- me dijeron mis compañeros--; algunos se habían tirado y comprobé que la profundidad era suficiente. El elástico del bañador me la jugó. Al tirarme de cabeza el bañador se salió y antes de poder colocármelo, todo sucedió: Noté algo parecido a la exploración del urólogo, pero con mucho más movimiento, y con mucho más dolor; a pesar de todo conseguí ponerme el bañador, pero ya era tarde, muy tarde.
Hace unos días llegamos a Brasil. Era un viaje de placer: Hotel, playas, sol, buen ambiente, bonitos paisajes, y una ¡excursión opcional por el Amazonas!

José Luis Fonseca
Grupo A


¿Caos caótico?

¿Qué es el caos?¿Es caótico el caos?
Es un estado sin estado.
Es un universo amorfo.
Es por definición indefinido.
Es algo que se supone.
Es anterior a todo y posterior a nada.
Es el opuesto a la ordenación.
Es la identidad del cosmos.
Es la etapa inicial de la confusión.
Es parecido al desorden aunque no lo es.
Es inherente al comportamiento pero no a la situación.
Es un concepto que solo existe aparentemente.
Es errático en las leyes que lo gobiernan.
Es inasible e impredecible.
Es la única razón de ser de algunos filósofos.
Es la antítesis de todos los sistemas.
Es la consecuencia de la existencia de pensamientos dinámicos.
Es una situación que podría estar condicionada por las teorías deterministas.
Es un equilibrio inestable de gran sensibilidad.
Es indiferente a las condiciones externas o internas.
Es el resultado de la carencia de situaciones iniciales.

Nota aclaratoria.

¿Este escrito es un caos o es un engaño?. Aparentemente es una enumeración caótica. Realmente es un ejercicio planificado, en el que para responder a las preguntas iniciales se han tomado las definiciones de caos dadas por el Diccionario de Lengua Española de la RAE: 1.“Estado amorfo e indefinido que se supone anterior a la ordenación del cosmos”, 2. “Confusión, desorden”, 3. m. “Comportamiento aparentemente errático e impredecible de algunos sistemas dinámicos deterministas con gran sensibilidad a las condiciones iniciales”. Colocando cada una de las palabras de estas definiciones en orden secuencial, se han ido desgranando las frases sugeridas por el concepto “caos” basándose en la palabra correspondiente. El resultado ha sido esta falsa enumeración caótica y un ejercicio completamente alejado de un verdadero caos.

Manuel Medarde
Grupo A


Jugando con palabras y números

Hoy he estado en la peluquería, por primera vez me lo he tomado como un espectáculo, disponía de tiempo para observar,- éramos cinco las que íbamos con la misma pretensión -, para imaginar, ¿qué estaría pasando por las mentes de esas mujeres?, también estarían pensando, ahora que para evitar que los aerosoles pululen, ya no hay cotilleos de peluquería, ni hay revistas con las que nos enterábamos de las vidas de las guapas, sus divorcios, sus casas, sus líos, para pensar. El tiempo en que las canas tardan en perder ese blanquecino plateado, níveo, que tan bien quedan en un poema, ahí están, como el dolor de rodilla, o las arrugas y la memoria de tantos recuerdos, presentes, por si en algún momento me quedo anclada en mi niñez y se me olvida el actual. Y allí, frente a un gran espejo, ocupa toda la pared, se me cambió el chip, me vino que había que escribir, “Caos, armonía, orden y desorden”, no sabía cómo usar analepsis y prolepsis, pero ¡eureka! Iba a contar lo que estaba viviendo, lo iba a usa a modo de relato jugando con letras y números, no lo puedo evitar, los números siempre me han tirado.
Y aquí en esta soleada tarde, ¿qué saldrá?, ¿valdrá como tarea?, voy a preparar un batiburrillo, desorden, caos, y en ello me voy a refugiar.

H4y h2 2st1d4 2n l1 p2l5q52r31, p4r pr3m2r1 v2z m2 l4 h2 t4m1d4 c4m4 5n 2sp2ct1c5l4, d3sp4n31 d2 t32mp4 p1r1 4bs2rv1r,- 2r1m4s c3nc4 l1s q52 3b1m4s c4n l1 m3sm1 pr2t2ns34n-, p1r1 3m1g3n1r, ¿q52 2st1r31 p1s1nd4 p4r l1s m2nt2s d2 2s1s m5j2r2s?, t1mb32n 2st1r31n p2ns1nd4, 1h4r1 q52 p1r1 2v3t1r q52 l4s 12r4s4l2s p5l5l2n, y1 n4 h1y c4t3ll24s d2 p2l5q52r31…

L4 h2 3nt2nt1d4.

