Me evocáis todas las cosas

La sesión de este último lunes la dedicamos a las moscas. Hubo quien no dijo nada pues ya se sabe que en boca cerrada no entran moscas pero también hubo quien aportó alguna anécdota o alguna curiosidad para completar el tema. Seguro que estos últimos llegaron al taller con la mosca detrás de la oreja.Repasamos un extenso repertorio de textos, desde varias fábulas de Samaniego hasta algunos articuentos de Juan José Millás quien afirma que “Las moscas son las hadas de los pobres”.
Pero centramos nuestro interés en un reportaje que el propio Millás publicó en 2008 en la edición dominical de El País titulado Biografía de una mosca:
Recomendamos también el texto de Marguerite Durás titulado "La muerte de una mosca" y el cuento de Julio Cortázar "Los testigos". Y también el libro de Julia Otxoa "Confesiones de una mosca":




Transcribimos a continuación los textos "Elegía a un moscardón azul", de Dámaso Alonso y "Las moscas" de Antonio Machado, incluidos en la ficha:

Sí, yo te asesiné estúpidamente. Me molestaba tu zumbido 
mientras escribía un hermoso, un dulce soneto de amor. Y era 
un consonante en -úcar; para rimar con azúcar, lo que me faltaba. 
Mais qui dira les torts de la rime? 
  
Luego sentí congoja 
y me acerqué hasta ti: eras muy bello. 
Grandes ojos oblicuos 
te coronan la frente, 
como un turbante de oriental monarca. 
Ojos inmensos, bellos ojos pardos, 
por donde entró la lanza del deseo, 
el bullir, los meneos de la hembra, 
su gran proximidad abrasadora, 
bajo la luz del mundo. 
Tan grandes son tus ojos, que tu alma 
era quizá como un enorme incendio, 
cual una lumbrarada de colores, 
como un fanal de faro. Así, en la siesta, 
el alto miradero de cristales, 
diáfano y desnudo, sobre el mar, 
en mi casa de niño. 
  
Cuando yo te maté, 
mirabas hacia fuera, 
a mi jardín. Este diciembre claro 
me empuja los colores y la luz, 
como bloques de mármol, brutalmente, 
cual si el cristal del aire se me hundiera, 
astillándome el alma sus aristas. 
  
Eso que viste desde mi ventana, 
eso es el mundo. 
Siempre se agolpa igual: luces y formas, 
árbol, arbusto, flor, colina, cielo 
con nubes o sin nubes, 
y, ya rojos, ya grises, los tejados 
de hombre. Nada más: siempre es lo mismo. 
Es una granazón, una abundancia, 
es un tierno pujar de jugos hondos, 
que levanta el amor y Dios ordena 
en nódulos y en haces, 
un dulce hervir no más. 
Oh sí, me alegro 
de que fuera lo último 
que vieras tú, la imagen del color 
que sordamente bullirá en tu nada. 
  
Este paisaje, esas 
rosas, esas moreras ya desnudas, 
ese tímido almendro que aún ofrece 
sus tiernas hojas vivas al invierno, 
ese verde cerrillo 
que en lenta curva corta mi ventana, 
y esa ciudad al fondo, 
serán también una presencia oscura 
en mi nada, en mi noche. 
¡Oh pobre ser, igual, igual tú y yo!

En tu noble cabeza 
que ahora un hilo blancuzco 
apenas une al tronco, 
tu enorme trompa 
se ha quedado extendida. 
¿Qué zumos o qué azúcares 
voluptuosamente 
aspirabas, qué aroma tentador 
te estaba dando 
esos tirones sordos 
que hacen que el caminante siga y siga 
(aun a pesar del frío del crepúsculo, 
aun a pesar del sueño), 
esos dulces clamores, 
esa necesidad de ser futuros 
que llamamos la vida, 
en aquel mismo instante 
en que súbitamente el mundo se te hundió 
como un gran trasatlántico 
que lleno de delicias y colores 
choca contra los hielos y se esfuma 
en la sombra, en la nada? 
  
