Sonatina burocrática. ¿Trabajas o teletrabajas?

La sesión de la próxima semana la dedicaremos al trabajo y el teletrabajo. Y hemos elegido como título "Sonatina burocrática", una de las composiciones del genial Erik Satie.
Pensemos en qué ha supuesto para muchos ver cómo todo el trabajo de un trimestre se desplomaba como consecuencia del Covid-19, cómo muchos han tenido que acogerse al teletrabajo para desempeñar una tarea que, en muchos de los casos, es presencial. Y cómo la mayoría están deseando recuperar la normalidad y la vuelta a su puesto laboral.
Escuchad la "Sonatina burocrática" y leed el texto que Satie escribió para acompañar la pieza:






I. Allegro

Ya ha salido.
Va alegremente a su despacho “gavilándose”.
Mueve la cabeza contento.
Le gusta una guapa dama muy elegante.
También le gustan su portaplumas,
sus mangas de lustrina verde y su gorrito chino.
Da grandes zancadas:
se precipita a las escaleras que sube a cuestas.
¡Qué ventolera!
Sentado en su sillón
está feliz y lo demuestra.

II. Andante

Reflexiona sobre su ascenso.
Tal vez obtenga un aumento
sin necesidad de ascender.
Cuenta con trasladarse el próximo trimestre.
Ha echado el ojo a un piso.
¡Ojalá ascienda o aumente!
Nuevo sueño sobre el aumento.

III. Vivaca

Canturrea un viejo aire peruano
que ha recogido en la baja Bretaña de un sordomudo.
Un piano vecino toca una pieza de Clémenti.
Qué triste es todo esto.
Osa valsar (él, no el piano).
Todo esto es muy triste.
El piano reanuda su ejecución.
Nuestro amigo se interroga con benevolencia.
El frío aire peruano se le sube a la cabeza.
El piano continúa.
Lástima, tiene que abandonar su despacho,
su bonito despacho.

Ánimo, vámonos, dice.


En la ficha de trabajo hemos incorporado textos variados. En todos ellos se reflexiona sobre el trabajo, sobre las nuevas herramientas con que se lleva a cabo ese trabajo.
Hay quien se toma este asunto del teletrabajo con mucho ritmo y mucha paciencia y hay quiénes vislumbran un futuro maquinista y mecanizado alejado de lo humano:




Propuesta de tarea

Proponemos como tarea escribir un texto, real o de ficción, que ponga de relieve cómo vemos el presente y el futuro laboral propio o ajeno. 

Estos son algunos de los trabajos recibidos:


Una anomalía irreversible

Era el último día importante en la vida de Masaki y Sayumi. Masaki, metamorfoseada ya en una maravillosa crisálida, había puesto el día anterior sus dos huevecitos y, como ordenaba el Ministerio de Sanidad, había enviado en el acto la exploración ecográfica que ella misma les había hecho al Instituto de Salud Ovípara de Yamanashi. En unos minutos tenían cita virtual en la consulta del doctor Takura, quien les había de informar de los resultados de la exploración. Masaki estaba infundadamente nerviosa, pues los huevos, exteriormente al menos, tenían un magnífico aspecto. Sin embargo tenía un mal presentimiento y no dejaba de caminar de un lado a otro de la sala de hardware moviendo compulsivamente sus alas sin separarse de su botella de licor de morera. Sayumi, en cambio, estaba mucho más relajado, y se limitaba a esperar a que llegase la hora de la cita sentado en su sillón de conexión mientras se fumaba un puro ecológico de auténtica hoja de morera china. Cuando por fin llegó la hora de la cita, Masaki se sentó en su sillón y ambos conectaron sus cuerpos al hardware doméstico. De inmediato, el holograma del doctor Takura se hizo presente ante ellos. Y no había más que ver su cara para intuir malas nuevas. Masaki y Sayumi se agarraron sus pegajosas y febles manos para darse aliento y, después de un saludo breve, el doctor fue al grano.

—El huevo de la hembra está en perfecto estado y será una larva sana y feliz durante los sesenta años de su existencia.

—¿Y el del macho? —se adelantó a preguntar Sayumi, con el corazón acelerado.

—Me temo que tengo malas noticias respecto del macho —se le encapotó la mirada al doctor Takura—. Se pueden apreciar en el feto larval algunas anomalías serias, sobre todo en sus extremidades superiores e inferiores, que semejan en todo a las del humano de hace doscientos mil años. Es un fenómeno muy raro, pero, por desgracia, a veces ocurre.

—¿Y eso tiene solución, doctor? —se apresuró a preguntar Masaki.

—Desde luego es operable y, en ese sentido, podría hacer hasta vida más o menos normal, pero… —parecía que por momentos se abotargaba el doctor, sumiéndose en un silencio que estremeció a la pareja—. Pero el feto tiene una anomalía mayor, y ésta no es operable…

—¡Díganoslo de una vez, doctor! —se enervó Masaki— ¿Qué le ocurre a nuestro hijo?

—Su vientre carece de puerto USB —y se desinflaron sus carrillos al dar la noticia.

—¡Dios mío, pero eso no puede ser! —ahogó un grito Masaki, mientras dos lagrimones de seda le empezaban a rodar por la mejillas.

—Sin puerto USB no podrá conectar su cuerpo al hardware y no podrá estudiar ni interactuar virtualmente con los demás niños —se llevó Sayumi las manos a la cabeza mientras hablaba—. Y cuando sea adulto ¡no podrá teletrabajar! ¿Qué va a ser de él, doctor?

—Lo siento, lo siento de verás —se disculpaba Takura, como si él mismo tuviera alguna culpa.

—Y no hay ningún remedio, no sé, algo que sirva para paliar su desgracia —buscó Masaki alguna luz a la desesperada.

—Bueno, siempre están las prótesis…, ya sabe, los teclados y esas cosas. Pero no es ni remotamente lo mismo. Y ahora —tragó saliva morérica el doctor—, mi obligación es recordarles que tienen derecho a solicitar la destrucción del huevo.