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A


COSA, CASO, OSCA
SOCA, SACO
ASCO
CAOS
S E N C I O S A N E S

El gusano se asoma por la cavidad ocular. Asco.
Los terrones golpean la madera de roble. Certeza.
Las amistades lloran en el zaguán de la iglesia. Tristeza.
La prometida se desmaya. Soledad.
Las palabras del agente rebotan en su mente. Confusión.
Un policía ocupa el umbral de su puerta. Sorpresa.
El timbre rompe el silencio del hogar. Alegría.
Un charco refleja intermitente la roja luz de la sirena. Casualidad.
Un guardia civil vomita junto a la cuneta. Nauseabundo.
Una res espasmódica ocupa parte del habitáculo. Caos.
Su cuerpo se paraliza. Conmoción.
Una vaca pasta en el asfalto. Enigma.
Palpa la alianza en su bolsillo. Esperanza.
Sueña con rozar su piel. Anhelo.
Necesita sentirla entre sus brazos. Deseo.
Esta tarde pasearán juntos. Ilusión.
¡Ojalá ya estuviera allí! Ansiedad.
Lo tiene todo ensayado. Previsión.
Se abrocha el cinturón de seguridad. Precaución.
Hoy mismo se lo pide. Excitación.

Tomás García Merino
Grupo B


Texto 1:

Atrapa una con la punta de los dedos
El aire se desliza entre sus yemas
Apenas el roce de un insecto sobre los hombros desnudos
Una ráfaga de viento
Pide un deseo
Un rastro de brisa caliente
Expulsa el aliento con fuerza
Aguanta la respiración
Infla el vientre
Toma aire
Acerca la planta a sus labios
La savia le moja las manos
Siente el tallo crujir entre sus uñas
Estira el brazo hacia la flor
Una mota blanca se balancea
En medio del descampado, poblado de rastrojos,
Alguien camina con la vista en el suelo.

Texto 2:

Encontrarás una galería subterránea de hierro y polvo, con ventanas como fábricas y cañerías que borbotean. Girarás sobre ti mismo en el último tramo de escalera: verás el baúl rojo que se llevaron al entrar en el país, y una de las fuentes de las plazas de Roma que hará brotar para ti sus chorros de hormigas sobre el mármol rosado. Verás las vigas cuajadas sobre su espalda tambaleante, la guitarra que dejé en alguna parte, la mesita de noche que es caja de música, y la lámpara de palmeras azules que ondean cuando se corta la corriente. Verás un patio enladrillado y quién lo atajará, y a las palomas posadas sobre el tragaluz, farfullando su arrullo de campo salmantino. Y verás también más puertas, pero no debes entrar en ninguna, o te toparás de bruces con quiromantes de sierras impronunciables y máscaras de carnaval que bailan junglas con el agua. Lo mejor es sentarse a observar y dejar que la algarabía de las trompetas de jazz y velorios de estatuas de cera se acerquen para interrumpir la calma de la pintura.

Solo entonces, acércate. Con sombreros de plumas y escamas brillantísimas, llama a la puerta con el tirador de cuerda y espera las manos nerviosas que la entreabrirán. Harás todo eso y serás puntual: llegarás a las seis menos diez, el café estará caliente, y las risas, rotas sobre las huellas del felpudo.

Leyre León
Grupo B


¿Qué habrá soñado el tiempo hasta ahora?

Habrá soñado con el sabor dulce y la textura sólida de la amistad duradera.
Habrá soñado con el color de los atardeceres.
Habrá soñado con la alegría de los reencuentros.
Habrá soñado con la incertidumbre del futuro.
Habrá soñado con el dolor de las pérdidas.
Habrá soñado con la suavidad de las caricias imposibles.
Habrá soñado con el sonido de las palabras que no dijimos.
Habrá soñado con el agradecimiento que no conoce el tiempo.
Habrá soñado con el amor incondicional.

Teresa Sanz
Grupo B


DEL TIRÓN

Las tardes lluviosas serán enterradas en el mar donde van a parar los días sin treguas, las casas sin tejados con chimeneas en las puertas, los enchufes quemados de noches de vigilia, los autobuses urbanos llenos de telarañas y ansiedad, las cajas sorpresa de las que salen payasos con la pintura corrida y el alma dormida, estatuas rotas de ídolos de civilizaciones perdidas, girasoles secos varados en el fango, las teclas perdidas de maquinas de escribir antiguas de la A a la Z sin puntos ni comas, lechuzas disecadas con ojos vigilantes, las coladas de ropa olvidadas al sol, albaranes borrosos de viejas ferreterías que ahora son Coffee Shops, los tirantes dados de sí de todos lo mimos del mundo, los bombines ajados de dandys pasados de moda, las balas perdidas de tiroteos inútiles…

Beatriz Gorjón
Grupo A


El orden y el caos

Cuando llega la oscuridad,
todo se nubla,
es caos.

Y todo parece hacerse pequeño.
Parece que el mundo no quiere
acogerlo en su lecho.

El desastre llega y lo llena
de tristeza y de melancolía.

De caos, de restos de vida ya vividos.
De recuerdos guardados en el baúl.
Restos de tristeza que no pudo curarse
con el tiempo.
Quedó la herida que no sano ayer,
que no sano y no curó.

Y ahora esa herida escribe los restos de mi vida.

