Espantapájaros

La sesión del lunes, 21 de mayo, la dedicamos a los espantapájaros. Hablamos en primer lugar del libro Tótem espantapájaros de Amalia Iglesias Serna, un trabajo poético de una manufactura exquisita. Los textos de este poemario representan, en forma de caligrama, espantapájaros. El mismo texto que nos mira desde la página color crema, la impar, lo hace desde el fondo de la página oscura de la derecha. El día y la la noche. La oscuridad y la luz. Todo cabe en este libro que recorre en su prólogo el interés del hombre por el tótem.




Transcribimos aquí uno de los poemas del libro Tótem espantapájaros, de Amalia Iglesias

I

Entre
tótem y
autómata
una zozobra
de marioneta,
virutas de tiempo,
invisibles hilos
de oro tiran
de ti hacia 
los bosques
sagrados de los druidas. Desde los serbales milenarios
el muérdago llega hasta tus brazos, se hace resina y ritual
para ahuyentar a la muerte. Entre
tótem y autómata la puerta propicia
para cambiar de ángel, el gigante de Cerne
Abbas tumbado en el campo de Dorset,
las cabezas vigilantes de los Moáis
en Rapa Nui, los cuerpos silueteados
al abrigo de las rocas, los monigotes
de la infancia y la caverna, y los
robots que aprenden a mirarte.
Entre tótem y autómata, el 
espantapájaros crucificado en el 
inmenso mar de trigo, el que siempre
te espera allí donde todo lo modela
el viento y tus pasos de niña no se 
apagan. Dentro de ti, tu icono y
escondite y madriguera.

Amalia Iglesias
Tótem espantapájaros




Dejamos también por aquí algunos de los textos que incluimos en la ficha de trabajo del taller:

Las urracas casi a diario vienen al lugar
pero no es suficiente y me cansa vigilar
solo, siempre solo.

Mi amiga era la luna pero el sol la deslumbró
por las noches hablábamos las cosas de los dos
luego, fui testigo, de lo solo que se queda el trigal.

Que triste suerte,
no poder siquiera moverme un poco al sur
hasta la luna, se quedó dormida
y la lluvia por el tejado rodó
y yo sin nada por hacer, eso me pasa por ser
un espantapájaros

De casimir inglés, con la corbata al revés
casimir que hace un siglo me heredó un difunto juez
y mi corbata, es banquete de ratas.

Mi sombrero es marrón y mi cabeza es un balón,
hace treinta y dos años una chica que pasó
hizo, con su mirada,
que en mi pecho palpitara un corazón.

Maldita suerte, no pude siquiera moverme ese día
quise decirte, desátame de esta estaca
que me amarra a este trigal,
y llévame junto a ti, son siglos los que llevo aquí,
y hasta hoy se que soy hombre y no mujer,

Pero nada es lo que pude hacer,
Eso me pasa por ser, un espantapájaros,
Siempre solo, siempre solo, siempre solo

(Basado en un poema de Margarita Betancourt)


Y aquí la versión de Ricardo Arjona:




Y el cuento "El espantapájaros que sólo quería llorar" de Alberto Quintanilla

Siempre se lo decía a sí mismo “tengo que aprender a escuchar más”. Era una especie de frase de autoayuda que le animaba para tratar de comprender mejor a los otros. Salió de la granja, deshabitada muchos años atrás, y echó un vistazo alrededor. Solo vio desolación y a aquel espantapájaros que seguía allí como un pelele sin vida y con múltiples desgarros en sus viejas ropas de granjero.
¿Cuántos años habían pasado? El número era lo de menos. Parecían haber sido una eternidad.
Recordó que siempre le había gustado viajar pero apenas conocía un pequeño puñado de lugares en el mundo. Se había dedicado a cultivar en aquella granja durante más de dos tercios de su vida. Luego lo dejó y trató de acomodarse en la ciudad pero tampoco hizo gran cosa, aparte de subsistir día a día en trabajos mediocres. Día a día. Mes a mes. Año a año. Vio la imagen de su espantapájaros con el sombrero ladeado y roído y volvió a pensar en sus carencias. Notaba que le faltaba algo y había muchos sueños que no había podido cumplir. ¿Falta de tiempo? ¿Le habría absorbido la rutina? Quizá había estado demasiado ocupado en tareas absurdas que él pensaba que le servirían algún día para algo. Bueno, para algo habían servido. A fin de cuentas esas ocupaciones le permitían pagar las facturas. Pero ahora no tenía tan claro que eso le hubiera compensado haber desperdiciado su vida.