—Eso jamás, doctor —se encorajinó Masaki. Y luego de echar una mirada a su pareja, que asintió sin reservas, añadió—: Va en contra de nuestras convicciones.

—Bien, son ustedes libres de hacer lo que quieran. Por mi parte no tengo nada más que añadir —se mostró ahora más seco el doctor Takura.

Concluida la consulta, Masaki y Sayumi se fundieron en un abrazo y desbordaron la estancia de lágrimas de hilo de seda. Poco quedaba ya por hacer. Masaki preparó el lecho de hojas de morera en el cuarto con vistas al monte Fuji donde los dos habían de morir definitivamente, mientras Sayumi depositaba junto al huevo del macho un objeto arqueológico semejante a un martillo, con la esperanza de que de alguna forma le pudiera servir. Al amanecer del día siguiente, el sol nacía sobre el monte Fuji y sus almas volaban a hacia la eternidad.

Óscar Martín 
Grupo A


“El amor en los tiempos del Confinamiento”

Yo tenía teletrabajo, hasta que se puso de moda el teletrabajo por causa del virus, pero para entonces ya nos habían echado a todos.

¿Recuerdan esas llamadas -que dejaron de oír durante el confinamiento- a cualquier hora, para ofrecerles un seguro, una cuenta bancaria, un descuento en la factura de su móvil, un perrito piloto? Pues ese era yo. Les digo cuál era la filosofía de la Empresa: había que vender a toda costa, y en el menor tiempo posible; total, no pedían nada. El Cuadro de Honor -que daba al empleado puntos para unas futuras vacaciones en el Caribe, pagadas por la empresa- se componía de estas dos variables, tiempo y efectividad. No era nada fácil, pónganse en mi lugar, porque, por lo general, pillabas al cliente en la ducha, no sé si me explico, en el momento más inoportuno. -No me interesa, perdone -contestaba la mayoría-, lógico, pensabas tú, sobre todo ahora, que estás en una reunión de trabajo, o discutiendo con tu mujer mientras hacéis la comida, o esperabas a que te atendiera la tutora de tu hijo en el Cole, a ver qué había pasado con otro niño que le acusaba de haberle puesto un ojo a la virulé.

La fórmula era siempre agarrar al cliente por el pescuezo telefónico, y decirle -en un tono neutro, pero asertivo- que cómo sabía que no le interesaba, si todavía no le habíamos dicho en qué consistía la oferta: ¿No quiere ahorrar dinero? Puro sadismo. Yo tenía compañeros que lo bordaban, sobre todo cuando pillaban a una de esas personas educadas que son incapaces de colgarte el teléfono sin disculparse varias veces, entonces se cebaban con ellos, y muchas veces, sacaban sus puntitos.

Pero volvamos al principio. Yo teletrabajaba y me echaron, por el virus, y llegó el confinamiento. Y mi mujer y yo bastantes problemas teníamos hasta entonces, como para tener que aguantarnos veinticuatro horas al día, siete días a la semana, en el reducido espacio de nuestro piso, que hasta habíamos cerrado el balcón para ganar un par de metros. Con dos niños, que no entendían tampoco por qué tenían que estar encerrados con dos extraños -antes de eso, no los veíamos mucho, la verdad- que, además, se ocupaban más en sacar a pasear al perrito -por turnos, varias veces al día- que en ellos. Y así, todo el día, rebotados, todo el mundo de morros menos el chucho, que estaba encantado. No había dios que aguantara.

Así que, en cuanto pudimos, firmamos los papeles del divorcio exprés, a través de un bufete de abogados “low cost”, por Internet. De mutuo acuerdo. La primera cosa que hacíamos de mutuo acuerdo desde hacía años. Iniciábamos, sin saberlo, una tradición, porque cuando nos llamaron en el Juzgado, algún tiempo después, para ratificar el divorcio, también nos pusimos de acuerdo -milagros del Coronavirus y sus secuelas- en que no íbamos a ratificar nada. Llegamos cogidos de la mano, y le dijimos al Señor Juez -para que no se mosqueara y pensara que tomábamos la Justicia a cachondeo- que lo habíamos pensado mejor, y nos íbamos a dar un tiempo.

Por lo menos -eso ya quedó entre nosotros- hasta que se solucionara la Economía, y nos dieran trabajo a los dos, porque ni con un sueldo post virus seríamos capaces de mantener dos casas, pensiones compensatorias, y mucho menos dos niños, que ahora no se conformaban con la Play de toda la vida, si no que te pedían -a través de los directores de sus Coles- ordenadores, móviles, y otros artilugios –“gadgets”, dicen, hay que joderse con los anglicismos- para la educación a distancia.

Total, que teletrabajaba y me echaron del teletrabajo cuando se puso de moda el teletrabajo, y firmé los papeles del divorcio, y no firmé los papeles del divorcio, todo por causa del dichoso virus. En fin, un sindios.

Lo que fue, todo, una bendición visto con perspectiva, ahora que el tiempo -y Cupido- han jugado a nuestro favor.

Resumo. Mi mujer encontró un buen trabajo, y yo me ocupo de la casa y de los pequeños, que, al sentirse atendidos por su padre se han vuelto dos cachorritos deseando que les saque a dar un paseo, y hasta el Cole nos ha tramitado los papeles para que nos subvencionen los gastos en ordenadores y herramientas varias. Visto retrospectivamente no mentimos al Juez, mi mujer y yo estamos acarameladísimos, como en una segunda luna de miel, bueno, casi la primera porque en el viaje de novios tuvimos cada bronca. . .

El mundo se derrumbaba, y nosotros nos enamoramos. Hemos sido capaces de “revertir la situación”, en palabras de una amiga nuestra, sicóloga. El tutor de “mindfulness” lo llama “catarsis”.