Iria Costa
Grupo B


Leer el poema. Lecciones de poesía para niños (y adultos) inquietos

La sesión del lunes pasado la dedicamos a entender en qué consiste la poesía, cuáles son sus efectos secundarios y sus límites y las muchas caras que adopta.
¿Qué ocurre cuando un niño abandona por unos minutos la realidad para adentrarse en la ficción?
Esta historia escrita e ilustrada por Renato Moricone que narra la mexicana Lidia Zaragoza nos ayudará a entenderlo mejor:

 

Luis García Montero analiza en su libro Lecciones de poesía para niños inquietos el poema de Federico García Lorca titulado "Tiovivo":

Los días de fiesta
van sobre ruedas.
El tiovivo los trae,
y los lleva.

Corpus azul.
Blanca Nochebuena.

Los días, abandonan
su piel, como las culebras,
con la sola excepción
de los días de fiesta.

Estos son los mismos
de nuestras madres viejas.
Sus tardes son largas colas
de moaré y lentejuelas.

Corpus azul.
Blanca Nochebuena.

El tiovivo gira
colgado de una estrella.
Tulipán de las cinco
partes de la tierra.

Sobre caballitos
disfrazados de panteras
los niños se comen la luna
como si fuera una cereza.

¡Rabia, rabia, Marco Polo!
Sobre una fantástica rueda,
los niños ven lontananzas
desconocidas de la tierra.

Corpus azul.
Blanca Nochebuena.



Este poema nos habla del tiempo. Los días se parecen unos a otros, salvo los días festivos que son especiales. El tiempo deja de ser lineal en esos días especiales y el niño los advierte como algo circular.
Como ese niño que en cada vuelta de tiovivo se encuentra con su padre, al que saluda con emoción.
Lo cuenta muy bien Susana Benet en este haiku:

A cada vuelta
del tiovivo, mi padre
diciendo adiós.

Nos gustó encontrarnos con algunos textos más relacionados con el tiovivo dejamos por aquí un magnífico relato de Ana María Matute publicado en su libro "Los niños tontos". Se titula "El tiovivo":

El niño que no tenía perras gordas merodeaba por la feria con las manos en los bolsillos, buscando por el suelo. El niño que no tenía perras gordas no quería mirar al tiro en blanco, ni a la noria, ni, sobre todo, al tiovivo de los caballos amarillos, encarnados y verdes, ensartados en barras de oro. El niño que no tenía perras gordas, cuando miraba con el rabillo del ojo, decía: “Eso es una tontería que no lleva a ninguna parte. Solo da vueltas y vueltas y no lleva a ninguna parte”. Un día de lluvia, el niño encontró en el suelo una chapa redonda de hojalata; la mejor chapa de la mejor botella de cerveza que viera nunca. La chapa brillaba tanto que el niño la cogió y se fue corriendo al tiovivo, para comprar todas las vueltas. Y aunque llovía y el tiovivo estaba tapado con la lona, en silencio y quieto, subió en un caballo de oro que tenía grandes alas. Y el tiovivo empezó a dar vueltas, vueltas, y la música se puso a dar gritos entre la gente, como él no vio nunca. Pero aquel tiovivo era tan grande, tan grande, que nunca terminaba su vuelta, y los rostros de la feria, y los tolditos, y la lluvia, se alejaron de él. “Qué hermoso es no ir a ninguna parte”, pensó el niño, que nunca estuvo tan alegre. Cuando el sol secó la tierra mojada, y el hombre levantó la lona, todo el mundo huyó, gritando. Y ningún niño quiso volver a montar en aquel tiovivo.




Propuesta de escritura

Propusimos como tarea elegir un poema que nos marcara tan profundamente que aún continúa ahí su cicatriz. ¿Y qué hacemos con él? Escribimos un nuevo texto que dialogue con dicho poema, que lo explique, que lo amplifique, que lo parodie.


Y estos algunos de los trabajos recibidos hasta ahora:


Oda a la amapola

Novia del campo, amapola
que estás abierta en el trigo,
nunca debes estar sola,
siempre estarás conmigo.

Mucho te he contemplado
me gustaste desde niño,
y también te he pintado
desde luego con cariño.

De cuatro pétalos rojos
que cubren un cráter verde,
gran belleza a mis ojos,
de lo mejor que recuerde.

También entre la avena
puedes florecer a veces,
verte merece la pena,
si con el viento te meces.

Pétalos de sangre roja,
cielo y sol en el tallo,
mucho viento te desoja,
planeas mejor que un gallo.

Verte a la puesta del sol
con un aspecto tricolor,
cual salido del crisol
de la mano del creador.

La sangre y la clorofila
son sinónimos de vida,
en animales instila
en vegetales metida

Novia del campo, amapola
que estás abierta en el trigo,
nunca debes estar sola,
siempre estaré contigo.

José Luis Fonseca
Grupo A


Ambición de ser Ramón Sijé

Qué importa morir temprano si un alma te llora sin consuelo. Ni alimentar lluvias y amapolas sabiendo que tu súbita ausencia -para él un manotazo duro- despierta tanto dolor que le viene a doler hasta el aliento. No temería el hachazo invisible y homicida que me derribara si por ello un alma sedienta de catástrofes levanta en sus manos una tormenta de piedras, rayos y hachas estridentes. Qué más da morir si están dispuestos a escarbar la tierra con los dientes hasta encontrarte y desamordazarte y regresarte. Y llevarte de nuevo a su huerto y a su higuera y que tu sangre, corriendo de nuevo, borre las sombras tristes de sus cejas y llene de almendras espumosas su avariciosa voz de enamorado. Quién no moriría gustoso si tu compañero del alma te requiere para hablar bajo las aladas rosas de un almendro de nata.