Volvió a mirar a lo lejos, hacia más allá del horizonte de los campos que una vez sembraron trigo. Se quedo con los ojos fijos en el espantapájaros. Entonces se acercó un poco más hasta él. Descubrió que aquel muñeco de paja, ya sucio y desgastado, había ocupado todo su tiempo en alejar de sus tierras pájaros sombríos.
“Quizá este espantajo, si pudiera hablar, me diría la verdad”- pensó el granjero. “Quizá él haya sido más feliz que yo, porque ha aspirado el aire de la mañana, sentido el olor de los campos de trigo y el orgullo de haber espantado a aves agoreras cada día. Yo le obligué a hacer estas funciones. Siempre las mismas. Y las acató”.
Pero los pensamientos del granjero eran un autoengaño. Miró hacia el cielo y sus ojos se llenaron de lágrimas. Ahora lo entendía. Aquel espantapájaros, que le había acompañado durante media vida, de haber podido solo querría llorar. El granjero nunca antes se había dado cuenta de ello porque le había ignorado demasiado… y ya era tarde para tratar de hacerle caso. Cayó de rodillas cubriéndose de barro, delante del muñeco, y se prometió a sí mismo que a partir de aquel día su vida estaría completamente enfocada a intentar aprovecharla de verdad… Cogería sus pocos enseres y descubriría el mundo que siempre había soñado, aunque sabía que ya era tarde y sería imposible ver todo lo que anhelaba…


Tarea de escritura

Escribe un texto sobre un espantapájaros. ¿Qué diría si hablara? ¿Qué ven desde el comienzo del día hasta la noche sus ojos de paja?



Estos son los trabajos recibidos hasta ahora:


Reflexiones de un espantapájaros

Hoy los he vuelto a contar y son ciento doce, si, exactamente ciento doce, esos son los surcos que tiene la era que me ha tocado vigilar.

Lo sé porque los cuento cada mañana; claro, como me paso todo el rato mirando al frente no puedo hacer otra cosa que no sea contar la cantidad de hendeduras que hay en el sembrado. Lo hago todos los días, cuando sale el sol vuelvo a enumerar los surcos con la esperanza de que hayan variado en cuantía, para cambiar más que nada, pero no, compruebo que el número siempre es el mismo; la verdad es que ya me resulta monótono, cansino, pero a falta de otros menesteres, pues eso, cuento líneas de tierra; menos mal, que al acabarse la era, después de atravesar el camino que rodea el pueblo se divisa una pequeña iglesia, tiene un campanario con campana, a cada hora se oye su tañido; las horas que más me gustan son las largas, las diez, las once, las doce, como tañe tantas veces, el sonido ameniza un poco mi inamovible existencia. Bueno he de decir que ha pesar de mi rutinaria y clavada vida, a veces tengo momentos en los que me divierto, sobre todo cuando van los niños a robar sandias

¡Ah! ¡Qué no he dicho que vigilo un sembrado de sandias! ¡pues sí!... Y eso me otorga cierta categoría, no como el espantapájaros de al lado que solo vigila un trigal, ¡él nunca tuvo aspiraciones!... Bueno, como iba diciendo, me lo paso muy bien cuando los zagales se llevan dos o tres sandias, destrozan otras tantas y salen corriendo entre risas buscando el amparo de un escondite que evite que el dueño del sandial los descubra; yo debería asustarlos, pues ese es mi cometido, pero cuando los veo tan felices me lo pienso y digo, ¡que va!, al fin y al cabo yo soy espantapájaros y no espanta niños, por lo que los dejos marchar sin ejercer la labor para la que se supone que estoy encomendado. Pero cuando llega la noche, los niños se han ido a dormir y la oscuridad me impide poder contar los surcos y ver el campanario, la tristeza me embarga, menos mal que al mirar al cielo y ver las estrellas estas me hacen sentir que existo y eso hace palpitar un poco mi ilusorio corazón.