Lo que yo le digo a mi chica: entre tú y yo, cariño, bendito Coronavirus. -Sí, corazón -me contesta ella- lo nuestro es que da para una novela.

¿O no?

Ignacio Aparicio Pérez-Lucas
Grupo A


¡Quién tiene una bola de cristal!

Cuando me licencié en Económicas hace algo así como “mil” años, la palabra economía se definía escuetamente : “con pocos medios satisfacer muchas necesidades” .
A lo largo de los años, he de decir, que los “gurús” de la economía, sólo aciertan a “posteriori”, es como hacer la quiniela de fútbol los lunes, lo bonito es hacerla bien el sábado y que se cumpla, aunque sea poniendo muchos triples (previsiones).
Durante la carrera, el catedrático de economía financiera, al explicarnos el funcionamiento de la bolsa, nos decía que él nunca “jugaba”, porque no sabía lo que tenía pensado hacer el Consejo de Administración de la Empresa.....
En otra ocasión, el profesor de Marketing, nos ponía el ejemplo, del vendedor optimista y del vendedor pesimista; en una reunión de una empresa de calzados, les enviaban a vender zapatos a Marruecos, el pesimista dijo “yo allí no voy porque están acostumbrados a andar descalzos y no vendo nínguno”; el optimista manifestó, allí me forro a vender zapatos porque no tiene nadie.
Otro lumbreras de profesor, como ejemplo ponía cómo ganar un millón de pesetas diariamente; “muy fácil”, se compran un millón de gallinas ponedoras, cada gallina come diariamente 20 pesetas de pienso, si quiero ganar un millón, con darles 19 pesetas de pienso,( que no lo notaran), ya tenemos el millón, si queremos ganar dos millones, ya sabemos lo que tenemos que hacer....
Si como dicen los expertos, el futuro está en la robótica, nos tendrán que dar un salario mínimo vital a todos y que trabajen y paguen impuestos los ordenadores.
Hasta que esto ocurra, mi opinión es que toda persona que su futuro laboral se lo tenga que currar sin ningún tipo de “ayudas”, debe prepararse concienzudamente en la profesión que le guste,(y tenga aptitudes), ser honrado, trabajador, manejar idiomas, y disponibilidad a viajar a otros países, porque aquí el tema está jodido.

Luis Iglesias 
Grupo B


Teletrabajo compartido

El viernes, 13 de marzo, tuvimos una cena de empresa. Celebrábamos una venta muy importante que había costado varios meses de negociaciones. La cena, pagada por el jefe de nuestra sección, tuvo lugar en un lujoso hotel de la ciudad. Allí conocí a Beatriz, Bea, como le gusta que la llamen.
Beatriz es la secretaria del jefe, una mujer muy guapa, muy interesante. Me tocó sentarme a su lado y al principio me sentí algo incómodo, pues era el último en incorporarme a la empresa, el nuevo, vamos, y no conocía a nadie. Pero las risas, el vino y la simpatía de Beatriz hicieron que la cena fuese más llevadera. Después de la cena fuimos a un bar. La música sonaba a un exagerado volumen, lo que me permitió seguir la conversación con mi nueva conocida, a una distancia más personal, hasta que traspasamos la frontera de lo que ahora conocemos como la distancia social.
El domingo por la mañana, muy temprano, después de un fin de semana intenso, íntimo y confidente, me levanté de la cama y recogí y ordené la casa y la cocina. Con la bolsa de basura llena de desperdicios, bajé a la calle, para reciclar en unos contenedores. Enseguida se acercaron dos policías que, al principio, me sobresaltaron.

—Buenos días —saludaron muy amables—. ¿Vive usted por aquí?
—¿Cómo? —pregunté sin entender.
—Desde ayer estamos en estado de alarma —me informaron como si yo ya supiese qué estaba ocurriendo—. No puede usted salir de casa si no es a trabajar, con el debido justificante, a comprar o a cualquier actividad esencial. Contravenir las órdenes puede acarrearle una multa de 601 euros.
—Sí, ya… —intenté procesar lo que me estaban comunicando—. Bajé a echar la basura. Vivo aquí mismo —dije señalando el portal de Bea.

Por suerte llevaba las llaves en el bolsillo y ellos esperaron hasta que estuve dentro para cerciorarse de la veracidad de mis explicaciones. Una vez en el piso le expliqué lo ocurrido. Pusimos la tele, miramos en internet, sorprendidos entendimos que estábamos confinados, sin movilidad. No podía volver a mi casa.
Han pasado dos meses maravilloso. Seguimos juntos. Teletrabajando, bueno, compartiendo teletrabajo y ordenador, el mío sigue en mi casa. Deseando que no llegue la fase 1, aunque yo creo, ahora que no me oye Bea, que cuando llegue el momento no me va a pedir que me marche.

Jaume Castejón 
Grupo B


Futuro laboral

Covid 19, enclaustramiento, crisis económica, pierdes el empleo; las desgracias nunca vienen solas, se dice Sulpicio Bernáldez. Pero se lo dice en suave, no son lamentos amargos, el amigo Sulpicio si en alguien confía es en sí mismo, se sabe persona de recursos. Es una virtud que tuvo siempre, le conozco desde chico. Daba poca chispa en la escuela del pueblo y toda su aspiración era ser verdugo de mayor, pero tampoco resultó difícil convencerlo de que ese oficio tenía poco futuro. «¿Cuántos verdugos puede haber en el país?» le dijo un día su madre, «es como si a estas alturas te empeñaras en ser arriero como el abuelo».

Así que Sulpicio Bernáldez cambió su vocación sobre la marcha y, mira, le ha ido bien en la vida. Con el puñetero coronavirus no contaba nadie, pero bien seguro estoy de que él se las apañará también con eso.