Pepe Lorenzo
Grupo B


Verano dorado
(Con ecos del poema “ Primavera amarilla”, de J. Ramón Jiménez)

En el extenso mar de mieses
se va agotando Agosto,
el campo inmensamente horizontal,
alfombra de rastrojos incendiados.
Las espigas de ocres amarillentos,
eran cirios de oro que rezaban
unánimes a un dios desconocido;
fueron sacrificadas limpiamente.
En las pacas las pajas,
túmulos de rojizos amarillos,
brillando al sol poniente
que arde en el horizonte:
oros, rosas, naranjas,
veladuras de artista que agoniza.
Se doran el espacio y el silencio,
y el cielo con su azul queda vencido.
Tanta luz declinante de Castilla,
algo quiere decir en su hermosura.

Emilia González
Grupo B


20 de abril
(Versión de la canción de Celtas Cortos)

Hola Ayuso, ¿cómo estás?
¿Te sorprende que te escriba?
Tanto tiempo, no es normal

Pues es que estaba aquí solo
y me había puesto a recordar
cuando paseabas al perrito,
y te tenía que hablar

¿Recuerdas aquellas noche en la cabaña?
Las risas que nos hacíamos todos juntos
y hoy no queda casi nadie de los de antes
Y los que hay no han cambiado

No han cambiado, sí, no han cambiado

Pero bueno, ¿tú ahora qué tal?, di, bien verdad
Lo mismo hasta tienes críos
¿Qué tal te fue con el tío ese?
Espero fuera divertido

Yo, la verdad, como siempre, ¡Jodido!
Sigo currando de albañil

la música los fines de semana no me cansa
Pero me encuentro vacío, sin tí

¿Recuerdas aquella noche en la cabaña?
Las risas que nos hacíamos antes todos juntos
Hoy no queda casi nadie de los de antes
Y los que hay, no han cambiado

No han cambiado, uh, uh, uh

Bueno, pues ya me despido
Si te mola, me contestas
Espero que mis palabras
ordenen tu conciencia

Pues nada chica, lo dicho
Hasta pronto, si nos vemos
Yo sigo con mi curro y mis canciones
Y tú sigue con tus sueños

¿Recuerdas aquella noche en la cabaña?
Las risas que nos hacíamos antes todos juntos
Hoy no queda casi nadie de los de antes
Y los que hay no han cambiado

No han cambiado, sí, no han cambiado.

Luis Iglesias
Grupo B


Nana del recuerdo
(Inspirada en la canción de Emilio José titulada "Nana del recuerdo")