Eugenio Madrid Jiménez 
Grupo A


Un espantapájaros elegante

Jamás pensé que iba a tener tanto éxito el espantapájaros que coloqué en el pequeño huerto del corral de la casa del pueblo. Procuré que fuera diferente a los que figuraban en otros huertos. Aprovechando que tenía trajes que ya no usaba, los rellené de paja y en una calabaza hueca, dibujé una cara perfecta, ojos, boca ,orejas y le coloqué un sombrero amplio para qué no le diera el sol de pleno, pues iba a pasar cinco meses a la intemperie.
He de decir que cada temporada le vestía con traje diferente, aunque los pájaros sabían que era Narciso, que así yo le llamaba.
Los pájaros al verlo tan elegante, se posaban en sus brazos extendidos, y le contaban historias, le alagaban diciéndole que era el más guapo de todos los espantapájaros de la zona. Narciso, se ruborizaba, le gustaba hablar sobre todo con los pardales y las palomas, a los grajos y a los cuervos les asustaba silbando como si fuera una máquina del tren.
Tenía hecho un pacto de no agresión con los pájaros amigos, les decía donde poder encontrar comida, en la nave de al lado, su amo guardaba trigo y cebada y siempre quedaba restos por el suelo y así tenían comida para todo el año.
Narciso, estaba muy orgulloso de sus trajes, y de ser amigo de muchos pájaros, y sobre todo el año que le nombraron espantapájaros del verano.

Luis Iglesias
Grupo B


ESPANTAPÁJAROS- ESPANTAHOMBRES

Pareces tan feliz al viento,
a todos los vientos, sol frío y escarcha…

Pareces tan triste viendo,
trigos frutos, aves, maíces,
tan siempre repetidos.

Eres un poco payaso,
como algunos hombres,
camuflado en humano cochambroso,
que da un poco de miedo,
clavado como aves de Magritte,
nos enseñas nuestra condición

Quisieras volar y posarte
en otras playas,
como nosotros, sí, como nosotros.

Emilia González
Grupo B


Espantapájaros

Soy un espanta pájaros cualquiera de un campo cualquiera de Castilla. Después de mucho tiempo, he dejado de plantearme si elegí esta profesión o fue ella quien me eligió a mí, porque cada vez importa menos.
El momento mejor del día para mí es el amanecer, todo empieza a despertar, el día empieza a despuntar y todo vuelve a cobrar vida después de la noche. En primavera y otoño, el campo huele a nuevo. También me gusta porque es el momento de más actividad, ya que mis “vigilados” los pájaros, también empiezan a despertarse y a buscar alimento.
No espero mucho del futuro, cada vez quedamos menos y esta empresa quiere reducir la plantilla, como todas. Se gastan cada vez menos en todo lo que tiene que ver con nuestra protección y formación.
La verdad es que eso tiene algo de positivo, porque nos han dejado de martillear con esas absurdas ideas sobre el trabajo en equipo. Se nota que les venden los cursos y no tienen ni idea de su contenido, porque ya me dirán qué hacemos nosotros con esas teorías de las relaciones, del equipo, de la implicación y no se qué más.
Nosotros estamos solos y espantamos, de ahí nuestro nombre.
A mí me parecía mucho más divertido al principio. Según pasa el tiempo, cada vez me pesa más la soledad. Cuando estoy triste, me vendría bien alguna palabra amable o una broma. Pero aquí no viene nadie en mucho tiempo y cuando vienen, se van enseguida y lo único que hacen el poco tiempo que pasan aquí es protestar porque no ha venido otra persona.
Cuando estoy alegre, no le puedo contar a nadie que me siento bien y cuando por algo me da la risa, mis carcajadas resuenan por toda la llanura, pero solo las mías, así todo tiene menos gracia.
Cuando hay una luna llena espectacular, un cielo azul sin una sola nube, cuando el trigo está dorado y ondea, esas cosas que tanto me gustan, no lo puedo compartir con nadie. Por eso he empezado a escribir.
La soledad se me ha metido tan dentro que en las escasas ocasiones en que coincido con compañeros en las reuniones de la federación de espantapájaros, que dada nuestra precaria situación laboral cada vez son menos frecuentes, cuando llevo un rato ya me quiero ir porque me canso de las tonterías de unos, de las historias de otros, de las intrigas y de las conspiraciones.
Es contradictorio que desee la compañía y la aborrezca rápidamente.
Lo que me espera no es mucho mejor. Quizá cuando me jubile me lleven a un desván a coger polvo y ni siquiera podré ver el campo.
A no se que nos pongamos de moda y nos restauren
No estaría mal. A los trillos les han convertido en mesas y les exponen por ahí.
Quedaría bien el museo del espantapájaros. Etiquétennos clasifíquennos y nos convertiremos en estupendo atractivo turístico. Es el futuro.