―Lo del ERTE no es para mucho confiar ―me confesó ayer, que me lo encontré por la calle―. Otra no queda sino reinventarse uno, le doy mucho al coco, ya me conoces. De momento estoy desechando posibilidades. Inventor de estupideces lo tengo descartado, mucha competencia, fíjate las que nos están ofreciendo en televisión día sí día también; además de que no me veo yo muy capacitado. En algo relacionado con la honradez y el sentido común tampoco se puede pensar; eso pasó a la historia, es como lo de los arrieros.
―Si me admites una sugerencia, Sulpi…

Me la admitió. Pero no sé si llegué a pronunciar cuatro palabras.

―Precisamente ―me cortó―, ando sopesando eso ahora y... sí, pienso que terminaré metido en política. Me falta solo calcularme qué partido ganará las próximas elecciones. Una vez resuelto eso, lo demás ningún problema. Ya me contarás: no se requiere título, no te cierran la empresa, no tienes que exprimirte la meninge, buen sueldo, el trabajo es llevadero, jubilación requeteanticipada y responsabilidad ninguna.
―Hombre ―intenté oponerle― tanto como ninguna responsabilidad…
―Ninguna, te lo digo yo, responsabilidad ninguna; si te ves perdido haces una declaración diciendo que la asumes y santas pascuas. Lo que sí has de estar atento es a sacar a relucir de vez en cuando tu Gran Espíritu De Servicio A La Comunidad.

Le irá bien. A Sulpicio Bernáldez le veo muy centrado. Esas últimas palabras las pronunció tal y como se ven escritas, con mayúscula.

Pascual Martín 
Grupo B


La carta

Dime tú, rapaz, que eres muy sabido y podrás explicármelo mejor que nadie. Teresina, la tu hermana, por lo regular visitábame una vez por semana, pues ayer, después de faltar un mes, asomóse por aquí. Y todo lo que supo decirme es que teletrabajaba. ¿Y esu qué ye, o?, se me escapó de seguido. Pues que trabajo en casa con el ordenador así que me quedo en el pueblo y no bajo a Gijón más que una vez cada cuatro o cinco semanas, díjome quedándose tan pancha.
Y yo te pregunto, Alfredín, ¿no teletrabaja Begoña, la secretaria de la residencia? Todo el día se lo pasa mirando la ventanina del ordenador. Que da miedo lo que ve allí esa neña. El jueves adivinó que yo era de la parroquia de Celorio en Llanes y el nombre de mis padres, y el de mi difunto marido, tu abuelo, que en gloria esté.
Pues también teleloquesea la Rosina, la de Caja Asturias, que en cuanto se asoma a la ventanina ya sabe si cobré la pensión, si pagáronme la renta del piso del Rinconín y cualquiera cosa que yo quiera preguntarle.
Pues si la Rosina y la Begoña teletrabajan, pero vienen todos los días a su oficina ¿por qué tu hermana no? ¿No será que se hartó de visitar a esta vieja con la cabeza echada a perder?
Anda cariño mándame unas letras, que tú siempre has tenido la mano suelta para escribir y explícame bien, pero bien clarito, ese asunto tan engorroso.
Ya sabes que tu abuela quiérete a porfía.
Queda con Dios.