TINÍN pasaba cada mañana por donde Canito para ir juntos a escuela. Su mamá le había advertido que no fuera solo. No llamaba a la puerta; entraba y desde la cocina, con su voz de jilguero, gritaba: ¡Cani! ¡Cani!. En más de una ocasión, Lucera, la vaca que Canito estaba ordeñando, se asustaba, lanzaba una patada al aire y leche y herrada rodaban por el suelo. Canito escupía una palabrota y se sentaba de nuevo en el tajo de tres patas para continuar su tarea, lamentando la escasa sensibilidad musical de aquel animal.
A nosotros, El Maestro de la Barbas Blancas nos había explicado que la música son sonidos que cosquillean suaves en el oído y acunan el alma, como las mamás acunan a los niños chicos. Para que lo apreciáramos mejor, alardeó de su voz con un cantar de sus años mozos. Narci se estiraba las orejas. El Mataliebres imitaba el rebuzno del Rucio al encerrarlo en el casillo*. El Riñones se ocultaba un lado de la cara y gruñía igualito que los cerdos. Yo apenas podía contener la risa con los momos de Narci o del Riñones y, aunque me escondí debajo del pupitre, recibí una buena ración de reglazos.
Canito y Tinín recorrían juntos el camino de la escuela, con las carteras de loneta bailándoles en la espalda, hasta que éste, al ver a sus amigos a lo lejos, arrancaba a correr sin esperar a Canito, quien se adentraba en el pajar de Tomasorro y aprovechaba para ver si la mícala* haría nido nuevo o pondría* en el viejo de la pega*.
Lo quería como a un hermano pequeño. Yo también lo quería. Toda la cuadrilla lo queríamos. Le dábamos bogallos*, santos de las cajas de mixtos* y chapas de las botellas. El Riñones le regaló el cascabel de la oveja Lagarta cuando se la mató el perranco del tío Vicente Calzones.
A veces lo dejábamos venir con nosotros, aunque Gonza y Narci sólo hacían que protestar por si teníamos que estar pendiente de él para no perderlo. ¡Mentira!. Cuando apostábamos a las carreras, les sacaba un trozo grande a los dos, sobre todo a Narci, que parecía una tortuga dando saltos.
Lo llamábamos Flecha. Estaba hecho de mimbre y acero.
En las paredes con agujeros pequeños, gateaba con la agilidad de la jineta y nos informaba de cuales tenían nido. Primero apoyaba la oreja contra la pared y, si oía a la pájara, colocaba el índice sobre los labios y nos mandaba callar para que no huyera y lo abandonara. Si la pájara aún no había llegado, introducía su pequeña mano y con solo tocar los huevos distinguía los claros de los güeros (hueros). Con los polluelos jamás se equivocaba en el tiempo que tenían o en el que les faltaba para emprender el vuelo.
En los recreos, el Riñones y Narci lo azuzaban para que les levantara las faldas a las niñas que no los querían de novios. Las asaltaba por sorpresa y, aunque se giraban rápidamente, ya se había escabullido. Se miraban unas a otras y comenzaban un ritual de aspavientos obligados. Al vernos reír, nos amenazaban con sus hermanos mayores o sus padres, pero no nos asustaban.
Tinín era el vigilante de la calle en la época del cacharrazo*, los días de matanzas. Nos lo pasábamos a lo grande. Con quien más nos reíamos era con el señor Filiberto. Salía a la calle, fuera de sí, con el cuchillo de descarnar en la mano izquierda, un saco de rafia por delantal, y se ponía a vocear como loco que nos había visto, que nos iba a desollar, que como nos pillara... ¡ Qué va!. Mucho antes de que saliera, ya estábamos escondidos en el pajar del Sr. Taquio, con la tranca grande de madera echada por dentro. Casi ni respirábamos para que no nos descubriera.
En el tiempo de las cerezas,Tinín nos avisaba cuándo marchaba el señor Silverio de la huerta. Entonces, Canito, Gonza y yo, de un vuelo, nos posábamos en el árbol de las cerezas moradas. Él vigilaba desde el torreón caído del señor Juan. Al cabo de un rato regresábamos y le llenábamos las manos y los bolsillos con las más gordas y maduras.
Una tarde volvíamos de jugar al escondite, de Los Encinares. En el pueblo sólo se oía el piar de los pájaros y la angustia del silencio. A la plaza llegaron corriendo su prima Emi y su tía Vito. Lo abrazaron, le dieron un beso y se lo llevaron. Al poco sonó la campana de la tristeza. Se nos encogió el corazón y, sin despedirnos, marchamos cada uno para nuestra casa.
Ninguno de la cuadrilla fuimos a escuela la tarde siguiente. Nuestras mamás nos llevaron agarrados de la mano al cementerio. Tinín no fue. La suya iba vestida de negro y sus tías Vito y Julia la sujetaban cada una por un brazo. No lloraba. Miraba hacia ninguna parte, sin enterarse siquiera de quienes se acercaban para besarla. Mucha gente tenía húmedos los ojos. A mí se me puso una cosa en la garganta que no me dejaba respirar. Al salir del cementerio marché con Canito y su mamá. La de Tinín se nos acercó, nos abrazó y comenzó a llorar.
Desde que faltó su papá, lo admitimos de lleno en la cuadrilla. En ocasiones, lo cubría una nube de melancolía. Al darnos cuenta, nos mirábamos y le regalábamos alguno de los trofeos que habíamos ganado en el recreo, o de los que aún no habíamos perdido. En las ocasiones en que la angustia lo acongojaba, le proponíamos ir a montar el burro del señor Zacarías. Entonces, retornaba su inmensa y cautivadora sonrisa.