Teresa Sanz
Grupo B


1.892

La tarde en que llegué aquí, abrí los ojos de pronto y vi la hierba bajo mis pies, me desplazaba despacio, al son de los pasos del que me llevaba a cuestas. No tengo memoria de nada antes de eso, ni de mi fabricación, prenda por prenda, ni de la paja con que me rellenaron. Mi despertar fue repentino, no fue una adquisición paulatina de conciencia, como la que supongo tiene un niño, sino como un interruptor que se enciende, como entrar de lleno en una claridad. Me clavaron en la tierra recién arada y divisé el paisaje, un extenso campo de tierra removida se ensanchó ante mí y me abrumó la belleza de su planicie. Comprendí mi propósito tiempo después, cuando plantaron otro como yo unos metros más adelante, allá, en el límite donde, a distancia prudente de mí, se posaban los pájaros a robar las semillas recién plantadas. Supe que los alados ladrones nos temían.
Saber el porqué de mi existencia no me dio claridades sobre el cómo. Cada vez que divisaba un ave hambrienta, trataba de batir mis brazos para repelerla y me encontraba con la parálisis, ensayé un grito atemorizante y me encontré sin garganta y sin boca, las líneas que me pintaron a manera de labios carecían de funcionalidad. Tampoco podía bajarme de mi estaca para salir corriendo y ahuyentar a los pajarracos. Al cabo de un tiempo me conformé con estar allí, divisando el impetuoso germinar de las semillas y luego el lento crecimiento de los brotes que habrían de convertirse en maíz. Divisar las cambiantes tonalidades del campo eran un pasatiempo nada despreciable.
Las tardes son reposadas por estos pastos, los trabajadores que vienen a la plantación trabajan duro y con alegría; uno de ellos me da palmaditas en la barriga y me acomoda el sombrero. Me gusta ese hombre, tiene la piel oscura y una dentadura poderosa que le envidio, acepta de buen agrado las reprimendas del dueño y trabaja mejor, si es posible.
Hoy han venido por él, una multitud lo ha apresado malamente. No sé qué cosa habrá hecho el que solo sabe acariciar mazorcas y muchachas.
Desde mi altura lo distingo todo, y por primera vez lo maldigo. Mis ojos sin parpados presencian cada acto y mi cuello sin musculatura no me permite girar la cabeza para sustraerme de los sucesos. Lo llevan a rastras en medio de cantos y arengas. No lo han clavado como a mí, sino que lo han colgado de un árbol, la soga atada al cuello. Lo han izado en medio de un jolgorio del cual yo no fui objeto. Le han cercenado los dedos y los lugareños se los han repartido como souvenir.
Al avanzar la tarde, hasta el sol ha sido despiadado, la piel del hombre, negra brillante, se ha deslucido para dar paso a un color inquietante e insano.
Mientras yo espanto a los pájaros, éste los atrae. Aves carroñeras se posan sobre él, le revientan los ojos y con sus curvos picos le arrancan la carne como descosiendo un traje viejo. Hay otra carroña, la que viene a fotografiarse con el cuerpo y a darse festines de violencia con la alegría idiota del salvaje.
Yo, los brazos en cruz; él, las manos atadas a la espalda.
Parezco ser el único con capacidad para sentir espanto, ha de ser porque lo llevo en mi nombre y en mi sino. Aquella anatomía ha sido objeto de un ultraje para el que no hay calificativos. Y yo, pobre muñeco inmóvil, recibo más consideraciones.
Mañana vendrá otro a calarme el sombrero y temo que la historia se repita, aquí, a orillas del Mississippi.

Maritza García
Grupo B


Espantapájaros
dentro del pecho sientes
nido de alas.