Pepe Lorenzo 
Grupo B


Telesanitarios

Todo comenzó con una llamada procedente de mi jefe, Señor Martínez, quiero que me represente en Cuba en una convención de la empresa .He pensado en usted porque que a mi juicio es una persona coherente y sensata. Mi secretaria le facilitará los billetes y toda la documentación del viaje. Manténgame informado de todo.
No había estado en Cuba nunca y la verdad que me parecía una buena oportunidad, para conocer la isla.
Desde mucho antes de mi partida, tuve que soportar infinitas advertencias no carentes de envidia por parte de compañeros de trabajo, en referencia a la playas, mujeres cubanas y mojitos.
Me alojé en el Hotel Meliá Cohiba, un hotel de lujo frente al Malecón, y ya el primer día después del desayuno, la organización de la convención nos tenía preparado una ruta con guía por la Habana Vieja. Gracias a ella descubrimos su historia, muchos secretos y algunos espacios con encanto como Havana 1971 o La Casa del Café. Hicimos también una parada -casi obligatoria por su historia- en la Bodeguita del Medio aunque, he de reconocer, que parte de su encanto se ha ido al traste por las pintadas y grafitis sin sentido de miles de turistas. Al terminar el recorrido, ya por mi cuenta, alquilé un convertible americano para apreciar la arquitectura de la ciudad -que es de película- y llegar hasta el bosque de La Habana. Es una turistada de serie, pero en mi opinión de las que merecen la pena.
Las reuniones de trabajo eran agotadoras sobre todo porque vivíamos la noche cubana a tope y no dormíamos apenas, cada día recorríamos diferentes lugares de fiesta con buen ambiente en toda la isla .
Me aficioné a las fiestas de Fomo in Habana ,que hacen de la ubicación un acontecimiento sorpresa para todos , sólo el día de la fiesta se conoce la dirección , puede ser una casa con piscina en la zona residencial Siboney o un hermoso jardín de una alejada casona de Nuevo Vedado. Aprovechando que en Cuba ya se tiene mejor internet, los pre-tickets se venden online, a través de contactos que aparecen en sus redes sociales. Estas fiestas son muy variadas en materia musical, y aunque la electrónica sea la reina , se mezcla con ritmos afrocubanos, salsa,reguetón y hasta trap .
Todo era estupendo hasta el quinto día cuando empecé a encontrar muy mal, con mucha fiebre , malestar general, y sin apenas mantenerme en pié. De urgencia me llevaron a un centro privado al que sólo tienen acceso los turistas.
Es un hospital ultramoderno con todo tipo de avances y totalmente automatizado ,con robots que con una programación minuciosa pueden realizar determinadas técnicas de diagnóstico como realización de extracción de muestras para análisis, radiografías y cuidados con seguridad, aplicar medicación con precisión, hacer cambios posturales, auxiliar en el transporte de pacientes en camilla a las camas y de éstas a las sillas de ruedas, además de transportar y administrar las comidas y los medicamentos en los horarios programados con antelación .Todos ellos controlados por personal sanitario ,en modo teletrabajo desde casa, aunque cuenta con un equipo de profesionales de guardia para las incidencias¨ in situ “.
Me asignaron una habitación al ingresar y tuve que descargar una app en el móvil con la que podía comunicarme con los sanitarios, así ellos tenían disponible toda mi información en el suyo y podían comunicarse en cualquier momento conmigo y con el resto de compañeros ,para una correcta coordinación.
Llegué a la habitación y al momento entró rodando el robot, tenía dos pantallas en el frontal , en la inferior se mostraba información, y en la superior aparecía la cara de un profesional con un conjunto de auriculares y micrófono, diseño como el de la película The Big Bang Theory, diseñado por Sheldon,y que el médico utilizó para llegar hasta a mí sin tener que moverse del sitio.
Era un robot Veebot capaz de extraer sangre ,poner vías venosas sin errores, y con el mínimo dolor posible analizar el brazo para detectar el mejor lugar para el pinchazo, con una precisión a la hora de introducir la aguja superior a la de cualquier humano, lo pude comprobar cuando me hizo una extracción de sangre para la analítica y me dejó conectado un suero con un antitérmico.
A continuación moviéndose alrededor de mi cuerpo realizó una radiografía.
En todo momento la enfermera a través de la pantalla me daba instrucciones de una forma muy profesional ,algo que agradecí ,pero no evitó mi sensación de frialdad y desamparo, hubiese deseado más cercanía.
Durante el resto del día, recibí varias vistas del robot, e interactué con el equipo, además de con el médico y las enfermeras, con los técnicos auxiliares en la toma de constantes vitales, comida y aseo a las horas programadas.
Por la noche tardé en dormirme, realmente no estaba solo, pero sí con sensación de soledad, y pensaba, en la importancia que tiene el que los profesionales de la medicina nunca olviden a sus pacientes ,porque si se pierde de vista el factor humano, si se olvida que detrás de los resultados de un algoritmo, detrás de una pantalla, hay una persona, corremos el riesgo de que los hospitales pasen a ser talleres, en los que los pacientes entren y salgan, sin importar cómo.
Creo que los robots en ningún caso, al menos en un futuro próximo, podrán sustituir por completo los conocimientos y la atención sanitaria que pueden ofrecer los profesionales de la salud, aunque sí puedan ser perfectos ayudantes de los mismos ,los humanos son irreemplazables en trabajos que requieren creatividad, habilidades sociales o inteligencia emocional y sobre todo empatía.
Por la mañana apareció de nuevo el robot y en la pantalla el médico me informaba del resultado de los análisis y el tratamiento que también el robot me iba a administrar.
El diagnóstico según él estaba claro ,una infección asociada a una enfermedad de transmisión sexual y que según mi localización de esos días por los datos que tenían de mi móvil y los algoritmos del robot , coincidía con el de otras dos pacientes ingresadas en habitaciones contiguas la mía, que habían estado en las fiestas de Fono in Habana.
Me dispuse a llamar al jefe para comentarle que me iba a retrasar unos días porque estaba en el hospital , algo que no tuve necesidad de hacer pues tenía una llamada suya entrante que descolgué sin darme cuenta y había escuchado mi conversación con el médico.

Áfrika Gómez G. 
Grupo A


Nadie trabaja en 2222

Suena una voz agradable en el ambiente que me invita a levantarme. A continuación, una música envolvente que cada vez va haciéndose más “vivace” para animarme a efectuar mis ejercicios matutinos. Después de mis aseos personales, un buen desayuno que ya está servido y calculado según mis necesidades nutricionales y mis gustos. Una delicia.
Hoy tengo programada la visita al museo de personajes ilustres.
Después de pasear por el museo observando hologramas de grandes hombres y mujeres de la ciencia, el arte, la cultura y el deporte, observo que en una sala la gente se arremolina. Me acerco y observo: un holograma de un agricultor riojano del siglo XX acapara la atención del personal. El robot guía con su voz metálica comienza a relatar: “allá por 1960 en un pueblecito de la Rioja Alavesa nació, vivió y murió un paisano que pasó toda su vida sin trabajar como ocurre actualmente. Lo que ahora es la norma, entonces era inimaginable.
El susodicho riojano nació en el seno de una familia de agricultores, viviendo a costa de sus padres sin trabajar; siempre encontraba una excusa para no hacerlo. Pasan los años y se casa con una mujer del pueblo, pero sigue viviendo en casa y a costa de sus padres. Tienen varios hijos que terminan haciéndose cargo de la hacienda de los abuelos y le siguen manteniendo.
Sus quehaceres diarios eran sencillos: por la mañana paseo, vigilar a los que trabajan y dar conversación a los que vigilaban a los trabajadores. Por las tardes café completo y partidita de mus. Así día tras día con pequeñas variantes.
Esta historia está ratificada y contrastada por el que fue su médico de cabecera, el cual le puso el apodo de -Visor de Visores -, porque no se conformaba con vigilar la obra, sino que vigilaba a los vigilantes.”
Al finalizar la exposición se oyó un comentario en francés: - il faut le faire-, con el que todos estábamos de acuerdo. Todo está inventado. Nosotros que pensábamos, que nos creíamos los creadores de este “modus vivendi”.

