Va sobre ruedas

La sesión del lunes pasado ha hicimos en bici. Con el título de "Va sobre ruedas" recorrimos la cercana distancia entre la literatura, la bicicleta y la memoria.
La bicicleta, nadie puede negarlo, es el medio de locomoción que mejor evoca nuestros recuerdos de infancia. Subirse a una bicicleta, después de muchos años sin hacerlo, es subirse a la palabra nostalgia. Así que recordamos mil y una historias, mil y una caídas, el día en que aprendimos a montar sin ayuda de nadie ni accesorios, el día en que aprendimos a pedalear sin manos o el día en que abandonamos, en el pueblo, nuestra bicicleta.


Muchos directores de cine, cantautores, poetas, fotógrafos, artistas plásticos han visto en la bicicleta un auténtica pieza de arte. No vamos a hacer aquí inventario de todas ellas. Basta únicamente teclear en google la palabra “bicicleta” para tomar conciencia de hasta dónde ha sido capaz de llegar con sus pedales este vehículo y de cómo muchos usuarios, como dice Mario Benedetti, decidieron “dejarse media vida en los pedales de la bicicleta”.

Sería interesante que todo artista incluyera en su repertorio la bicicleta. Y sería aún más interesante que las bibliotecas les dedicaran alguna guía bibliográfica o alguna sección. 
Queremos que estas bicis con historia y muchos recuerdos, formen parte de vuestras vidas. Que os evoquen vuestras propias historias. Que os animen a compartir vuestros sueños.

En muchos de estos escritores se advierte una admiración personal por la bicicleta, otros incluso se sienten comprometidos con las Asociaciones que defienden su protagonismo en la ciudad. Miguel D’Ors, incluso, llegó a escribir, pedaleando, algún que otro poema.

Julio Cortázar nos recuerda, señalando a Horacio: “Más cosas hay en una bicicleta de las que imagina tu filosofía”. Nosotros hacemos nuestra esta idea para invitaros a imaginar las historias que callan cada una de estas bicicletas: cuántas manos, piernas, miradas, ideales habrán movido la cadena de cada una de estas bicicletas. Una de ellas, diseñada por Schindler, tal vez salvó del holocausto a algún judío. Otra paseó a más de una mujer, sin temor de que sus finísimos vestidos se engancharan en los radios. Otra enseñó a más de una pareja a ver la vida en común. Otra avivó la ilusión en muchos niños de ser auténticos caballeros. Otra tal vez sirvió de utilidad a algún limpiacristales. Y otra enseñó, a más de una mirada, que la imaginación también se asienta sobre una bicicleta. 
Bicis curiosas, raras, con historia que alientan nuestra fantasía y nos invitan a pensar en una ciudad de verdad donde todo puede ir sobre ruedas, o donde, tal y como dijo Benedetti en un poema, “los concejales vayan en bicicleta / del otoño al verano y viceversa”.

Leímos los poemas "Canción para pedir más carril bici" de Juan Antonio González Iglesias y "Balada de la bicicleta con alas" de Rafael Alberti.

Canción para pedir más carril bici

Ir por el carril bici
persiguiendo
el origen del río
durante media hora,
paralelo a los peces,
paralelo
al piragüista
de torso grande
adelantarlo,
escalar hasta el puente
peatonal, transmutarme
en perpendicular
al agua 
de Gredos por aquí,
dar media vuelta,
bajar formando parte
del viento, ser
tan físicamente 
feliz, correr ahora
más rápido que el Tormes,
dejar atrás los juncos,
la lavanda, las sombras de las frondas,
los niños, los atletas,
la plata de los peces
y al tenaz piragüista.
Ir por el carril bici
durante media hora,
ser centauro recién 
nacido, me parece
más de lo que merezco
en este día casi
víspera de septiembre.

Pero reclamo más.


Balada de la bicicleta con alas

1
A los 50 años, hoy, tengo una bicicleta.
Muchos tienen un yate
y muchos más un automóvil
y hay muchos que también tienen un avión.
Pero yo,
a mis 50 años justos, tengo sólo una bicicleta.
He escrito y publicado innumerables versos.
Casi todos hablan del mar
y también de los bosques, los ángeles y las llanuras.
He cantado las guerras justificadas,
la paz y las revoluciones.
Ahora soy nada más que un desterrado.
Y a miles de kilómetros de mi hermoso país,
con una pipa curva entre los labios,
un cuadernillo de hojas blancas y un lápiz
corro en mi bicicleta por los bosques urbanos,
por los caminos ruidosos y calles asfaltadas
y me detengo siempre junto a un río
a ver cómo se acuesta la tarde y con la noche
se le pierden al agua las primeras estrellas.

2
Es morada mi bicicleta
y alegre y plateada como cualquier otra.
Mas cuando gira el sol en sus ruedas veloces,
de cada uno de sus radios llueven chispas
y entonces es como un antílope,
como un macho cabrío, largo de llamas blancas,
o un novillo de fuego que embistiera los azules del día.

3
¿Qué nombre le pondría, hoy, en esta mañana,
después que me ha traído,
que me ha dejado sin decírmelo apenas
al pie de estas orillas de bambúes y sauces
y la miro dormida, abrazada de yerbas dulcemente,
sobre un tronco caído?
Carlanco de los bosques.
Estrella voladora de las hadas.
Telaraña encendida de los silfos.
Rosa doble del viento.
Margarita bicorne de los prados.
Cabra feliz de las pendientes.
Eral de las cañadas.
Niña escapada de la aurora.
Luna perdida.
Gabriel arcángel.
La llamaré con ese frágil nombre.
Porque son sus dos alas blancas las que me llevan,
Anunciándome al aire de todos los caminos.