Ignacio Aparicio
Grupo A


Espantapájaros

Ayer estuve en un taller, haciendo cosas útiles para utilizar en mi huerto y poder ahuyentar las aves que atacan mis sembrados.Antes los espantapájaros se hacían con un maniquí vestido con ropa vieja y pajas. Pero en este tema también hay una evolución y ahora es más útil hacerlos con botellas de plástico, latas de refresco y CD. El reflejo del sol en los colores de las latas que se han cortado en trozos y se han pegado en la botella de plástico y el ruido que el viento provoca sobre el rozamiento del metal, parece que molesta mucho a las aves, que siempre están dispuestas a buscar su alimento en sembrados y árboles. Siempre se buscan soluciones efectivas, para salvar lo que es de uno y con trabajo el buen labriego quiere proteger, pero las aves tienen licencia del Creador que siempre hemos leído en la Biblia: Tened plena confianza en el Padre, que cuida hasta de los pajarillos del campo. Pero somos hombres de poca fe y mucha necesidad.

Pepa Agustín
Grupo B


T R Í P T I C O
ESPECTATIVAS DE LOS ESPANTAPAJAROS
Aldea de Lambi, estado de Skkim (UNIÓN INDIA) primavera 1976

Fui creado a imagen de Narashima, un avatar de Vishnú(El que preserva el Universo). La factora de mi representación en cartón piedra, Shita, no era muy dotada para las manualidades y con la complicación de mis múltiples brazos y cabeza de león, no resulte muy agraciado de figura, por lo que una vez celebrado el festival religioso para el que se me elaboró, por misericordia, me depositaron en el mundo del olvido del cuarto de aperos y muebles en desuso de la casa de Shita. Y ahí quede yo, en el universo de las cosas inservibles.

Un buen día, Arjuna, padre de Shita, llego a casa muy preocupado por los destrozos provocados por las aves en un huerto y se acordó de mi existencia.

Lo primero que hizo Arjuna, fue quitarme mi cabeza de león y símbolo de mi más preciado don, la divinidad, sustituyéndola por otra, hecha de bolas de paja y trapo metidas dentro de un gran calcetín blanco, donde estaban esbozados unos nuevos ojos, nariz, y boca (no me pintaron orejas) y lo amarro a mi cuerpo, rematándolo con un viejo sombrero de paja. Después de sufrir aquella afrenta, poco importaba lo que de allí en adelante me sucediera.

Y así, me convertí en un espantapájaros, lleno de colores, con ocho brazos y desposeído de deidad, que en el bancal infundía pavor a las aves y recelo a las alimañas, hasta tal punto, que pronto me encontré, en la más absoluta de las soledades.

Con el paso de las estaciones, mis rasgos faciales iban desdibujándose en mi cabeza de trapo, hasta casi desaparecer en una imperceptible mueca.

Entonces, oré a mi padre Vishnú, para que me rescatara de aquel infierno y El, misericordioso, me envió un rayo que me volatilizó casi por completo y con mi muerte, alcancé la única manera digna de recobrar mi divinidad perdida.


Melanesia Austral, 22 de Mayo de 1616—Isla de Mota (actual Vanuatu)
Me encuentro en una isla a la que mi hacedor, Isacio de la Llave(teniente de navío perteneciente a la tripulación de la expedición que Pedro Fernández de Quirós, descubridor de la Terrae Australis) llego maltrecho tras caerse por la borda del barco en una tormenta y a la que llamó Mota a unas millas de otra mayor llamada Vanua Lava y habitada por nativos hostiles.

Yo soy producto de dos necesidades de mi factor, la de espantar aves de un pequeño huerto labrado para su aprovisionamiento y la de tener una figura cuasi humana con quien conversar al objeto de no perder la razón.

Me he quedado solo, pues mi creador ha podido ser rescatado de la isla por unos comerciantes Árabes que regresban navegando desde la india a su país y fueron desviados hasta Mota por una fuerte tormenta. Estoy muy asustado. Oigo tambores y canticos que, a juzgar por el sonido, cada vez más nítido, van aproximándose al lugar en el que estoy anclado.

Ya veo sus antorchas vienen hombres y mujeres de piel negra, semidesnudos, ambos de pelo rizado, algunos llevan huesos atravesados en su nariz u orejas. Creo que me prenderán fuego en cuanto me localicen. Tengo un miedo atroz.