José Luis Fonseca
Grupo A


Robótica y Telecomunicación
(Escenas hogareñas del 2033)

Señor, perdone, tiene una llamada de D. Ricardo

-Pásamela Q.
-Hola Ricardo, ¿cómo te va?
-Bien , aquí en casa metido, teletrabajando en el cuarto insonorizado.
-Y eso!?
-El jodido robot asistente, me temo que me espía todas las conversaciones.
-Qué quieres que te cuente, me pasa lo mismo y encima, como mis hijos al regalármelo le pusieron un programa tipo “madre antigua”, el puñetero, no me deja salir de casa sin que haya terminado de hacer los deberes.
-Ya… ¿Y quién cojones, se arroga el derecho de ponértelos, a estas alturas?.
-Pues todos los que ganan manteniéndome vivo y los que no quieren que les salga muy caro antes de morir. Mis hijos, el cardiólogo o por defecto el robot. O sea, ¡todo dios menos yo!
-Pues sí que lo tienes crudo.
-Y que lo digas.
-Pues ahora que no me oye el mío, te cuento que cuando se pone en plan coñazo, tengo un lápiz que lo insertó en el teléfono, cuando está fregando o manejando agua y le pego unas descargas del copón y cuando está así, aprovecho y lo meto en la bañera.
-Jajaja, joder que chulada, jajaja, tienes que pasármelo.
-Oye, jijiji, y lo bueno es que no se acuerda de nada después. Aunque a veces me mira de una manera, que me da pena oye, jijiji.
-Que vais a hacer hoy?.
-Para eso te llamaba, tenemos mus esta tarde, si te apuntas o te deja ese tontolaba.
-Por supuesto que iré, ¡ que le den a este tarao de Q !.
-A las siete en el Costa.
-Ok.

***

A ver chicos, son las siete y media y este no ha venido ni ha llamado, me extraña con lo puntual que es. Voy a llamarlo a ver qué pasa.

-Residencia de Sr. Jovella, nos complace atender su llamada.
-Oye Q, ¿ que pasa con D. Tomás que no ha aparecido a echar la partida?.
-Que no puede salir Sr, por no haber acabado su programa de mantenimiento. Ya he conversado esta tarde con su HUA(home unit assistant) para que se lo comunicara.
-Menuda bobada, él viene a jugar tenga o no obligaciones.
-Ya Sr, pero comprenda que se altera, se excita mucho y trata de desprogramarme y... yo tengo instrucciones precisas.
-¡Que instrucciones ni qué coño! ¡Pásamelo!
-No puedo Sr.
-¿Por qué?
-Porque estoy bañando al Sr…, siguiendo las indicaciones de la aplicación encriptada que Vd. le envió esta tarde. Por cierto Sr., ¿piensa Vd. ir pronto hoy a su casa?
-Tu tu tu tu tu tu tu.

Carlos García Riesco
Grupo A


Sonatina burocrática

Manía de escribir,
no soltar el papel.

Gastar tinta, revolviendo los versos mil veces.
Cambiando, moviendo, escribiendo de nuevo.
Tachando, haciendo huecos.
Quedándose de madrugada, poniendo de mil maneras a tu padre.
Volviendo la cabeza loca a tu madre,
añadiendo puntos, y comas, signos de interrogación.
Y tirando páginas y páginas sin haber escrito nada aún.
Rellenando huecos y espacios. O requeteañadiendo algo más.

- últimos dos minutos...
Alcé la mirada en el taller de escritura. Todos escribiendo. Hipermegaconcentrados.
Tick tack.
¡Como echo de menos esos lunes de trabajo!

Iria Costa
Grupo B


Los desapercibidos

Sabían que iban a morir, aquellos individuos, vestidos con un atuendo raro; lanzaban indiscriminadamente algo húmedo que cuando penetraba en sus membranas les producía una quemazón insoportable, haciéndoles retorcerse de dolor y dar sus últimos coletazos.

Mientras saboreaba su café, retumba en su cabeza siempre la misma frase “quédate en casa”, “quédate en casa”…, cabizbaja y con su mochila al hombro, cruza el umbral de su puerta que tanto miedo le da; ¡otro día enfrentándose a ese maldito bicho! ; Le tiemblan las piernas y sus manos sudan tanto, que al agarrar el pomo se resbalan y no consigue cerrarla; ¡tenía claro lo que debía de hacer! ; ¡tantas veces habían menospreciado su trabajo!, y ahora formaba parte importante de la guerra que se había preparado en el mundo ;eran otros tiempos y el trabajo se podía realizar en casa ; pero no era su caso , el bicho no se podía enfrentar desde la retaguardia había que hacerlo en el frente ,¡ quedaba tanto tiempo para conseguir la fórmula magistral !.Consiguió cerrar la puerta y partió.

Josefina Félix 
Grupo A


Tele-trabajo

15 de marzo
Hoy estoy muy contento. En mi trabajo me han dado todas las directrices para realizar mi tarea desde casa, ya no tendré que conducir esos tres cuartos de hora hasta la oficina solo para pasar datos al ordenador y tramitar albaranes hora tras hora, menos estrés, más momentos para mi, oportunidades mil, dejar aparcada la fiambrera que me alimenta por el día y que preparo por la noche, llevo cinco años haciendo lo mismo y lo tengo muy dominado, es por eso, que aunque resulte feo me hace pensar que bendito este covid y este nuevo mundo de oportunidades.

23 de marzo
Puedo levantarme más tarde, puedo poner hasta una lavadora mientras trabajo, fumar sin salir del espacio ni pedir permiso, ahorro en combustible en tiempo y en calidad de vida, parece todo fantástico.

5 de abril
Todo funciona bien desde aquí, con el confinamiento no tengo problemas, es más, es cómodo, no tengo que afeitarme cada día y lo que no acabo en un día lo continuo más tarde o por la noche, me permito parar para ver en la tele una serie que me ha enganchado, lo de la lavadora no hace tanta falta por que hay días que no me tengo que cambiar y tiro todo el día con el mismo chándal, ese que ya hace años tenia escondido y que saque del armario para hacer deporte todos los días con youtube aunque después de las agujetas de los primeros días paré un poco.

