Presentación del Libro Pláyade

La sesión del grupo B del pasado lunes la dedicamos al libro "Pláyade", editado por la Asamblea de apoyo a personas migrantes.
Dice así el texto de la contraportada del libro: "Quisimos denunciar este nuevo éxodo y acompañar en su viaje a las personas que, dejando sus casas, llegan a este "nuevo mundo" buscando sobrevivir. Salimos a la calle y les pusimos rostro, nombre, voz, sentimientos, recuerdos, esperanzas... la palabra, la imagen, el color, el trazo, la textura nos ayudaron a sentir, conocer, intentar comprender.".

En la sesión nos acompañó Fernando de Castro, Ferchu, integrante del taller de escritura y hombre comprometido con la causa de los refugiados.
Nos habló de su trabajo en varios campos y nos trasladó los testimonios de muchos migrantes a los que ha conocido en estos años.




En esta imagen se reproduce la ruta que han seguido muchas de las personas migrantes para llegar a Europa:




Estos son algunos de los textos del libro, el primero de Patricia Sánchez y el segundo de Purificación Calderón:

Nada. Mujer joven, estudiante, entre 15 y 19 años
 
Me llamo Nada y nado… Me llamo Nada y nado… 
Cuando daba clases de español esos juegos de palabras me hacían gracia. Me llamo Nada y nado… Me llamo Nada y nado… A Fátima le encantaban, siempre encontraba expresiones más complicadas, más divertidas… Nada está anonadada, Nada está anonadada… y lo decía con acento suave, bonito. Siempre fueron más bruscas las palabras en “occidental”… y reía haciendo ese molesto ruido con la nariz y padre aplaudía su audacia y me decía, aprende de tu hermana, sé lista, sé ágil de mente, sé más valiente. 
Para  qué quiero saber español le decía resentida…   
Fátima siempre era la primera, la primera en las clases de español, la primera a la que se le cayó un diente, la primera a la que le dieron un beso… Fátima siempre era la primera. Dicen que el gemelo que nace el último durante el parto es el mayor… pero hasta en eso tuvo que adelantárseme, nació la primera y siempre fue la primera, en todo… siempre 
Me llamo Nada y nado… Siempre fue la primera.   
La primera en sacar un sobresaliente, la que se ponía delante para afrontar los castigos cuando llegábamos tarde a casa sin derramar ni una lágrima, la primera en darse cuenta de que nuestra vida, nuestra relativamente acomodada vida iba a cambiar para siempre… 
Me llamo Nada y nado…
La primera a la que cortaron el pelo cuando los piojos nos invadieron tras la primera huida.
Esa fue la primera y la última vez que vi llorar a Fátima desde que empezara nuestra pesadilla. Cuando le cortaron el pelo.   
Y ya no lloró más… ni cuando perdió un zapato atravesando una asquerosa ciénaga maloliente, ni cuando me dio más de la mitad de ese trozo de pan mohoso que comimos a riesgo de caer enfermas, más enfermas, ni cuando cerró los ojos de madre y la dejamos en aquel camión donde hacinadas, y casi sin oxígeno escapamos sin rumbo hacia lo que sería un infierno mayor. 
Le cortaron el pelo y ya no lloró más… 
Fátima siempre era la primera. 
La primera en decirme que las cosas no volverían a ser como antes, la primera en arrastrarme cuando me negaba a seguir caminando, la primera que me gritó para que echara a correr cuando aquel hombre disparó a padre por estar demasiado cerca de la alambrada.
Me llamo Nada y nado… 
La primera en dejar que ese animal la tocara para ganarse un pasaje doble en esa desvencijada lancha que se había convertido en nuestra única esperanza…, la primera en caer cuando, negándose a ser humillada de nuevo fue empujada al agua… 
La primera en hundirse… 
Me llamo Nada y nado… Me llamo Nada y nado. 

Hamid. 13 años

Cuando le decía a mamá "dame la mano fuerte" y ella me la apretaba más, miraba a mi hermanita, que cogía mi otra mano mientras abría mucho los ojos, curiosa ante todo lo que ahora nos rodeaba: extraños árboles, extraños rostros, extrañas montañas.
En Siria, al atardecer, la luz intensa y naranja entraba cada vez más débil por el ventanuco que daba al patio. Rana jugaba con su muñeca, fuera, sobre la arena. Había un descanso, unas horas sin disparos, y la abuela había venido a vernos. El domingo anterior había sido el entierro de tres miembros de la familia y habíamos llorado mucho. La abuela me hizo prometer que cuidaría siempre de Rana. Cuando decía algo importante, achicaba los ojos y un montón de arruguitas se le hacían por la cara. ¿Estarán todavía vivos, ella y el abuelo?
Cuánto frío hace aquí... Apenas puedo caminar... Y he de cruzar este interminable lago cubierto por la bruma como si estuviera en un sueño. ¿Dónde estáis, mamá y Rana? Os vi por última vez en aquel puesto de frontera, cuando aquellos hombres y mujeres extranjeros —unos militares, otros periodistas— nos golpearon y separaron para siempre quizás sin saberlo. Tú, Rana, gritabas y llorabas con todas tus fuerzas por no querer soltarme. En aquel momento fue como si me cortaran el brazo; y sí, supongo que lo hicieron al arrancarme de vosotras. Luego, una mujer me dio una patada y me escupió, riendo a carcajadas como si estuviera loca. No me entendían, por más que me dirigía a ellos, y suplicaba y pedía por favor que me llevaran con mi madre y mi hermana. "No están tan lejos, están allí, allí, bajo los toldos de la plaza". Pero todo eran palabras extrañas dichas en bocas de perros y serpientes.
Luego, el camino ha sido muy duro, sobre todo desde que llegué al país de la bruma y la noche. Ya no lo llamaría "camino", sino viajar con el cuerpo y los ojos cerrados. Sí, el frio hinca sus dientes en mis piernas y brazos, algo parecido a la fiebre hace que tiemble, y continúo teniendo esas imágenes en la cabeza. Pero lo peor es encontrarme solo estos días o noches. Alargar el brazo y no encontrarlas a ellas, aunque fuera enfadadas conmigo, como sucedía a veces. Sigue avanzando, Hamid, entre brumas o entre serpientes, ellas están cerca.


Propuesta de escritura

Traza la biografía, el itinerario o la historia de alguna inmigración o de algún inmigrante.


Y estos son algunos de los textos recibidos hasta ahora:


Relato de inmigrantes
Día caluroso de Julio 2015, en Playa de Hierbabuena, Cádiz.Preciosa,baño estimulante,el agua estaba limpia,clara y temperatura fresca,para lograr que mis músculos se despertarán.Salgo del agua y me encuentro con un chico muy alto de piel muy negra, ojos de mirada profunda,pero muy triste.Me ofrece productos varios que lleva en una caja colgada del cuello,y una pulsera dorada de acero modelo Lotus, me dice.y con sumo cuidado la coloca en mi muñeca.y ahí sigue.Minutos de conversación,habla perfectamente Español.Me cuenta que es de Etiopía,en su país pudo trabajar de profesor, PERO las circunstancias le obligaron a salir y en CÁDIZ, lo que desea es poder VIVIR.Yo ahora cuando veo, tocó y siento mi pulsera rezó una oración,y confío que su deseo se halla cumplido.y su mirada siga siendo profunda PERO serena y menos triste.

Pepa AgustínGrupo B

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