Ya están delante de mí, comienzan a darme grandes voces, repiten casi constantemente la palabra “tótem” y mientras unos comienzan a danzar delante de mí, otros ponen a mis pies unos animales de grandes orejas que chillan mucho y a los que inmediatamente acuchillan. Encienden una gran hoguera. Estoy aterrorizado y si tuviera corazón, me habría dado ya un ataque.

Comienza a asar los animales sacrificados, siguen danzando y bebiendo e incluso algunos hombres y mujeres se retuercen juntos, abrazados y tirados por el suelo.

De repente todos paran, se inclinan ante mí y se ponen a comer los animales asados, beben y reinician sus canticos. Estoy perplejo y si no fuera por mi congoja, esto sería hasta divertido.

Cuando empieza a despuntar el nuevo día, cesan los tambores y todos callan. Un gran grupo de mujeres se acercan a mi (ya creo que me van a hacer,¡ lo que sea!) y me adornan con collares de flores…???. luego todos se vuelven a inclinar, corean un canto de despedida y se van…. ¡¡¡menuda noche!!

Sector Central Sur de la antigua Europa. Zona fértil, recuperada tras la guerra entre Comunidades. Año 2153 D.C

Soy el robot REPC19A53 de la serie CamperoIV, fabricado para patrullar valles o monte bajo, espantando aves o alimañas de las zonas de cultivo recuperadas tras la Gran Destrucción.

Para mi cometido, cuento con, tracción termo guiada, visión estereoscópica de 360º, comunicación directa con satélite posicional y transmisión continua de imagen al control de pantallas de la Cooperativa. Puedo reproducir de inmediato, una vez detectada la clase de animal amenazante, el sonido que característico de su depredador e incluso su olor y puedo llegar a abatir grandes animales mediante generador de ondas subsónicas.

Mi serie ha tenido tal éxito, que hace ya unos setenta años, hemos imposibilitado de tal manera el sustento animal, que algunos de ellos, (sobre todo las aves herbívoras) han empezado a atacar a otros animales e incluso a los humanos habitantes de las zonas rurales restringidas, para poder nutrirse.

Ayer, por un fallo en los sistemas de encriptado, he podido saber que los miembros del Consejo de la Zona Urbana Central han decidido abandonar los cultivos de mi sector para que sean comedero de aves y piensan eliminar todas las unidades de la serie Campero.

He pasado esta información a otros elementos de mi serie, con los que estoy conectado, para reunirnos en algún lugar de las montañas donde podamos abastecernos con facilidad de energía.

Mientras relato esto, huyo de la brigada de chatarreros que han enviado a destruirnos. Espero que me dure la batería hasta el lugar de encuentro. Fin de la transmisión.

Carlos García Riesco 
Grupo A


Nada "peor" que hacer algo sin ganas

Aquel espantapájaros del huerto de mi abuelo no servia para nada, casi siempre tenia una urraca posada en el sombrero. Parecía no poner ningún interés en lo que hacía.
Le veía cada vez que pasaba por allí, siempre con la misma cara, siempre con el mismo aspecto, siempre en la misma postura.
Nunca estaba triste, nunca estaba alegre. Te miraba y nunca me devolvías la mirada.
Un día al pasar, me pareció oírle silbar. Quizás fue el viento al rozar con su pata de palo.
Me acerqué y le oí susurrar: a mi siempre me han gustado los pájaros- me gustan incluso los córvidos-, aunque los gorriones son mis favoritos.
Entonces le dije: por eso te veo con tan poco interés en el oficio. Haciendo mal tu trabajo consigues tu objetivo.
Nada "mejor" que hacer algo sin ganas.