20 de abril
Continúo en casa, y el trabajo va bien, quizá un poco atrasado, nada que no pueda solucionar porque como el mundo está parado el trabajo se realiza a medias, me ha crecido mucho el pelo porque no hay peluquerías así que he aprovechado para verme con barba y pelo largo. No me queda mal. Y creo que estoy cogiendo un poco de peso, no pasa nada, nunca he tenido problema con esas cosas, yo, Por mi me quedaría así para siempre.

10 de mayo
Empiezo a estar un poco harto de no salir de casa pero es que me da mucha pereza y encima tendría que ducharme, vestirme y arreglar un poco esta leonera,

24 de mayo
Ya se puede salir pero le he dicho a mis amigos que no puedo porque tengo mucho trabajo pendiente. Me ha llamado mi jefe, está un poco enfadado, no entiendo por qué, supongo que también él está un poco harto de esta situación, yo por mi parte estoy bastante tranquilo, además ahora todo lo que necesito me lo traen a casa, lo compro on line, por mí esto podría durar más, aquí estoy bien.

28 de mayo
Hoy no he salido de la cama en todo el día, maratón de Netflix, mañana me pongo al día.

5 de junio
Pasando de fase, pero yo no necesito nada, si alguien quiere verme que venga, ya no salgo de aquí hasta la fase 2, entonces mi jefe quiere verme en la oficina, yo no sé si tengo ganas de ir, por eso seguiré esperando hasta ver qué pasa.

8 de junio
Fase 2, no me va a quedar otra que salir, maldita sea. Ahora como arreglo yo todo esto. Son 100 días de retraso en mi vida.

8 de julio
Ya no tengo trabajo, ya no TELE-TRABAJO, solo TELE…

Esther Yubero
Grupo A


¿Qué hacemos con el reloj de fichar?

Pertenezco al consejo de administración de una empresa desde hace 20 años. Nos hemos ganado un hueco en el sector en el que trabajamos, con gran esfuerzo y toda la dedicación del mundo.
Tenemos una forma peculiar de aplicar lo que se ha escrito y publicado sobre recursos humanos. Contamos con un importante equipo sobre la materia formado en las mejores escuelas del mundo. Nuestra característica diferencial es que aplicamos todos los principios, recomendaciones, teorías y directrices de recursos humanos, pero al revés.
¿El capital humano es lo más importante de una empresa? Mentira, el trabajador se aprovecha de los medios de la empresa para sus intereses y si no hay nadie que lo controle, acaba por arruinarla.
¿De dónde se habrán sacado que un buen gestor tiene que sacar lo mejor de cada miembro de su equipo? Un jefe debe hacerles saber quién manda y que no se les olvide.
Por no hablar de todas esas teorías absurdas sobre la motivación en el trabajo. No hay por qué asignarle a alguien el cometido que le pueda gustar, al contrario, que se esfuercen y hagan lo que se les pide, si no les gusta, mejor.
El ambiente de trabajo es el ambiente de trabajo. No tiene por qué ser bueno. Al trabajo no se va a pasarlo bien ni a hacer amigos.
Somos punteros en el control de presencia. Tenemos un reloj de fichar que controla hasta las milésimas de segundo. Tenemos una trabajadora dedicada en exclusiva a calcular irregularidades respecto del cumplimiento de horario, tales como faltas de puntualidad o asistencia, retrasos en la hora del desayuno, pérdida de tiempo por acudir a consultas médicas o por enfermedad de un familiar. Estamos dándole vueltas a un sistema que nos permita ver la cantidad de tiempo que los trabajadores pierden en el baño, pero no es fácil con la legislación actual ¡maldita protección de datos, derecho al honor, rémoras de los empresarios!
Nuestra experta en el reloj puede calcular el tiempo que pierde un trabajador al mes, al año o al lustro. Lo saca en curvas, en tablas de doble entrada, en informes sin gráficos... Como se lo pidamos. A ella le encanta su trabajo. Es la única trabajadora motivada de la empresa, además del consejo de administración.
Enseñarle esa tarea no fue fácil. Nos llevó muchísimo tiempo y el reloj fue carísimo y la aplicación que tuvimos que instalar, sencillamente, prohibitiva.
Con la pandemia, el confinamiento, el estado de alarma y el teletrabajo, cuando salgamos del ERTE no sé qué vamos a hacer.
Nuestra empresa no realiza trabajos denominados esenciales y los clientes van a reducir sus visitas físicas a la mínima expresión. Por seguridad y responsabilidad no tendremos más remedio que dejar a la mayoría de la plantilla trabajando en casa.
Tenemos varios retos por delante, algo tendremos que buscar para dar contenido a la jornada de Paqui, no sé cómo va a controlar las horas, no podrá hacer sus curvas, gráficos e informes.
¿Qué hacemos con el reloj de fichar?
¡No lo hemos terminado de pagar todavía!

Teresa Sanz
Grupo B


Enseñanza burocrática

La Nueva Educación “on line”, nos dicen,
efectiva, aséptica utilísima,
(Suponemos para el NUEVO SISTEMA),
el GRAN RELATO es necesario.
La enseñanza parece disponerse
a olvidar el pasado,
qué insensatez la gran literatura,
usando sólo libros nuestros ojos,
perdiendo el tiempo miserablemente,
contaminando a los alumnos
del amor por los clásicos, gozando
con esos anticuados profesores
de Shakespeare, de la Ilíada, de Poe,,
de Keats, de Byron, de Cernuda,
de Juan Ramón, Cervantes, Baudelaire…
Desfachatez antigua en pleno siglo
veintiuno, ardiendo ordenadores,
no perdamos dinero y sensatez,
hay mucho que ordenar,
Orwell era otro inútil.