4
Yo sé que tiene alas.
Que por las noches sueña
en alta voz la brisa
de plata de sus ruedas.
Yo sé que tiene alas.
Que canta cuando vuela
dormida, abriendo al sueño
una celeste senda.
Yo sé que tiene alas.
Que volando me lleva
por prados que no acaban
y mares que no empiezan.
Yo sé que tiene alas.
Que el día que ella quiera,
los cielos de la ida
ya nunca tendrán vuelta.



Hicimos una especie de cadáver exquisito contestando a las preguntas ¿quién?, ¿qué?, ¿cómo?, ¿dónde?, ¿cuándo? y ¿por qué?. El resultado fueron unas historias un tanto disparatadas. Dichas historias  fueron pasando de mano en mano y el único requisito era que apareciera en ellas una bicicleta, algún ciclista o algo alusivo a este medio de locomoción.
Estas son algunas de las historias:

El ciclista
iba al río a bañarse
apoyando una pierna sobre el suelo, las manos firmes sobre el manillar y la entrepierna fija en la barra
por la mañana
suenan las campanas.

Un abogado
Reparte pan
Lentamente y entre sollozos
En la taberna
El jueves por la noche
Por desengaño, por angustia, por la necesidad de chillar

El panadero
se toma un café a las 4 de la mañana,
espumosamente.
A la salida del gimnasio,
al atardecer
quiere jugar con los niños.

Un borracho joven enamorado
Monta en bicicleta
Con ganas y entusiasmo
En el campo florido
Todos los domingos
El muchacho vigila suspicaz los anónimos personajes intentando captar alguna verdad sospechosa.

El vendedor de flores
corre muy deprisa por la naturaleza, el viernes, porque es cuando puede
en bañador
por las calles del barrio viejo
necesita repartir las cartas
porque siempre que asiste a un juicio va en bicicleta.



Tratamos de recordar nuestra primera bicicleta, el lugar más insólito al que viajamos con ella, la aventura más emocionante, nuestra primera y última caídas, el primer beso en bicicleta.
Intentamos contestar a la pregunta de Ángel González: "¿Por qué en los días de lluvia cruza una bicicleta en silencio por nuestro corazón?”
Y también nos preguntamos, como Rafael Alberti, de qué otro modo podemos nombrar a la bicicleta. ¿Cuál sería nuestra definición, nuestra greguería o nuestra metáfora acerca de la bicicleta?


Propuesta de tarea

Sube a una bicicleta a algún escritor, escritora, personalidad, personaje famoso y cuéntanos un paseo por su vida, su obra o cualquier otro lugar a dónde te apetezca llevarnos.


Y estos son algunos de los trabajos:


Cántico espiritual, en bici, de San Juan de la Cruz

¿Adónde te escondiste
amado, y me dejaste con gemido?
Veloz, como ciclista, te perdiste,
habiéndome herido.
Tras ti fui pedaleando, y eras ido.

Transeúntes, si mirasteis
el paso rumoroso de sus ruedas,
y al cabo mi silueta,
triángulo confuso que tras ellas
apremia a la cadena,
mostradme de sus cámaras las huellas.

Buscando mis amores,
sobre un duro sillín de gruesos muelles,
ni temeré sudores,
ni callos que en las manos me salieren,
ni pinchazos, ni radios que cedieren.

Descubre tu aposento
usando de tu timbre tan cromado.
Y cincelando el viento,
haré a cada momento
alegres abanicos a tu lado.

Oh, luces de dinamo,
Oh, vivos, flameantes banderines,
aquí van mayestáticos,
mis viejos neumáticos
besando con pasión los adoquines.

Y un solo pensamiento entre guijarros,
 por rutas no asfaltadas:
“seguir tus pedaladas,
cruzando entre los carros,
uncido al manillar y al salvabarros”.

Mil gracias derrapando
pasó por estas metas con presura,
y en círculos girando
dejó de su figura
destellos niquelados de hermosura.

Y a todos cuantos deja a cada lado
regala refulgente maravilla,
de espíritu embalado:
reflejos de su espejo ladeado
rielando entre el cemento y la gravilla…


Y luego a las subidas
cavernas de la piedra nos iremos,
que están bien escondidas,
y allí nos fundiremos,
y tándem velocípedo seremos.

Óscar Martín
Grupo A


Blanca Nieves feminista

Pasó toda la noche sin dormir, pensando todo lo que tenía que hacer antes de empezar a vivir su nueva vida y haciendo preparativos. Convirtió la falda amarilla de su antiguo vestido en unos pantalones, mucho más prácticos.

Redactó una carta para los enanitos, despidiéndose de ellos. Confeccionó una hoja de instrucciones y aclaraciones de las cuestiones domésticas, para que ellos pudieran sobrevivir. Tenía muy claro que no quería seguir ocupándose de su casa, su ropa y su comida, pero los enanos habían sido buenos con ella y les estaba agradecida.

En la cabecera de su cama, dejó una nota para ese príncipe en el que había dejado de creer, por si aparecía. Las buenas formas no pensaba perderlas Blanca Nieves.

La nota decía así: “ Me voy. He dejado de creer que alguien que no sea yo misma, pueda rescatarme de estar sometida a mi madrastra, a los enanos, a un supuesto salvador. Los enanos son hospitalarios. Seguro que te dejan pasar aquí algún día para descansar del viaje. Quizá encuentres alguna otra princesa, pero tendrás que esforzarte, porque cada vez hay menos.”

Al amanecer, Blanca Nieves se subió en una vieja bicicleta que había logrado reparar y echó a correr por el bosque cantando a pleno pulmón.

Teresa Sanz
Grupo B

No hay comentarios:

Publicar un comentario