José Luis Juan Fonseca
Grupo A


El Espantapájaros

Amanece con vientos diversos que sacuden mi esencia,
me suben, me bajan, me quiebran y casi casi me arrastran
seguro estoy que de acabar con mi pobre existencia se trata.
Al final,las nubes se marchan llevándose al monstruo tras ellas.
Espantapájaros soy y mal amigo de huracanes y tornados violentos,
voraces, hambrientos de ruinas, destrozos, desolación y tristeza que arrasa con todo.
Trascurre el tiempo y tras la tempestad llega la calma.
El sol ilumina, calienta la tierra y mi sembrado
que da significado a mi ser, a mi presencia.
Agradezco la paz, el sosiego, el ritmo tranquilo, pausado y sereno
y la quietud de las largas siestas.
Al correr de las horas, la noche se acerca,
la luna me llama y converso con ella.
A veces, en la noche cerrada el búho también llega,
compartimos secretos, nostalgias , alegrías y alguna que otra tristeza.
Despuntando el alba, luna y búho se despiden y marchan.
La esperanza me anuncia que en este nuevo día, bandadas de pájaros vendrán del sur,
y traerán un soplo de vida a mi letargo y lento existir,
estaré bien atento con los ojos siempre abiertos,
para evitar que las aves terminen con el humilde sustento,
que creo que es de un hombre que un día llegó, aró, sembró, y se marchó…
Y por cierto, ¡nunca más por aquí regresó! Y a mí olvidado también me dejó….

Mª Nieves-C. Martín Magdalena
Grupo B


En busca del alma escondida

Nunca se quejó de lo tedioso que resultaba su trabajo, ni tan siquiera a su protegido el cuervo, al cual había adoptada al morir mamá cuerva de una pedrada asesina. Tampoco se quejaba del ninguneo a que era sometido por parte de su amo con respecto a su existencia. El amo nunca le dirigió una palabra amable, ni un gesto amigo, ni una mirada cómplice, en ningún momento, incluso cuando la cosecha granada y en sazón escenificaba un mar de amarillos soles que nublaban al astro rey del cielo, pues como siervo competente se había consolidado en la lluvia de veranos que habían sobrevenido uno tras otro sobre el plantío, su hogar, su sostén, su pequeño universo del que más allá de su horizonte, lo ignoraba todo

¿Qué era él, un utensilio práctico? ¿Un punto de apoyo en el que su amo delegaba responsabilidades? ¿Una caricaturesca versión del coco, dada su misión aterrorizante? Desde luego un ser humano no era, pues carecía de corazón, de sentimientos, y tampoco se atribuía un alma inanimada. “Claro, que si no tengo sentimientos, ¿cómo voy a saber si tengo alma?” se dijo pensativo. “Lo primero que tengo que averiguar es, si bajo esta escombrera de harapos se esconde algún sentimiento noble, y de ser así, el alma se manifestará por sí sola” Era importante para él encontrarse alguna cualidad afín a los hombres, dado que ellos le habían concebido a su imagen y semejanza. Tenía muchas dudas respecto a su anatomía.

Espantapájaros aguardó impaciente la visita que su protegido el cuervo le hacía a diario. Él, le ayudaría, era listo y eficiente. Una vez el amigo esperado se posó en su hombro, como era su costumbre, le hizo partícipe de su plan para husmear bajo su vestimenta en busca del alma escondida. Ambos se pusieron manos a la obra y tras mucho forcejear consiguieron arrancar una manga de la americana. El descubrimiento fue mayúsculo “!No tengo brazo!” dijo espantapájaros perplejo. Pero decidido a salir de dudas dijo a su ayudante “¡continuemos!” Cuervo, con inteligencia singular, picoteó el ajado cinturón que no tardó en caer a tierra junto con los pantalones “¡No tienes piernas!” repipió el ave de negro plumaje al ver su torso colgado en el aire “¡Qué fatal descubrimiento! ¿Quieres continuar o prefieres dejarlo?” preguntó cuervo conmiserativo. “Sigamos” dijo espantapájaros resignado a su suerte, pues visto lo visto, no deseaba seguir viviendo en el fraudulento cuerpo que le habían impuesto. “Si encuentro mi alma moriré feliz” confesó el protector a su protegido. Éste, solícito, le ayudó a deshacerse de los andrajos paupérrimos a los que estaba condenado y al desmayado sombrero que aleteaba sobre su cabeza. Espantapájaros cayó a tierra vencido, desaparecido del mundo y reducido a la nada. Ya en el suelo, resignado, sintió deslizarse por sus mejillas de paja unas gotitas de lluvia. Miró al cielo desdibujado de nubes y comprendió. “¡Estoy llorando!” dijo feliz a cuervo. “¡Sí, son lágrimas! ¡Tengo sentimientos! ¡He encontrado mi alma!”

Cuervo, que lo observaba expectante, se acercó a él con cautela, y de dos certeros picotazos le sacó los ojos.

Quería conservar cerca de su corazón lo que quedaba de su amado protector.