Emilia González
Grupo B


ON-OFF

Cuando el miedo invade, no hay alternativa, veo la televisión. Antes de que sucediera todo esto, él tenía que irse (porque…) Yo comienzo el día usando la misma ropa y comiendo (lo que no me gusta) con bajas calorías. Luego continúo con lo habitual: uso la PC, el móvil, y de allí otra vez a la pantalla principal. Las luces están apagadas, es de día, presiento la oscuridad. Él se ha ido, aunque sigue en el sofá, y en mi cama. En la casa siempre hay trabajo, ahora hay un poco más. Anteriormente, las despedidas también habían sido mudas e inusuales. Me voy a quedar en casa. En la calle la vida se desprende de mi cabeza, choca contra el pavimento. La acera se ensucia de sangre, fluye silenciosa por las venas. Pero al cruzar frente al semáforo se recoge por sí misma. Mis piernas han comenzado a andar, no piensan a dónde irán. Si llego a algún lugar, será conocido. Nadie me ve. No veo a nadie. Al regresar enciendo las luces, luego las apago, para comenzar de nuevo. Este tiempo, en este espacio, se parece mucho a la antigua normalidad. Sin novedad. Todos seguimos adelante.

Durante la pandemia, cuando salía de mi piso, justo debajo del balcón de un vecino, una planta de pomposas flores rosadas dejaba caer al patio interno los retoños que ya habían envejecido. Aun cuando los pimpollos estaban agónicos, conservaban su belleza. Comencé a recoger esas flores que excedían de aquella planta, y las fui colocando equidistantes en el rellano de la pared del pasillo de la entrada. Allí exhibían su última flama, hasta que la trabajadora de la limpieza venía, y las desechaba. Algún vecino quiso al igual que yo dar al traste con tanta normalidad, y comenzó a hacer lo mismo. Las flores con su apariencia rosa viejo, expuestas en la salida edificio, fueron con complicidad, la alegría de un instante.

Carmen Elena Ochoa
Grupo A


Tele-confinamiento

Otro día más. Otro día más enchufado al escritorio virtual, facilitado por nuestra queridísima Dirección General a solo el 25% de la plantilla. El otro 75 % se divide entre el 10% que va en días puntuales a la oficina, y el 65% que está mano sobre mano. Lamentable. No me quejo por tener teletrabajo mientras otros están apagados o fuera de cobertura. Mi descontento viene por el mal servicio que damos a la ciudadanía, con unas prestaciones ralentizadas, por falta de personal gracias a los gerifaltes de Madrid.
La bandeja de correos electrónicos está vacía, puesto que son las ocho. Así que empezarán a llegar, poco a poco, y luego de golpe. Con lo cual mi jornada empieza a las ocho y acaba depende del día. Nunca antes de las ocho de la tarde. De forma intermitente. Paro para comer, descansar, sacar a Athos, y hacer el tonto en redes sociales. Vamos, que ritmo de trabajo continuo no llevo, y es un desastre. Así no hay quien se concentre.
Cuando diseñaron esta movida se les olvido que el grueso de trabajo diario empieza a las doce del mediodía. También es verdad que puedo empezar a las cuatro de la tarde, y acostarme a las cuatro de la mañana.
Sin que los otros dos compañeros de la sección trabajen presencial o telemáticamente el volumen de trabajo es ingente, de ahí tantas horas. No hay límite. Hay tareas no tan urgentes que se van demorando. Los plazos administrativos están suspendidos, pero, a pesar de que los expedientes no haya que resolverlos legalmente sin plazo no significa que revistan la importancia que tiene para el ciudadano. Las prestaciones hay que pagarlas cuanto antes, marque o no marque el BOE los plazos. No vendemos chinchetas, sino que gestionamos prestaciones de gente que tiene que comer y pagar recibos, como nosotros mismos. Somos unos afortunados. Ni nos plantan un ERTE, ni dejamos de percibir ingreso a la par que pagamos seguros sociales
La una, hora del aperitivo. Siempre está el dilema. ¿Ribera, Toro o Verdejo? Es la tarea más complicada de la mañana, puesto que los tres están particularmente buenos. Quince minutos y a seguir.
Cuatro de la tarde. Hoy toca ensalada de quínoa con remolacha, y salchichas de tofú con aros de cebolla. Ventilo rápido, porque cocinar cocino poco. Antes de ser vegano no cocinaba,, ahora tampoco.
Cinco de la tarde. La gente se vuelve loca entre las doce y las cuatro, con lo cual tengo tele tarea hasta las diez fijo.
Cinco y media de la tarde, llamada del Mando. Le ha llamado una gestoría para que agilice sus trámites. Vamos a ver, si envías algo a las cinco, no puedes pretender que lo haga antes de lo que estoy trabajando enviado a las dos. Nada, el que manda manda. A mí, ni me pagan para mandar, ni me pagan por pensar.
Nueve de la noche. Como si fuera una película, poco antes del emocionante final saco a Athos de nuevo. Mi único compañero. No me cruzo con nadie. Vivir en un pueblo de la "España vaciada" hace que te cruces con poca gente, así que en este confinamiento menos aún. Ángel con Sandra tal vez. que no son chico y chica, sino paisano y perra. Siento el ruido de tus vecinos, porque hay cuatro niños pequeños en la comunidad y eso da vidilla a la escalera, eso reconforta, saber que no estás tan solo.
Once de la noche. Esto se ha alargado. Continuo . No puedo permitirte dejar trabajo sin hacer. Nunca sabes que puede llegar mañana.
Medianoche. Reviso el correo. Cinco de cinco sindicatos, contando lo mismo. Cuatro de compañeros con diversas cuestiones, a resolver ya, y uno de Pepe, que como se aburre me cuenta su vida. Mañana lo hare yo. Reciprocidad ante todo.
Una de la mañana. Apago, no sin antes meterme de lleno por unos instantes en el juicio a Dimitri, por haber asesinado a su despreciable padre. No es presunto asesino porque en la Rusia del siglo XIX las cosas nunca son presuntas. Es como el bicho, no es un presunto asesino,, sino un asesino, al que, gracias al confinamiento, incluyendo entre sus medidas el teletrabajo, venceremos, aunque perdamos intimidad, tiempo de descanso y horas de tele-visión.

Javi Martín
Grupo A

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