El burro del señor Zacarías era viejo. Cada mañana lo encerraba en el prado del Frontón. Corría poco, aunque le pincháramos en los hoyuelos junto al rabo con la punta de una ahijada*. Conocía todas las maturrangas* para salvarse de las judiadas de los niños. Si pretendíamos agarrarlo, nos miraba con fijeza, levantaba el belfo y enseñaba unos dientes grandes y negros que imponían. Rompetechos le preguntó al señor Zacarías si podíamos cepillárselos con el cepillo y la lejía de fregar el suelo. Le contestó que, como se enterara, nos ataba con la cincha de la albarda y nos mullía a zurriagazos. No nos amedrentaba; con la pata de madera no alcanzaba ni a Narci.
Lo llamábamos Rayo. Cuando Rayo enseñaba los dientes, había que andar con mucho cuidado, pues de un mordisco podía arrancarnos una oreja. Bien clarito nos lo dejó el señor Pedro, el de la taberna. ¡Y es verdad!. Al Malacara le hizo un roto grande en la chaqueta de pana que, con la mugre de los años, era más dura que la oreja de un niño. Cómo sería, que al soltarla en el suelo se mantenía en pie, firme como un militar. Por detrás imposible sorprenderlo; lanzaba las patas con la agilidad de un burro nuevo*. También el señor Pedro nos contó cómo dejó sin nariz a dos niños forasteros por la coz a dos patas que les propinó.
Las pocas veces que conseguíamos atraparlo y montarlo resultaba emocionante. Permanecía impasible a los pinchazos que le propinábamos pero, de pronto, sin aviso, iniciaba una carrera de saltos y contorsiones que daba con nuestros huesos en el suelo. Luego, con las orejas bailándoles de alegría, se giraba y nos dedicaba una mueca burlona de desprecio. Cuando ya nos había avergonzado, se daba la vuelta, lanzaba al aire las patas, emprendía una carrera trotona, con el rabero* balanceándolo para uno y otro lado, y ya no había quien pudiera echarle mano.
El señor Zacarías, indignado, se presentaba continuamente en la escuela, a la hora del recreo, para contarle al maestro lo resabiado que se lo teníamos. A la entrada a clase, sin necesidad de órdenes ni mandatos, la cuadrilla, nos alineábamos a la puerta con las palmas de las manos hacia arriba, apretábamos los ojos y recibíamos dos sonoros reglazos que nos regalaba el Maestro de las Barbas Blancas.
En el solano* de la calle Las Peñas agrandábamos divertidos las caídas, menos con la que se le rompió el brazo y la clavícula a Gonza. Lo acompañamos a su casa y juramos que había ocurrido jugando a la pelota. Tinín afirmaba a todo con la cabeza. A mí eso de jurar no me gustó, porque D. Cura nos había explicado muy seriamente, en la doctrina* de los jueves, que se trataba de un pecado de los gordos, aunque si no lo hubiera hecho, su mamá no nos hubiera creído y… ¡pobre Gonza!. Se enteró de la verdad cuando ya se había curado, y le faltó valor para pegarle con la zapatilla. Algunas mamás enseguida se la quitaban y, por cualquier motivo, te ponían el culo colorado; otras sólo con las travesuras grandes. La mía no lo hizo nunca. No lo necesitaba. Me decía: ¡Déjate que venga tu padre!, con solemnidad y restallando la palabra padre. Mi padre o no se enteraba o no se daba por enterado, pero a mí, durante una semana, el alma no se me arrimaba al cuerpo y me portaba muy, muy bien.
Tinín dejó de ir a escuela. Su mamá le explicó al Maestro de las Barbas Blancas que tenía fiebre, pero que se curaría pronto, pues D. Antonio le había puesto dos inyecciones.
¡Pero Tinín no se curaba!.
Muchas tardes íbamos a jugar con él y le regalábamos santos*, canicas, bogallos, o huevos de pardal. Canito le cogió dos palomos que anidaban en el corral viejo de su abuelo y el Riñones un aguilucho en plumón. Su mamá nos agasajaba con galletas o perrunillas.
Tinín no mejoraba; ya no quería jugar con nadie. La mirada de su mamá se había vuelto triste y, algunas veces, a Canito y a mí nos daba la espalda, se tapaba la cara y se marchaba a su habitación de antes. A la cuadrilla también se nos iban quitando las ganas de jugar, porque sin Tinín ya no era lo mismo.
Un atardecer de primavera sonó la campana chica de la iglesia. Al entrar en casa mi mamá me apretó con ternura contra el halda y me dijo que Tinín se había ido al cielo. Me enfadé. Me enfadé mucho, porque éramos sus amigos y ni siquiera se había despedido. Podríamos haberle inventado juegos más peligrosos, divertidos y emocionantes. Lo disculpó y trató de explicarme que vino un mal viento y se lo llevó. Con mi navaja cabritera intenté salir a la calle para encontrar y matar al viento, pero mi mamá me la quitó.
Al día siguiente, toda la gente del pueblo del Teso Alto fue desde la iglesia al cementerio detrás de la caja de Tinín y su mamá. Sólo se oían las pisadas, el sonarse los mocos de los señores y los suspiros de las señoras.
Al meter la caja en el hoyo, tuvieron que sujetar a la mamá de Tinín porque se desmayaba. Todos los de la cuadrilla estábamos juntos y llorábamos; hasta Primi que era el más valiente. Antes de que le echaran tierra encima, cada uno colocamos sobre la caja una rosa roja que nos había cortado de su jardín la señora Esther. Mucha gente inclinaba su cabeza y se frotaba los ojos. Al terminar, algunos señores, al pasar a nuestro lado, nos ponían la mano en la cabeza y nos revolvían el pelo.
La mamá de Tinín marchó al Pueblo Grande. Si se encontraba con alguien del Pueblo del Teso Alto, jamás olvidaba enviarnos un beso sincero e infinito para todos y cada uno de aquella cuadrilla que cada año, el veintisiete de mayo, siguió adornando con siete rosas rojas la tumba de aquel pequeño amigo, que arrebató con su muerte un trozo de nuestras vidas.