Quién puede asegurar; que este acto de amor filial de Cuervo hacia Espantapájaros, no ha sido interpretado equivocadamente cuando sentenciamos “Cría cuervos y te sacarán los ojos”.

Pepita Sánchez
Grupo B


Tío Juan

Estaba oyendo al abuelo quejarse de cómo los grajos, “¡malditos grajos!”; hasta hoy sólo le había oído, era muy refranero, “cuando el grajo vuela bajo , hace un frío del carajo”, nunca maldecir de ningún ser vivo, pero aquel día cuando fue al huerto, todos los días iba, decía que había que hablar con el sembrao, animar a los tomates a que engordaran, con las lechugas, que buenas ensaladas nos daban, a las judías que se enroscasen bien a las guías, así iba recorriendo el huerto, creo que quería que su nieta de ciudad conociera valorase y amase al campo como él, volvía a recurrir a su filosofía y decía, “el ojo del amo engorda al caballo”; se encontró con que las cinco cerezas que cada día mimaba, ya las veía rojas y brillantes llevándoselas de regalo a la abuela, y ¡pobre! solo había huesos.

Aquella tarde le propuse hacer un espantapájaros, él era reacio, decía que más que a los pájaros asustaría a los niños, que eso era un adefesio que afearía al huerto, pero pudieron más mis arrumacos y lo que significaba para mí, me iba a sentir como un dios haciendo su muñeco de barro y, cuando lo acabase le daría mi soplo; también le hablé de Frankenstein, sí había oído hablar de él que era un monstruo, yo le conté que él era bueno, pero el que lo creó fue malo se asustó al verlo, no le dio cariño, ni nombre, lo abandonó, él se sintió huérfano, nadie lo quería, y al final se hizo malo, pero a él le gustaban las flores, los pájaros, la belleza que la naturaleza ofrece. No pudo más que decir que sí.

Pedí ayuda a Pedro, el hijo del vaquero de quien me había hecho buena amiga él me ayudaría a hacer el esqueleto, la tarea nos llevó unos días, no fue fácil, no me conformaba con un par de ramas entrecruzadas, yo quería conseguir que fuera lo más parecido a un hombre, con tablas conseguimos la estructura de un cuerpo, sus brazos por medio de ramas y gomas se articulaban, hacer la cabeza nos hizo sacrificar un balón, aprovechamos una bolsa de papel de la de la panadería, que bien se parecía al color de un hombre que ha pasado buenos ratos al sol, sobre ella con pinturas, papeles de colores, un vaso de plástico al que dimos la forma adecuada fuimos construyendo su cara, pelo íbamos a necesitar poco, pensábamos ponerlo un sombrero; en un cajón de la abuela había visto una especie de pelota de pelo, “lo usaba como postizo para hacerme el peinado de moda cuando era joven”, aceptó a dármelo ella estuvo dispuesta a colaborar, me dio permiso para revolver en los baúles del desván, encontré todo lo que necesitaba, lo vestimos de día de fiesta, estaría en el huerto como el que va a darse un paseo, allí quieto sin moverse porque se ha quedado extasiado contemplando los distintos colores que el paso de las horas va pintando a su alrededor, los cambios de olores, allí con sus gafas que desprendían destellos, no asustaría a los niños, ni era un adefesio, y esos destellos y su aire importante le ayudarían a cumplir su misión.

Con una cartulina hice un corazón, “te queremos, eres nuestro amigo”, que puse dentro de la camisa, soplé sobre él, no un soplo divino, pero sí muy tierno, no quería que se sintiera un Frankenstein, ni un hombre de barro, iba a ser tío Juan, seguro que de entonces en adelante un compañero para el abuelo que nunca se cansarías de oír sus batallitas y que yo cada vez que fuera al pueblo visitaría y con él recordaría la ilusión con que lo traje al mundo. En sus bolsillos no olvidé meter unos poemas por si algún día se aburría.

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A


DESBANDADA 

Epicentro del jardín
Sombrero de paja sin testa
Paladín del dominio del amo
Anodina presencia sin alma
Ninot campestre
Tótem del seco silencio
Atisbo de la nada
Prometeo anacoreta
Ausencia de sentidos
Jirones de tedio
Aspersor de sombras
Reloj de sol
Ornamento mutilado
Sacudida de alas.

Concha González
Grupo A

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