¿Viste quizá por último 
mis tres rosas postreras? 
Un zarpazo 
brutal, una terrible llama roja, 
brasa que en un relámpago violeta
 se condensaba. Y frío. ¡Frío!: un hielo 
como al fin del otoño 
cuando la nube del granizo 
con brusco alón de sombra nos emplomiza el aire. 
No viste ya. Y cesaron 
los delicados vientos 
de enhebrar los estigmas de tu elegante abdomen 
(como una góndola, 
como una guzla del azul más puro) 
y el corazón elemental cesó 
de latir. De costado 
caíste. Dos, tres veces 
un obstinado artejo 
tembló en el aire, cual si condensara 
en cifra los latidos 
del mundo, su mensaje 
final. 
Y fuiste cosa: un muerto. 
Sólo ya cosa, sólo ya materia 
orgánica, que en un torrente oscuro 
volverá al mundo mineral. ¡Oh Dios, 
oh misterioso Dios, 
para empezar de nuevo por enésima vez 
tu enorme rueda! 
  
Estabas en mi casa, 
mirabas mi jardín, eras muy bello. 
Yo te maté. 
¡Oh si pudiera ahora 
darte otra vez la vida, 
yo que te di la muerte!


* * *

Vosotras, las familiares,
inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.

¡Oh viejas moscas voraces
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!

¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!

Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela,
     —que todo es volar—, sonoras
rebotando en los cristales
en los días otoñales...
Moscas de todas las horas,
     de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada,
     de siempre... Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado
     sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.

Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.



Propuesta de escritura

Escribe un microrrelato a partir de esta frase: Vete a la mierda -gritó la mujer desesperada sin dejar de mirar a la mosca...


Y estos son los trabajos que hemos recibido hasta ahora:


-Vete a la mierda! -Gritó la mujer desesperada sin dejar de mirar a la mosca
-Has de saber, irascible mujer -- le contesta con orgullo la mosca -- que el sitio al que me quieres relegar con tanta premura y de manera tan despreciativa, es el lugar donde habitualmente paso mis mejores momentos, allí donde mis familiares y amigos, y yo misma, disfrutamos de un oloroso y nutritivo alimento; por tanto, no te consiento, que quieras largarme de tu entorno utilizando para ello un tono tan despectivo -- y dicho esto, el arrogante díptero, altivo, levantó el vuelo con el propósito de infringir a la innoble mujer el insoportable castigo de la molestia.

Eugenio Madrid Jiménez
Grupo A


Vete a la mierda -gritó la mujer desesperada sin dejar de mirar a la mosca.
La mosca asustada, movió sus alas, y despegando sus patas a duras penas del flan caramelizado donde estaba posada, se dirigió sin protestar al cubo de la basura.

Luis Iglesias
Grupo B






La soledad de las moscas

¡Vete a la mierda! –gritó la mujer desesperada sin dejar de mirar la mosca que insistía en posarse una y otra vez en su rostro, por el que resbalaba una lágrima.
Luego se limpió bruscamente la cara con la mano y, lentamente, como si le pesara enormemente el cuerpo, se levantó del sofá y abrió la ventana esperando que el bicho saliera.
El insecto, no obstante, se acercaba a la ventana, revoloteaba y retornaba hacia el centro de la sala.
La mujer pacientemente esperaba a que regresara y se decidiera de una vez por todas a irse de allí. Pero aquel irritante ser volador repetía la operación como si estuviera burlándose de ella o… jugando, tal vez.
Entonces la mujer se dio cuenta de que por un instante, se había olvidado de su pena y de que aquella mosca era la causante de tan maravilloso acontecimiento.

Cerró la ventana, volvió al sofá y se dejó acompañar.

- ¡Quien sabe – se dijo- si ella también tiene alma!

Un abrazo y feliz semana!

Mercedes González
Grupo A


Sin voces, por favor

«Vete a la mierda», gritó la mujer desesperada sin dejar de mirar a la mosca. «De acuerdo, mi amor, pero sin voces, porfa», oyó decir a su espalda. Lo recuerda como si fuera hoy, esas fueron exactamente las palabras de su ex. Qué manía, Federico, siempre moviéndose como de puntillas, sin el más leve ruido. No lo cuenta a nadie, pero catorce años de aquello y su ropa todavía llenando el armario de la derecha.

Pascual Martín
Grupo B


MOSCAS-Tipos: A) Irritante

¡Vete a la mierda!”-grito la mujer desesperada sin dejar de mirar a la mosca…y esta, acatando la estruendosa imprecación, se dirigió de inmediato a los establos de la granja en busca de ella, probó sus excelencias y agradeció a aquella mujer su enardecido consejo.
Así son las moscas, no entienden de ironías o de antítesis, pero si de praxis.

Carlos García Riesco 
Grupo A


La mierda estaba allí

Vete a la mierda -gritó la mujer desesperada- sin dejar de mirar a la mosca. Ella que era bien mandada, ahuecó el ala, iniciando el vuelo en su busca. Sobrevoló toda la casa agobiándose una vez más ante tanta limpieza. No tardó en regresar al punto de partida.