Aclaraciones de términos locales

Casillo.- cuadra pequeña
Pega.- urraca
Bogallos.- bolitas de los robles, cuyo nombre oficial es agallas o bugallos
Casillo.- Cuadra pequeña donde, generalmente, se encerraban animales.
Pondría (huevos)
Santos de cajas de mixtos.- Caratulas de las cajas de cerillas
Cacharrazo.- Romper un cacharro de barro contra la puerta de quien hubiera hecho la matanza
Ahijada.- Vara larga con una punta en el extremo
Maturrangas.- triquiñuelas
Nuevo.- joven
Rabero.- cuerda de la cabezada usado para sujetar una caballería.
Doctrina.- catequesis.
Solano.- Lugar resguardado del viento, donde se reunían principalmente las mujeres en invierno para realizar tareas como hablar, zurcir ropa o hacer punto, en general después de comer.

(Zona de Vitigudino, aunque no exclusivamente)

Evaristo Hernández Sánchez
Grupo B


Versos y Pimientos

Con su piquito de oro, Nerudita me llevó al huerto.
Me desnudó el alma para vestirla de poesía entre versos y pimientos.

Carmen Pedrero Robles
Grupo A


Recuerdos encontrados

Invadida por la nostalgia; cerró sus ojos húmedos de emoción, a la vez que su corazón latía, con tanta intensidad, como cuando antaño recitaba aquella poesía frente a sus abuelos,

“Asia a un lado, al otro Europa
Y allá a su frente Estambul…”

Allí estaba, en un pequeño barco, encontrando sus recuerdos olvidados.
Respiro hondo y saboreo el dulzor de la añoranza.

Josefina Félix
Grupo A


Si pierdo el juicio
no es por tu causa.

Antes,
en la rama amarga del olivo,
en los profundos entornos
de ciertos abismos vegetales
que crecen raudos en tu pecho,
antes,
estuvo mi pérdida.

Ahora,
en el alivio de la derrota,
siento cómo todo se tiñe
con el verdor de tu deseo,
y ante tus pies se abre
la senda única
entre los bosques que sembramos.

Beverly Pérez Rego (Libro de Cetrería)


Deseo

zafra divina
que reduce mi cuerpo
a la espesura

Oscuro dédalo
pulpo ventosa
lengua humedad
ardid que se enciende
en su vuelo

Y me roza sin tocarte

Ícaro de enormes alas
que no se detendrá
hasta ahogar
su pirómano impulso
en el reposado mar

Y resurgirá
con la misma sed del insaciable

Carmen Elena Ochoa
Grupo A


La poesía en mi vida

Un poeta sustituye las balas de su canana por poemas, dispara su poesía para hacernos vibrar con ella, emocionarnos con ella, refugiarnos en ella, haciendo a veces que una lágrima de esas que refrescan el alma se escape, o una sonrisa, o aprender a pensar.

Yo aprendí a leer con poesías, mi libro era “Senda Lírica”, subtítulo “Flor de poesías para la escuela”. Cuando aún no sabía el significado de palabras sentía su música, su ritmo, su belleza, “Un Kiosco de malaquita, y un gran manto de tisú”. No sabía que era malaquita, ni tisú, pero me iba con la princesa a buscar la estrella y “Los motivos del lobo”, “Corazón de lis, alma de querube”, ni lis, ni querube, pero me gustaban, ¡y qué pena me daba el lobo, que cuando quiso ser bueno, lo apedreaban!, descubrí a Rubén Darío. No hace mucho he leído con ese mismo título “Los motivos del lobo” un poema de Joan Margarit, se ve que conocía bien el de Rubén Darío, me sonrío al pensar en aquella niña, yo, que comenzó pronto a sentir la poesía. Y en aquel libro estaba “El gaitero de Gijón”, ese poema me marcó, “Y, ¿vendrá?, ¿pues qué ha de hacer?”, quizá descubrí por primera vez el dolor, y me aprendí el nombre del autor, Campoamor, me gustaba, y allí estaba “ UnderWood Girls”, ese nombre no me atraía, sabía que se refería a una máquina de escribir por el dibujo, pero pasaba. Ha sido el profe, quien me lo ha traído, ahora sí lo he leído y, lo he disfrutado. Pedro Salinas, pusiste un título muy difícil para una niña. “Piececitos descalzos” de Gabriela Mistral, también está en mi libro y “El lagarto está llorando”, así conocí a García Lorca, y están Juan Ramón Jiménez, Alberti, Carlos Mª de Vallejo, con “Al pasar la barca” y “Cu, cu, cantaba la rana” y villancicos de Góngora, de Lope de Vega, y… y también muchos romances. Este libro para mí es una joya, me ha dado la oportunidad de aprender a ver la vida de otra manera.

En mi enciclopedia de Álvarez había poesías, leí muchas veces “Resignación” de Pemán, y me la prendí, y muchas, muchas veces me he refugiado en ella “Porque pones con amor, sobre espinas de dolor, rosas de conformidad”. Y he sentido las rosas.

Y llegó el momento de comprarme un libro de poesías, en aquel entonces no podía ser otro que “Rimas y leyendas de Bécquer”, me empapé de ellas, a los 15 años era una forma tan bonita de descubrir el amor, “Dos rojas lenguas de fuego…”, “Si al mecer las azules campanillas de tu balcón…” Encontré una que no hablaba de amor, pero me hizo pensar mucho, la rima VII, “Del salón en el ángulo oscuro”, muchas veces he necesitado, necesito, la mano amiga que como a Lázaro diga “¡levántate y anda!

Y quiero recordar “La poesía va a la escuela”, Luis López Prieto, se editó en Ávila en 1960, recién estrenada como maestra, los autores del prólogo e ilustración, fueron profesores míos, junto con el título ya era suficiente como para gastar el dinero que para material escolar, que no era otro que tizas, y polvos para hacer tinta, dotaban a las escuelas, supongo que ni me llegó, pero compré uno para mi escuela, quise iniciar a mis niñas en la poesía, supongo que algo habrá quedado. Ver la portada en Google, es una maravilla, esa ventana abierta, esas caras, ¿me creería que esa musa era yo?, seguro que así me sentía. La nostalgia, el recuerdo, es poesía.