Antonio Castaño Moreno
Grupo A


Las moscas de la leche

Vete a la mierda! -Gritó la mujer desesperada sin dejar de mirar a la mosca.
D. Fede, bajó la cabeza y sintió el ridículo pesándole en los hombros. Otra vez se la “habían jugado” aquellos demonios convertidos en niños, que cada día estaba obligado a aguantar durante unas cuantas horas. Y en todas el Riñones. No podía con él. Cansado de sacudirle reglazos en las palmas de la mano, intentaba otros métodos, tal vez menos dolorosos, pero más sarcásticos. Se reía en su interior.
Lo había pillado cazando moscas contra el cristal de la ventana, distrayendo a todos sus compañeros. ¡Se iba a enterar!.
- … Como castigo, tienes que cazar 40 moscas y tres avispas, ordeñarlas y llevarme la leche a casa antes del “toque de oración” (muchos sabrán qué era esto)
A cualquiera le habría sorprendido y asustado una orden tan absurda, pero no al Riñones, con quien se regodeaba llamándolo borrego con tres erres, burro con v y mostrenco con dos enes.
El Riñones, otra cosa no, pero ingenio sí tenía. Lo agudizó; inventó un artilugio, raro por cualquier parte que se mirara, en el que pudieran entrar las moscas sin dañarse –ojo, que esto era importante- y a media tarde, en el estercolero de Pedro Maravillas, había duplicado el número exigido.
Peor eran las avispas. Consultó con Canito, que se conocía todos los nidos, igual de pájaros que de avispas. Con unos buenos guantes y una careta rota de nochevieja lograron cazar cinco.
Por más y más que preguntó, nadie en el pueblo supo explicarle cómo se ordeñaban.
- El muy cabrón –pensó- seguro que sólo lo sabe él.
Siete moscas y dos avispas perdieron la vida por falta de colaboración. Imposible encontrarle las tetas. Ante la imposibilidad de ordeñarlas, pasó todas a una caja de zapatos, le cogió a su madre un cazo pequeño y al oscurecer se presentó en casa del maestro. Golpeó la puerta con los nudillos. Le abrió Nunchi, la hija pequeña del maestro, tres años menor que él. Aunque le gustaba, bien sabía que no estaba a su alcance, por eso de la diferencia de cultura. Sin explicaciones, puso caja y cazo en sus manos y echó a correr. En la distancia le gritó:
- Que las ordeñe tu padre, que a mí no se me dejan.
Al poco, en la cocina, su madre, sin dejar de mirar a la mosca, gritó:
- Vete a la mierda!
D. Fede, bajó la cabeza y sintió el ridículo pesándole en los hombros.

Evaristo Hernández
Grupo B


Ella y yo

En el salón
Hay una persona
Y una mosca.

Issa


“Vete a la mierda”, gritó ella con desesperación a la vez que cerraba el ordenador con cierta violencia. Una vez más sobrevivo. Logro escabullirme. Huyo mareada pues he estado a punto de sufrir un traumatismo craneoencefálico. Recobró el vuelo incesante. Poco a poco la normalidad vuelve a mí. Aterrizo en la taza de café que había dejado abandonada. ¡Qué gusto saborear el borde! Estos restos dulces que encuentro en mi casa de acogida son un coctel de vitaminas, que me proporciona energía para continuar imparable mi camino. Revoloteo… Investigo… Planeo… danzo… exploro… ¡Qué gran mundo! O… ¿Qué pequeño mundo?

Pilar Sánchez 
Grupo B


Mosquicidio

-Vete a la mierda-, gritó la mujer desesperada sin dejar de mirar a la mosca. Sí, a la mierda, estoy harta de ti, porque verte merodear junto a mis tostadas me está sacando de mis casillas, hoy no lo aguanto. Hace un rato podrías ser tú, he visto cómo te posabas sobre el dodotis y te recreabas en ese “pastel de liebre”, ¡mira que he aguantado incluso entretenido a veces contemplándoos!, ¡anda que no he oído veces decir “te entretienes mirando una mosca”, o no es capaz “ni de matar una mosca”!, pero hoy voy a cometer un “mosquicidio”, seguro que en Google encuentro instrucciones para conseguirlo de forma segura y rápida. ¡Y que Dios me perdone!