De Sta. Teresa, “Nada te turbe… solo Dios basta. Bien podemos pensarlo en este momento que vivimos,” y S. Juan de la Cruz, “Dejando mi cuidado/ entre las azucenas olvidado”. Intenté aprender a leer y gustar sus poesía, ¿quién no ha pasado una época mística en su vida?

Y luego, ahora, tengo la suerte de encontrar en cada momento lo que necesito, ¡hay un ramillete tan grande de poetas! Mi anuncio por palabras fue buscar poetas, en mis greguerías escribí, “Desayunar con un poema sería la prescripción de un nutricionista que ganaría el Nobel de literatura”.

Y seguiría escribiendo, pero hay que dejarlo, pero no sin tener un recuerdo y agradecimiento para Raul Vacas.

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A


Recuerdo escolar de la "Canción del pirata"

Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
leyéndote allá en la escuela
quedé prendado de ti.
Y de tu nombre, Espronceda,
romántico empedernido,
en todo mar conocido,
del uno al otro confín.

La luna en el mar riela,
en la lona gime el viento,
e imagina Óscar Alberto,
alumno alegre y gandul,
a su profesor pirata,
preguntando a quemarropa,
si Turquía está en Europa,
y si en ella está Estambul:

“Navega, velero mío,
sin temor,
en el cole con en el frío
de vacación con calor;
navega, mi fiel navío,
navega, “Imaginación”.

Veinte presas
hemos hecho
y hemos cogido
un ciempiés;
recuerdo
aquellos recreos
como si fueran
ayer.

Que el pasado es mi tesoro,
que es mi dios el recordar,
mi ley, la prosa y el verso,
y mi patria imaginar.

«Allá muevan feroz guerra,
ciegos reyes,
mi ensoñación los encierra;
y aquí tengo yo por mío
que ganará el más bravío,
pues así mandan mis leyes.

Y no hay “seño”,
sea cualquiera,
que me imponga
su color;
que en esto
me importa un bledo
lo que diga el
profesor.

Que el pasado es mi tesoro,
que es mi dios el recordar,
mi ley, la prosa y el verso,
y mi patria imaginar.

A la voz de «¡lección viene!»
es de ver
como el seso me previene
que ahora es tiempo de escuchar;
que soy rey del disipar,
y mi verbo es distraer.

De lo aprendido
me olvido
con rapidez
sin igual;
sólo quiero
por riqueza
mi imaginario
total.

Que el pasado es mi tesoro,
que es mi dios el recordar,
mi ley, la prosa y el verso,
y mi patria imaginar.

¡Sentenciado estoy a muerte!
¡Suspendido!
¡Otra vez habrá más suerte!
Pero a aquel que me suspenda,
le dedicará este prenda
un verso de malnacido.

Y si sueño,
¿qué es el genio?
Por perdido
ya lo di,
cuando un cuento
inopinado
se me ocurrió
en un desliz.

Que el pasado es mi tesoro,
que es mi dios el recordar,
mi ley, la prosa y el verso,
y mi patria imaginar.

Son mi música mejor
intuiciones,
el susurro creador
que me inspira
lo querido,
la tinta del folio herido
y las rimas por millones.

Y del patio
del colegio,
y de clase
hasta el hogar,
sueña, muchacho,
despierto,
viviendo
en el más allá.

Que el pasado es mi tesoro,
que es mi dios el recordar,
mi ley, la prosa y el verso,
y mi patria imaginar.

Óscar Martín
Grupo A


VACÍOS
(Inspirado por “Este puto milagro divino” de Elvira Sastre )

Yo, que soy una luz que parpadea
en este mundo sombrío.
Que tengo a mis monstruos encerrados,
sin conocerlos, ni ellos a mí.
Que mis confusiones esculpen silencios cobardes.
Yo, que no sé salir de mí
y aúllo palabras mudas.
Que las derrotas las escondo
en trincheras torpes.
Que mis estafas
solo me engañan a mí.

Que los vacíos me anegan el alma.

Beatriz Gorjón
Grupo A


Vida y poemas

¿Qué pasaría si no hubiese aprendido
que mi vida es como una piedra pequeña y ligera
que no sirve para ser ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia,
solo para una honda, como una piedra humilde de la carretera?

¿Qué pasaría si no hubiese sabido
que mientras haya unos ojos que reflejen
en los suyos, los míos, siempre habrá poesía?

¿Qué pasaría si no hubiese dado las gracias a la vida
por haberme dado tanto,
mucho más de lo que la pedía?

¿Qué pasaría si no hubiese comprendido
que vivo solo para pasar
el tiempo a los que vienen detrás?

¿Qué pasaría si no hubiera aprendido
lo corto que es al amor
y lo largo que es el olvido?

¿Qué pasaría si el viento no hubiese mecido mi cuna
mientras unas amorosas manos
tejían hermosos sueño?

Marian Pérez Benito
Grupo A