Inés Izquierdo Pérez
Grupo A


Vete a la mierda -gritó la mujer desesperada sin dejar de mirar a la mosca
¿No me digas que me das un ultimátum? Si no estás bien conmigo, prueba a irte con los niños, si te viene mejor, con ella. Podéis formar una familia estupenda.
Pero no me vengas con esa frase vacía, como si después de tantos años hubieras descubierto quién soy yo, quién eres tú, como si te hubieras caído de un guindo o te hubieras dado un golpe en la cabeza.
¡Vaya con tu crisis existencial! Yo lo llamo de otra manera.
Quieres atrapar tu juventud, vivir nuevas aventuras, sentirte deseado o deseable, o las dos cosas.
Me miras como si no me entendieras, como si te hubiera cogido un aire, ¿Seguro que te encuentras bien?
Es verdad, tú en una frase lo has dicho, pero es que hay que digerirlo, ¿eh?
Si no vas a decir nada, al menos mata a esa mosca de una vez, que me está poniendo tan nerviosa como tú.

Teresa Sanz
Grupo B


Era, él

¡Vete a la mierda! gritó la mujer desesperada sin dejar de mirar a la mosca.
Nunca había pronunciado antes esas palabras, pero la visión de ese insecto anodino, banal e insignificante, le recordó al más inútil de todos los seres vivos que había conocido y que habitaba postrado en su sofá desde hacia ya mas de 23 años, ¡vete a la mierda!! Repitió gritando con más fuerza en dirección hacia él.

Esther Yubero
Grupo A


Con motivo y sin razón

Vete a la mierda, gritó la mujer desesperada sin dejar de mirar a la mosca que se había posado en su foto de boda.
Se quedó inmóvil observándola, mientras un hilillo de sangre le corría por el labio y una gran pena oprimía su corazón.
-¿Han pasado ya diez años, ¿sabes? De los cuales nueve y medio han sido un constante infierno.
La mosca no se movía. Parecía hipnotizada por las palabras y el sufrimiento de Dolores.
-Cuando acepté casarme con él, yo creía que me quería. ¡Parecía tan encantador! Siempre atento a los pequeños detalles. Siempre dispuesto a complacerme, y, de repente, y sin saber por qué, un día se le soltó la mano y la boca. Y empezó el calvario. Yo siempre me decía a mí misma que no volvería a pasar, que él era bueno, que me seguía queriendo. Yo siempre lo justificaba, incluso me fui culpando a mí misma de sus desmanes.
-Lo he sacado de quicio, sin proponermelo. Tengo que estar más atenta a lo que digo y a lo que hago –me decía.
Pero, ¿sabes qué, mosca? ¡Que ya no aguanto más! Que se vaya a la mierda ese cabronazo, hijo de puta. Con lo que yo lo he querido y qué mal me ha tratado. ¡Se acabó! –dijo Dolores, mientras, con una rabia incontenible aplastaba a la mosca de un manotazo. El marco de la foto se volcó y a punto estuvo de romperse el cristal.
Dolores se puso a temblar cuando, de pronto, oyó la llave en la cerradura. Rápidamente, con un gesto tantas veces ensayado, se limitó las lágrimas, se levantó del sofá como un rayo y fue a recibirá a su marido.
Él la abrazó, mientras le ofreció un ramo de sus flores preferidas.
-¡Lo siento, mi amor! No volverá a pasar.
-¿Está ya la cena?
Ella se fue corriendo a la cocina, mientras sonreía, mientras sentía que la esperanza renacía, una vez más, en su corazón.
Intentó, sin éxito, alcanzar los platos. Se sorprendió y es que Dolores no se daba cuenta de que, momento a momento, sopapo a sopapo, se volví a más y más pequeña.

Pilar Ramírez
Grupo B


Asesinato

– ¡Vete a la mierda!–gritó la mujer desesperada sin dejar de mirar a la mosca. Eran demasiadas atenciones las que su marido le prodigaba para no alimentar a la serpiente de los celos.

Lolita, voló como el rayo hasta la ventana abierta de par en par perseguida por la mujer, y se lanzó al vacío atrayendo tras ella a su atacante con argucias y calculadas piruetas circenses. Conseguido su propósito, regresó al salón con las manos manchadas de sangre, y dijo satisfecha“¡Al fin solos!”. Luego, desnudándose de su versatilidad alígera llegó hasta el marido, entregado a Cincuenta Sombras de Grey, y se contoneó desvergonzada y provocadora por la página exaltada de erotismo. Él, arrebatado, atrajo hacia sí a Lolita. Entró en el dormitorio con ella. Y cerró la puerta.

Pepita Sánchez
Grupo B

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